DOCTRINA Y VIDA CRISTIANA

Estudio VII
LA LEY DE LA NUEVA CREACIÓN
Parte V

Esta Ley de Amor, ya lo hemos visto, es la ley de los hijos angelicales de Dios también: su obediencia a la ley divina y la armonía que reina entre ellos descansa en ella. Aunque, durante la Edad milenaria, las leyes y las disposiciones, los reglamentos y las exigencias serán impuestos sobre los humanos para someterlos a los arreglos benditos del Reino milenario, sin embargo los que, al fin de la Edad milenaria, se consideren dignos de la vida eterna, hayan ido — podemos estar seguros de eso — más allá de la obediencia pura y simple a las leyes y a las exigencias: hayan escrito en su corazón la ley original del Dios, la obediencia, y la Ley de Amor que forma parte del carácter divino. Estos hijos de Dios de la restauración, en el plano humano, aceptados entonces por él, tendrán también este espíritu de Amor, sin el cual les sería imposible complacer a Dios, porque él busca sólo a adoradores en espíritu y en verdad. Así vemos que si es necesario que el cielo tanto como la tierra tengan una Ley, y exijan que se obedezca, sin embargo el modelo divino de obediencia es tan superior a nuestras ideas y modelos terrestres e imperfectos que el solo término, Amor, expresa toda la Ley de Dios a la cual todos sus hijos serán sujetados sobre todos los planos de la vida. ¡Cuán maravillosos y gloriosos son el carácter y el plan de Dios! El Amor es el cumplimiento de su Ley, y no podemos concebir de una Ley superior a ésa.

Hasta aquí, tratamos el tema de manera abstracta. Ahora deseamos observar que la Nueva Creación, todavía permaneciendo en la carne, y sujetada más o menos a sus debilidades, oposiciones, etc. debe ajustar su conducta hacia otros miembros y hacia el mundo, por esta Ley de Amor (el Nuevo Mandamiento) que el Señor les dio a todos los que se hacen sus discípulos. Lo llamamos con razón.

LA REGLA DE ORO

Como ya hemos visto, el oro simboliza lo que es divino; por lo tanto la Regla de oro es la regla divina, y1 como acabamos de ver, la regla o la ley divina es el Amor. La idea más parecida a esta Ley de Amor [de Justicia —Edit.] que el hombre natural puede realmente [ahora —Edit.] apreciar — el modelo más elevado conocido por el hombre natural, es “No hagas a otro lo que no quisieras que él te hiciera”. Esta bondad es negativa, a lo sumo, pero la Regla de oro [del Amor]2 que el Señor ahora da a la Nueva Creación, que ella sólo puede apreciar o hasta comprender ahora, es positiva: “Haz a otros lo que quisieras que ellos te hicieran”. He aquí una bondad positiva3 [un Amor vivo y activo — expresión suprimida por el Editor]. Si algunos miembros de la Nueva Creación carecen a veces de someterse a cada rasgo de esta Regla de oro [“la Ley de su existencia” — la ley simple de la Justicia —Edit.] ellos deben tener mucho pesar y pena a menos que todavía sean sólo “niños” en el nuevo camino. Si toda violación de esta regla provoca pena y pesar, es una indicación que la violación no era voluntaria, con el consentimiento del corazón; no era una violación de principio de la Nueva Creación, sino a lo sumo una violación debida más o menos directamente a la carne, contrariamente a los deseos del espíritu o de la intención. Sin embargo, en la proporción donde el nuevo espíritu (“Mind”: entendimiento) está vivo para Dios y celoso por hacer su voluntad, en la misma proporción será vivo, alerto, enérgico para guardar el “vaso de barro” en el cual reside. Él se revestirá de la armadura de Dios con el fin de poder pelear una buena batalla contra las debilidades de la carne. Si él ha cometido un error, sea en palabra o en acción, exigirá que una reparación sea hecha prontamente con, si es posible, un buen interés. De esta manera, el “vaso de barro” encontrándose contrarrestado y avergonzado, puede hacerse menos activo en su oposición al nuevo entendimiento.

1 “Es realmente una regla de justicia más bien que el amor.” —Edit.
2 Suprimido por el Editor
3 “Pero la Justicia simple.” —Edit.

Esta ley [divina —Edit.] la Nueva Criatura influye en sus relaciones con Dios. El miembro de la Nueva Creación se da cuenta del significado de la expresión “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. Él no encuentra allí ningún sitio por sí mismo, excepto si esté plenamente en armonía con Dios. ¿Ejerce esto una influencia en sus relaciones con los hermanos, porque cómo pudiera amar a Dios a quien no vio (salvo con los ojos de la fe), si no ama a los hermanos que tienen el Espíritu de Dios, y que vio con sus propios ojos? (1 Juan 4:20,21). A medida que aprenda a reflexionar con cuidado en sus relaciones con ellos, con el fin de hacer por ellos y hacia ellos como él quisiera que hicieran por él y hacia él, se da cuenta que esto obra una gran transformación en su vida, y que no es en absoluto la regla o la ley bajo la cual él y otros han sido acostumbrados a vivir, pensar, actuar, hablar.

Él se da cuenta que si quiere que los hermanos actúen con benevolencia a su consideración y le hablen amablemente, él mismo debe hablarles amablemente y actuar con benevolencia a su consideración. Lo mismo que le gustaría verles aguantar sus imperfecciones y sus debilidades y cubrir sus defectos humanos del abrigo de la caridad, así debería hacerlo a su consideración. Él se da cuenta que lo mismo que no le gusta que los hermanos hablen mal de él, hasta si este mal sea verdad, así debe tener una afección dulce por ellos y “no hablar mal de nadie”, sino “hacer bien a todos los hombres, especialmente a los de la familia de fe”. Así como no le gusta que otros esperen de él más que razonablemente pueda hacer, así él no esperará de otros más que razonablemente puedan hacer. El mismo principio también obraría con respecto al mundo y sus asuntos. Todo el transcurso de la vida se cambia así gradualmente, y como sugiere el Apóstol, este cambio se hace a medida que “contemplamos la gloria del Señor” — a medida que llegamos a apreciar y aprender a imitar la grandeza del carácter divino dirigido por esta Regla de oro4 del Amor. —2 Cor. 3:18.

4 “De la justicia perfecta, juntada a un Amor abundante. —Edit.

A medida que se desarrolla nuestro nuevo entendimiento (nuestra nueva voluntad) engendrado del Espíritu Santo, él se “cambia gradualmente de gloria a gloria” en la cualidad del corazón, y así cambiado en nuestro corazón, nuestro entendimiento, nuestra voluntad, nuestra intención (y en lo posible en nuestro comportamiento exterior), nos hacemos cumplidos o “convenientes”, según la promesa divina, para el gran cambio final de la resurrección, cuando lo que es sembrado en la debilidad y la corrupción será levantado en poder y en gloria, una Nueva Creación espiritual — el Cristo de Dios. Los apóstoles nos dan diversos consejos buenos y útiles, exhortaciones y sugerencias que diversos hermanos repiten y confirman porque son provechosos para reprender, para corregir, etc.; sin embargo5 después de todo, la Ley, toda la Ley bajo la cual la Nueva Creación está colocada por su Jefe (Cabeza), es esta Ley de Amor, esta Regla de oro. Si ella fuera apreciada justamente, esto significaría que muchas cosas hechas ahora por la Nueva Creación no serían más, y muchas cosas descuidadas ahora por ellas serían cumplidas con celo y diligencia.

5 “Sin embargo, la Ley, la Ley bendita, bajo la cual está colocada la Nueva Creación, es una Ley de Amor que sobrepasa la regla de oro.” —Edit.

LA LEY PERFECTA DE LA LIBERTAD

Si algunos al principio eran propensos a creer que la Nueva Creación es dejada demasiado libre por el Señor, sin restricciones y sin reglas convenientes, ellos han cambiado de idea sin duda alguna cuando lograron discernir la longitud, la anchura y el alcance general de esta Ley de Dios brevemente resumida en esta única palabra, Amor. El Apóstol lo llama “la Ley de la libertad” (Santiago 1:25); no obstante, Dios aplica esta ley de la libertad sólo a la Nueva Creación engendrada de su Espíritu. Ella no es aplicable a nadie más. Otros todavía se encuentran, o bajo la Ley de Moisés como siervos no preparados para “la libertad por la cual Cristo libera” a los hijos, o bajo la condena de la ley original, la condena de muerte; como pecadores condenados, son todavía tratados como extranjeros, como gente de afuera, que son sin Dios y que no tienen ninguna esperanza en el mundo; ellos hasta no conocen la gracia de Dios que lleve definitivamente la salvación del mundo en general, sino que, actualmente, ha sido manifestado sólo un número comparativamente restringido, la mayoría de los humanos siendo impedida por el Adversario de oír el mensaje del amor divino y de la redención. Él ciega los espíritus y tapa los oídos de la mayoría de los humanos por las doctrinas de demonios, etc. —2 Cor. 4:4; 1 Tim. 4:1.

La libertad no es para los malévolos, como demuestra la sociedad cuando los encarcela; también la Ley perfecta de la Libertad conviene no a los malévolos, sino a los que están bien dispuestos — a los perfectos. El mundo no estará sometido a una Ley de Amor durante el Milenio, sino será gobernado con Justicia y Misericordia por una ley de obediencia al Reino. No será antes del fin del Reino (cuando los malos obstinados hayan sido destruidos en la Segunda Muerte) que la raza — encontrada perfecta y en acuerdo perfecto con el modelo divino — estará colocada bajo la Ley de la Libertad — el Amor, y su Regla de oro. Con tal que los humanos sean menores, serán más bien tratados como siervos (Heb. 13:17). La Nueva Creación, que está ahora sometida a la Ley de la Libertad, es tratada así porque para ella “las antiguas cosas han pasado, todas las cosas se han hecho nuevas”; sus miembros ahora odian el pecado y aman la justicia; ellos se sirven de su libertad, no como una ocasión de satisfacer su carne, sino para mortificarla, no para regocijarse en el pecado, sino para sacrificar los intereses terrestres en cooperación con el Señor para rechazar el pecado y quitar de eso el mundo y librarlo de la muerte, el salario del pecado. Los que son engendrados de nuevo a este nuevo espíritu (o disposición) — el Espíritu de Dios — y que se hicieron alumnos en la escuela de Cristo para ser enseñados de él y para andar en sus huellas — son los únicos que en toda seguridad pueden estar colocados bajo la Ley de la Libertad. Si ellos pierden el espíritu de su adopción [filiación —Edit.], dejan de ser hijos, dejan de estar bajo esta Ley de la Libertad.

Los que, ahora, aprenden a usar de esta libertad por la cual Cristo libera, los que por la consagración vienen bajo esta Ley perfecta del Amor, y que, bajo ella, dan su vida por los hermanos y por la causa de la Verdad y por la justicia, estos fieles serán considerados dignos de ser los agentes del Señor y los coherederos de su Hijo bien amado en la gran obra de la bendición del mundo. ¡Cuán necesario es que los que serán los instructores, los ayudantes, los jueces y los gobernantes del mundo, que bendecirán a todas las familias de la tierra durante la Edad milenario, sean plenamente desarrollados y puestos a prueba en esta calificación del Amor, con el fin de ser Sacerdotes reales misericordiosos y fieles!


(La siguiente parte del libro “La Nueva Creación” se publicará en la edición de enero - febrero de 2019)


Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba