DOCTRINA Y VIDA CRISTIANA

Estudio X
EL BAUTISMO DE LA NUEVA CREACION
Parte 1

EL BAUTISMO EN EL SEGUNDO SIGLO D. J.C. — PATROCINADORES EN LOS BAUTISMOS — CEREMONIAS DE BAUTISMO EN LA IGLESIA CATÓLICA ROMANA — EL BAUTISMO DE LOS INFANTES Y POR QUÉ FUE INTRODUCIDO EN EL CRISTIANISMO — TESTIMONIO DE LAS ESCRITURAS SOBRE EL BAUTISMO — PERSPECTIVA DE LOS “DISCÍPULOS” — PERSPECTIVA DE LOS “BAUTISTAS” — LA PERSPECTIVA CORRECTA — BAUTISMO EN LA MUERTE DE CRISTO — “POR UN ESPÍRITU TODOS SOMOS BAUTIZADOS EN UN CUERPO” — EL BAUTISMO DE FUEGO — EL BAUTISMO SIMBÓLICO EN EL AGUA — ¿ES EL BAUTISMO SIMBÓLICO NECESARIO? — EL SÍMBOLO APROPIADO — ¿QUIÉN PUEDE ADMINISTRARLO? — LA FORMA DE EXPRESIÓN — LA REPETICIÓN DEL SÍMBOLO — “BAUTIZADOS POR LOS MUERTOS.”

Los cristianos concuerdan en su entendimiento que el Nuevo Testamento enseña el bautismo, aunque haya una gran diversidad y confusión de pensamiento respecto a su práctica y significado.

La gran apostasía de la fe, mencionada por los apóstoles en el Nuevo Testamento, había avanzado mucho para el segundo siglo al grado que algunos conceptos muy supersticiosos respecto al bautismo habían ganado el control en la iglesia nominal para aquel tiempo. Se suponía que el bautismo en agua no sólo llevaría al individuo a una relación con Dios anulando sus pecados anteriores, sino que también le traería ciertas gracias o favores de parte de Dios como un miembro de la Iglesia de Cristo que no podían ser asegurados de otra manera. Por eso, en aquella época primitiva, los creyentes no sólo buscaban el bautismo para sí mismos, sino también para sus niños; y puesto que los infantes no podían creer ni entrar en las promesas de pacto para sí mismos, un arreglo fue hecho por el cual otros individuos en lugar de los padres podrían hacerse patrocinadores para tales niños — “padres espirituales.” Ellos solemnemente prometieron que los niños creerían en el Señor y transitarían en sus caminos, y fueron obligados a emprender la formación religiosa de aquellos. Tales personas se llamaban padrinos y madrinas.

Tanto los maestros como los enseñados de aquel período progresaron rápidamente en el formalismo y en la elaboración de los símbolos y de su sentido. Fuentes especiales para los propósitos bautismales fueron construidas fuera de las iglesias en el tercer siglo. Consistían de un cuarto privado que estaba conectado con un pórtico exterior, el último siendo abierto al público, en cuya presencia se tomaban los votos bautismales, y luego el candidato era bautizado en privado en la fuente. El ministro oficiante exorcizaba al candidato, para expulsar a los demonios, al soplar en su cara tres soplos de aliento, como una representación del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. El agua en la cual ocurría el bautismo era consagrada por una fórmula complicada, constituyéndola agua sagrada, y una parte de la fórmula consistía del exorcismo o del lanzamiento de los espíritus malignos del agua. El candidato era despojado de la ropa, como una representación del desposeimiento completo del viejo hombre, y era bautizado tres veces, una vez en el nombre del Padre, una vez en el nombre del Hijo, y una vez en el nombre del Espíritu Santo. Todo esto se hacía fuera de la Iglesia, para señalar que el candidato no era todavía un miembro de la Iglesia y no podía ser un miembro de ella hasta que fuera admitido por este procedimiento. Después del servicio de bautismo, el futuro miembro llevaba ropa blanca hasta el domingo siguiente. Más tarde, se cesó la separación del baptisterio de la Iglesia, y las fuentes bautismales fueron construidas en las iglesias.

Los católicos romanos y griegos todavía mantienen de un grado considerable la ceremonia complicada del tercer siglo, con pequeñas modificaciones convenientes para nuestro día. Las siguientes son las ceremonias bautismales de la Iglesia de Roma, aunque no sean todas de aplicación universal:

“(1) El niño se mantiene fuera de la Iglesia, para significar una exclusión actual del cielo, que es simbolizado por la Iglesia.

“(2) El sacerdote sopla tres veces en la cara del niño, que significa que el diablo puede ser desplazado sólo por el Espíritu de Dios.

“(3) La señal de la cruz se hace en la frente y sobre el pecho del niño.

“(4) El sacerdote, habiendo exorcizado la sal, la pone en la boca del niño, señalando por ella aquella sabiduría que lo protegerá de la corrupción.

“(5) El niño es exorcizado.

“(6) El sacerdote toca su boca y oídos con saliva, pronunciando la palabra efata.

“(7) El niño está desnudo, significando el desposeimiento del viejo hombre.

“(8) Él es presentado por los patrocinadores, quienes representan la Iglesia.

“(9) Se hace una renuncia del diablo y de sus obras.

“(10) Es untado con aceite.

“(11) Se hace la profesión de la fe.

“(12) Se le pregunta si será bautizado.

“(13) Se le da el nombre de algún santo, que será su ejemplo y protector.

“(14) Se inmersa tres veces, o se rocía el agua tres veces sobre la cabeza.

“(15) Él recibe el beso de la paz.

“(16) Es untado en la cabeza, para mostrar que por medio del bautismo él se hace un rey y un sacerdote.

“(17) Él recibe la vela encendida, para señalar que ha llegado a ser un hijo de la luz.

“(18) Está envuelto con el alba (un traje blanco), para mostrar su pureza bautismal.” La Delineación del Romanismo por Elliott, Vol. I, p. 240. Véase también el Catecismo Católico Romano, p. 252.

Las perversiones susodichas del bautismo fueron sostenidas durante más de 1200 años antes de la organización de las varias denominaciones protestantes actuales. Indudablemente, había algunos del pueblo del Señor que veían los asuntos en una luz más clara, pero podemos decir razonablemente que eran muy pocos, y que prácticamente ningún registro de ellos o de su divergencia de la opinión común llegó a nosotros por las páginas de la historia. No es sorprendente que los protestantes de los siglos 15 y 16, habiendo heredado estas tradiciones y participado en ellas, estarían bajo su influencia, y que aunque se despojaron de la mayor parte de la ceremonia extrema, mantuvieron los mismos conceptos y costumbres generales. Inclusive hoy en día la gente considerada inteligente tiene un miedo supersticioso en cuanto a lo que podría ser el futuro eterno de sus niños que mueren durante la infancia sin haber sido bautizados — es decir, sin haber recibido el perdón de los pecados, y sin haber sido instalado como miembro de la Iglesia. En armonía con estas supersticiones, encontramos que aunque se haga cada esfuerzo en todas las denominaciones para mantener todo el poder, privilegio y autoridad en las manos del clero y fuera de las manos de los laicos, sin embargo, se admite generalmente que en los casos extremos, donde no se espera que viva el niño, y donde los servicios de un clérigo no pueden ser conseguidos a tiempo, cualquier persona puede realizar un servicio de bautismo — el pensamiento es que ningún riesgo se debe tomar con respecto al bienestar eterno del niño. El privilegio de los laicos en tales circunstancias se reconoce claramente aun en las iglesias católicas romanas y griegas; y en la rúbrica de la Iglesia Anglicana en el tiempo de Eduardo VI el asunto fue ordenado así: “Los pastores y los coadjutores deben amonestar regularmente a la gente que sin gran causa o necesidad no debe bautizar a sus niños en casa; y cuando la gran necesidad los obliga a hacerlo que sólo entonces lo administren.”

Citamos la siguiente explicación del Bautismo del Catecismo Católico autorizado (página 248):

“El sacramento primordial y más necesario es el bautismo”; “porque antes del bautismo ningún otro sacramento puede ser recibido”; “y porque sin el bautismo nadie puede ser salvo.” “En el bautismo el pecado original y todos los pecados cometidos antes del bautismo son perdonados: el castigo temporal así como el castigo eterno son remitidos por el bautismo.” “En el bautismo somos limpiados no sólo de todo pecado, sino también somos transformados, de una manera espiritual, hechos santos, hijos de Dios, y herederos del cielo.”

La Iglesia Luterana cumple con una declaración muy semejante sobre este tema.

La Iglesia Anglicana, aunque tiene una ceremonia ligeramente variada, vincula el mismo significado al bautismo infantil. Los extractos siguientes del Libro de Oración Común demuestran esto:

“Santifique esta agua al lavado místico del pecado; y conceda que este niño, que será bautizado ahora en ella, pueda recibir la plenitud de tu gracia, y permanecer para siempre entre el número de tus hijos fieles y electos.”

“Recibimos a este niño en la congregación del rebaño de Cristo; y lo santiguamos de veras con la señal de la cruz.”

“Reconociendo ahora, muy queridos hermanos, que este niño es regenerado e injertado en el cuerpo de la Iglesia de Cristo, demos gracias al Dios Todopoderoso por estos beneficios.”

“Te cedemos gracias cordiales, Padre más misericordioso, que te agrada efectuar la regeneración de este niño con tu Espíritu Santo.”

El concepto presbiteriano es menos inmoderado. La Confesión de Westminster, Art. 28, dice: “El bautismo es un sacramento… un signo y un sello del pacto de gracia, de su injertar en Cristo, de la regeneración, del perdón de los pecados,” etc. Declara que es aplicable a los infantes donde uno de los padres o ambos sean cristianos, pero no a otros infantes. Y sigue, “Aunque sea un gran pecado para despreciar o descuidar esta ordenanza, sin embargo, la gracia y la salvación no le sean tan inseparablemente anexadas como que ninguna persona pueda ser regenerada o salva sin ello, o que todo lo que sea bautizado es indudablemente regenerado.”

Dando menos importancia al bautismo, las reglas presbiterianas no permiten que nadie excepto los ministros realice el servicio, y por medio de sus ministros ponen énfasis en la importancia del bautismo, y comparativamente pocos conocen la última cláusula citada, y resulta que los presbiterianos así como otros temen las consecuencias si sus niños mueren sin bautizarse.

Los Metodistas, y la Iglesia Episcopal Protestante en los Estados Unidos, y las instituciones más modernas, aceptan este último moderado punto de vista de la importancia del bautismo infantil.

Como ilustración de este asunto, una anécdota se relata de cierto médico a quien llamaron tarde por la noche para ayudar a un niño que estuvo a punto de morir. Él llegó justamente un minuto antes de un clérigo, que había sido llamado al mismo tiempo. Siendo evidente que el médico no podría hacer nada más para el niño, éste se fue de inmediato, mientras que el ministro apresuradamente tomó un plato hondo de agua, roció unas gotas ante el niño, y dijo, “Te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu santo.” El niño expiró unos minutos después, y cuando el médico y el clérigo salieron de la casa juntos el anterior dijo al último, “Usted llegó justo a tiempo; dos minutos más y habría sido demasiado tarde. ¿Puedo preguntarle, qué tipo de zapatos lleva usted?” “Polainas de congreso,” respondió el clérigo. “¡Ah, qué afortunado!” dijo el médico. “Si usted se hubiera puesto botas con cordones no habría llegado a tiempo, y ¡imagínese cuán desastroso esto habría sido para el niño!”

La verdad es que muchas personas cristianas más cultas negarían tal pensamiento falso y supersticioso como que Dios entregaría a un niño no bautizado a los demonios, para atormentarlo eternamente, o hacer otra cosa para su perjuicio. Sin embargo, muchas de estas mismas personas manifiestan gran preocupación si, por alguna razón, uno de sus niños moriría sin esta ceremonia; y algunos de los más analfabetos seguramente creen más positivamente en la necesidad del rito y experimentan un gran miedo agonizante de las consecuencias si se omite; tan fuerte es la influencia que ha llegado a nosotros a través de los siglos de las creencias falsas, “La Edad de las Tinieblas.”

Pruebas de que estos conceptos incorrectos concernientes a la naturaleza, la necesidad y la eficacia del bautismo se habían desarrollado tan pronto como en el segundo siglo, se pueden encontrar en la Historia de Doctrinas de Hagenbach, p. 72. Más tarde, en el tiempo de Constantino, y apoyado por Tertuliano (De Bapt., c. 18) apareció la opinión de que el bautismo, poseyendo un poder tan mágico para limpiar los pecados anteriores, pero no los subsiguientes, debe ser postergado hasta la hora más cercana de la muerte como sea posible. Aún más tarde, la “extremaunción” llegó a ser el consuelo de los agonizantes, y se emprendió un esfuerzo para traer a todos tan pronto como sea posible en la Iglesia. Fue “San Agustín” que avanzó la doctrina, “No hay ninguna salvación fuera de la Iglesia”; entonces, como resultado, salió la enseñanza de que los niños serían “perdidos” a menos que se hicieran miembros de la Iglesia, y a partir de aquel tiempo y de aquella teoría comienza el bautismo general de los infantes. El espíritu de la Cristiandad, desde el principio, ha consistido en no reparar en nada que pueda añadir a su influencia y sus números. Así que el carácter y la gobernación de nuestro Creador han sido desprestigiados y se ha invalidado el testimonio de su Palabra, y el cristianismo verdadero, el “trigo”, ha sido perjudicado por esta siembra prolífica de la “cizaña” por el Adversario.


(La siguiente parte del libro “La Nueva Creación” se publicará en la edición de julio - agosto de 2020)


Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba