DOCTRINA Y VIDA CRISTIANA

La Nueva Creación:
“Orden y Disciplina en la Nueva Creacion”
Parte XVII

“Amonestéis a los ociosos (indisciplinados)”

“También os rogamos, hermanos, que amonestéis a los ociosos, que alentéis a los de poco ánimo, que sostengáis a los débiles, que seáis pacientes para con todos. Mirad que ninguno pague a otro mal por mal; antes seguid siempre lo bueno uno para con otros y para con todos.” (1 Tesalonicenses 5:14, 15)

Esta exhortación es para la Iglesia, incluyendo a los ancianos. Pone en conocimiento el hecho que aunque toda la Iglesia, como Nueva Creación de Dios, tiene un prestigio de perfección ante él como Nuevas Criaturas en Cristo Jesús, no obstante, cada una de ellas tienen sus imperfecciones en relación a la carne. Además, muestra lo que todos nosotros reconocemos, a saber, que hay diferencias en los grados y en los tipos de nuestras imperfecciones carnales; de manera que, como en los niños de una familia terrenal los diferentes temperamentos requieren tratamientos distintos por parte de los padres, mucho más en la familia de Dios hay diferencias tan grandes en los temperamentos que requieren ser considerados de manera especial uno con el otro. El fijarse en las imperfecciones de los demás, sería hacernos mucho daño, cultivando en nuestros corazones una disposición de encontrarle defectos a todos, agudamente atenta a las debilidades e imperfecciones de los demás, y quizás proporcionalmente inclinada a estar ciego ante nuestros propios defectos. Este espíritu de crítica es completamente ajeno al espíritu e intención de la exhortación del Apóstol.

Va dirigida a aquellos que han sido engendrados del espíritu de la verdad, del espíritu de santidad, del espíritu de humildad, del espíritu del amor. Los que están de esa manera en las gracias del Espíritu, criticarán y temerán principalmente sus propios defectos; mientras que su amor por los demás los conducirá a ser indulgentes y a hacer tantas excusas mentales por los demás como sea posible. Pero mientras este espíritu de amor perdona apropiadamente las ofensas y las debilidades de los hermanos, sin embargo, debe estar alerta para hacerlo bien, no mediante discusiones, conflictos, disputas, censuras, crítica maniática y calumnias hacia el otro, sino en una manera similar como la que la Regla de Oro aprobaría. Con delicadeza, docilidad, resignación y paciencia, se buscará ser indulgente con las debilidades de los demás, y al mismo tiempo ayudarse unos a otros, recordando cada uno sus propias debilidades.

Los indisciplinados no deben ser confortados ni apoyados ni alentados en su proceder equivocado; pero con amabilidad, con amor, ellos deben ser advertidos que Dios es un Dios de orden; y que a medida que nosotros crecemos a su semejanza y su favor, nosotros debemos observar las reglas del orden. Ellos deberían ser advertidos de que nada está más lejos de la disposición divina que la anarquía, y que como aun la gente mundana reconoce el principio de que es preferible la peor forma de gobierno imaginable a la anarquía, tanto más el pueblo de Dios, que ha recibido el espíritu de una mente sana, el Espíritu Santo, debería reconocer este mismo principio en la Iglesia; y el Apóstol nos exhorta a someternos uno al otro, por amor a los intereses generales de la causa del Señor. Si todos nosotros fuéramos perfectos y nuestra opinión del Señor fuera perfecta, todos pensaríamos exactamente lo mismo, no habría ninguna necesidad particular para que se sometan unos a otros; pero ya que nuestras opiniones difieren, es necesario que cada uno considere al otro y también su punto de vista y su opinión, y que cada uno busque ceder algo por el interés de la paz general; ¡sin duda!, ceder todo con el fin de preservar la unidad del Espíritu en los lazos de paz en el cuerpo de Cristo, excepto cuando el principio sea infringido por determinado comportamiento.

Quizás, los indisciplinados o desordenados no deban echarle la culpa a nadie por su condición. Mucha gente nace desordenada y propensa a ser así en su vestimenta y en todos sus asuntos de la vida. Por ello, el desorden es parte de su debilidad, que debería ser analizada de manera compasiva y bondadosa, pero, sin embargo, no se debería permitir injuriar a la Iglesia de Dios, ni dificultar su utilidad, ni impedir su cooperación en el estudio y servicio de la Verdad. No es voluntad de Dios que su pueblo deba tener esa mansedumbre, que ascendería a debilidad, con respecto a las personas desordenadas. De manera bondadosa, amorosa pero firme, ellos deberían recibir muestras de que, como el orden es la primera ley de los cielos, debe ser así altamente estimado entre aquellos que tienen mentalidad celestial; y que sería pecaminoso para la congregación permitir que uno, dos o más de sus miembros viole las regulaciones divinas, como lo expresa la palabra de Dios y como es comprendido generalmente por la congregación con la que él está asociado.

Amonestación al orden

Sin embargo, sería un gran error suponer que el Apóstol, al usar este lenguaje general para la Iglesia, quiso dar a entender que todo individuo en la Iglesia debía hacer semejante advertencia. Advertir sabiamente, amablemente, es ciertamente un asunto muy delicado, y sorprendentemente pocos tienen talento para ello. La elección de ancianos por parte de las congregaciones se entiende como la elección de aquellos del grupo que poseen el nivel más grande de desarrollo espiritual, combinado con las calificaciones naturales para constituirlos en representantes de la congregación, no solamente respecto de la conducción de reuniones, etc., sino también respecto de mantener el orden en las reuniones y advertir a los indisciplinados de manera sabia, amable y firme. En los dos versículos anteriores se muestra que éste es el pensamiento del Apóstol, en ellos dice:

“Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan en nosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra. Tened paz entre vosotros.” (1 Tesalonicenses 5:12,13)

Si se ha buscado la sabiduría divina y ésta ha sido ejercida apropiadamente en la elección de los ancianos de una congregación, se deduce que los que son elegidos así eran muy altamente estimados, y ya que los novicios no pueden ser elegidos, se deduce que estos fueron apreciados y seleccionados por el bien de sus trabajos, porque los hermanos percibieron que ellos tenían una considerable cantidad de espíritu santo de amor y sabiduría y mansedumbre, además de ciertos dones y calificaciones naturales para este servicio. Como el Apóstol exhorta, “Estar en paz entre vosotros” significaría que, habiendo elegido a estos ancianos como los representantes de la congregación, el cuerpo en general esperaría que ellos realicen el servicio para el que fueron elegidos, y no intentaría asumir que cada cual es un recriminador, o un amonestador, etc. Ciertamente, como ya lo hemos visto, el pueblo del Señor no debe juzgar a los demás de manera personal; y solamente la congregación como un todo puede excluirle a alguien del grupo su membresía y los privilegios de la reunión. Y como lo hemos visto, esto puede suceder solamente después de que se hayan dado los distintos pasos de naturaleza más privada, después que se hayan tornado infructuosos todos los esfuerzos para causar un cambio, y que los intereses de la Iglesia, en general, estén seriamente amenazados por el erróneo proceder del ofensor. Pero en el texto que está ante nosotros, el Apóstol exhorta a que los miembros de la congregación “conozcan” (esto es, reconozcan, aprecien) a aquellos que ellos han elegido como sus representantes, y espera que cautelen los intereses de la Iglesia, y hagan las advertencias a los indisciplinados hasta el punto en el cual los asuntos sean lo suficientemente serios como para llevarlos ante la Iglesia a manera de corte.


(La siguiente parte del libro “La Nueva Creación” se publicará en la edición de septiembre - octubre de 2016)


Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba