DOCTRINA Y VIDA CRISTIANA

Estudio XI
LA PASCUA DE LA NUEVA CREACIÓN
Parte 4

¿Quiénes pueden oficiar?

La falsa doctrina de la Misa y la creación de una clase en la Iglesia llamada clérigo, para administrar a ésta y en los servicios, han creado en la mente de la gente la profunda impresión de que es imprescindible la presencia de clérigos, así mismo los protestantes aun hoy en día sostienen que la presencia de “un ministro ordenado” para pedir una bendición y para oficiar en tales servicios conmemorativos, es de necesidad absoluta, y que cualquier otro procedimiento sería un sacrilegio. Se puede reconocer muy fácilmente cuán tremendamente equivocada es esta teoría cuando recordemos que todos los que tienen el privilegio de participar de esta Conmemoración son miembros consagrados del “Sacerdocio Real”, cada uno completamente comisionado por el Señor para predicar su Palabra de acuerdo con su talento y oportunidades, y completamente ordenado también para realizar cualquier servicio o ministerio del cual ellos sean capaces para él y los miembros de este cuerpo, y en su nombre para otros. “Todos ustedes son hermanos” es la ley del Señor, y no es para olvidarlo cuando estemos en comunión con él, y celebremos su obra redentora, y nuestra unión común con él y con cada uno de los demás como miembros de su cuerpo.

Sin embargo, en cada grupo pequeño del pueblo del Señor, en cada pequeña Ecclesia, o cuerpo de Cristo, como ya lo hemos señalado, las Escrituras indican que debería haber orden y que una parte de ese orden es que debería haber “ancianos en cada Iglesia”. Mientras cada miembro de la Ecclesia, la Nueva Creación, tenga una ordenación suficiente del Señor para permitirle participar en relación con la Cena Conmemorativa, aun la Iglesia, al elegir a los ancianos, indica que ellos deberían ser representativos de toda la Ecclesia respecto de tales materias como ésta. Por ello, el deber de disponer y ministrar esta Conmemoración recaería en ellos como un servicio para el que ellos ya han sido seleccionados por la Iglesia.

La declaración de nuestro Señor, “Cuando dos o tres de ustedes se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en el medio”, nos muestra de manera concluyente que, donde sea posible, esta conmemoración debería ser celebrada en compañía de miembros del cuerpo. La bendición adjunta tenía la intención de atraer a los miembros uno hacia el otro, no solamente en esta reunión anual, sino mientras sea posible. Donde sea que aun dos o tres puedan reunirse para clamar por esta promesa, siendo imposible o inconveniente reunirse con un grupo mayor, ellos están privilegiados para celebrar como una Iglesia, como una Ecclesia, completa; y aun cuando un individuo pueda estar pasando por tales circunstancias que no le fuera posible reunirse con otros, nosotros sugerimos que su fe salga con suficiente fuerza hacia el Señor para clamar por la promesa, considerando al Señor y a él mismo como dos. Nosotros aconsejamos que no se permita que semejante inevitable aislamiento dificulte ninguna de las celebraciones anuales del gran sacrificio por el pecado, y de nuestra participación en ellas con el Señor, que el individuo solitario se agencie de pan (pan sin levadura como galletas de soda o galletas de agua, si es posible) y el fruto de la vid (jugo de pasas o de uvas, o vino*) y que celebre en comunión de espíritu con el Señor y con los miembros compañeros del cuerpo, de los cuales está obligadamente separado.

* Hasta donde somos capaces de juzgar, el Señor usó el vino fermentado cuando instituyó esta Conmemoración. Sin embargo, en vista de que no especificó el vino sino simplemente “el fruto de la vid”, y en vista también del hecho de que el hábito alcohólico ha obtenido un poder tan grande y tan maligno en nuestros días, nosotros creemos que tenemos la aprobación del Señor en el uso del jugo de uva no fermentado, o jugo de pasas, al que, si es conveniente, se pueden añadir unas cuantas gotas de vino fermentado, con el fin de satisfacer las conciencias de quienes podrían estar inclinados a considerar que la obediencia al ejemplo del Señor requeriría el uso de vino fermentado. De esta manera no habrá peligro para ninguno de los hermanos del Señor, aun para el más débil en la carne.

Una orden de servicio

Ya que el Señor no estableció ninguna regla u orden de servicio, no nos corresponde hacerlo, aunque nosotros creemos, sin falta de corrección, que podemos sugerir lo que encuentra aceptación entre nosotros como una moderada, razonable y ordenada celebración de esta Conmemoración. Lo hacemos así, no con la intención de dar una regla o una ley, sino con el propósito de ayudar a una visión moderada del asunto, del que algunos han estado acostumbrados a ceremonias elaboradas y otros que no han estado acostumbrados a nada parecido.

Permitamos entonces que nuestra expresión sea considerada de manera simple, a la luz de la sugerencia, sujeta a modificaciones, etc., como pueda parecer aconsejable.

Es como sigue:

(1) La apertura del servicio con uno o más himnos, apropiados para la ocasión, de espíritu solemne y atrayendo las mentes en la dirección de la Conmemoración.

(2) Oración por la bendición divina sobre la concurrencia, y especialmente sobre aquellos que participarán, recordando también a los miembros compañeros del mismo cuerpo, conocidos de nosotros y desconocidos, en todo el mundo y especialmente los que están celebrando esta Conmemoración en su aniversario.

(3) El Anciano que tenga a cargo el oficio podría leer de la Escrituras una explicación sobre la institución original de la Conmemoración.

(4) Luego, él u otro Anciano podría presentar una explicación del asunto, el tipo y el antitipo, hablando improvisadamente o si lo desea, con igual propiedad leyendo algo de esa explicación como por ejemplo, la disertación anterior.

(5) Llamando la atención sobre el hecho de que nuestro Señor bendijo el pan antes de partirlo, el Anciano podría en ese momento llamar a un hermano competente para que pida una bendición sobre el pan, o si nadie está presente sino él mismo es competente, debería invocar la bendición divina sobre el pan y sobre aquellos que lo comerán, que los ojos de su comprensión podrían ser abiertos ampliamente hacia una apreciación o comprensión de las profundidades del significado que está participando correctamente, y que todos los que participan podrían tener la comunión bendita con el Señor en el uso del símbolo de su carne y para hacer una renovación de su propia consagración para ser quebrados con él.

(6) Luego, uno de los pedazos del pan sin levadura podría ser partido, usando las palabras del Señor, “Tomad, comed, esto es mi Cuerpo”; y uno de los hermanos o la misma persona que realiza el oficio podría servir la bandeja, si la congregación fuera grande, se podrían servir simultáneamente varias bandejas de pan por dos, cuatro, seis o cualquier número de hermanos consagrados.

(7) Se debería mantener silencio durante el paso de los emblemas, excepto de breves observaciones, y lo que es más, respetando la significación del pan y de cómo nos alimentamos del Señor, podría no ser apropiado aunque generalmente estaría bien que este asunto sea cubierto por el Anciano o algún otro orador cuando se explique la significación de la celebración en general, antes de la distribución, que la comunión de los participantes no sea interrumpida.

(8) Luego, se debería pedir una bendición sobre la copa, mientras leemos que nuestro Señor “y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: “bebed de ella todos”, y la dio a sus discípulos. Algún hermano podría ser llamado para esta oración de gracias y de petición por la bendición del Señor sobre los que participan, y debería ser realizada de la misma manera en silencio.

(9) Al terminar el servicio de esa manera, recomendamos que se siga el curso del Señor y de los apóstoles hasta el final, que se cante un himno al concluir, y que la congregación sea así despedida, sin ninguna oración de finalización. Aconsejamos que en esta ocasión se prescindan de los acostumbrados saludos, pedidos por la salud, etc., y que cada uno se vaya a su casa evitando como sea posible cualquier cosa que pudiera interrumpir sus reflexiones y comunión, y que hasta donde sea posible cada uno busque continuar en comunión, no solamente esa noche sino durante el siguiente día, teniendo en mente las experiencias del Señor en el Getsemaní, y su necesidad de simpatía y ayuda, y el hecho de que cada miembro de su cuerpo pueda también tener momentos similares, y necesite del consuelo y la ayuda de los compañeros discípulos.

Sobre el Maestro se escribió: “Entonces, todos los discípulos, dejándole, huyeron”, nadie fue capaz de simpatizar con él en su propia hora de sufrimiento. Con nosotros es distinto. Nosotros tenemos miembros compañeros del cuerpo, bautizados de manera similar en la muerte, comprometidos igualmente a ser “quebrados” como miembros de un sólo pan, y aceptados y ungidos con el mismo Espíritu Santo. Y mientras recordamos esto, busquemos con la máxima seriedad ser útiles para los miembros compañeros del cuerpo, recordando que todo lo que se haga sobre el más insignificante miembro del cuerpo es hecho sobre la cabeza, y es apreciado por él. Al mismo tiempo, nosotros podemos recordar adecuadamente el ejemplo de Pedro, su ferviente impulsividad como siervo del Señor y aun su debilidad en un momento de prueba, y su necesidad por la ayuda del Señor y sus oraciones. “Velad y orad, para que no entréis en tentación”. El recordar esto puede ser una ayuda especial para nosotros, como sin duda lo fue posteriormente para el Apóstol Pedro. Nos permitirá aun más para nosotros buscar al Señor por “gracia para ayudarnos en todo momento de necesidad”.

Al mismo tiempo, estará bien que recordemos a Judas, y que su caída surgió a raíz del egoísmo, ambición, codicia; y mientras recordamos cómo cada vez más entró en él Satanás a través de esta puerta de egoísmo, puede ayudarnos el estar alertas, no vaya a ser que caigamos de manera similar en una trampa del Adversario; no vaya a ser que por cualquier consideración neguemos al Señor que él nos ha comprado; no vaya a ser que, en el sentido amplio de la palabra, traicionemos en algún momento al Señor o a sus hermanos o a su Verdad. Al día siguiente tengamos en la memoria las experiencias de nuestro querido Redentor, no solamente para que podamos así entrar más entusiastamente en simpatía con él, sino para que adicionalmente podamos sentirnos extraños a las muy fuertes penurias que pueden sucedernos como seguidores suyos, sino para que también podamos seguirlo hasta la consumación y mantener por siempre en la memoria sus palabras agonizantes: “Consumado es”, y darnos cuenta que esto significa una finalización de su ofrenda por el pecado a favor nuestro, de modo que por medio de los azotes que le dieron podamos darnos cuenta que estamos curados y así podamos también darnos cuenta que alguna vez vivió y resucitó para interceder por nosotros y para prestarnos ayuda en todo momento de necesidad.


(La siguiente parte del libro “La Nueva Creación” se publicará en la edición de marzo - abril de 2022)


Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba