DOCTRINA Y VIDA CRISTIANA

Estudio VIII
EL REPOSO, O EL SÁBADO DE LA NUEVA CREACIÓN
Parte III

EL SÁBADO TÍPICO DE ISRAEL

Ya observamos que la obligación de observar el Sábado de la Ley judaica anunciada en el Sinaí no fue dada a ninguna otra nación que Israel y por consiguiente no fue impuesta a ningún otro pueblo que los judíos. Su primera observancia, informada en las Escrituras, se efectuó después de que se hubiera instituido el primer rasgo de la Ley judaica, la Pascua. Después de que Israel hubiera salido de Egipto y que hubiera entrado en el desierto, recibió su primera lección en la observancia del día de reposo en relación con la recogida del maná, antes de llegar al Monte Sinaí donde se le dio el Decálogo. No se dijo nada a Adán o a Enoc o a Noé o a Abrahán o a Isaac o a Jacob respecto a la observancia de un Sábado. No se menciona, o directamente, o indirectamente. La única mención que se haya hecho anteriormente del término “sábado” está en el relato de la creación donde se nos dice que Dios descansó el séptimo día el cual, ya lo vimos, no fue un día de 24 horas, sino de siete mil años.

Al dar a Israel la orden de descansar el séptimo día, Dios identificó este período de 24 horas de descanso con su propio descanso en una escala más grande y más elevada, y esto nos hace deducir que además de la bendición (cualquiera que fuera la naturaleza) que Israel recibió del reposo semanal, este último comprendía una lección típica para la Nueva Creación; de hecho, encontramos lecciones típicas a propósito de cada rasgo de este pueblo y de su Ley.

Bajo la Ley, el séptimo día, el séptimo mes, y el séptimo año eran unas fechas importantes: Este séptimo día era como un período en que se detenía el trabajo, un período de descanso físico; el séptimo mes, como el mes donde se efectuaba la propiciación por el pecado, con el fin de que el pueblo pudiera descansar del pecado; y el séptimo año, aquel de la liberación de la esclavitud, de la servidumbre. Además, como ya hemos visto* el séptimo año multiplicado por sí mismo (7 x 7 = 49) conducía al quincuagésimo año o el año de Jubileo, en el cual fueron anuladas todas las hipotecas, todas las prendas y todas las sentencias pronunciadas contra personas y propiedades, y donde se le permitió a cada familia regresar en sus propios bienes, liberada de todas las cargas de los errores y malas acciones del pasado, etc. Ya hemos visto que el antitipo del año del Jubileo de Israel sería el Reino milenario, y sus “tiempos de la restauración [general] de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo”, el antitipo siendo inmensamente más grande que el tipo, y aplicable a toda la humanidad en general.

*1 Vol. II, Cap. VI (en inglés).

Ahora observemos más acerca del séptimo día típico. Como el séptimo año, ése conduce (7 x 7 = 49) a un quincuagésimo día o Día de Jubileo que expresa el mismo pensamiento que el séptimo día, es decir, aquel de descanso, pero acentuándolo.

¿Qué bendición a Israel según el espíritu (la Nueva Creación) fue tipificada por el Sábado, o el reposo, del séptimo día de Israel natural? El Apóstol responde a esta pregunta (Heb. 4:1-11), cuando dice: “Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo [Sábado], alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado . . . Pero los que hemos creído entramos en el reposo [la observancia del Sábado] . . . Por lo tanto, puesto que falta que algunos entren en él, y aquellos a quienes primero se les anunció la buena nueva no entraron por causa de desobediencia . . . Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios. Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas. Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia”. Aquí, el Apóstol nos enseña una lección doble: (1) Que ahora tenemos el privilegio de entrar en el reposo, y de hecho, todos los que aceptaron sinceramente al Señor, descansan y se confían convenientemente en él, gozan así del Sábado o reposo antitípico para el presente, el reposo de la fe. (2) Él nos muestra también que si queremos conservar este reposo actual, y asegurar nuestra entrada en el Sábado eterno, el “reposo sabático que queda para el pueblo de Dios”, el Reino de los cielos, será necesario que quedemos en el favor del Señor, que continuemos ejerciendo hacia él la fe y la obediencia.

No es necesario señalar a los miembros de la Nueva Creación cuándo y cómo entraron en el reposo de la fe — cuándo y cómo la paz de Dios, que sobrepasa toda inteligencia, comenzó a reinar en su corazón, y que la confianza entera en él comenzó a echar fuera el temor y el descontento. Este descanso comenzó con nuestra plena aceptación del Señor Jesús como el sumo sacerdote que cumplió el sacrificio por el cual nuestros pecados fueron cubiertos por el mérito imputado del Redentor, el Mesías; este descanso se intensificó cuando nosotros reconocimos en él la Cabeza (Jefe) de la Nueva Creación, y el heredero de la promesa abrahámica, y que nos reconocimos como siendo llamados por Dios para ser sus coherederos en este Reino de bendición. El descanso perfecto, el disfrute del Sábado, vino cuando sometimos nuestro todo al Señor, aceptando con alegría la dirección que él nos prometió en un “camino angosto” hacia el Reino. Allí, descansamos de nuestras propias obras, de todo esfuerzo de justificarnos a nosotros mismos; confesamos nuestra imperfección y nuestra indignidad de la gracia divina y nuestra incapacidad de hacernos dignos por nuestros propios medios. Allí, aceptamos con reconocimiento la misericordia divina difundida por nosotros en la redención que está en Cristo Jesús nuestro Señor y la promesa de la “gracia de ayudarnos en todo tiempo de necesidad”, y decidimos ser discípulos de Jesús, andando en sus huellas “aun hasta la muerte”.

El Apóstol declara que nosotros entramos en el reposo como Dios descansó de sus obras. Ya hemos visto que Dios había descansado de su obra creativa cuando la hubo acabado haciendo el hombre a su propia semejanza. Después él permitió el pecado y la muerte desfigurar su bella creación; sin embargo él no levantó su brazo poderoso para detener este trabajo, ni ató o reprimió a Satanás, al gran seductor. Dios está descansando, esperando, dejando su obra a los cuidados del Mesías para que la cumpla. Entramos por la fe en el reposo de Dios cuando discernimos que Cristo es el Ungido de Dios, plenamente autorizado para hacer este trabajo, no sólo para nosotros (la Nueva Creación, los miembros de su cuerpo), sino que una obra de bendición y de restauración para toda la humanidad, para quienquiera que acepte la misericordia divina por él.

Discernimos claramente donde comenzó nuestro descanso, como miembros individuales de la Nueva Creación, pero también nos será provechoso echar una mirada hacia atrás y notar el comienzo de este descanso para la Nueva Creación en su conjunto. Vemos que los apóstoles gozaron de cierta medida de descanso y de confianza mientras que el Señor estaba con ellos en la carne, pero el descanso completo no estaba allí. Ellos se regocijaban porque el Esposo estaba entre ellos; ellos se regocijaban en él, aunque no comprendieran la longitud y la anchura de su amor y de su servicio. Cuando el Maestro murió, su descanso, su alegría y su paz cesaron, y según sus propias palabras, la causa de todo su desengaño fue la siguiente: “Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel” [v. Luc. 24:21], pero fueron decepcionados. Cuando fue resucitado de entre los muertos, cuando apareció a ellos y probó su resurrección, sus dudas y sus temores comenzaron a dar lugar a la esperanza, pero su alegría y su paz no les volvieron completamente. Eran perplejos. Sin embargo, ellos escucharon y siguieron su exhortación de quedar en Jerusalén hasta que fueran revestidos de poder.

Ellos esperaron con esperanza — ¿cuánto tiempo? Respondemos que esperaron siete veces siete días, o sea cuarenta y nueve días, y el día siguiente, el quincuagésimo día, el día sabático del Jubileo, Dios cumplió para ellos la buena promesa que les había hecho y les concedió a todos los que habían aceptado a Jesús de entrar en su reposo, de observar el Sábado más elevado de la Nueva Creación. Ellos entraron en su reposo recibiendo la bendición del Pentecostés que hablaba de “paz por Jesucristo”, que les informaba que aunque Jesús muriera por los pecadores, que fuera llevado al cielo e invisible a sus ojos, fue aprobado sin embargo por el Señor [Jehová], su sacrificio hecho aceptable por el pecado, y que así podían descansar en el mérito del trabajo que había cumplido; ellos podían descansar en la seguridad que todas las promesas de Dios serían sí y amen en él y por él; ellos podían descansar en la seguridad que sus pecados personales fueron perdonados y que fueron aceptados personalmente por el Padre. Esto también les dio palabra que las inmensas y preciosas promesas concentradas en Jesús serían totalmente cumplidas, y que tendrían en ellas una parte gloriosa cuando la gracia haya afinado bien su corazón, si dieran pruebas de su fidelidad en su parte del contrato, y si “hicieran firme su vocación y su elección” permaneciendo en Cristo, obedeciendo la voluntad divina.

Así, todos los miembros de la Nueva Creación que recibieron el Espíritu Santo, entraron en el reposo antitípico, y en lugar de observar todavía un séptimo día de descanso físico, ahora observan un descanso perpetuo del corazón, del espíritu, de la fe en el Hijo de Dios. Sin embargo, este reposo de la fe no es el fin, no es el antitipo completo. El gran “reposo que queda para el pueblo de Dios” vendrá al fin, para todos los que terminen su carrera con alegría. En el ínterin, hace falta que el reposo de la fe continúe, porque es nuestra prenda, o nuestra seguridad, del reposo de la futura vida. Para mantenerlo, habrá que obedecer no sólo en toda la medida de nuestra capacidad en pensamiento, en palabra y en acción, sino que también confiarnos en la gracia del Señor. Así es cómo podemos ser fuertes en el Señor y en el poder de su fuerza, para andar en sus huellas. Debemos tener reposo y confianza en lo que él puede y quiere hacernos salir “más que vencedores”, y hacernos participar en la obra grandiosa del Jubileo antitípico.


(La siguiente parte del libro “La Nueva Creación” se publicará en la edición de julio - agosto de 2019)


Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba