DOCTRINA Y VIDA CRISTIANA

La Nueva Creación:
“En el Principio”
Parte II

UNA HIPÓTESIS COSMOGÓNICA

Para ayudar a algunos de nuestros lectores, vamos a exponer brevemente una de las concepciones formuladas a propósito del período de la Creación, y conocidas bajo el nombre de la “Teoría de Vail” o la “Teoría de la bóveda” que interesa especialmente al autor. Trataremos, más tarde, de descubrir la armonía que existe entre esta hipótesis y el relato de Génesis 1:1 a 2:3.

En primer lugar, comencemos con la condición indicada en Génesis 1:2; “La tierra” estaba desolada, vacía, tenebrosa. El hombre sabio no tratará de adivinar lo que Dios no ha revelado respecto a la manera en la cual procedió para reunir los átomos de la tierra. Lo que no se revela pertenece a Dios y es prudente esperar pacientemente lo que desvelará más tarde cuando haya venido el momento. Armado con el pico y con la pala, el hombre del ojo escrutador ha encontrado que la corteza terrestre está formada de diversas capas o estratos sobrepuestos, todos demostrando que antaño fueron maleables y húmedos, excepto las rocas primitivas sobre las cuales se construyen estas capas, o estratos con más o menos regularidad. Estas rocas de base indican claramente que antaño fueron maleables y fluidos a causa de un calor intenso. Los eruditos están de acuerdo aun generalmente para afirmar que, a poca profundidad bajo la “corteza” terrestre, la tierra todavía es ardiente y en estado de fusión.

Estas rocas primitivas o ígneas (granito, basalto, etc.) deben haber sido, en cierto momento, llevadas a una temperatura tan elevada que todos los elementos combustibles que ellas contenían debieron haber sido quemados. Y ya que estas rocas de profundidad constituyen la parte inferior de la corteza terrestre, tenemos toda razón para creer que esto fue el tiempo en el cual toda la tierra era una masa de blanco incandescente. En este momento, el agua y los minerales que ahora se encuentran en las capas superiores, o estratos, depositados en el agua, deben haber sido cambiados en el estado gaseoso y rodearon la tierra de una bóveda impenetrable alcanzando kilómetros de espesor en todas las direcciones. La rotación de la tierra sobre su eje debe haber impreso a esta masa gaseosa un movimiento semejante al mismo tiempo que la concentraba más particularmente en la región del ecuador. A medida que la tierra se enfriaba, la temperatura de esta masa gaseosa iba disminuyendo también y sus elementos constitutivos pasaban del estado gaseoso al estado sólido y líquido, los minerales más pesados gravitando en estratos hacia abajo. En esta fase de su formación, la tierra debía parecerse probablemente al modo en el cual se presenta actualmente el planeta Saturno rodeado de sus “anillos”.

Mientras que el enfriamiento se acentuaba, estos anillos, separados y más o menos alejados unos de otros adquirieron un movimiento de rotación diferente de aquel de la tierra y gravitaron así cada vez más cerca de ella. Uno tras otro, se precipitaron sobre la superficie de la tierra. Después de la formación del “firmamento” o “extensión” o “atmósfera”, estos diluvios proviniendo de los “anillos” que bajaban, alcanzaron naturalmente la tierra a partir de ambos polos, los puntos más distantes del ecuador, los puntos donde la fuerza centrífuga se hace sentir menos en oposición a la región del ecuador donde alcanza su máximo. El quebrantamiento de estos “anillos”, en intervalos largos, provocó numerosos diluvios y acumuló capas estratificadas tras capas estratificadas en la superficie de la tierra. El aflujo de las aguas de los polos hacia el ecuador dispersó desigualmente las arenas silíceas, los limos o los aluviones y los minerales. Estas aguas, fuertemente mineralizadas, cubrían así toda la superficie de la tierra exactamente como se describe en el principio del relato de Génesis.

En el transcurso de cada uno de estos largos “días” de siete mil años, se desarrolló cierto trabajo así como lo relata Génesis. Es posible que cada uno de ellos se acabara por un diluvio aportando cambios radicales y preparando el camino para otras etapas de creación y de preparación para el hombre. Esta teoría de Vail avanza que el último de estos “anillos” sólo estaba formado de agua que no contenía ni impurezas ni minerales en disolución, un agua pura. Este último “anillo” todavía no se había roto ni se había caído sobre la tierra cuando Adán fue creado, pero rodeaba completamente nuestro planeta como un velo translúcido por encima de la atmósfera. Él servía, como lo hace el vidrio blanqueado de un invernadero, para igualar la temperatura de suerte que el clima en los polos debiera ser poco diferente (si lo fuera) del ecuador. En tales condiciones, las plantas tropicales crecían por todas partes como demuestra la geología. Las tormentas, que resultan de los cambios rápidos de la temperatura debían haber sido desconocidas en aquella época y, por razones análogas, no debía haber llovido.

El relato de las Escrituras concuerda con estos datos, diciendo que no hubo lluvia antes del diluvio, que la vegetación era regada por un vapor que se elevaba de la tierra, es decir, que el clima era aquel de un invernadero templado y húmedo (Génesis 2:5, 6). Después del diluvio que sobrevino en tiempos de Noé, se produjeron grandes modificaciones y en particular una disminución importante de la duración de la vida humana. Cuando se rompió el velo de agua suspendido en el aire, cesó la condición de invernadero templado: la región del ecuador, la línea imaginaria seguida por el sol, se hizo más caliente, al mismo tiempo que en los polos el cambio debió haber sido terrible, una transición casi instantánea de la temperatura de un invernadero templado a la del frío polar.

Se ha encontrado, en la región ártica, pruebas de este enfriamiento súbito de la temperatura. Dos mastodontes completos han sido encontrados envueltos completamente en hielo sólido y claro que debió haberlos sorprendido y haberlos congelado en el campo. Se ha encontrado también toneladas de colmillos de elefantes en las mismas planicies congeladas de Siberia que no es precisamente un lugar de hábitat ideal para los elefantes y los mastodontes, etc. En la misma comarca y siempre en el hielo, también encontramos un antílope. Pero lo que demuestra que el efecto de sorpresa debió haber sido inmediato, es que se halló en el estómago del animal alguna hierba no digerida, alguna hierba que acababa de ser comida por el animal solamente unos cuantos momentos antes de ser congelado hasta la muerte — y esto en un país donde, en la actualidad, ninguna hierba puede crecer.

Esta caída súbita y torrencial de agua — esta rotura súbita del sobre que mantenía el equilibrio entre el calor de la tierra y aquel del sol — produjeron los inmensos campos de hielo y las banquisas de las regiones polares de las cuales se desprenden cada año centenas de icebergs flotando aun hacia el ecuador. Por lo que se puede juzgar, tal fue el proceso durante siglos pero que va disminuyendo ahora. En esta fase estamos en la época glaciar de los geólogos cuando los icebergs enormes llevados por las corrientes rápidas, cavaron grietas profundas, a través de Norteamérica y que todavía se puede observar en las colinas; Europa del noroeste lleva el mismo testimonio en las suyas. Sin embargo, no fue lo mismo en Europa del sudeste, en Armenia y en los países limítrofes — la cuna de nuestra raza, allí donde el arca fue también construida, y cerca del cual, sobre el Monte Ararat, se puso finalmente. Según los profesores Wright y Sir T. W. Dawson L.L.D., F.R.S. y otros geólogos, todas estas comarcas de Arabia habrían sido el objeto de un hundimiento general del suelo seguido de un levantamiento de éste. Pareciera que este testimonio implica que el arca haya flotado en un remolino relativamente tranquilo con relación a la riada general de las aguas. Es lo que parecen indicar las capas extremadamente espesas de sedimentos que se encuentran en toda esta comarca. Es evidente que toda la tierra fue sumergida por las aguas llegando de los polos Norte y Sur, mientras que la cuna de la raza fue primero el centro de una depresión seguida en el momento conveniente de un levantamiento de terreno. He aquí lo que escribió acerca de esta cuestión el Prof. G.F. Wright, geólogo bien conocido de la universidad de Oberlin (Ohio) tal como lo publicó el Journal de Nueva York para la fecha del 30 de marzo de 1901.

CONFIRMACIÓN DEL DILUVIO

El Prof. George Frederic Wright, de la Universidad de Oberlin, bien conocido por sus trabajos en la geología, regresó de un viaje a Europa. Es el autor de los “Glaciales de Norteamérica” y de otros tratados de geología en relación con la época glaciar. Él acaba de terminar un viaje de estudio, en el transcurso del cual estaba preocupado sobre todo de examinar ciertas formaciones geológicas y de identificar algunos indicios en particular en Siberia, aunque sus exploraciones le hayan conducido a otras partes del Asia y a África.

“La meta principal del viaje del profesor Wright era de responder, si fuera posible, a una cuestión muy controvertida entre los geólogos, a saber, si Siberia había estado cubierta, en la época glaciar, con hielo por completo como Norteamérica y algunas partes de Europa.

“Muchos geólogos, incluso buen número de eruditos eminentes rusos, creen que Siberia estaba cubierta con hielo.

“Como resultado de sus estudios actuales, el Prof. Wright cree, al contrario, que en los tiempos muy remotos en que Norteamérica estaba cubierta con hielo, Siberia estaba cubierta con agua.

“Ahora bien, el agua y el hielo fueron prácticamente fases del diluvio bíblico.

“Lea primero un resumen de la descripción del diluvio según Génesis:

“Y fue el diluvio cuarenta días sobre la tierra; y las aguas crecieron, y alzaron el arca, y se elevó sobre la tierra.

“Y las aguas subieron mucho sobre la tierra; y todos los montes altos que había debajo de todos los cielos, fueron cubiertos.

“Quince codos más alto subieron las aguas, después que fueron cubiertos los montes.

“Todo lo que tenía aliento de espíritu de vida en sus narices, todo lo que había en la tierra, murió… y quedó solamente Noé, y los que con él estaban en el arca.

“Y prevalecieron las aguas sobre la tierra ciento cincuenta días.” Génesis 7:17-24.

“Ahora escuche lo que dice el Prof. Wright:

“No encontré ningún rastro del fenómeno glaciar sur del 56o paralelo. No fui más al norte; pero según otras cosas, estoy convencido de que, allí, el país estaba cubierto de hielo como lo estaba América donde se encuentra rastros hasta la latitud de Nueva York.

“No pudimos identificar ninguna indicación revelando un hundimiento extenso de toda esta región como aquí por ejemplo.

“En Trebisonda, en las orillas del Mar Negro se identificó la prueba de una depresión de cerca de 210 metros como la indican ciertas capas de arena sobre las colinas.

“Estuvo en el centro de Turkestán que las aguas alcanzaron su altura más grande ya que allí encontramos las mismas capas de arena más de 600 metros por encima del nivel del mar.

“La parte meridional de Rusia está cubierta con el mismo depósito de tierra negra que encontramos en Turkestán.

“Existen otras pruebas también que las aguas habían cubierto en otro tiempo esta parte del globo. En particular, la presencia de focas en el lago Baikal (Siberia) situado 480 metros por encima del nivel del mar. Las focas que encontramos son del mismo género que aquellos que se encuentran en el Ártico y que se encuentran también en el Mar Caspio.

“La única hipótesis que se impone por lo tanto es que estas focas quedaron atrapadas allí cuando las aguas se retiraron. El descubrimiento más sensacional de todo fue quizás aquel que se efectuó en Kiev en el río Dniéper donde se encontraron herramientas de piedra 16 metros debajo del depósito de la tierra negra que demuestra que el agua vino allá después de la creación del hombre.

“Esto nos permitió determinar por lo tanto la época donde se efectuó esta depresión. Después de que el hombre hubiera aparecido en esta parte del globo, se produjo un hundimiento de 250 metros en Trebisonda, mientras que en Turkestán del sur las aguas subieron hasta más de 600 metros. Las herramientas encontradas eran del mismo género que los descubiertos en América del Norte antes del período glaciar que parece establecer que la depresión se produjo allí cuando la avalancha de hielo llegaba aquí.

“De hecho, era prácticamente el diluvio.”

Conociendo el fin desde el comienzo, Jehová colocó al hombre en la tierra en el momento oportuno. El último de los anillos se cayó al debido tiempo en un diluvio que destruyó a la raza depravada en los días de Noé y fue el punto de partida de nuestra dispensación actual conocida en las Escrituras bajo el nombre de: “presente mundo malo”. La desaparición de esta vaina de agua que rodeaba la tierra, introdujo no sólo las temporadas muy diferentes del verano y del invierno e hizo posibles las tempestades violentas, sino que el arco iris pudo también aparecer. Se lo percibió en efecto por primera vez sólo después del diluvio, ya que, antes, los rayos directos del sol que no podían penetrar la bóveda, no podían formar un arco iris. —Génesis 9:12-17.

Desde que escribimos lo que precede, hemos recortado de la revista Scientific American la carta siguiente del mismo Prof. Vail:

“A PROPÓSITO DEL MAMUT CONGELADO”

“Al Señor Redactor de la Scientific American:

“Leí con gran interés en su número del 12 de abril la nota concerniente al descubrimiento reciente, por el Doctor Herz, del cuerpo de un mamut atrapado en el hielo en Siberia oriental. Este descubrimiento es, a mi juicio, más que una “piedra de Roseta”1 en la senda del geólogo. Ella constituye el testimonio más convincente al apoyo de la hipótesis siguiente: todas las épocas glaciares y todos los diluvios que la tierra jamás haya visto, fueron provocados por la disminución progresiva y sucesiva de los primeros vapores de la tierra que quedaban alrededor de nuestro planeta, como las nubes vaporosas quedan actualmente alrededor de los planetas Júpiter y Saturno.

(1) Piedra encontrada en el transcurso de la expedición de Bonaparte en Egipto, y que permitió a J. Francisco Champollion de descifrar los jeroglíficos egipcios. —Trad.

“Permítame sugerir a mis colegas geólogos que los restos de los vapores del agua terrestre pueden haber girado alrededor de la tierra, como la bóveda del planeta Júpiter, y esto hasta épocas geológicas muy recientes. Estos vapores deben haberse condensado más particularmente al nivel de las regiones polares debido a una menor resistencia y a una atracción más grande que se ejerce allí, y esto muy ciertamente en forma de inmensas avalanchas de nieves telurio-cósmicas. Una bóveda como ésa, un techo verdadero del mundo, debe haber templado el clima hasta los polos y proporcionado así los pastos al mamut y a sus congéneres de la región ártica, haciendo esta parte del globo una tierra de invernadero bajo un techo de invernadero. Si se admite esto, no se puede poner límites en las proporciones enormes y en la eficacia de las avalanchas que se cayeron de la bóveda y afligieron a un mundo exuberante de vida. Parece que el mamut del Dr. Herz (así como para muchos otros encontrados en el hielo y todavía teniendo hierba no digerida en el estómago) prueba que estuvo sorprendido repentinamente por una caída abrumadora de nieve. En ese caso, la presencia de hierba aún no masticada en la boca establece sin equívoco que el animal ha sido golpeado hasta la muerte en una tumba de nieve. Si se reconoce esto, tenemos allí lo que puede haber sido una fuente completamente posible de nieves glaciares, y podemos con alegría poner a un lado la idea poco filosófica que la tierra se hubiera enfriado con el fin de tener su abrigo de nieve, mientras que al contrario las nieves se cayeron sobre ella provocando su enfriamiento.

“Al tiempo en que la tierra era todavía una masa fluida incandescente, el agua de los océanos debía haber existido en forma de vapores muy altos en el cielo así como una cantidad inconmensurable de minerales y de metales en el estado de sublimación. Si suponemos que estos vapores formaron un sistema de anillos que recuperaron contacto con la tierra en el transcurso de las edades, algunos de ellos aun permaneciendo hasta que el hombre ya hubiera aparecido, podemos explicar muchas cosas permanecidas oscuras y misteriosas hasta este día.

“Ya, en 1874, expuse algunas de estas ideas en forma de folleto, y es con la esperanza que los pensadores de este vigésimo siglo querrán examinarlos que menciono aquí la ‘Teoría de la Bóveda.’

Isaac N. Vail.”

LA SEMANA DE LA CREACIÓN

Con esta vista general de la creación presente en la mente, ahora volvamos al relato de Génesis y tratemos de ponerlo en consonancia con estas hipótesis. Y en primer lugar, observemos que la Semana de la Creación comprende cuatro partes:

(1) Dos días o épocas (según nuestros cálculos 2 veces 7.000 años o sea 14.000 años) fueron empleados para preparar la tierra para la vida animal. (2) Los dos días siguientes o épocas (a saber, 2 veces 7.000 años = 14.000 años también) fueron empleados para producir la vegetación y las formas inferiores de la vida (conchas, etc.) y depositar la caliza, el carbón y los otros minerales. (3) Los dos días-épocas siguientes (otro 7.000 x 2 = 14.000 años más según nuestros cálculos) vieron aparecer seres vivos que se mueven (en el mar y sobre la tierra), la vegetación, etc. continuando a desarrollarse, todo preparando la introducción del hombre, la imagen terrestre de su Creador, “coronado de gloria y de honra”, para ser el rey de la tierra. (4) La creación del hombre, el acto final, se efectuó a finales del sexto día o época, y a principios del séptimo, según lo que está escrito: “Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo.”

DOS TESTIMONIOS FIELES

El Profesor Silliman declara:

“Cada aspecto importante del planeta en su estructura corresponde al orden de los acontecimientos registrados en la historia sagrada… Esta historia [la Biblia] proporciona una explicación de importancia igual a la de la filosofía y de la religión y encontramos en el planeta mismo prueba de que el relato [de la Biblia] es verdad.”

A propósito de la exposición de la creación según Génesis, el Prof. Dana declara:

“En esta sucesión, no observamos simplemente un orden en los acontecimientos semejante al que nos proporciona la ciencia, sino que hay en este arreglo [o disposición —Trad.] una organización y una profecía de largo alcance que ninguna filosofía hubiera podido alcanzar, aun habiendo sido puesta al tanto de los hechos.”

Más adelante, él añade:

“Ninguna mente humana fue testigo de los acontecimientos, y nadie, en esta aurora del mundo, a menos que sea dotado de una inteligencia supra-humana, hubiera podido concebir tal plan ni hubiera colocado la creación del sol, la fuente de luz para la tierra, tanto tiempo después de la creación de la luz, en el cuarto día, y lo que es también singular entre la creación de las plantas y la de los animales mientras que esta luz solar es de vital importancia para las dos. Nadie hubiera podido alcanzar las profundidades de la filosofía que se extrae del plan entero.”

EL PRIMER DÍA-ÉPOCA DE LA CREACIÓN

Y el Espíritu de Dios se movía2 sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz.

(2) Ref. Concordancia Strong 7363 (raíz primitiva: “empollar”)

La naturaleza y la causa física de la luz misma aún sólo se conocen imperfectamente. Todavía no hemos podido3 aportar una solución verdaderamente satisfactoria a la pregunta: ¿Qué es la luz? Sabemos, sin embargo, que ella es esencial para toda la naturaleza. No estamos sorprendidos por lo tanto de encontrarla al principio de la actividad divina cuando ésta comenzó a laborar sobre la tierra desolada y yerma con el fin de prepararla para el hombre. La naturaleza de la energía divina que representa la palabra “empollaba”, parece haber sido un principio vitalizador (“vitalizing”), tal vez algunas fuerzas eléctricas luminosas como las auroras boreales o las luces polares. Es también posible que la energía haya precipitado algunos de los anillos pesados y compuestos de agua y de minerales, de suerte que se pudiera comenzar a distinguir la luz y la oscuridad, el día y la noche, no obstante, sin poder discernir todavía ni las estrellas ni la luna ni el sol a través de los anillos pesados, o tipos de “mantillas” que aún rodeaban la tierra.

(3) Escrito en 1904 (copyright).—Trad.

“Y fue la tarde y la mañana un día.” Así como para los días solares hebreos, fue así para estos días-épocas, la tarde vino primero, cumpliendo gradualmente la intención divina hasta su terminación, luego otro día de 7.000 años, asignado a otra obra, comenzaría oscuramente y progresaría hasta su terminación. Este período (o este “día”), la ciencia lo cualifica como el período Azoico, o sin vida.

EL SEGUNDO DÍA-ÉPOCA DE LA CREACIÓN

Luego dijo Dios: Haya expansión [firmamento, atmósfera] en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas. E hizo Dios la expansión, y separó las aguas que estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión. Y fue así. Y llamó Dios a la expansión [firmamento o atmósfera] Cielos.

Este segundo día-época de 7.000 años fue totalmente consagrado a la formación de una atmósfera. Ésta, según toda probabilidad, se desarrolló de manera perfectamente natural como lo hacen la mayoría de las obras maravillosas de Dios, aunque no sean menos obras que él concibió, ordenó, creó. La caída del “anillo” de agua y de los minerales permitió que la luz llegara a la tierra en el transcurso del primer día-época. Este “anillo” que entraba en contacto con la tierra todavía calentada y cubierta con aguas hirvientes y humeantes, produjo diversos gases que, elevándose, formaron una masa gaseosa, o un firmamento, o una atmósfera, todo alrededor de la tierra, tendiendo a retener hacia arriba las aguas de los “anillos” aún existentes. Este “día” como indican las Escrituras, pertenecería también al período azoico donde la vida está ausente. Sin embargo, la geología discute esto, aseverando que las rocas formadas en aquella época llevan el rastro de la existencia de gusanos e inmensas cantidades de conchas así como demuestran los bancos enormes de calizas. Los geólogos llaman ésta la Edad paleozoica de las primeras formas de la vida, el período silúrico. Esto no está en contradicción con el relato bíblico que sencillamente no tiene en cuenta estas formas inferiores de la vida.

Y fue la tarde, y la mañana: el segundo día se acabó con la realización completa de la voluntad divina de separar por una atmósfera las aguas que constituían las nubes y los vapores, etc. de las aguas que cubrían la superficie de la tierra.

EL TERCER DÍA-ÉPOCA DE LA CREACIÓN

Dijo también Dios: Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un lugar, y descúbrase lo seco. Y fue así. Y llamó Dios a lo seco Tierra, y a la reunión de las aguas llamó Mares. Y vio Dios que era bueno. Después dijo Dios: Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol de fruto que dé fruto según su género, que su semilla esté en él, sobre la tierra. Y fue así.

La geología confirma plenamente este relato. Ella nos hace ver que la corteza terrestre enfriándose, el peso de las aguas tendía a hacerla agrietar, hincharse, arrugarse. Ciertas partes que se hundían formaron depresiones y se hicieron las profundidades de los mares; otras partes fueron levantadas por fuerza y constituyeron cordilleras, no repentinamente, sino de manera gradual, al surgir una cadena después de otra. No debemos suponer que todos estos cambios se efectuaron en los siete mil años de este tercer día-época, sino más bien que comenzaron necesariamente en este momento para preparar la vegetación. Es evidente que la geología tiene razón cuando ella afirma que ciertas grandes modificaciones de esta naturaleza son comparativamente de fecha reciente. Hasta hace un siglo nosotros hemos tenido pequeños ejemplos de este poder y no estaríamos sorprendidos si, en el transcurso de los próximos años, se produjeran otras sacudidas de la naturaleza, porque vivimos en una época de transición, a la aurora de la Edad milenaria, para la cual cambios de condiciones son indispensables.

A medida que las aguas fluyeron en los mares, se extendió la vegetación — cada planta según su género llevando su semilla destinada a asegurar la reproducción de su especie solamente. Esta regla está establecida tan rigurosamente por las leyes del Creador que, en la horticultura, aunque se pueda crear y llevar a la perfección algunas variedades soberbias, no podemos sin embargo lograr modificar la especie. Las diferentes familias de plantas no se mezclarán, no se fusionarán más que las diversas familias de animales. Esto atestigua un designio no sólo de un Creador, sino que de un Creador inteligente.

La geología reconoce que la vegetación precedió la aparición de las formas más elevadas de la vida animal. Ella también reconoce que en aquella época la vegetación fue extremadamente exuberante, que musgos, helechos y vides alcanzaban entonces dimensiones considerables y crecían más rápido que ahora, porque la atmósfera estaba cargada extremadamente de gas carbónico y de nitrógeno que no lo es en nuestros días lo que explica por qué los animales que respiran no hubieran podido vivir entonces. Las plantas que miden actualmente sólo unos cuantos centímetros en nuestras comarcas y apenas un metro aun en el ecuador, alcanzaban entonces alturas de veinticuatro metros a veces con troncos de sesenta a noventa centímetros de diámetro como dan prueba a eso los fósiles. Bajo las condiciones que deben haber caracterizado esta época, su crecimiento debió haber alcanzado no sólo proporciones enormes sino que además debió haber sido muy rápido.

Es en este período, aseveran los geólogos, que se formaron nuestros yacimientos de hulla: las plantas mismas y los musgos, teniendo una gran afinidad por el gas carbónico, pusieron en reserva el carbono que constituía el carbón, preparando así nuestros yacimientos actuales de hulla, purificando la atmósfera con vistas a la vida animal de los venideros días-épocas. Estas inmensas turberas y capas de musgos se cubrieron a su turno con arena, con arcilla, etc., fueron trastornados por nuevos levantamientos y nuevos hundimientos de la corteza terrestre, sumergidos por las olas de las mareas y por otros “anillos” de agua viniendo a romperse y a precipitarse sobre la tierra. De hecho, el mismo proceso debió haberse reproducido a menudo también, porque encontramos capas de hulla separadas por diversos estratos de arcilla, de arena, de caliza, etc.

Y fue la tarde, y la mañana, el tercer día-época de 7.000 años cumplió su parte en la preparación del mundo según el designio de Dios. Los geólogos llaman este período el Carbonífero debido a sus yacimientos de carbón, de petróleo, etc.

EL CUARTO DÍA-ÉPOCA DE LA CREACIÓN

Dijo luego Dios: Haya lumbreras en la expansión de los cielos [el firmamento, la atmósfera] para separar el día de la noche; y sirvan de señales para las estaciones [determinadas] para días y años, y sean por lumbreras en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra. Y fue así. E hizo Dios [brillar — se trata de un verbo diferente del que significa crear] las dos grandes lumbreras; la lumbrera mayor para que señorease en el día [para indicar el día] y la lumbrera menor para que señorease en la noche; hizo [brillar] también las estrellas.

Los trabajos comenzados dentro de un día-época se proseguían en el siguiente día-época. Nos parece razonable de suponer que la luz del primer día se hizo cada vez más distinta durante los dos días siguientes, a medida que, anillo tras anillo, las aguas situadas por encima del firmamento (o atmósfera) se reunían con las que ya estaban en la superficie del globo. Así, hacia el cuarto día-época podíamos percibir el sol, la luna y las estrellas — no tan distintamente como hoy, en un bello tiempo claro, hasta que después del diluvio de Noé, el último “anillo” se hubiera roto y fuera precipitado sobre la tierra, sino bastante distintamente a pesar de todo, como a través de un velo de vapor de agua, como ahora en un tiempo de bruma o de niebla. Desde hace tiempo, el sol, la luna y las estrellas alumbraban el velo exterior de la tierra. Ahora, había llegado el momento para hacer visibles estas luces en el firmamento, a dejar hacer más distintos los días marcados antes por una luz grisácea y macilenta como vemos en ciertas mañanas lluviosas en que el sol, la luna y las estrellas se esconden por causa de las nubes. Así por su curso, el astro de día podría indicar las horas del día para el hombre y el animal cuando fueran creados, y mientras tanto comenzar a oxigenar el aire para hacerlo respirable a los animales de respiración. Más tarde, en el transcurso del mismo día de 7.000 años, la luna y las estrellas aparecieron a su turno para influir sobre las mareas y servir para indicar la hora de la noche para la comodidad del hombre.

No debemos suponer que el desarrollo de la vida vegetal cesó durante el cuarto día, sino más bien que fue intensificándose, la influencia aumentada del sol y de la luna contribuyendo a producir todavía otras variedades de plantas, de arbustos y de árboles. La geología indica también algún progreso en este período: insectos, moluscos, cangrejos del mar etc. Se encuentran impresiones de peces espinas y escamas — también en las capas de hulla. Pero todo esto no aporta ninguna contradicción. Es muy evidente en efecto, que las capas de carbón continuaron formándose después del tercer día y prolongándose hasta la época llamada Reptiliana. Este “día” corresponde sobre todo a lo que la geología designa bajo el nombre de “Triásico”. “Y fue la tarde, y la mañana” — el cuarto día de siete mil años, o sea 28.000 años desde el principio de esta obra, se acababa, testigo de un gran progreso en la preparación de la tierra para el hombre.

EL QUINTO DÍA-ÉPOCA DE LA CREACIÓN

Dijo Dios: Produzcan las aguas seres4 vivientes, y aves que vuelen sobre la tierra, en la abierta expansión de los cielos. Y creó Dios los grandes monstruos marinos,5 y todo ser viviente que se mueve, que las aguas produjeron según su GÉNERO, y toda ave alada según su ESPECIE. Y vio Dios que era bueno.

(4) Nota de Darby: “Hebreo [nefesh]: alma, aquí y versículos 21, 24 y 2:19”—Trad.

(5) Nota de Darby: “En otra parte también: serpientes, cocodrilos.”

La profusión de vida que se encuentra en nuestros días en las aguas calientes de los mares del sur permite imaginar lo que fue la proliferación de las criaturas vivas (de la medusa a la ballena) en las aguas calientes de los océanos de la tierra. Los reptiles (anfibios), viviendo en parte en el agua y en parte sobre la tierra, pertenecen a aquella época. Entonces las islas y los continentes actuales aparecían gradualmente, luego desaparecían a veces, algunas veces recibiendo nuevos diluvios de anillos más o menos importantes que se rompían de nuevo, y otros lavados por las olas de la marea. No es asombroso que se encuentre restos de conchas, etc. aun en las montañas más elevadas. No es asombroso tampoco que las inmensas capas de caliza que se encuentran en todos los continentes sean llamadas a veces “Cementerios de conchas” porque están formadas casi exclusivamente de conchas conglomeradas. ¡Qué hormigueo debe haber representado la reproducción intensiva de estos inimaginables trillones de pequeñas criaturas que nacen y mueren abandonando sus conchas imperceptibles! Leemos que Dios las bendijo favoreciendo su multiplicación. Sí, hasta una existencia tan inferior y tan efímera es un favor, una bendición.

No vayamos más allá de las afirmaciones bíblicas. La Biblia no afirma que Dios creó separada e individualmente las miríadas de especies de peces y de reptiles. Ella dice simplemente que la influencia (el espíritu) de Dios, empollaba por encima de las aguas y, según el designio divino, hacía éstas fecundas, de suerte que el mar produjera sus criaturas de diversas especies. Nada preciso se dice respecto a este tema. Una especie, bajo diferentes condiciones, pudiera haberse desarrollado y constituido otra, o aun, del mismo protoplasma original diferentes órdenes pudieran haber sido formados bajo diferentes condiciones. Ningún humano lo sabe, y es poco sabio ser dogmático en cuanto a este tema. No nos incumbe discutir que aun el protoplasma del limo paleozoico hubiera podido o no hubiera podido formarse bajo una acción química ejercida por las aguas marinas muy ricas en minerales. Lo que aseveramos, en cambio, es que todo lo que vino a la existencia fue el resultado de intenciones o de disposiciones tomadas por Dios, y por consiguiente fue de creación divina, cualesquiera que fueran los medios y los agentes utilizados. Y afirmamos que esto es demostrado tanto por los hechos de la naturaleza como por las declaraciones de Génesis: de cualquier manera que se produjeran las criaturas del mar, fueron traídas a la condición donde cada una se encuentra fija, de su propia especie. Tal es la obra de Dios, cualesquiera que hubieran sido los medios empleados.

Este día, o época, corresponde muy bien a “la era de los reptiles” de los eruditos. Y fue la tarde, y la mañana el quinto día — o sea 35.000 años desde el principio de esta obra de preparación de la tierra para hacerla la morada del hombre y su reino.


(La tercera parte de este capítulo se publicará en la edición de mayo-junio 2011 de esta revista)


Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba