DOCTRINA Y VIDA CRISTIANA

La Nueva Creación:
“La Organización de la Nueva Creación”
Parte II

Ya hemos enfocado la atención al hecho de que la Iglesia de Cristo se llama, en las Escrituras, el “Misterio de Dios”1 porque, contrariamente a toda espera, la Iglesia debería ser el Cuerpo mesiánico que, bajo su Cabeza ungida, Jesús, gobernará y bendecirá al mundo. Este misterio, o secreto, ahora revelado a los santos, debería ser escondido en el transcurso de las Edades y las dispensaciones pasadas (Ef. 3:3-6.). Es el misterio de Dios que pronto se acabará con la terminación de la Nueva Creación al fin de la presente Edad Evangélica. También hemos notado que las Escrituras se refieren a Babilonia como un sistema fraudulento (madre e hijas — algunas más corruptas, otras menos, algunas siendo mejores falsificaciones que otras), que ellas designan como el “Misterio de la Iniquidad”. No queremos decir que los fundadores de estos sistemas fraudulentos los organizaron a sabiendas e intencionalmente con el propósito de engañar al pueblo de Dios. Debemos recordar más bien que es Satanás quien, en las Escrituras, es acusado “de haber engañado al mundo entero” en este tema, dejando parecer por malo lo que es bueno y por bueno lo que es malo, la luz por las tinieblas y las tinieblas por la luz. Satanás “ahora opera en los hijos de la desobediencia” (Isaías 5:20; Ef. 2:2), al igual que él ofreció su cooperación a nuestro Señor Jesús. Él se complace a colaborar con todos los discípulos de Cristo que puede seducir y hacerlos salir de las pisadas del Maestro. De la misma forma que él trató de persuadir a nuestro Señor de que había mejores caminos — caminos que necesitaban menos sacrificio personal y abnegación que los del Padre por los cuales pudiera bendecir a todas las familias de la tierra, así, durante esta Edad Evangélica, ha sido determinado a persuadir a los hermanos verdaderamente consagrados del Señor de adoptar los planes de él, de no prestar mucho cuidado a los planes y a las reglas del Padre. Él quisiera hacerlos suficientes, persuadirlos de que pueden servir mejor al Señor por otros métodos que los demostrados en las Escrituras. Él quisiera hincharlos por sentimientos de celo y de orgullo por sus sistemas humanos, por el trabajo que cumplen y por las organizaciones que han establecido. El Adversario no tuvo ningún éxito con el Maestro, su respuesta siendo invariablemente: “Está escrito”. Pero no era lo mismo con sus discípulos. Muchos de ellos descuidan lo que está escrito; no prestan atención a las palabras y al ejemplo de los Apóstoles y están resueltos a ejecutar por Dios un plan que él aprueba (así lo esperan y lo creen) y que contribuirá a su alabanza.

(1) Vol. I, cap. V.

Cuántos de ésos se darán cuenta que se equivocaron cuando, poco a poco, vean el Reino tal como Dios lo planeó al principio y desde entonces ha estado ejecutando su plan según sus propias intenciones. Ellos descubrirán entonces cuán preferible es esforzarse a dejarse ser enseñados por el Señor que tratar de enseñarle a él, a hacer su trabajo a su manera en vez de trabajar por él de un modo que no apruebe. El éxito de estos planes humanos como en el Papado, el metodismo, y en proporción, en otras denominaciones — contribuye a hacer de estos sistemas “poderes engañosos”.

El Señor no se metió en el crecimiento de la “cizaña”, no la impidió crecer en el campo de trigo durante esta Edad Evangélica. Al contrario, él advirtió a su pueblo de esperar que el trigo y la cizaña crecieran juntos hasta el tiempo de la “cosecha”, cuando él mismo estaría presente, vigilando la separación, recogiendo el trigo en su granero (la condición glorificada), y velando por el atar de la cizaña para el gran tiempo de angustia por el cual se acabará la Edad, y que destruirá esta “cizaña”, esta imitación de Nuevas Criaturas sin destruirla como seres humanos. En realidad, muchos de los que forman la “cizaña” son respetables, morales, y como el mundo los menciona, de “buena gente”. Así, entre todas las religiones paganas, hay también elementos de bondad, aunque mucho menos que entre la “cizaña” que ha sido bendecida y favorecida ampliamente de toda forma por su contacto estrecho con el verdadero “trigo”, y del discernimiento parcial que ha tenido del espíritu del Señor en este trigo.

El apóstol Pablo declara que este Misterio de la Iniquidad (“Babilonia”, Confusión, Cristiandad) ya estaba manos a la obra entre el pueblo del Señor en sus días, pero evidentemente este trabajo fue poco importante hasta que después de la muerte de Pablo y de los otros apóstoles. Mientras los apóstoles estuvieron con la Iglesia, ellos pudieron señalar a algunos de los maestros falsos por los cuales el Adversario procuraba introducir secretamente, en privado, confidencialmente, herejías abominables con el fin de zapar la fe y de desviar a los fieles de las esperanzas, promesas y de la sencillez del Evangelio (2 Ped. 2:1.). El apóstol Pablo también habla de algunos de ellos en términos generales, como emprender las obras de iniquidad, pero menciona alguno de ellos en forma personal como Himeneo y Fileto, y otros “que se desviaron de la verdad”, etc. — “trastornando la fe de algunos” (2 Tim. 2:17). Con respecto a estos maestros falsos y sus errores, él advierte de nuevo a la iglesia a través de los ancianos de Éfeso, señalando que iban a prosperar después de su muerte lobos crueles que no perdonarían el rebaño (Hechos 20:29). Estas palabras concuerdan de manera notable con la predicción de nuestro Señor en la parábola (Mat. 13:25, 39). Nuestro Señor muestra claramente que estos maestros falsos y sus doctrinas falsas eran los agentes del Adversario que sembraron la cizaña entre el trigo que él y los apóstoles habían sembrado. Él declara: “Mientras los hombres [los siervos especiales, los apóstoles] dormían, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo”.

Podemos estar seguros que no pasó mucho tiempo después de que los apóstoles se hubieran dormido, para que el espíritu de rivalidad bajo la dirección del Adversario condujera, paso a paso, a la organización definitiva del gran sistema de Anticristo — el Papado. Como ya hemos visto2 su organización no se estableció de manera instantánea, sino gradual; comenzando a ejercer su poder cerca del cuarto siglo. El gran Anticristo prosperó por un tiempo, a tal punto que todas las obras de historia escritas a partir de este momento hasta la “Reforma”, ignoraron prácticamente el derecho, para cada individuo y clase el derecho de ser cristiano o de ser considerado como ortodoxo y fiel si no pertenecía o apoyaba a este sistema anticristo. Otros no se les permitió existir, excepto en privado y al margen de la sociedad, y si había historias de ellos, aparentemente fueron destruidas; no obstante, como aquellos que andan en la luz de la verdad presente hoy, los fieles de ese tiempo eran tan insignificantes tanto en número como en influencia que nadie hubiera pensado que valía la pena mencionarlos frente al gran sistema lleno de éxito al cual habían intentado oponerse, y que se había elevado tan rápido a la posición influyente de poder a la vez en asuntos temporales y espirituales.

(2) Vol. II, cap. IX (en inglés).

Desde la “Reforma”, el Adversario ha demostrado de nuevo su astucia organizando en otro Anticristo cada partida (cada nuevo esfuerzo para obtener la verdad), de modo que hoy tenemos, no sólo la “madre de las rameras” original, sino que también sus numerosas “hijas”3 En vista de estos hechos, no buscaremos obras históricas sobre la Iglesia verdadera, excepto lo que encontramos concerniente a ella en el Nuevo Testamento y lo que, a toda luz, ha sido preservado para nosotros como una cosa muy santa y en su integridad, a pesar de una interpolación ocasional como en Juan 21:25 y en 1 Juan 5:7.

(3) Véase Vol. III, pp. 29, 158, 160 (en inglés).

Queremos, sin embargo, enfocar brevemente la atención en ciertos hechos que, no sólo nos prueban que las Escrituras han sido preservadas en cierta pureza, sino también atestiguan al mismo tiempo, que los numerosos sistemas que aspiran haber sido organizados por el Señor y por los apóstoles, son totalmente diferentes del que estos últimos organizaron y cuyo relato se nos da en el Nuevo Testamento.

(1) Si la Iglesia primitiva hubiera sido organizada a manera del Papado u otras denominaciones de hoy, los relatos habrían sido completamente diferentes de lo que son. Habríamos tenido una referencia a la gran ceremonia de entronización de los apóstoles presidida por nuestro Señor, él mismo ocupando un escaño con pompa como un Papa, recibiendo a los apóstoles en vestidos púrpuras como cardenales, etc.; habríamos tenido leyes y reglas estrictas concernientes al Viernes, a la abstención de carne, etc. — algo tocante al “agua bendita” rociada sobre los apóstoles o sobre la multitud, y algo respecto a hacer la señal de la Cruz. María, la madre de nuestro Señor, no habría sido olvidada. Un informe habría sido dado de su presunta concepción inmaculada; habría sido presentada como “la madre de Dios”, y Jesús mismo habría sido representado como rendirle un homenaje especial, y como instruir a los apóstoles de acercarse a él por medio de ella. Un orden terminante habría sido hecho en cuanto a los “santos cirios” cuándo y cómo y dónde deberían de usarse; instrucciones habrían sido dadas respecto a la invocación de los santos, de la “misa”, y cómo Pedro, reunido con otros discípulos, fue reconocido como Papa, cómo se postraron ante él y cómo hizo la misa por todos declarando que tenía el poder de recrear a Cristo en el pan y de sacrificarlo de nuevo para las transgresiones personales. Tendríamos algún relato del entierro de Esteban; cómo Pedro o los otros apóstoles le “consagraron” una tumba con el fin de que pudiera descansar en “tierra consagrada”, cómo pusieron en su mano un “santo cirio” mientras recitaban oraciones sobre él. Habríamos tenido reglas y reglamentos respecto a las diversas órdenes del clero, y cómo los laicos no son en absoluto “hermanos” para ellos sino que están sometidos a ellos. Tendríamos por turno órdenes entre el clero por turno, superior e inferior, Reverendo, Reverendísimo, Muy Reverendo, Obispos, Arzobispos, Cardenales y Papas; y directivas especiales para saber cómo cada uno y todos deberían hacer para alcanzar sus posiciones, procurando honrarse uno al otro y quien debería ser el más grande.

El hecho que los apóstoles no hacen la menor alusión a estos temas es a primera vista la prueba que los sistemas que aseveran ser, en totalidad o en parte, tales divisiones de la Iglesia, de tener tales autoridades, tales oficios, etc. no fueron organizados por los apóstoles o bajo su dirección, ni por el Señor que los estableció y reconoció su trabajo. —Juan 15:16; Hechos 1:2; Apoc. 21:14.

(2) Prueba, además, que la Biblia no ha sido confeccionada por estos organizadores hábiles, porque si tal hubiera sido el caso, podemos estar seguros que habrían añadido abundantes referencias tales como aquellas que hemos sugerido.

(3) Teniendo tal fuente autorizada y la prueba que el sistema de la “madre” y los numerosos sistemas de las “hijas” en nuestros días no fueron establecidos por el Señor y los apóstoles, sino que resultaron de las corrupciones de sus enseñanzas simples, que por consiguiente son sólo instituciones simples y humanas (intentando ser más sabias que Dios en la ejecución de la obra divina), tengamos la confianza más grande en la Palabra de Dios, y prestemos la atención más grande a los menores detalles que nos expone sobre este tema y sobre todos los temas.

Durante seis mil años de la historia del mundo hasta nuestros días Dios les permitió a los humanos en general resolver los problemas de la vida lo mejor posible. El hombre fue creado con cualidades mentales que lo inclinaban a honrar y a adorar a su Creador, y estas cualidades de espíritu no desaparecieron totalmente como consecuencia de la caída. La “depravación total” no es ciertamente verdad de la raza en general. Así como Dios les permitió a los humanos ejercer otras cualidades de espíritu según su elección, así también les permitió ejercer sus características morales y religiosas según sus inclinaciones. Podemos ver que, aparte del Israel natural y del Israel espiritual, y de las influencias que ellos tuvieron en el mundo, Dios ha dejado al mundo solo — él lo dejó hacer lo mejor lo que podía hacer para desarrollarse, etc. En su ignorancia y su ceguera, el hombre se hizo una presa fácil para los artificios de Satanás y de los ángeles caídos que, por medio de diversas formas de superstición, de religiones falsas, de magia, etc. desviaron las masas lejos de la Verdad. El Apóstol explica la situación así: “Habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido.” [Rom. 1:21]; también Dios los abandonó a sí mismos: él los dejó escoger el camino que preferían; así ellos aprenderían ciertas lecciones en contacto con su propio decaimiento, y manifestarían por la degradación en la cual caerían, la culpabilidad extrema del pecado, y la falta de sabiduría que hay en escuchar cualquier consejo excepto aquel de su Creador.

Como ya hemos visto, no es el propósito del Señor dejar a la humanidad en esta condición de debilidad y de decaimiento, sino, por medio de la Nueva Creación, a su propio debido tiempo, el conocimiento del Señor alcanzará a cada miembro de la familia humana, con toda oportunidad favorable de llegar al conocimiento de la Verdad y a todas las bendiciones aseguradas gracias a la redención. Sin embargo, el punto en el cual deseamos insistir especialmente aquí, es que lo mismo que Dios dejó así a las naciones paganas por sí mismas, también él deja la presunta “Cristiandad” por sí misma. Él les permite a los hombres que han recibido cierta luz de la revelación divina emplearla como les plazca, y que traten de mejorar el plan divino, de organizar sistemas humanos, etc. Todo esto no significa que él no tiene el poder de intervenir ni que aprueba estos planes diversos y organizaciones opuestas y más o menos perjudiciales de la humanidad y de la cristiandad. Estas experiencias constituirán otra lección que, pronto, lo reprobará mucho cuando ellos aprecien el resultado glorioso del plan divino y comprendan cómo Dios laboró de modo sostenido, llevando a cabo el cumplimiento de sus intenciones originales, prácticamente no teniendo en cuenta los planes y los proyectos del hombre, obteniendo sus resultados sirviéndose a veces de ellos y a veces en oposición completa con ellos. Así hizo él al fin de la Edad judaica cuando les permitió a ciertos miembros de esta nación cumplir su plan persiguiendo y crucificando al Señor y a sus apóstoles. Asimismo, algunos de ellos que eran “Israelitas verdaderos”, que fueron luego bendecidos, exaltados y hechos participantes de los sufrimientos de Cristo con el fin de que más tarde también puedan ser participantes en su gloria, así hay probablemente ahora “Israelitas verdaderos” según el espíritu que, a semejanza de Pablo, serán liberados de las trampas del Adversario.


(La siguiente parte del libro “La Nueva Creación” se publicará en la edición de enero-febrero de 2014)


Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba