DOCTRINA Y VIDA CRISTIANA

Estudio X
EL BAUTISMO DE LA NUEVA CREACION
Parte 4

Habiendo sido consagrado a este bautismo — a la muerte, en el momento más oportuno, cuando él había cumplido treinta años de edad, y llevado a cargo cuidadosamente durante los tres años y medio de su ministerio las provisiones de esa consagración — “cada día morir”, derramando su alma hasta la muerte — agotando su vida, su energía. su fortaleza en el servicio del Padre, en el servicio de sus seguidores y, hasta cierto punto, al servicio de sus enemigos, finalmente, él comprendió al acercarse el final de su bautismo — a la muerte, cuando se cumpliría totalmente la carga de las aflicciones, los juicios, las dificultades, las cuales su peso aumentaba a cada momento sin la compasión de ninguno — “de la gente que había ahí ninguno estaba con él” — nadie que hubiera entendido las circunstancias y las condiciones, y que pudiera participar con su dolor ofreciéndole una muestra de compasión, de aliento o consuelo — entonces, anhelando por el fin del juicio, él exclamo, — “como me angustió (en la dificultad) hasta que [mi bautismo a la muerte] se cumpla.” (Lucas 12:50) Un poco después de su muerte, su bautismo fue cumplido, clamando — “ha sido consumado”.

El mundo entero se está muriendo, y no únicamente el Señor y la Iglesia, su cuerpo; pero el mundo no participa en la muerte de Cristo, como la Iglesia, su cuerpo. Hay una gran diferencia. El mundo entero está muerto con el padre Adán bajo su sentencia o maldición; pero nuestro Señor Jesús no era del mundo, no era de los que murieron en Adán. Nosotros hemos visto ya que su vida era santificada y separada de todos los pecadores, sin contar con su madre terrenal.1 El no estaba bajo condena ¿Por qué, entonces, él murió? La respuesta de las Escrituras indican que él “murió por nuestros pecados” que su muerte fue un sacrificio. Y de la misma manera es con la iglesia, su cuerpo, bautizados en él por el bautismo en su muerte — participando con él en su muerte de sacrificio. Por naturaleza hijos de Adán, “hijos de la ira, como los demás” primero son justificados de la muerte adámica a la vida, mediante la fe en nuestro Señor Cristo Jesús y su obra de redención; el objetivo principal de ésta justificación a la vida y liberados de la condena adámica a la muerte, es que ellos podrían tener este privilegio de ser bautizados en Cristo Jesús (hechos miembros de su cuerpo, su Ecclesia) al ser bautizados en su muerte — al participar con él en la muerte como co-sacrificio. ¡Ah qué diferencia tan grande hay entre estar muertos en Adán, y estar muertos en Cristo!

1 Vol. V, Cap. IV (en inglés).

El misterio de nuestra relación con Cristo en sacrificio, muertos ahora, por el bautismo, y el nacimiento de la relación y unión con él y la gloria que le sigue, es incomprensible para el mundo. Sin embargo, debería de ser muy apreciada por los fieles del Señor, estando repetidamente afirmado en las Escrituras. “Si sufrimos con él, también reinaremos con él”; “y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él.” También “herederos de Dios, y coherederos con Cristo Jesús. Sin embargo, si padecemos juntamente con él [si nosotros tenemos experiencia del bautismo en la muerte con él como miembros de su cuerpo] para que juntamente con él seamos glorificados.” (2 Tim. 2:12; Rom. 6:8; 8:17)

En el cuarto versículo del texto que estamos examinando, el Apóstol repite el mismo pensamiento desde otro punto de vista, diciendo — “porque somos sepultados juntamente con él a muerte por el bautismo.” De nuevo ninguna sugerencia de algún bautismo en agua, pero sí una declaración muy positiva del bautismo — en la muerte, nuestra consagración a la muerte. Continuando, el Apóstol nos da un antitipo de la imagen, afirmando el por qué o la razón de nuestro bautismo en la muerte de Cristo, diciendo, “Como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida”. Indirectamente aquí el Apóstol hace una referencia a nuestra participación en la Primera Resurrección, cuando nosotros participaremos con la gloria de nuestro Señor en su Reino; él se refiere principalmente a la vida actual. Todos los que hacen una consagración total de sus vidas al Señor, a estar muertos con él, y juntamente ser co–sacrificio con él al servicio de la Verdad, tienen que estar separados y ser distintos con los que tenemos alrededor. Deben conducir cambios adecuados durante su vida en este mundo. Ellos hicieron un pacto para morir de las cosas del mundo que son las que atraen a los demás, y por lo tanto, éstas se deberán usar únicamente al servicio de la Nueva Creación. La Nueva Creación vuelve a la vida con perspectivas y cosas celestiales por medio del redentor, las cuales el mundo a nuestro alrededor no ve y no comprende. En armonía con esto, nuestras vidas en el mundo deberán ser nuevas, distintas, y separadas de las vidas de los demás; porque estamos vivificados con un espíritu nuevo, con esperanzas nuevas, con fines nuevos, con lo celestial.

Llegando al quinto versículo, el Apóstol continúa sin hacer la mínima diferencia al bautismo en agua, aunque algunos, al principio, no estuvieron de acuerdo con sus palabras. “Porque si fuimos plantados juntamente con él a la semejanza de su muerte, así también lo seremos a la de su resurrección.” Si el ser plantado juntamente en la semejanza de su muerte significa el bautismo en el agua, él lo colocará más énfasis al bautismo en el agua de lo que cualquier otro profesor en el mundo estaría dispuesto a admitir. Como cristianos ¿que es lo que más añoramos? ¿No es acaso el nosotros poder participar en la resurrección del Señor, la Primera Resurrección? El Apóstol lo expresó, como su pensamiento más grande, de la esperanza o ideal que tuvo siempre presente diciendo — “Quiero conocerlo a Él y el poder de su resurrección [como un miembro de su cuerpo, su Iglesia], y participar de sus padecimientos hasta llegar a Él en su muerte si es que en alguna manera logro llegar a la resurrección de entre los muertos.” (Fil. 3: 10,11) Ahora si esto nos diera a entender Romanos 6:5 que la resurrección de Cristo fuera el resultado seguro de una inmersión en el agua se haría a este pasaje contradictorio con todos los demás, y sería una ofensa para la razón ¿Por qué debería una inmersión, o sepultura en el agua resultar en la participación de la Primera Resurrección? Nosotros estamos seguros en asumir que millares han sido sepultados, o sumergidos, en el agua y que nunca compartirán la Primera Resurrección — la Resurrección de Cristo.

Pero cuando nosotros entendemos este versículo en armonía con los dos anteriores, refiriéndose al bautismo a la muerte a la inmersión en la muerte, en la semejanza de la muerte en Cristo, entonces todo es simple, todo es razonable. Habiendo sido llamados por el Señor para ser coherederos con su Hijo, y para padecer con él y estar muertos con él, para vivir con él y para reinar con él, cuán seguros nosotros podemos estar que si somos fieles a este llamado, si somos plantados o sepultados en su muerte, así como él fue sepultado en la muerte — como soldados fieles de Dios y siervos de la Verdad — eventualmente nosotros conseguiremos la gratificación total que Dios nos promete, es decir, una participación en la Primera Resurrección — a la gloria, honra e inmortalidad.

El bautismo a la muerte es el bautismo verdadero para la iglesia, como también fue el bautismo verdadero para nuestro Señor, para nosotros el bautismo en agua es únicamente un símbolo, o una imagen así como lo fue para él. Esto ha sido concluyentemente demostrado, por las palabras de nuestro Señor a dos de sus discípulos Santiago y Juan, cuando ellos le dijeron: Maestro querríamos que nos concedas lo que pidamos, danos que en tu gloria, nos sentemos el uno a tu diestra, y el otro a tu siniestra. Respondió nuestro Señor diciendo, “No sabéis lo que pedís. ¿Podéis ser bautizados con el bautismo que yo soy [estoy] bautizado? y ellos dijeron: lo podemos.” El voto de voluntad en querer participar no únicamente con su ignominia sino también en su bautismo a la muerte, nuestro Señor confirmando les responde, “Del vaso que yo bebo beberéis, y del bautismo de que yo soy seréis bautizados.” (Marcos 10:35-39) Todos los que han sido llamados y estén dispuesto de corazón para tener estas experiencias, el Señor les otorgará el privilegio — y también su asistencia. Estos verdaderamente estarán inmersos en la muerte de Cristo, y por consiguiente, tendrán una participación con él en la Primera Resurrección y en las venideras glorias del Reino. Que nuestro Señor aquí no hizo referencia al bautismo en agua es evidente; porque estos dos discípulos habían estado con él desde el principio de su ministerio, y como sus representantes habían bautizado a multitudes en agua, “para el arrepentimiento y remisión de los pecados” — el bautismo en Juan (Juan 3:22,23; 4:1,2; Marcos 1:4) La pregunta a nuestro Señor con respecto a su disposición en poder participar en su bautismo no fue mal entendida por los apóstoles. Ellos nunca pensaron que él les recomendaría que se bautizaran de nuevo en agua: ellos entendieron muy bien que era un bautismo de sus voluntades, en hacer la voluntad del Padre, y consiguientemente, su participación con él en su sacrificio — cada día morir, entregando sus vidas por los hermanos, hasta el final, hasta la muerte.


(La siguiente parte del libro “La Nueva Creación” se publicará en la edición de enero - febrero de 2021)


Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba