DOCTRINA Y VIDA CRISTIANA

Estudio IX
EL JUICIO DE LA NUEVA CREACIÓN
Parte I

JEHOVÁ, EL GRAN JUEZ DEL UNIVERSO — TODAS LAS BENDICIONES, TODOS LOS FAVORES, ETC. PROVIENEN DE JEHOVÁ, POR EL HIJO — LA NUEVA CREACIÓN LLAMADA A ASOCIARSE CON CRISTO Y SER SU COHEREDERA — “TODA POTESTAD ME ES DADA EN EL CIELO Y EN LA TIERRA” — EL JUICIO DEL PADRE QUE CONDENA AL GÉNERO HUMANO YA HA SIDO EXPRESADO — EL JUICIO, DURANTE EL MILENIO, SERÁ UN JUICIO DE MISERICORDIA Y DE AYUDA — LA SENTENCIA EJECUTORIA SERÁ JUSTA, SIN MISERICORDIA — EL JUICIO DE LA NUEVA CREACIÓN DURANTE LA EDAD EVANGÉLICA — LA NUEVA CREACIÓN JUZGADA POR LA LEY PERFECTA DE AMOR — LA VIGILANCIA DE LA CABEZA GLORIOSA SOBRE EL CUERPO — “PORQUE CON EL JUICIO CON QUE JUZGÁIS, SERÉIS JUZGADOS” — DEBERÍAMOS JUZGARNOS EQUITATIVAMENTE — “EL QUE ME JUZGA ES EL SEÑOR” — HAY CIERTOS ASUNTOS QUE LA IGLESIA DEBERÍA JUZGAR — “SI TU HERMANO PECARE CONTRA TI” — PERDONE SETENTA VECES SIETE — OFENSAS CONTRA LA IGLESIA — ES NECESARIO QUE TODOS COMPAREZCAMOS DELANTE DEL TRIBUNAL DE CRISTO

Ya hemos visto1 que el mundo entero de los humanos ha sido considerado indigno de la vida eterna por el gran Juez supremo, Jehová, cuando Adán, su procreador, sucumbió a la prueba. “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte [el castigo, o la sentencia], así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Rom. 5:12). El fracaso de Adán y la sentencia de muerte sellaron la misma sentencia sobre todos sus hijos. La caída, su imperfección, su pecado, se propagaron a su posteridad de manera natural, y con una fuerza creciente. Ya hemos visto que esta sentencia, de toda manera, era justa y por consiguiente irrevocable: el Gran Juez del Universo, habiendo establecido con justicia que el hombre era indigno de la vida eterna, no podía anular su propia sentencia, declarar bien lo que era malo y al indigno, digno de la vida eterna. Pero hemos visto, también, que tuvo compasión por nosotros, y que en su plan benévolo, concebido antes de la fundación del mundo, había contemplado y tomado disposiciones por la redención de la raza entera2 con vistas de conceder otra prueba, o juicio, a todos sus miembros. Él también previó que Su Hijo Bien Amado, cuya obra redentora hizo posible la reconciliación, debería ser el Mediador de este nuevo arreglo para bendecir y levantar a nuestra raza. Hemos visto también que el período de este juicio y de este levantamiento de los obedientes es la Edad milenaria, puesto de lado como Día de Juicio del mundo, o día de prueba, que debe darle a cada uno una ocasión favorable, no sólo para lograr conocer al Señor y estar en armonía con él, sino que además, para probar por su lealtad y su obediencia, que es digno de la vida eterna. Tenemos las palabras del Apóstol con este fin; “Dios ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, [para esto]3. —Hechos 17:31.

1 Volumen I, Cap. VII.
2 Volumen V (en inglés).
3 Volumen I, Cap. VIII.

Es incontestable que Jehová mismo es el Juez supremo, y su Ley el modelo supremo, según el cual todas las decisiones deben tomarse concernientes a la vida eterna. Así el Apóstol hace alusión a “Dios”, que es el “Juez de todos” e indica que es cuestión del Padre refiriéndose en la misma frase a Jesús como Mediador (Heb. 12:23, 24). También dice “El Señor juzgará a su pueblo” y “Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor” (Rom. 12:19; Heb. 10:30). En estas citas sacadas del Antiguo Testamento (Sal. 50:4; Deut. 32:35,36), “El Señor” designa a Jehová. El Apóstol dice también: “En el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres [del mundo]” (Rom. 2:16; 3:6.). Jehová fue el primer Legislador y Juez, y conservará para siempre esta posición con relación a todas sus criaturas. Él no dará su gloria a otro (Isaías 42:8). Del mismo modo él nos muestra en las Escrituras que es el Pastor de su pueblo. “Jehová es mi Pastor; nada me faltará” (Sal. 23:1). Él también se designa como el Redentor de su pueblo: “Conocerá todo hombre que yo Jehová soy Salvador tuyo y Redentor tuyo” (Isaías 49:26). En el sentido más elevado de la palabra, Jehová mismo es el centro del plan de toda la salvación y de cada uno de sus rasgos; cualquier otro punto de vista de la cuestión es incompleto.

Sin embargo, como agradó al Padre crear todas las cosas por el Hijo (Juan 1:1), así, en todas las cosas, le complació exaltar a nuestro Señor Jesús como su instrumento honrado. Desde este punto de vista, vemos que toda bendición, toda autoridad, todo favor, proceden del Padre y por el Hijo, y que la Nueva Creación, asociada con el Hijo, se hace ministra y heredera de la gracia de Dios.

Es en un sentido tan completo como el Padre celestial “descansa de sus obras” y que emplea al Hijo como su agente honrado, de modo que nuestro Redentor pudo decir: “El Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo” (Juan 5:22). Nuestro Señor pronunció estas palabras antes de haber acabado en el Calvario el trabajo que el Padre le había dado a hacer, pero hablaba de eso como si esta obra fuera ya acabada; ya hemos visto, en efecto, que su puesta a prueba personal que concernía su aptitud para cumplir la obra que el Padre le había asignado, debía ser determinada por su fidelidad hasta la misma muerte. Así, él no sólo demostró que era digno de ser un sumo sacerdote fiel y misericordioso, sino por su propia sangre, garantizó un Nuevo Pacto a favor de la humanidad, abrió el nuevo camino de la vida y obtuvo “las llaves de la muerte y del Hades”, el derecho de decirles a los cautivos de la gran prisión de la muerte, “¡Salgan!” y el derecho de bendecir y de levantar a todos los que oigan Su voz y la obedezcan. Hablando con propiedad, fue en el momento de la resurrección de nuestro Señor que el Padre volvió a poner su juicio al Hijo y es entonces cuando declaró: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (Mat. 28:18); él ejerció por primera vez esta autoridad cuando encargó a sus apóstoles de comenzar, en calidad de representantes, el trabajo de la recolección de los miembros de la clase de la Esposa, la Iglesia, la Ecclesia, sus hermanos de la Nueva Creación.

El juicio de los hombres por el Padre ya había sido expresado; él les condenó a todos. Otro juicio de su parte, bajo las leyes de la justicia absoluta, no podría traer ningún provecho particular a cualquier de los miembros de la raza condenada, todos “pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. “No hay justo, ni aun uno”, y el modelo divino no acepta nada que no sea absolutamente recto, la perfección. El arreglo divino preveía que nuestro Señor Jesús sería el Mediador, el intermediario, aquel que satisfaría la justicia y representaría la raza caída, y aquel que la justicia del Padre consideraría como el representante del hombre y aquel que sería el responsable de la raza. Jesús ocupará esta posición de Mediador entre Dios y los hombres hasta que haya cumplido plenamente la obra proyectada, hasta que haya devuelto en plena armonía con Dios toda criatura que, siendo conducida a conocer su Creador y sus leyes justas, deseará estar y actuar en armonía completa con ellas. Además, este “todo juicio” comprenderá la ejecución de sus fallos, porque no recompensará a los obedientes solamente, sino “destruirá a los que destruyen la tierra”, destruirá a los pecadores voluntarios, a todos los de entre el pueblo que no quieran escuchar su voz, sus mandamientos, sus instrucciones; él destruirá su pecado y toda insubordinación, inclusive hasta el último enemigo — la muerte. —1 Cor. 15:25-28; Apoc. 11:18; 2 Tes. 2:8; Heb. 2:14.

Este juicio se hará en parte durante el Milenio por el Mediador que será indulgente para las imperfecciones de la humanidad, y castigará y recompensará con el fin de corregir, y en parte al fin del Milenio, por el vicario o el representante de Jehová que concederá las recompensas eternas de la vida eterna a los que se hallarán dignos de ella, y la destrucción eterna a los que se hallarán indignos. Esta última sentencia ejecutoria se llevará a cabo según la justicia sin misericordia — los empleos y las intenciones convenientes de la misericordia habiendo sido cumplidas por su reino milenario, en el cual la misericordia y la ayuda serán extendidas a cada miembro de la raza por su Redentor. El cuerpo de Cristo (la Iglesia) estará asociado con él en todos los diversos aspectos de la bendición, del juicio, del gobierno, de la corrección, etc. de la Edad milenaria de compasión y de ayuda, y tal vez también para pronunciar e infligir las recompensas y los castigos finales.

Antes de proceder al examen particular del juicio o prueba de la Nueva Creación durante la Edad Evangélica, antes del Reino milenario, deberíamos grabar profundamente en nuestra mente el hecho que todos estos procedimientos, todos estos juicios, etc. son del Padre, aunque por el Hijo y por la Iglesia; asimismo también, leemos respecto a la resurrección de los muertos, que Dios resucitó de entre los muertos y por su propio poder a nuestro Señor Jesús, y que igualmente nos resucitará, declaraciones que comprendemos estar en pleno acuerdo con aquella de nuestro Señor que “lo resucite en el día postrero”. “Vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo”. “Yo soy la resurrección y la vida”. —1 Cor. 6:14; Juan 6:39; 14:3; 11:25.

Hace falta que el juicio o prueba de la Nueva Creación se efectúe durante la presente Edad Evangélica, antes de que el Milenio sea introducido completamente, porque es la Nueva Creación, la Cabeza y el Cuerpo, que debe efectuar el trabajo de la Edad milenaria. Está de acuerdo con esto que el Señor declara que nosotros “no [vendremos] a condenación [krisis, juicio con el mundo — no tendremos parte en el juicio o prueba del mundo durante el día milenario], mas [hemos] pasado de muerte a vida [en avance del mundo]”, justificados por la fe y la obediencia como miembros de su cuerpo (Juan 5:24). Por eso, para cada uno de los consagrados, el tiempo actual, la vida presente es su día de juicio (su día de prueba, su día de puesta a prueba) con el fin de determinar si se considere digno de la vida bajo las condiciones de su llamamiento y de su consagración. Las palabras del Apóstol concuerdan con esto: “Porque es tiempo de que el juicio [krima, decisión final] comience por la casa de Dios” (1 Ped. 4:17). Así como sugiere el Apóstol, esto les da a los miembros de la Nueva Creación una idea sublime de las exigencias divinas, las condiciones para obtener la vida eterna, cuando consideran que los que han abandonado el pecado y han tenido empeño de entender y de hacer la voluntad divina, necesitarán atravesar el tiempo de prueba para ser afinados y para perfeccionar su carácter tal como el Señor pueda aprobarlo.

¿QUIÉN ES EL JUEZ DE LA NUEVA CREACIÓN? ¿Y QUÉ ES LA LEY (O EL MODELO) POR LA CUAL ES JUZGADA?

Nosotros respondemos que somos juzgados por la ley perfecta de Amor de nuestro Padre celestial, que fuimos justificados por él (“es Dios quien justifica”), que nuestros votos de consagración fueron ofrecidos a él y que toda la Nueva Creación, la Cabeza (Jefe) tanto como los miembros son sometidos a la jurisdicción del Padre, de “Dios, el Juez de todos”. Sin embargo, esto no cambia ni contradice lo que ya hemos visto concerniente a los métodos que el Padre emplea para tratar con nosotros. Cuando él trata con nosotros y nos permite acercarnos al trono de su gracia celeste, es porque nos hizo aceptables en el Bien Amado, en nuestro Señor y Jefe (Cabeza) gracias a su manto de justicia solamente bajo el cual podemos acercarnos al Padre u obtener su favor. Sin embargo, toda potestad, toda autoridad, pertenecen al Hijo como el agente y el representante del Padre, y es por eso que vemos que aunque tratando directamente con el Padre, nos conceda audiencia sólo por nuestro Abogado, de la misma manera que, en un tribunal terrestre, un procurador judicial representa a su cliente. Durante la Edad milenaria, el mundo no tendrá acceso al Padre, ni tratará directamente con él por un Abogado, sino, al contrario, tratará directamente con Cristo, hasta el fin de esta Edad, hasta que los que hayan alcanzado la perfección sean presentados al Padre.

Todos los miembros de la Nueva Creación son engendrados del Padre; son sus hijos y no los de Cristo, y es el Padre quien castiga a todo hijo que acepta. También es al trono de gracia del Padre que somos invitados a rogar especialmente: es el camino que ha sido abierto por Jesús, nuestro Redentor. Y sin embargo, las palabras de nuestro Redentor son verdaderas en el sentido más absoluto: “Nadie viene al Padre sino por mí”. Las relaciones del Señor Jesús con la Iglesia son las de la Cabeza con el Cuerpo; la Cabeza está informada de todos los intereses del Cuerpo, juzga o decide de la mejor manera estos intereses, dirige la conducta del Cuerpo, previene sus dificultades, alivia, trae la ayuda general y el consuelo, el apoyo y la fuerza a cada miembro, sirviéndose frecuentemente de otros miembros del Cuerpo como ministros o servidores. Sin embargo, ya que cada rasgo de esta obra se cumple en nombre del Padre y bajo la dirección del Padre, podemos considerar con razón que esta obra es del Padre y por el Hijo. —1 Cor. 8:6.

Esto está de acuerdo con lo que leemos también: “Si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga, etc.” y de nuevo: “Mi Padre es el labrador. Todo sarmiento en mí que no lleva fruto, lo quita; mas todo aquel que lleva fruto, lo poda, para que lleve más fruto” (1 Ped. 1:17; Juan 15:1, 2) Sin embargo, según el mismo Apóstol, es evidente que la mediación [“la posición de Abogado” —Edit.] de nuestro Cristo (Cabeza) es plenamente reconocida, y que estas disciplinas, esta podadura, etc. se cumplen en nosotros y hacia nosotros por él, como representando al Padre: “Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo”. Así él nos enseña que no estamos en las manos directamente del Dios vivo, ni directamente bajo el ministerio de su ley inflexible. Estamos en Cristo Jesús, cubiertos por su mérito. Dios trata con nosotros, por él, nuestro Jefe (Cabeza) y Maestro bajo las disposiciones misericordiosas del Pacto abrahámico, hecho eficaz para nosotros, por su sangre.


(La siguiente parte del libro “La Nueva Creación” se publicará en la edición de septiembre - octubre de 2019)


Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba