La Gracia De Jehová
Prólogo
¿En qué puede creer el hombre? Un historiador observó acerca de los días de la Revolución francesa que era “lo mejor de los tiempos y lo peor de los tiempos.” Esta expresión describe perfectamente la situación religiosa en el mundo hoy en día. Nunca hubo más libertad religiosa que hay actualmente en el mundo no totalitario. A los devotos de todas las fes se les permite proclamar su entendimiento de la Biblia por todos lados — por la televisión, por la radio, por medio de la página impresa, y por la obra de testimonios personales entre sus amigos y vecinos.
Por otra parte, nunca hubo tanta confusión que pertenece a la fe cristiana como en este momento. De este punto de vista es “indudablemente lo peor de los tiempos” que jamás ha experimentado el mundo. Seguramente no hemos alcanzado todavía aquella era cuando “la senda de la justicia” se hace tan claro que “el que anduviere en este camino, por torpe que sea, no se extraviará." (Isa. 35:8) ¿Existe alguna manera segura en la cual un cristiano sincero y humilde podría saber con certeza razonable que lo que cree y sirve es la verdad?
El Apóstol Pablo dio consejo bueno a los hermanos en Tesalónica cuando les escribió, “Examinadlo todo; retened lo bueno,” o como lo vierte la Traducción del Nuevo Mundo, “Asegúrense de todas las cosas; adhiéranse firmemente a lo que es excelente.” (1 Tes. 5:21) Esto era consejo sabio en los días de Pablo, y es igualmente apropiado e importante en estos “últimos días,” cuando nuestro “adversario el Diablo” todavía anda alrededor como “un león rugiente” buscando a quien él puede devorar por doctrinas falsas y así por el estilo.
Creemos que hay sólo un camino “de asegurarse de todas las cosas,” y hay que probarlas o demostrarlas por la Palabra infalible de Dios, la Santa Biblia. Los cristianos sinceros han estado diciendo esto durante siglos. Los maestros de la Biblia en todas las denominaciones insisten en que esto debe hacerse, pero se lo practica raras veces totalmente. Cada grupo tiene sus libros de texto, sus “publicaciones trimestrales”, y en éstas, sólo son citadas aquellas partes de la Santa Biblia que se cree que están de acuerdo con las opiniones del grupo bajo cuestión. Sin embargo, es muy común que los estudiantes que utilizan estas ayudas concluyen que están informados con el testimonio entero de la Santa Biblia con respecto a los temas estudiados.
Así que si debemos “asegurarnos de todas las cosas” la consideración más importante debe “asegurarnos” de que usamos la Biblia entera, no sólo aquellas partes que han sido interpretadas para nosotros. Recientemente nos encontramos con un ejemplo de lo que queremos decir por eso. En una publicación diseñada para ser una ayuda para el estudio de la Biblia notamos que varios textos de la Santa Biblia fueron citados en un esfuerzo para refutar la restauración de Israel natural a la Tierra Prometida y al favor de Dios. Uno de los textos citados fue Romanos 11:7, 8, que dice, “¿Qué pues? Lo que buscaba Israel, no lo ha alcanzado; pero los escogidos sí lo han alcanzado, y los demás fueron endurecidos; como está escrito: Dios les dio espíritu de estupor, ojos con que no vean y oídos con que no oigan, hasta el día de hoy.”
Al leer este pasaje se esperó que el estudiante consiguiera la impresión que los israelitas no creyentes en los días de Jesús fueron rechazados irrevocablemente y para siempre del favor divino. ¡Pero qué impresión tan diferente que se deja en la mente cuando se considera la lección completa de Pablo respecto al tema! Comenzando con el versículo 25 del mismo capítulo, leemos:
“Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad. Y este será mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados. Así que en cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en cuanto a la elección, son amados por causa de los padres. Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios. Pues como vosotros también en otro tiempo erais desobedientes a Dios, pero ahora habéis alcanzado misericordia por la desobediencia de ellos, así también éstos ahora han sido desobedientes, para que por la misericordia concedida a vosotros, ellos también alcancen misericordia. Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos.” — Rom. 11:25-32
Es igualmente importante asegurarse de que la traducción de las Escrituras que nos piden usar es fiel al texto hebreo o griego. Conocemos a los cuantos que han sido amarrados por el miedo del tormento eterno por traducciones erróneas de la palabra hebrea Seol, y de las palabras griegas Hades y Gehena. La traducción del Rey Jaime de la Santa Biblia no es la única que es defectuosa.
Recientemente vimos una traducción de Romanos 5:18 y 1 Timoteo 2:4 que utiliza la expresión “toda clase de hombres” en estos textos, los cuales, como escritos por el Apóstol Pablo, tan inequívocamente declaran que Jesús murió para rescatar a toda la humanidad de la muerte. No hay ninguna palabra en absoluto en estos textos griegos para justificar el uso de la expresión “toda clase de hombres.” Un vistazo a la traducción textual del Emphatic Diaglott demostrará esto a cada investigador serio de la verdad.
Sí, es importante que demostremos todas las cosas por la Palabra pura de Dios, a pesar de la fuente de nuestra información. Es verdad con respecto a los pensamientos presentados en las páginas siguientes de este folleto bajo el título “La Gracia de Jehová.” Casi sin excepción las creencias contradictorias ahora proclamadas a un mundo confuso tienen una cosa en común, la cual es el uso del miedo como un método de hacer a un converso. Esto puede ser el miedo del tormento eterno, el miedo de la muerte en el Armagedón, o el miedo de algo más. “La Gracia de Jehová” procura exaltar el amor de Dios. Confiamos que usted lo encontrará provechoso en su estudio más amplio de la Palabra preciosa.
La Gracia De Jehová
JEHOVÁ, el nombre dado en las Escrituras del Antiguo Testamento al Ser Supremo, al gran Creador del universo, es descrito por el Apóstol Pedro como el “Dios de toda gracia.” (1 Ped. 5:10) La gracia de Dios es el favor de Dios, el favor que él así tiernamente manifiesta hacia todas sus criaturas humanas, un favor que es inmerecido por ellos debido al pecado. A fin de que podamos estar asegurados de su favor abundante, Jehová ha revelado por las promesas casi innumerables de su Palabra su intención, a su propio debido tiempo y camino, de otorgar sus bendiciones sobre “todas las familias de la tierra.”
Este propósito amoroso se declara claramente por la primera vez en una promesa que Dios hizo al padre Abrahán, cuando le dijo, “Serán benditas en ti todas las familias de la tierra.” (Gen. 12:3) Esta promesa fue repetida varias veces a Abrahán y fue confirmada por el juramento de Dios. (Gen. 22:16-18) Más tarde, fue renovada al hijo de Abrahán, Isaac, cuando Dios le dijo que “todas las naciones” debían ser “benditas.” (Gen. 26:4) Al hijo de Isaac, Jacob, fue renovada otra vez. — Gen. 28:14,15
Seguramente Abrahán, Isaac, y Jacob fueron justificados al creer que esta promesa aplicó a todas “las familias”, o “naciones”, de la tierra que vivían en su día. Sin embargo, los habitantes de la tierra que eran contemporáneos con estos patriarcas no recibieron las bendiciones prometidas, tampoco se las ofrecieron. Con pocas excepciones, todas las familias de la tierra que han vivido tanto antes como desde los días de los patriarcas se han dormido en la muerte sin haber tenido una oportunidad de participar en ellas.
Dos mil años después de que murió Abrahán, el Apóstol Pablo escribió acerca de la promesa que Dios había hecho a Abrahán y mostró que debía ser realizada por Cristo y aquellos de esta edad que son “bautizados en Cristo” — es decir, la iglesia. (Gal. 3:8, 16, 27-29) Esto significa que dos mil años pasaron después de que se hizo la promesa y antes de que el canal elegido de Dios de la bendición comenzara a desarrollarse. Jesús, principalmente, es aquel canal; pero como demuestra Pablo, su iglesia estará asociada con él como “herederos según la promesa”; y casi dos mil años más han pasado en el llamamiento y en la selección de la iglesia. Mientras tanto, otros millones siguen muriendo sin tener una oportunidad de recibir las bendiciones que prometió Jehová.
Sin embargo, en las Escrituras nos aseguran de que todos los millones que han muerto son considerados por Dios como simplemente “dormidos” y que a su propio “debido tiempo” ellos serán despertados del sueño de la muerte y se les dará una oportunidad de recibir las bendiciones prometidas. El propósito declarado de Dios para restaurar a los muertos a la vida es una de las enseñanzas fundamentales de la Palabra de Dios. Se describe de varios modos en el Antiguo Testamento. Isaías habló de los “redimidos del Señor” y dijo que ellos “volverían”. Ezequiel lo menciona como volver “a su primer estado,” es decir, al estado de vida en contraste con el estado de muerte. Jeremías describe la resurrección como volver “de la tierra del enemigo,” es decir del gran enemigo, la Muerte. — Isa. 35:10; Ezeq. 16:55; Jer. 31:16
En el Nuevo Testamento el Apóstol Pablo escribió, “Así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.” (1 Cor. 15:22) En Romanos 8:19-23 Pablo nos asegura de que toda la creación, así como la iglesia de esta Edad Evangélica, serán libertadas de la corrupción de la muerte. Él demuestra que toda la humanidad “aguardan ahora la manifestación de los hijos de Dios” — es decir, aguardan el complemento de la “simiente” de Abrahán y el comienzo de las bendiciones prometidas de la vida que alcanzarán a la gente.
En Juan 1:9 leemos en cuanto a Jesús que él es “la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.” Los sodomitas y otras personas inicuas de los días de Abrahán seguramente no fueron iluminados por Cristo; entonces esto significa que ellos también, estando entre “todas las familias de la tierra,” deben ser despertados del sueño de la muerte a fin de recibir aquella iluminación.
Jesús dijo, “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo.” (Juan 12:32) Hasta el presente, comparativamente pocos de los millones de la tierra han sido atraídos a Cristo. La gran mayoría han muerto sin haber oído de él o entendido el gran propósito de Jehová para el cual vino Cristo a la tierra para cumplir. Por lo tanto, esta promesa de Jesús no se cumpliría a menos que los muertos inicuos fueran restaurados a la vida.
En Isaías 25:6-9 nos promete que viene un tiempo cuando Jehová hará “a todos los pueblos” “un banquete de manjares suculentos.” ¡Qué símbolo tan hermoso es esto para enfatizar la abundancia de la gracia de Dios hacia toda la humanidad! Esta promesa también declara que Jehová Dios, destruirá “la cubierta con que están cubiertos todos los pueblos.” Seguramente esto se aplica a las naciones del pasado así como del presente, sin embargo la “cubierta” de entender mal a Jehová no fue borrada de sus “rostros” cuando vivían y nunca será destruida a menos que ellos sean despertados del sueño de la muerte e iluminados por la gloria de Dios, que cubrirá entonces la tierra. Será en aquel tiempo que Jehová “destruirá a la muerte para siempre.”
Esto se cumplirá durante el reinado del reino mesiánico. Será entonces que “se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra, y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti.” — Sal. 22:27, 28
Naciones Mencionadas Específicamente
Los pueblos de Egipto y de Asiria eran, en su mayor parte, los enemigos de Dios; no obstante él ha prometido de bendecirles. En cuanto al tiempo cuando ellos son despertados de la muerte leemos: “En aquel tiempo Israel será tercero con Egipto y con Asiria para bendición en medio de la tierra; porque Jehová de los ejércitos los bendecirá diciendo: Bendito el pueblo mío Egipto, y el asirio obra de mis manos, e Israel mi heredad.” — Isa. 19:24, 25
Las palabras “cautivo”, “cautiverio”, y “prisioneros” a menudo son usadas en las profecías para referirse a la condición de la muerte y a aquellos que están “cautivos” en la muerte. Job se refiere a aquellos en la muerte como “cautivos” que “reposan.” (Job 3:11-19) Respecto a aquellos que mueren en la gran batalla del Armagedón, el Profeta Isaías escribió, “Y serán amontonados como se amontona a los encarcelados en mazmorra, y en prisión quedarán encerrados, y serán castigados después de muchos días.” — Isa. 24:22
En una declaración definida de que los pueblos de Sodoma y de Samaria y de la nación de Israel serán restauradas a su “primer estado” — es decir, al estado de la vida — su despertar de la muerte se describe como un volver otra vez de su “cautiverio”. El texto dice, “Yo, pues, haré volver a sus cautivos, los cautivos de Sodoma y de sus hijas, y los cautivos de Samaria y de sus hijas, y haré volver los cautivos de tus cautiverios entre ellas.” — Ezeq. 16:53
El capítulo 48 de Jeremías describe la destrucción completa de Moab antiguo; pero en el último versículo del capítulo se nos da la promesa, “Pero haré volver a los cautivos de Moab en lo postrero de los tiempos, dice Jehová.” Esto significa que los moabitas deben ser despertados de la muerte y dados una oportunidad de disfrutar de las bendiciones prometidas de Dios.
Los amonitas eran también un pueblo inicuo, pero el Señor ha prometido de hacer “volver a los cautivos de los hijos de Amón.” — Jer. 49:6
Jeremías 49:34-39 describe la ira de Dios contra los elamitas, causando su destrucción como pecadores; pero en el versículo 39 él dice, “Pero acontecerá en los últimos días, que haré volver a los cautivos de Elam” — es decir, los libera de su cautiverio en la muerte.
Dios destruyó a los primogénitos de Egipto, así como a Faraón y a su ejército. Él también destruyó a ciertos reyes inicuos debido a su oposición a su pueblo. En cuanto a éstos el Profeta David explicó que Dios los destruyó porque “para siempre es su misericordia.” (Sal. 136:10, 15, 18, 19, 20) Qué diferente es esta explicación de la que, desde un punto de vista restringido, algunos podrían ofrecer en cuanto a la razón por la que Dios destruyó a aquellos pueblos inicuos. Algunos estarían inclinados probablemente a decir que Dios los destruyó porque él no tenía más misericordia por ellos para siempre. Pero esto no sería verdad. Del punto de vista de Dios esto era un acto misericordioso de destruirlos, ya que él simplemente hacía que ellos durmieran hasta que viniera su debido tiempo para ofrecer más de su misericordia iluminándolos y dándoles una oportunidad de recibir las bendiciones prometidas de la vida eterna.
Que los inicuos deben ser resucitados a fin de entrar en armonía con Dios, si lo quieren hacer, se demuestra en la promesa que los sodomitas y los samaritanos deben volver a su “primer estado.” (Ezeq. 16:53-56) Los versículos 60 a 63 revelan que el objetivo de su despertar, así como el despertar de los israelitas, consiste en que se les puedan llevar a una relación de pacto con Dios.
Ezequiel explica que en la resurrección la “vergüenza” de los israelitas, debido a su oportunidad más favorable, será mayor que aquella de las naciones gentiles resucitadas en aquel tiempo. Claramente Jesús estuvo pensando en esta profecía cuando dijo que sería más “tolerable”, o más soportable, para Sodoma y Gomorra en el día de juicio que para los judíos que lo rechazaron. (Mat. 10:15) Pero hasta éstos deben ser levantados de entre los muertos y dados una oportunidad para la salvación. Pablo enfatiza esto. Hablando de aquellos que tropezaron y se cayeron en su rechazo de Jesús e incluyéndolos en la gracia de Dios, él dijo: “todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador [Cristo y su iglesia], que apartará de Jacob la impiedad. Y este será mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados.” — Rom. 11:26, 27
El “pacto” al cual Pablo hace referencia es el Nuevo Pacto prometido en Jeremías 31:31-34, un pacto que se debe concluir con la casa de Israel y con la casa de Judá. Para que sean salvos bajo los términos de este pacto los israelitas que rechazaron a Jesús significa que ellos deben ser levantados de entre los muertos. Y esto, en efecto, es justamente lo qué el apóstol declara, “¿Qué será su admisión, sino vida de entre los muertos?” — Rom. 11:15
Pablo tenía buena autoridad para esta declaración. Cerca de la conclusión del ministerio de Jesús él se dirigió a los judíos que lo rechazaron, y en particular a sus perseguidores, diciendo: ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta. Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.” (Mat. 23:37-39) Aquí en un magnífico alcance Jesús habla de los judíos inicuos por toda la Edad Judaica, incluso a aquellos que lo rechazaron, y dijo que en el futuro ellos lo verían y lo aceptarían y dirían, “Bendito el que viene en el nombre del Señor.” No hay ningún otro modo posible que esta declaración podría realizarse aparte de la resurrección de estos israelitas inicuos a los cuales se dirigió el Maestro.
La verdad es que Jesús dijo realmente a los israelitas de su día, “Vuestra casa os es dejada desierta.” Pero esto hacía referencia a la pérdida de su oportunidad de seguir siendo la nación real o el reino de Dios. Esto no significaba que como individuos ellos no tendrían la oportunidad de recibir las bendiciones del reino de Cristo. El “reino” fue quitado de ellos y dado “a gente que produzca los frutos de él,” pero su oportunidad de recibir vida por Cristo no se les fue quitada.
Los escribas y los fariseos eran los líderes religiosos de Israel y, como tales, “se sentaban en la cátedra de Moisés.” Ellos estuvieron a punto de perder aquella posición de honra, y concerniente a esto Jesús pronunció “ayes” sobre ellos. Él los llamó “una generación de víboras” y preguntó, “¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno [Gehena]?” (Mat. 23:33) Obviamente su oposición deliberada hacia Jesús y su mensaje causó un endurecimiento considerable de sus corazones, que se les hará mucho menos tolerable en el futuro día de juicio que para aquellos menos favorecidos en esta vida. Pero Jesús no dijo que no había ninguna esperanza para que evitaran la condenación de Gehena. Su pregunta simplemente sugiere las dificultades que ellos encontrarían, dificultades que ellos podrían vencer sólo al humillarse y, junto con el resto de la humanidad, con júbilo aclaman incondicionalmente, “Bendito el que viene en el nombre del Señor.”
En Romanos 11:26 leemos, “Todo Israel será salvo.” Y, como explica Pablo más adelante, esto será de acuerdo con la promesa de Dios de quitar sus pecados y hacer un Nuevo Pacto con ellos. (Rom. 11:26, 27; Jer. El 31:31-34) El “Libertador” que quitará “sus pecados” y salvará a Israel “vendrá de Sion” — Cristo y su iglesia en la gloria divina. Será entonces que los israelitas serán restaurados al favor divino — aquellos que han muerto, así como la generación que vive, incluso los escribas y los fariseos que contribuyeron decisivamente a que Jesús fuera crucificado.
La mayoría de los judíos en los días de Jesús rehusaron creer en él. Unos cuantos creyeron parcialmente, pero Pablo explica que “Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos.” (Rom. 11:32) ¡Qué enorme, en efecto, es la misericordia y la gracia de Jehová! “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!” (Rom. 11:33) La razón por la que Dios será capaz de ofrecer su misericordia a los israelitas no creyentes consiste en que la recepción de ellos de nuevo en su favor, como explica Pablo, significará “vida de entre los muertos.” — Rom. 11:15
Al presentar este gran hecho de la restauración de Israel, Pablo enfatizaba simplemente la verdad de las promesas de Dios que son registradas en el Antiguo Testamento. En Ezequiel 37:1-14 se presenta una profecía notable de la restauración de Israel, una profecía en la cual “la casa de Israel” es simbolizada por un valle de huesos secos. “Nuestros huesos se secaron, y pereció nuestra esperanza, y somos del todo destruidos,” como ellos son representados decir. Esto ha sido muy cierto de los israelitas a lo largo de los siglos.
Pero las profecías demuestran que esta escena se cambiaría, que ellos serían restaurados finalmente a su propia tierra. (Véase Jer. 31:8-12; Amos 9:14, 15; Jer. 30:3-7; 16:14-16; Ezeq. 20:33-37) La última profecía citada indica que el juntar de nuevo de Israel ocurriría en tiempos de gran angustia. El Señor declara, “y os sacaré de entre los pueblos, y os reuniré de las tierras en que estáis esparcidos, con mano fuerte y brazo extendido, y enojo derramado … Os haré pasar bajo la vara, y os haré entrar en los vínculos del pacto.”
Esto indica que los israelitas deben ser juntados de nuevo a Palestina antes de su aceptación en el Nuevo Pacto. En otra profecía el Señor dice, “Y yo os tomaré de las naciones, y os recogeré de todas las tierras, y os traeré a vuestro país. Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré.” (Ezeq. 36:24, 25) Esto también demuestra que ellos son juntados de nuevo en la incredulidad.
La profecía de Joel 3:1, 2 revela que el juntar de nuevo de Israel ocurriría durante “los últimos días” reuniendo a las naciones para la gran lucha del Armagedón. Hemos estado atestiguando la realización de esta profecía. El hecho de que el pueblo judío sí mismo no reconoce aún el significado de lo que ocurre no significa que la mano del Señor no influye sobre su restauración a la tierra. Ésta, sin embargo, es sólo la primera fase de su restauración. Sus “huesos secos” están juntándose, pero no antes de que ellos sean vestidos con la carne y el Señor ponga su Espíritu en ellos, que los israelitas regresan al Señor. La profecía dice, “Cuando abra vuestros sepulcros, y os saque de vuestras sepulturas, pueblo mío. Y pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis … y sabréis que yo Jehová hablé, y lo hice, dice Jehová. ” — Ezeq. 37:13, 14
Esta profecía se refiere a la resurrección nacional de Israel así como a su restauración individual a la Tierra Prometida, y esto incluye a aquellos que están en sus tumbas. ¡Cuánta razón tenía Pablo, por lo tanto, cuando escribió que la recepción otra vez de Israel sería “vida de entre los muertos”! Qué verdadera también es su declaración de que “todo Israel será salvo” y que Dios había sujetado a todos en “desobediencia, para tener misericordia de todos.”
Y esto está en armonía completa también con la aseveración de Jesús a los escribas y a los fariseos hipócritas que aunque “la casa” de Israel fue dejada desolada, ellos lo verían más tarde, y dirían, “Bendito el que viene en el nombre del Señor.” Pero sólo después de que el Señor los haya despertado del sueño de la muerte así van a discernir ellos que Jesús es el Mesías y, reconociendo su bienaventuranza, lo aclaman y le sirven a él, y le sirven a Jehová que le envió.
Todas Las Clases Serán Bendecidas
Las masas agitadas y descontentas de la humanidad son representadas en las Escrituras como “el mar”. (Lucas 21:25; Isa. 57:20) En Isaías 60:5 leemos acerca de éstos: “Entonces verás, y resplandecerás; se maravillará y ensanchará tu corazón, porque se haya vuelto a ti la multitud del mar, y las riquezas de las naciones hayan venido a ti.”
Seguramente “la multitud del mar” no haya sido “convertida” al Señor todavía, ni siquiera hayan venido a él “las riquezas de las naciones”. “Simón ha contado cómo Dios visitó por primera vez a los gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre,” pero nada más que esto haya sido realizado aún por el Señor. (Hechos 15:14) Sin embargo, como explica Santiago, después de que el pueblo para el nombre del Señor haya sido tomado de entre los Gentiles, se le dará al “resto de los hombres”, es decir, al resto del mundo de la humanidad, una oportunidad para que “busque al Señor.”
Cristo Murió Por Todos
El amor de Jehová por la raza moribunda y maldita por el pecado ha sido hecho vigente por el don de su Hijo para ser el Redentor de los hombres. En Juan 3:16 leemos, “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Este texto limita la recepción de la vida eterna a aquellos que “creen”. Pero, como pregunta Pablo, “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído?” (Rom. 10:14) y el mismo apóstol también explica que “el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.” (2 Cor. 4:4) Esto indica que mientras Satanás sigue gobernando este “presente siglo malo,” hasta aquellos que oyen el Evangelio imperfectamente presentado no tienen una oportunidad justa para creer.
Una de las palabras bíblicas usadas para describir la obra redentora de Cristo es el “rescate”, y Pablo explica que un conocimiento del rescate será declarado a todos a su debido tiempo. A Timoteo él escribió: “Esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo. ” — 1 Tim. 2:3-6
La secuencia declarada en este texto es muy reveladora. Pablo dice que ésta es la voluntad de Dios que todos serán “salvos” primero y luego vendrán “a un conocimiento de la verdad.” En lo que concierne la salvación eterna, debe basarse sobre un conocimiento “del rescate por todos” y una creencia y una obediencia en armonía con el mismo. ¿Qué, entonces, quiere decir Pablo con la expresión “ser salvo” antes de venir a un conocimiento de la verdad? Obviamente, ésta es una referencia al hecho de que a fin de tener una oportunidad genuina de conocer “el rescate por todos,” el mundo entero incrédulo tendrá que ser “salvo”, o despertado del sueño de la muerte.
Será después de que la gente sea despertada de la muerte, como indica Pablo, que la verdad gloriosa del rescate y de la manera en la cual éste da testimonio del amor de Dios se les será “declarada”. Será “el debido tiempo” cuando “el mar” será convertido al Señor. Satanás, el gran impostor, estará atado entonces, y el conocimiento del Señor llenará la tierra. Entonces el camino se hará claro, tan claro que “el que anduviere en este camino, por torpe que sea, no se extraviará.” — Isa. 35:8
La palabra “rescate” significa un precio que corresponde, o un precio para equilibrar. Cuando Adán pecó él fue un hombre perfecto, el “hijo de Dios.” (Lucas 3:38) La justa ley de Dios, exigiendo “ojo por ojo,” “diente por diente,” “vida por vida,” significó que, si Adán fuera a redimirse, otro hombre perfecto tendría que tomar su lugar en la muerte. (Exod. 21:23, 24; Deut. 19:21) Fue para este fin que Jesús se hizo carne — un ser humano perfecto, “santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores.” — Gal. 4:4; Heb. 7:26
Se ha hecho la pretensión de que Adán no fuera redimido por la sangre de Cristo porque él fue un pecador voluntarioso. El hecho es que si Adán no hubiera pecado voluntariosamente Dios podría haberle perdonado sin un rescate. Fue porque Dios lo amó a pesar de su pecado voluntarioso que, a fin de darle otra oportunidad de la vida, él envió a Jesús para ser un rescate por él. Dirigiéndose a aquellos que han creído en Jesús y han aceptado ya las provisiones del rescate, Pablo escribió, “Si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados.” (Heb. 10:26) De ahí está claro que si otro sacrificio a favor del pecado se debiera hacer, sería expiado el pecado voluntarioso de aquellos que ahora tienen un conocimiento de la verdad, y ellos podrían volver a la armonía con Dios si lo desearan. Es sólo porque “no queda más sacrificio a favor del pecado” que la reconciliación de los pecadores voluntariosos actuales nunca será posible. Jesús expió el pecado voluntarioso de Adán, por eso Adán será despertado del sueño de la muerte y dado otra oportunidad de vivir para siempre.
Los niños de Adán heredaron su pecado y la sentencia de la muerte que se les cayó debido a su desobediencia. (Rom. 5:12) Así que cuando Jesús redimió a Adán, esto significó que él también redimió a su prole que perdió la vida por causa de él. Pablo explica la filosofía de esto, diciendo: “si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia. Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres [incluso a Adán] la justificación de vida.” — Rom. 5:17-19
Cristo declaró que él vino para dar su vida “en rescate por muchos.” (Mat. 20:28) El texto griego dice, “muchos.” La palabra “muchos” como se utiliza en este texto significa un número grande indefinido. En el griego la palabra es polus, y ésta fue la palabra que Jesús usó cuando él dijo a sus discípulos, “A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos.” (Mat 9:37) Este uso contrastante de la palabra polus fuertemente indica que se denota un gran número, y ¿qué mejor palabra podría haber usado Jesús para describir a los millones innumerables a los cuales vino él a rescatar por medio de su sangre preciosa?
El Apóstol Pablo enfatiza la magnitud de este número cuando dice que Jesús se dio a sí mismo como un rescate por “todos” — es decir, por toda la raza humana. Esto no significa, por supuesto, que toda la raza humana será eternamente salva como resultado del rescate, ya que es necesario que haya una aceptación individual de esta provisión de la gracia de Jehová a fin de recibir la ventaja eterna de ella. Pero la provisión ha sido hecha por todos; y debido a esto nadie permanecerá en la muerte debido al pecado de Adán, ya que todos han sido rescatados de allí.
Una Oportunidad Después De La Muerte
Como hemos visto, ésta es la voluntad de Dios que todos sean salvos de la muerte adámica y dados un conocimiento de la verdad acerca de su provisión amorosa del rescate — es decir, a todos los que no reciben aquel conocimiento en esta edad. Jesús nos da más información acerca de esto, diciendo, “Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas. Al que oye mis palabras, y no las guarda, yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero.” — Juan 12:46-48
Está claro de ahí que Jesús no limitó la oportunidad de aceptar la verdad a la actual duración corta de la vida. Si ellos no creen en mí, dijo él, no les paso el juicio. Jesús es nuestro Ejemplar, y ya que él no juzgó a aquellos que rehusaron de creer su testimonio, seguramente no deberíamos hacerlo tampoco. Déjenos, en cambio, mantener la actitud de él hacia aquellos que no aceptan nuestro mensaje, dejando el juicio de ellos con el Señor.
Jesús dijo que la verdad de sus enseñanzas, su “palabra”, juzgaría a los incrédulos en “el día postrero.” Cuando Jesús dijo a Marta, “Tu hermano resucitará,” ella contestó, “Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero.” El “día postrero,” entonces, es el día de la resurrección en el gran plan de Dios, y tenemos las propias palabras de Jesús que los incrédulos serán juzgados entonces, un juicio hecho posible en virtud del hecho de que ellos serán levantados de entre los muertos. — Juan 11:23, 24
Esto es confirmado por Jesús en su mensaje revelador registrado en Juan 5:24 que citamos de la Traducción del Nuevo Mundo: “Muy verdaderamente les digo: El que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna, y no entra en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida.” “No se maravillen de esto, porque viene la hora en que todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz y saldrán, los que hicieron cosas buenas a una resurrección de vida, los que practicaron cosas viles a una resurrección de juicio.” — vss. 28, 29
Aquellos que creen, dijo Jesús, pasan de la muerte a la vida y no entran en el juicio. Será concedido, pensamos, que este paso de la muerte a la vida es ahora sobre la base de la fe y que la vida recibida ahora por la fe se hace una realidad sólo en la resurrección. Así que aquellos que ahora creen salen a una resurrección de vida. Éstos son los que hacen “cosas buenas,” es decir, las obras buenas de Dios. “La obra de Dios,” dijo Jesús, es “que creáis en el que él ha enviado.” (Juan 6:29) Aquellos que no creen no podrían realizar obras que estarían buenas a la vista de Dios, sino sólo obras viles.
Jesús dijo que aquellos que creen no entran en el juicio, significando que los que dejan de creer entran realmente en el juicio, y en el versículo 29 él explica que esto será después de que ellos salgan de la tumba; pues, como declara él, ellos salen “a una resurrección de juicio.” Así que vemos que aunque los creyentes, cuando despertados de la muerte, pasan inmediatamente a la vida eterna sin la necesidad de prueba adicional, o juicio, el despertar de la muerte no se limite a éstos; ya que los incrédulos también deben “salir,” para que puedan tener su juicio, o período de prueba.
Puesto que según la Traducción del Nuevo Mundo sólo aquellos en “las tumbas conmemorativas” “saldrán” de la muerte, ¿tendríamos razón al concluir que esto limita la resurrección a los amigos de Dios, a aquellos guardados en su memoria? La palabra griega traducida “tumbas conmemorativas” es mnemeion, que simplemente significa conmemoración. Fue usada por los de la antigüedad para describir sus lugares de entierro, o tumbas. La gente fue sepultada en éstos porque sus parientes y amigos quisieron recordarlos. Erigimos lápidas sepulcrales hoy en día por la misma razón. Las tumbas y las lápidas sepulcrales no son diseñadas para ayudar a Dios a recordar a los muertos.
Esta misma palabra griega se utiliza en Mateo 27:52, 53, y en Lucas 11:44, y se traduce como “tumbas”. Seguramente en estos textos la palabra no se aplica a la memoria de Dios. Mnemeion se traduce como “tumba” en Juan 11:17, 31, 38, y en Juan 12:17. En ninguno de estos casos lo podría posiblemente significar la memoria de Dios. Se traduce como “sepulcro” y “tumba” para referirse al lugar de entierro de Jesús. Apenas parecería razonable que en un solo caso esta palabra griega se utilizaría para denotar la memoria de Dios.
Sin embargo, aun si fuera verdad, no tendríamos que concluir que esto limita la gracia de Dios como se manifestará hacia los inicuos muertos en el despertar de ellos de la muerte para que puedan tener una oportunidad justa para aceptar su provisión de la vida por Cristo. Notamos antes en esta discusión que Jehová recuerda realmente a los inicuos muertos y que él los despertará de la muerte en su propio debido tiempo. La prueba de que Dios los recuerda es el hecho de que él ha prometido restaurarlos a la vida. Él no haría promesas acerca de aquellos que había borrado de su memoria; y, como hemos visto, él ha hecho tales promesas a favor de los egipcios, de los asirios, de los moabitas, de los amonitas, de los elamitas, de los sodomitas, de los samaritanos, de los israelitas que crucificaron a Jesús, y de los escribas y de los fariseos que lo persiguieron.
Las promesas de Jehová y las profecías nos aseguran que, como presos de la muerte, todos éstos, así como las masas de la humanidad simbolizadas por “el mar”, deben ser liberados de su cautiverio. Dios reconoce que a lo largo de las edades Satanás, el príncipe de las tinieblas, ha cegado las mentes de aquellos que no han creído, y que él propone darles una oportunidad para creer cuando Satanás está atado y cuando un conocimiento de su propio amor y gloria llena la tierra. Será el “debido tiempo” y la primera vez cuando un conocimiento verdadero “del rescate por todos” será declarado a los abundantes millones de la raza humana.
El Juicio
Estos millones, despertados de la muerte e iluminados acerca de la voluntad de Dios, tendrán entonces una prueba individual para la vida. Esto será su “krisis”, o tiempo de juicio, como demostrado en Juan 5:29. En Isaías 26:9 nos dicen que cuando los juicios del Señor están en la tierra, “los moradores del mundo aprenden justicia.” Sin embargo, Isaías indica la posibilidad de que hasta en aquella “tierra de rectitud” habrá “inicuos” voluntariosos que “no aprenderán justicia” hasta bajo aquellas condiciones favorables. — vs. 10
Sin embargo, hasta ellos serán despertados para tener su oportunidad de aprender la justicia. El versículo 11 demuestra esto. Dice, “Jehová, tu mano está alzada, pero ellos no ven; verán al fin, y se avergonzarán los que envidian a tu pueblo; y a tus enemigos fuego los consumirá.” La “mano” de Dios no ha sido “alzada” todavía. Será durante el Milenio que él desnudará “su santo brazo ante los ojos de todas las naciones, y todos los confines de la tierra verán la salvación del Dios nuestro.” (Isa. 52:10) Y los inicuos estarán allí para verlo. Ellos serán despertados de la muerte y dados una oportunidad de “ver,” pero aquellos que son voluntariosos de corazón seguirán resistiendo al Señor y serán destruidos. Pero la decisión en cuanto a si ellos son incorregibles no se tomará hasta que la mano del Señor sea “alzada.”
Durante aquel futuro período de juicio en “la tierra de rectitud” todas las influencias adversas serán borradas. Isaías indica esto, diciendo, “Jehová Dios nuestro, otros señores fuera de ti se han enseñoreado de nosotros … Muertos son, no vivirán; han fallecido, no resucitarán; porque los castigaste, y destruiste y deshiciste todo su recuerdo.” (Isa. 26:13, 14) Isaías habla aquí como un israelita, y aquella nación vez tras vez estaba entregada a la adoración de dioses y diosas falsos, como Baal, Moloc, y Astarté. El príncipe de todos éstos es Satanás. Él estará atado durante el día de juicio, y los dioses falsos de los paganos habrán fallecido para siempre. Incluso se olvidará la memoria de ellos.
Realmente, esto será “una tierra de rectitud”; y aunque Isaías nota la posibilidad de que hasta en tales circunstancias favorables algunos puedan rehusar a “ver” y, como enemigos voluntariosos de Dios y de la justicia, serán destruidos, no tenemos que suponer que habrá un gran número que tomará tal curso. Esto podemos dejar mejor al juicio de Dios misericordioso, sabiendo que cuando los muertos son despertados y “están de pie” delante de él y se abren los “libros”, revelando su voluntad santa para aquellos que en esta vida “moraron en las tinieblas,” toda consideración amorosa se dará a cada individuo. Y podemos asumir que los nombres de la gran mayoría serán escritos en “el libro de la vida,” que se les abrirá entonces.
Ellos serán juzgados por las verdades escritas en los libros que entonces se abrirán, no por el testimonio que les da imperfectamente en este momento. Será entonces que ellos tendrán una oportunidad de conformar sus “obras” a la voluntad de Dios como les será revelada al abrir los “libros”. (Apoc. 20:12-14) Sólo aquellos que no se conforman entonces y cuyos nombres no serán escritos por lo tanto en “el libro de la vida”, “abierto” en aquel tiempo, entrarán en “la segunda muerte.” — vs. 15
La Regeneración
En Mateo 19:28 Jesús asocia la futura obra de juicio con “la regeneración.” Adán engendró a la raza humana. Jesús regenerará a aquellos a quienes Adán dejó una herencia de muerte. Esto se trae maravillosamente a nuestra atención en Isaías 53:10, donde nos informan que Jesús verá su “linaje”, y que “la voluntad de Jehová será en su mano prosperada.” Del punto de vista natural, Jesús no tenía una “simiente”, una “generación”; sino, como dice el versículo 11, “Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho.” Su angustia en la muerte como el Redentor del hombre en efecto resultará en una “simiente”, y aquella simiente será la raza regenerada de la humanidad.
Isaías declara en cuanto a Jesús que “la voluntad de Jehová será en su mano prosperada.” Esta “voluntad” de Jehová debe ser el propósito amoroso que se menciona repetidas veces en todas partes de su Palabra, aquel designio compasivo que él ha hablado por “boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo.” Su plan consiste de bendecir a “todas las familias de la tierra” dándoles una oportunidad de aceptar la provisión de la gracia de Dios por Cristo y vivir para siempre.
El Apóstol Pablo enfatiza más el hecho de que la raza humana será regenerada por Jesús cuando se refiere a él como el “postrer Adán.” Él explica que “así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.” El “primer Adán” generó a la raza en una condición moribunda, pero el “postrer Adán” “regenerará” a la raza a la vida. — 1 Cor. 15:22, 45
Confirmando este aspecto de la provisión de Jehová para regenerar a la humanidad son las muchas referencias en su Palabra en las cuales la iglesia de Cristo, cuando asociada con él en la gloria, se refiere como su “esposa”. Apocalipsis 19:7 dice, “han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado.” Es esta esposa glorificada, la “postrera Eva”, por decirlo así, quién va a iniciar el llamamiento a la vida con Cristo: “Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. … y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.” — Apoc. 22:17
Esta referencia simbólica a la iglesia de Cristo y su obra en la resurrección está en armonía completa con la explicación de Pablo de que esta misma clase constituye una parte de la simiente prometida de Abrahán por la cual “todas las familias de la tierra” serán bendecidas. (Gal. 3:8, 16, 27-29) Está de acuerdo también con la promesa de Jesús en su declaración a Pedro que “las puertas del Hades” no prevalecerían contra la iglesia. (Mat. 16:18) Estas “puertas del Hades” se abrirán para que “la voluntad de Jehová,” su bendición prometida de todas las familias de la tierra, pueda “prosperar” por medio de Cristo y su “esposa” glorificada.
En Isaías 49:8, 9 tenemos otra referencia a la liberación de los cautivos de la muerte por medio de Jesús y de su iglesia. En 2 Corintios 6:1, 2 esta profecía es citada, en parte, por el Apóstol Pablo y aplicada a la iglesia. La promesa dice: “Te guardaré, y te daré por pacto al pueblo, para que restaures la tierra, para que heredes asoladas heredades; para que digas a los presos: Salid; y a los que están en tinieblas: Mostraos.” Dios hizo un pacto con Abrahán y lo confirmó por su juramento, que él bendeciría a todas las familias de la tierra, y en esta profecía él nos asegura que su “voluntad” será cumplida por Cristo y su iglesia, y que todos los presos de la muerte saldrán en cumplimiento de sus promesas.
En Isaías 65:17-25 tenemos otra maravillosa promesa del reino de Cristo y las bendiciones que éste derramará sobre los pueblos. En esta promesa Cristo y su “esposa” se refieren como los “benditos de Jehová,” cuya “simiente” — la humanidad regenerada — construirá entonces casas y habitará en ellas, plantará viñas y comerá la fruta de ellas. La traducción marginal declara que “el electo mío las hará,” “la simiente de los benditos de Jehová,” “disfruta de la obra de sus manos.”
La tierra no debe estar llena de la descendencia de un grupo milagrosamente mantenido vivo en el Armagedón para tal propósito. En cambio, y como nos asegura Isaías, Cristo “verá su simiente,” “verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho,” pues la “voluntad” de Jehová prosperará en su mano. Seguramente el que lloró sobre el sufrimiento del mundo moribundo y maldito del pecado y dijo a Jerusalén, “¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!,” nunca pudiera estar “satisfecho” al ver que los mil millones de la población actual de la tierra por los cuales murió él se bajan en la muerte eterna! Tampoco podría estar “satisfecho” al ver que los millones innumerables que han muerto a lo largo de los siglos sufren un destino similar. Si fuera así, ¡qué falsa sería la promesa que “la voluntad de Jehová” prosperaría en su mano!
“La Restauración De Todas Las Cosas”
Otra palabra usada en la Biblia para comunicar la idea de un despertar de los muertos a la vida es la “restauración”. En la traducción de Rey Jaime ésta es la “restitución”. La Traducción del Nuevo Mundo habla de ella como “la restauración de todas las cosas de que habló Dios por boca de sus santos profetas de tiempo antiguo.” (Hechos 3:21) Que completo es esto — los profetas profetizaron acerca de la restauración de todas las cosas, incluyendo, como hemos visto, a los edomitas, a los elamitas, a los israelitas, y a muchos otros — a “todos.” Uno de los textos de prueba citado por Pedro como ejemplo de lo que los profetas habían escrito del tema de la “restauración” es la promesa hecha a Abrahán de que por su simiente todas las familias de la tierra serían bendecidas.
Como otro texto de prueba, Pedro cita la profecía de Moisés registrada en Deuteronomio 18:18, 19, acerca de un “Profeta” que el Señor levantaría al pueblo de su día, de entre sus hermanos de una generación posterior, diciendo que ellos tendrían la oportunidad de oír a aquel Profeta. Para que esto sea realizado los israelitas del día de Moisés, a quien la promesa fue hecha primero, deben ser levantados de entre los muertos. Era por esta razón que Pedro citó esta profecía. Él mostraba que sería realizado por Cristo durante el tiempo de su segunda presencia, de ahí que requirió la resurrección de los muertos.
Y la gente que oyó a Pedro pronunciar este sermón lo entendió justamente como él deseó que ellos lo hicieran. Los versículos 1 y 2 del siguiente capítulo revelan esto, declarando que “los sacerdotes con el jefe de la guardia del templo, y los saduceos” estaban “resentidos de que enseñasen al pueblo, y anunciasen en Jesús la resurrección de entre los muertos.” La Traducción del Nuevo Mundo limita el sentido de este texto, indicando que los apóstoles enseñaban la resurrección de los muertos simplemente “en el caso de Jesús.” Pero esto no es lo que dijo Pedro.
El Emphatic Diaglott dice, “Estando afligidos porque ellos enseñaron a la gente, y anunciaron aquella resurrección de los muertos en Jesús.” Todos los profetas habían profetizado acerca de la resurrección de los muertos, “así de justos como de injustos.” Lo que apenó a los sacerdotes fue la explicación de Pedro de que “aquella resurrección,” la cual habían predicho los profetas, había de venir por medio de Jesús. No les gustó la aseveración de Pedro de que Jesús mismo había sido levantado de entre los muertos, y les gustó aun menos su enseñanza de que el Jesús resucitado regresaría y realizaría las promesas de Dios de levantar a todos los muertos durante “los tiempos de la restauración de todas las cosas.”
Los sacerdotes y el jefe de la guardia del templo sabían que todos los santos profetas de Dios habían predicho tal tiempo de “restitución”, o de restauración. Sabemos esto de las palabras de Pablo a Félix, cuando dijo: “Esto te confieso, que según el Camino que ellos llaman herejía, así sirvo al Dios de mis padres, creyendo todas las cosas que en la ley y en los profetas están escritas; teniendo esperanza en Dios, la cual ellos también abrigan, de que ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos.” — Hechos 24:14, 15
La referencia de Pedro a la profecía de Moisés acerca de “aquel Profeta” y el hecho de que “toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo” es muy iluminadora. Esto demuestra que “los tiempos de la restauración” verán condiciones inmensamente diferentes de lo que están ahora. Durante la edad actual, el justo así como el inicuo mueren. Esto es ilustrado por la parábola de Jeremías acerca de los “padres” que han comido “las uvas agrias,” y “los dientes de los hijos tienen la dentera.” — Jer. 31:29
Jeremías explica que en “aquellos días,” es decir en “los tiempos de la restauración,” esto ya no será verdad. Él afirma que en aquel tiempo “cada cual morirá por su propia maldad; los dientes de todo hombre que comiere las uvas agrias, tendrán la dentera.” (vs. 30) Que bien explicó Pedro esto cuando dijo, “Y será, que cualquiera alma que no oyere á aquel profeta, será desarraigada del pueblo.” — Hechos 3:23 (Reina-Valera 1909)
Sí, esto va a pasar. No era así en los días de Pedro, y no ha pasado aún. Hoy la gente todavía muere debido al pecado de Adán. Como explicó Pedro, el tiempo cuando vendrán las bendiciones de la restauración al mundo y cuando morirán sólo los pecadores voluntariosos es durante la segunda presencia de Cristo.
Aunque creemos que nuestro Señor ha regresado y sirve ahora “el alimento a tiempo” a la familia de la fe, “los tiempos de la restauración” no han comenzado aún. El mal todavía sigue igual, y aquellos que sirven el Señor aún tienen la oportunidad de sufrir y morir con él. Ellos no son protegidos y mantenidos vivos como serán los justos cuando las bendiciones del reino realmente son puestas a la disposición de la gente.
Entonces, cada uno que muere morirá por su propia iniquidad. Entonces los niños no serán condenados a la “segunda muerte” porque sus padres puedan ser infieles. Sólo en el sentido que todos mueren en Adán es esto verdad ahora, y cuando la autoridad real de Cristo verdaderamente funciona en la tierra, nadie morirá de ningún modo a menos que individualmente son culpables del pecado voluntarioso.
¡Seguramente “hay una anchura en la misericordia de Dios, como la anchura del mar”! Qué abundante y satisfactorio de alma es el testimonio de su Palabra, que revela la largura y la anchura y la altura y la profundidad de su amor y gracia. ¡Qué maravilloso que él haya hecho una provisión de vida para otros que nosotros! Que el ejemplo de su amor ensanche nuestra propia perspectiva y nos haga más semejante a él.
Sí, un conocimiento de la gracia y del amor de Jehová nos inspira a adorarlo y amarlo. El Señor dijo, “Su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado.” (Isa. 29:13) Debemos estar gozosos de proclamar el amor de Dios, y nunca se debe usar el miedo para inducir a la gente a creer en él y en su Hijo amado. El pueblo del Señor hoy en día, como en el pasado, manifiesta sus alabanzas, y ¡qué mejor manera podemos hacerlo que proclamar el Evangelio del reino glorioso de amor y de gracia!
La Justicia En El Reino
Aunque Dios sea amor, él también es justo, y su justicia exige el castigo de todos los pecadores voluntariosos con la muerte. Ya hemos notado el testimonio claro de las Escrituras al respecto; pero es importante comprender que este testimonio de la Palabra, en tanto que concierne a la humanidad en general, se aplica a la edad de la “restauración”, no al presente. Muchos del pueblo del Señor a lo largo de las edades no lograron comprender esto y entonces hicieron el error de suponer que todos fueran perdidos que no aceptaron su mensaje.
Este punto de vista equivocado no ocurrió de repente, sino era el resultado de una apostasía gradual de la fe verdadera. Los apóstoles predijeron que pasara esto. La apostasía seguía desarrollándose hasta que la iglesia ilícitamente se juntara con el estado y afirmara que de tal manera había sido establecido el reino de Cristo. Esto formó la base de muchos errores serios, incluso la enseñanza antibíblica de que la oportunidad de obtener la salvación se limita a la duración actual de esta vida.
Si el reino fuera establecido en aquel tiempo, cada texto de las Escrituras que se aplica a la obra del reino por necesidad estaría en el proceso de realizarse, incluso aquellos que indican que los que desobedecen las leyes del reino serían destruidos eternamente. Para aquel tiempo, por supuesto, la “destrucción” había llegado a significar el “tormento.”
El razonamiento parecía lógico; pero estaba basado en una premisa falsa, ya que el reino de Cristo no fue establecido entonces. La autoridad real no era en aquel tiempo, y nunca ha sido, confiada a hombres caídos e imperfectos. Sin embargo, aunque hoy en día casi todos reconocen los males de la imitación estatal-eclesiástica del reino de Cristo, la mayoría de los errores que salieron de la gran apostasía todavía oscurecen el raciocinio de millones de personas, no la menor parte de los cuales es la opinión falsa de que no pueda haber ninguna oportunidad más allá de la muerte para aceptar a Cristo y obtener la salvación.
Sin embargo, al final de aquella época, el Evangelio glorioso del reino, en la providencia del Señor, fue restaurado a los seguidores humildes del Maestro. Otra vez se hizo claro, como lo entendía la Iglesia Primitiva, que la obra de Dios en la edad presente es simplemente la selección de aquel “rebaño pequeño” que vivirá y reinará con Cristo durante la edad del reino. Otra vez se veía que las promesas gloriosas de Dios acerca de las bendiciones del reino a todas las familias de la tierra se realizarían sólo después de que todos los que iban a reinar con Cristo en su reino fueran glorificados junto con él.
Este entendimiento restaurado del plan amoroso de Dios reveló no sólo que las bendiciones prometidas “de la restauración” deben esperar la realización hasta que el reino fuera establecido, sino también que el mundo no estaría bajo prueba por la vida hasta entonces. Esto significaría que todos los varios textos de las Escrituras que describen los juicios justos de Dios contra pecadores voluntariosos no se aplican ahora, sino en la edad del reino, en aquel “día de juicio” del futuro.
Pero no todos los que una vez se regocijaron en esta luz clara de la verdad siguieron en ella. Con algunos, se desarrolló de nuevo el punto de vista de que el reino ya se estableció, no por un sistema estatal-eclesiástico, sino por medio de ellos. La pretensión consiste en que ellos son ahora la clase del reino del Señor y que la autoridad real está siendo ejercida actualmente por ellos. Si esto fuera verdad, siguiese que algunos y todos los que fallaron de prestar atención a su mensaje y afiliarse a ellos con su obra así se harían sujetos a la “segunda muerte.” El razonamiento es correcto, pero de nuevo la premisa está equivocada. La autoridad real no está siendo ejercida todavía en la tierra, excepto sobre las naciones para su destrucción.
De Ninguna Interpretación Privada
Una vez que se establece una premisa falsa como una fundación de construcción, los componentes básicos del error caen nítidamente en sus lugares sobre aquella fundación. Si la autoridad real se conceda en cierto grupo, obviamente los líderes de aquel grupo deben ser el único canal de Dios para la verdad. Puesto que una de las promesas del reino es que una “pureza de labios” sería devuelta al pueblo, entonces ellos deben ser el canal por el cual se realiza esto.
Un texto bíblico que se utiliza para apoyar esta doctrina del “canal” es 2 Pedro 1:20, 21 que dice en parte, “Ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada.” Esto se interprete para significar que no todos tienen el privilegio de interpretar las Escrituras, sino sólo aquellos especialmente autorizados por Dios, que él habla por su “canal” y no bendice el estudio individual de la Biblia.
La palabra griega en este texto que se traduce como “interpretación” es epilusis, que el Profesor Strong define como “explicación.” Pueda parecer que no sea una diferencia importante hasta que leamos la declaración entera de Pedro, que es: “Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.” — 2 Ped. 1:19-21
La palabra “porque” en estos versículos es muy importante — ninguna profecía de las Escrituras es de explicación privada “PORQUE … los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.” El apóstol enfatiza que las profecías del Antiguo Testamento a las cuales él anima a los cristianos a tener en cuenta no son explicaciones de hombre de las cosas que habían de venir. Si ellos expresaran puntos de vista simplemente humanos, o analices, no sería tan importante prestarles atención. Pero, ya que estas profecías fueron dadas bajo la inspiración del Espíritu Santo de Dios, son importantes para cada uno que desea ser enseñado por Dios.
Y ya que se las dio el Espíritu Santo, es sólo por la ayuda del Espíritu Santo que se las puede entender. Pablo nos acuerda de esto con respecto a todos los pensamientos de Dios que pertenecen a sus propósitos amorosos cuando, a los hermanos corintios escribió: “Nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual.” — 1 Cor. 2:11-13
Así que el apóstol deja claro que todos los que hayan recibido el Espíritu Santo son capaces de entender los pensamientos preciosos de Dios, que él hizo que fueran escritos en su Palabra por su Espíritu. Todo el pueblo del Señor tiene el privilegio de ayudar uno al otro en el estudio de la Biblia, y cada uno tiene una responsabilidad individual de “escudriñar las Escrituras” y de guardar sólo lo que se encuentra en armonía completa con la Santa Palabra. “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado,” escribió Pablo a Timoteo, “como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad.” (2 Tim. 2:15) La responsabilidad presentada en esta amonestación no se puede delegar o dejar en las manos de otros.
Pablo habla de usar “bien la palabra de verdad.” En el contexto él menciona algunos que enseñaban en aquel entonces que la resurrección de los muertos ya había ocurrido. La Biblia seguramente enseña que habrá una resurrección de los muertos, pero la postura errónea de aquellos mencionados por Pablo era su pretensión de que ya estaba en el pasado. Ellos habían fallado a usar “bien la palabra de verdad” así que no entendieron claramente los planes y los propósitos de Dios.
La Biblia también claramente enseña que vendrá el tiempo cuando Dios devolverá a los pueblos “pureza de labios.” (Sof. 3:9) Pero ésta es una de las promesas preciosas del reino de la Biblia que no está cumpliéndose ahora. El versículo que precede a esta promesa dice: “Esperadme, dice Jehová, hasta el día que me levante para juzgaros; porque mi determinación es reunir las naciones, juntar los reinos, para derramar sobre ellos mi enojo, todo el ardor de mi ira; por el fuego de mi celo será consumida toda la tierra.” Es inmediatamente después de esto que el Señor dice, “En aquel tiempo devolveré yo a los pueblos pureza de labios, para que todos invoquen el nombre de Jehová, para que le sirvan de común consentimiento.”
Está claro que “la pureza de labios” no se devuelve a los pueblos hasta que “toda la tierra” sea devorada del fuego de los celos de Dios. Es verdad que el juntar de las naciones de la tierra en preparación para el derrocamiento de este presente mundo inicuo está en progreso, pero la tierra simbólica no ha sido destruida todavía. Satanás todavía es “el dios de este siglo.” (2 Cor. 4:4) Sus influencias cegadoras todavía causan la proclamación de toda clase de enseñanzas confusas que deshonran a Dios, con el resultado de que los pueblos todavía no invoquen el nombre de Jehová, para que le sirvan de común consentimiento.
Cuando La Esposa Dice, “Venga”
Juan Wesley, en la magnitud de su corazón y por falta de ver que el Milenio es la edad en el plan de Dios cuando la gracia plena y libre de Dios será ofrecida a la gente, enseñó que “el Espíritu y la esposa” dicen ahora, “Venga … tome del agua de la vida gratuitamente.” Es comprensible que él hubiera hecho tal error, pero un examen del texto en su contexto demuestra que es otro ejemplo de aquellos textos del reino que no pueden realizarse y no se realizarán hasta el final completo de la edad actual y hasta que la iglesia de Cristo sea completa y unida con el Señor como su “esposa”.
El río del agua de la vida procede “del trono de Dios y del Cordero.” “En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida … y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones.” (Apoc. 22:1, 2) ¿Están siendo curadas ahora las naciones? ¡Claro que no! Esta es una promesa que no pudiera aplicarse posiblemente hasta que la lucha del Armagedón esté totalmente terminada, después de que hayan sido dejados postrados y ensangrentados las naciones y los pueblos de la tierra. Será entonces que ellos necesitarán y recibirán la curación.
El siguiente versículo dice, “Y no habrá más maldición.” (Apoc. 22:3) ¿Es verdad que la maldición del pecado y de la muerte haya sido levantada de la tierra? ¡Claro que no! La humanidad sigue sufriendo y muriendo, mientras las tinieblas todavía cubren la tierra, y oscuridad las naciones, aunque el Revelador habla del tiempo cuando el agua de vida estará disponible y que “no habrá allí más noche.” — vs. 5
Aquí, entonces, son tres acontecimientos sobresalientes en el plan de Dios que el mundo debe esperar antes de que la invitación pueda ser correctamente ofrecida a todos, “Venga, … tome del agua de la vida gratuitamente.” (1) Las naciones deben comenzar a ser curadas por las “hojas” de los árboles dadores de vida, (2) debe haber pruebas del levantamiento de la maldición de la muerte, y (3) la “pureza de labios” que Dios ha prometido devolver a los pueblos debe haber dispersado efectivamente todas las nieblas de la superstición y de la oscuridad que todavía ciegan sus mentes y les impiden conocer y entender al gran y amoroso Jehová de la Biblia.
Y en el contexto más grande de esta maravillosa promesa, es aún más aparente que esto no pudiera estar de ninguna manera en el proceso de realizarse ahora. Ninguna novia o “esposa” aparece en el Libro de Revelación (el Apocalipsis) hasta el capítulo 19, versículo 7, donde leemos que “han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado.” Esto significa el final completo de la carrera de la iglesia en la carne. La próxima vez que encontramos que hay mención de la “esposa” está en el capítulo 21, donde, en el versículo 2, nos hablan de la “santa ciudad, la nueva Jerusalén,” que desciende “del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido.” En los versículos 9 y 10 leemos: “Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero. Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios.” La “esposa”, entonces, es la “santa ciudad.” Su descender del cielo, de Dios, tiene que ver con la creación del “nuevo cielo” y de la “nueva tierra” cuando la tierra simbólica actual ya ha pasado y el mar ya no existe más. ¿Podemos decir hoy en día que “el mar ya no existe más” — que no hay más masas agitadas, descontentas, y sufridoras de la humanidad?
Combinada con esta imagen general es la aseveración de que “el tabernáculo de Dios está con los hombres” y la explicación de que en aquel tiempo “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.” (vss. 3-5) ¿Es verdad hoy en día que no hay más “muerte,” ni hay más “dolor,” y que todas las cosas han sido hechas nuevas?
Éstas son las condiciones que acontecerán en la tierra cuando el tiempo llega cuando “la novia” de Cristo dice, “Venga, … tome del agua de la vida gratuitamente.” (Apoc. 22:17) Juan Wesley predicó su concepción de la gracia libre de Dios, invitando a todos a tomar del agua de la vida gratuitamente. Él no comprendió que “el trono de Dios y del Cordero” del cual fluirá el río de la vida no fue establecido en su día. De este modo, el agua de la vida no estaba disponible entonces realmente. Tampoco fluye aquel “río” ahora. Tampoco fluirá hasta que la lucha del Armagedón esté totalmente terminada. Nadie puede tomar de este “río” ahora y así estar seguro de no morir en el Armagedón.
Las Ovejas Y Las Cabras
La Parábola de las Ovejas y las Cabras también se aplica al período del reino. Su introducción demuestra esto — “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria.” (Mat. 25:31) La palabra griega aquí traducida “ángeles” significa “mensajeros.” Se utiliza diversamente en la Biblia, refiriéndose a veces a los seres humanos como siervos, y en otras ocasiones a los seres espirituales, y a veces, hasta a las cosas inanimadas. Pablo se refirió a su ceguera parcial como “un mensajero de Satanás.” — 2 Cor. 12:7
Los “ángeles” de esta parábola, que se sientan con Jesús en el trono de su gloria, son los miembros de su iglesia glorificada. Pablo escribió, “¿No sabéis que los santos han de juzgar al mundo?” (1 Cor. 6:2) En Mateo 19:28 Jesús prometió a sus discípulos que ellos se sentarían en tronos juzgando a “las doce tribus de Israel.” Pero Israel será sólo una de las naciones que será juzgada así por Jesús y por su iglesia, cuando juntos ellos se sientan sobre el trono de su gloria. (Apoc. 3:21) Como demuestra la parábola, “todas las naciones” serán juzgadas entonces por ellos.
En su sermón en el Areópago, Pablo declaró que Dios había establecido un día cuando él juzgaría al mundo con justicia y había dado el aseguramiento de esto “a todos los hombres” al levantar a Jesús de entre los muertos para ser el juez justo. (Hechos 17:31) Este “día” establecido no estaba en el tiempo de Pablo. La gente no estaba bajo prueba en aquella época delante de Cristo y no acontecerá hasta que sea establecido el reino.
La obra de juicio también se menciona en una profecía registrada por Miqueas, en el capítulo 4, versículos 1 a 4. Miqueas demuestra que esto ocurrirá después de que “el monte de la casa de Jehová” sea establecido “por cabecera de montes.” ¿Ha ocurrido esto ya? ¿Domina a todas las naciones de la tierra hoy en día el reino del Señor? ¡Claro que no! La clase del reino no controla los asuntos mundiales, sino en cambio sufre la persecución y debe someterse a los gobiernos mundanos y depender de sus tribunales para la administración de la justicia.
Cuando se establece el reino del Señor, la ley no saldrá de los gobiernos humanos o de las instituciones hechas por hombre, sino “de Sion”. Y la palabra del Señor saldrá “de Jerusalén”. No antes de aquel tiempo juzgará el Señor “entre muchos pueblos, y corregirá a naciones poderosas hasta muy lejos.” No antes de aquel tiempo martillarán las naciones “sus espadas para azadones, y sus lanzas para hoces.” No antes de aquel tiempo no alzarán ellos “espada nación contra nación, ni se ensayarán más para la guerra.” No antes de aquel tiempo será verdad que “no habrá quien los amedrente.”
¡Qué maravillosos cambios habrá en la experiencia humana cuando el Señor juzga entre las naciones! ¿Quién pudiera pretender decir que esta obra de juicio está teniendo lugar ahora? ¿Martillan ahora las naciones sus espadas para azadones? ¿Han dejado ellos de levantar espadas uno contra el otro? ¿Disfruta el mundo de la seguridad económica completa representada en esta profecía por el símbolo de “cada uno” sentado debajo de su vid y debajo de su higuera?
Y sobre todo, ¿es verdad hoy en día, como declara esta profecía cómo lo será cuando el Señor juzga entre las naciones, que no habrá “quien los amedrente”? Nunca antes ha sido tan lleno del miedo el mundo. Este es el tiempo predicho por Jesús cuando los corazones de los hombres desfallecerán “por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra.” (Lucas 21:26) No, ¡este no es el día de juicio para el mundo! Las “ovejas” no están siendo separadas ahora de las “cabras.”*
* En la Atalaya del 15 de octubre de 1995 la Sociedad Watchtower modificó su entendimiento de la parábola de las ovejas y las cabras. En vez de cumplirse a partir de 1914 en adelante como enseñaban anteriormente, los testigos de Jehová ahora dicen que tendrá lugar después de la gran tribulación, es decir, al principio del reino milenario. Sin embargo, las identidades de los personajes envueltos siguen iguales esencialmente. Los “hermanos” son aquellos de entre los testigos de Jehová que tienen la esperanza celestial, a saber, los “ungidos”, las “ovejas” son aquellos que aceptan el mensaje de estos “ungidos” y cooperan con ellos en la obra de dar testimonio a otros acerca del reino de Jehová y las cabras son aquellos que rechazan el mensaje y tratan mal a los “ungidos”. Parece que la única diferencia entre la nueva interpretación y la anterior es el tiempo del juicio como ya mencionado.
Es verdad que esta parábola fue dada por Jesús como una de las señales de su segunda presencia. Pero debemos recordar que su presencia dura por más de mil años, y que el objetivo final de su regreso es la restauración de aquellos por los cuales él murió durante su primer advenimiento. Así que la obra del día de juicio, aunque sea una de las señales de su presencia, es una señal que no ha aparecido todavía. Atestiguamos “angustia de las gentes, confundidas”, pero no la iluminación y la bendición de ellas. Pero cuando comienza realmente aquella obra de juicio, seguirá hasta que todos los que se demuestran merecedores durante aquella edad de mil años oigan al Maestro decirles, “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo” — el reino, o el dominio, dado a nuestros primeros padres. — Mat. 25:34; Gen 1:28
El uso de la palabra “bendito” en la declaración del Maestro, “benditos de mi Padre,” es lo más significativo. Comenzando con Abrahán, Dios siguió prometiendo la futura bendición de todas las “familias”, o “naciones”, de la tierra. Y ahora, en la conclusión del juicio final o del día de prueba, el día de mil años del reino, encontramos que Jesús dice a aquellos que pasan con éxito por aquella prueba, “Venid, benditos de mi Padre.” En otras palabras, éstos son los a quienes el Padre prometió bendecir y los que serán bendecidos en aquel tiempo.
Jehová prometió “bendecir” a estas familias, o naciones, por la “Simiente” de Abrahán. Jesús, la Cabeza de aquella clase de “simiente”, murió primero para redimirlos. Entonces él llega al trono de su gloria, su iglesia con él, para administrar las bendiciones que él proporcionó por su muerte, las bendiciones de la “restauración”, de la “regeneración”, de la “resurrección.” Dios mandó a nuestros primeros padres que se multipliquen y llenen la tierra y ejercen dominio sobre ella. Él sabía que se realizaría esto, y para enfatizar el triunfo del propósito amoroso de Jehová para con los hombres, se ofrecerá la invitación, “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.” Aquellos para quienes estuvo preparado al principio son los que lo recibirán finalmente — los “benditos” del Padre.
La Organización De Dios
La organización de la iglesia se presenta claramente en la Biblia. Jesús es su Cabeza, y ella se edifica sobre la fundación de los apóstoles y de los profetas, Jesucristo sí mismo siendo “la principal piedra del ángulo.” (Ef. 2:20) En Efesios 4:11 Pablo nos informa que el Señor también ha suministrado a evangelistas, a pastores, y a maestros. Éstos han sido ayudantes valiosos, pero ninguno de ellos ha sido inspirado en el sentido de nunca hacer un error en la exposición de la Palabra de Dios.
Estos siervos menores en la iglesia, otorgados el título general de “ancianos”, son nombrados por las congregaciones locales del pueblo del Señor. Según la Biblia, estos nombramientos son hechos por un voto de la congregación y no por una autoridad centralizada, como en el Papado. En Hechos 14:23, se utiliza la palabra “constituir” en conexión con esto, y es traducida de una palabra griega que, según el Profesor Young, significa “nombrar por un voto.” En esta conclusión de la edad, como en los tiempos anteriores, una desviación de este método de nombrar a los siervos locales ha conducido a una dictadura antibíblica de entre el pueblo de Dios.
En los mensajes a las “siete iglesias,” registrados en los capítulos 2 y 3 del Apocalipsis, un “ángel”, o mensajero especial, se menciona en conexión con cada una de las congregaciones enumeradas. En Lucas 12:42-44 un siervo especial es mencionado por Jesús, uno a quien el Señor levantaría cuando regresa para la distribución del “alimento a tiempo” a la “familia” de la fe. — Mat. 24:45-47
Estos varios siervos de la iglesia, en la providencia del Señor, han sido una bendición rica para la familia de la fe, y la prueba de que ellos han sido los escogidos del Señor ha sido la alegría que las verdades que enseñaron han traído a los corazones y a las vidas del pueblo del Señor. Ninguno de ellos de ningún modo ha sido el sucesor de otro siervo semejante, sino que cada uno ha sido levantado al tiempo apropiado para servir a la iglesia según sus necesidades en aquellos momentos.
El siervo especial mencionado por Jesús que sería levantado para servir a la familia de la fe en la conclusión de la edad es obviamente un individuo que sería usado por el Señor para servir a la “familia” entera. Este siervo no es una clase, ni un grupo, tampoco una sociedad, u organización, por la razón muy simple de que él es mencionado junto con siervos compañeros. Si “aquel siervo” fuera una organización, entonces éste serviría otras organizaciones. Si fuera una clase, entonces los otros siervos también serían clases, o grupos.
La palabra griega traducida “pondrá” en la promesa de Jesús de que un administrador fiel sería hecho el jefe para servir a la “familia” “alimento a tiempo” significa “poner” o colocar. Esto no implica que el administrador fiel gobernaría a sus siervos compañeros o ejercería señoría sobre ellos de ningún modo. Su único deber sería servir a sus hermanos con el “alimento a tiempo,” que el Señor suministraría sí mismo por la Palabra escrita al tiempo de su regreso.
Y, ¿cuál es este alimento espiritual que fue servido “a tiempo”? Por toda la Edad Evangélica el pueblo del Señor guardaba sus esperanzas de una recompensa divina. Las verdades que pertenecen a la vuelta de Cristo, la “cosecha” que es el “fin del siglo,” el establecimiento y la obra del reino no eran vitales a sus necesidades. Pero cuando nuestro Señor volvió realmente, estas verdades dispensacionales se hicieron el “alimento a tiempo.” Durante la edad no era el “debido tiempo” para proclamar la esperanza gloriosa del reino de la “restauración.” Pero cuando Cristo volvió, lo era; y a fin de que esto pudiera ser incluido con la obra de dar testimonio de la familia de la fe, esta verdad fundamental fue restaurada, y los siervos fieles del Señor han estado proclamándola por más de cien años.
La determinación de exactamente a quien el Señor ha usado como uno u otro de sus siervos especiales no ha sido un asunto de interpretación o de decir arbitrariamente que éste o aquello ha sido el escogido del Señor. Mejor dicho, es un asunto de descubrir de la Biblia el carácter del mensaje que era debido en cualquier tiempo determinado, y luego notar a quien el Señor utilizaba para anunciar aquel mensaje. Así es en conexión con “aquel siervo.” El Pastor Russell era el que fue usado para anunciar la presencia de Cristo, la obra de la cosecha, la inminencia del reino, y la esperanza gloriosa de la restauración para el mundo. Por causa de esto, fue odiado por la iglesia nominal. Fue perseguido porque enseñó que el amor y la gracia de Jehová se ofrecieron a los muertos inicuos y que les daría una oportunidad de obtener la vida cuando son despertados del sueño de la muerte durante el Milenio.
Era este mensaje amoroso de la gracia de Jehová, esta voz de Dios hablada por boca de todos sus santos profetas desde que comenzó el mundo, que ayudó a identificar al Pastor Russell como aquel que fue especialmente usado en esta conclusión de la edad como “aquel siervo.” Obviamente sus siervos compañeros disfrutan de proclamar el mismo Evangelio glorioso del amor. Al grado que ellos han cooperado con la obra de proclamar este mismo mensaje el Señor los ha bendecido — no por números grandes de seguidores, ni estableciendo una institución imponente — sino dándoles corazones alegres cuando sacrifican su todo en la proclamación de las buenas nuevas de la “restauración de todas las cosas.”
En vista del hecho de que el Pastor Russell murió hace tantos años, algunos podrían preguntarse si no deberíamos buscar ahora a otro siervo especial, a un individuo o una sociedad. No, esto no es necesario, tampoco se indica en la Palabra de Dios. Jesús, la Cabeza de la iglesia, es su instructor principal, y todavía dependemos del registro de lo que él dijo desde hace muchos siglos. Nuevos apóstoles no fueron necesarios para la iglesia cuando murieron los doce originales. Los escritos de Pablo y de Pedro y de los demás son tan vitales a nosotros hoy en día como lo eran para la Iglesia Primitiva.
Y aún tenemos el mensaje glorioso de la verdad presente que había encontrado en la Palabra de Dios aquel “siervo fiel y prudente”. Este mensaje, que sigue viviendo en los corazones del pueblo de Dios, es la consideración importante; y el hermano Russell es todavía “aquel siervo” para aquellos que siguen regocijándose en las doctrinas que él había encontrado en su estudio de la Biblia.
Un Gobierno Teocrático
Una teocracia es un gobierno bajo Dios. El reino antiguo de Israel era una teocracia, pues se decía de los varios reyes que gobernaron la nación que “se sentaban en el trono de Jehová.” Cuando David entregó su gobernación a Salomón, él oró a Dios, diciendo, “Tuya es, oh Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos.” — 1 Cron. 29:11
El gobierno de Israel bajo Dios era típico del reino de Cristo, que también será una teocracia. Pero aquella teocracia funciona todavía. Cuando se hizo la tentativa allá en la Edad Media para establecer el reino de Cristo, alguien añadió las palabras de la oración de David a la oración de nuestro Señor, “Tuyo es el reino.” Pero no era verdad en aquel tiempo, y no es verdad hoy en día. Cuando la teocracia típica de Israel fue derrocada en 606 a. de C., el Señor dijo, “no será más, hasta que venga aquel cuyo es el derecho, y yo se lo entregaré.” — Ezeq. 21:27
Creemos que el Rey legítimo ha venido y que él ha tomado para sí mismo el gran poder para reinar, pero que su poder no está siendo ejercido por representantes humanos. La obra del Rey ahora es simplemente el quebrantamiento de las naciones como vasija del alfarero. Podemos ver pruebas de esto por todos lados, y de este punto de vista podemos decir realmente que “nuestro Rey sigue adelante.” Pero la fase terrenal de su reino no ha sido establecida todavía, y nadie está autorizado a ejercer autoridad real en su nombre.
La obra de Dios en la tierra a lo largo de los años ha sido para seleccionar y entrenar, de antemano, a aquellos que servirán como el personal del reino de Cristo cuando realmente comienza a funcionar para la bendición de todas las familias de la tierra. Éstos habrán sido ensayados y probados bajo las circunstancias más cruciales, y su lealtad a Jehová y a los principios de la justicia que son las fundaciones de su trono habrá sido totalmente demostrada.
Su entrenamiento una vez terminado, éstos se duermen en la muerte para esperar la inauguración gloriosa del reino en el cual ellos, por medio de la resurrección de los muertos, tendrán una parte. “Sé fiel hasta la muerte,” dijo Jesús a sus seguidores fieles de la Edad Evangélica, “y yo te daré la corona de la vida.” (Apoc. 2:10) Nadie puede tener de ninguna manera “una corona” en aquel reino glorioso con Cristo hasta que haya sido probado merecedor al sufrir y morir con él. Aquellos que así se califican son exaltados a la naturaleza divina con Cristo. Ellos habrán demostrado su lealtad y, en sus nuevos cuerpos divinos, serán capaces de gobernar perfectamente, en armonía con la voluntad de Jehová.
Aquellos que serán los representantes humanos de aquel futuro gobierno teocrático también fueron entrenados de antemano. Éstos son los beneméritos de la antigüedad, los siervos fieles de Dios desde el justo Abel hasta Juan el Bautista. Jesús dijo a los líderes religiosos de su día que éstos serían vistos y reconocidos en el reino, mientras que ellos mismos serían excluidos. (Lucas 13:28) Él dijo que la gente “se sentarían” con éstos. (vs. 29) Esta expresión es una traducción de un término griego que describe la actitud de un alumno hacia su maestro, o profesor. En otras palabras, estos beneméritos de la antigüedad serán los maestros reconocidos del pueblo en el verdadero gobierno teocrático que está cerca ahora.
Una lectura cuidadosa y devota del capítulo 11 de Hebreos demuestra claramente que los beneméritos de la antigüedad también demostraron su fidelidad a Dios y a la justicia. Y Pablo explica que ellos esperaron una “mejor resurrección.” (Heb. 11:35) Sí, cuando éstos son levantados de entre los muertos, ellos ya no tendrán las deficiencias anteriores de cuerpos humanos imperfectos para expresar su lealtad a Dios. Y ¡qué representantes maravillosos serán éstos de los gobernantes espirituales de aquel reino, el Cristo divino!
Las Escrituras también nos hablan de otra clase que servirán a Dios “en su templo.” Esta es la “gran multitud” de Apocalipsis 7:9, 13-17. Se explica que éstos son los que han salido de la “gran tribulación” y han lavado sus ropas y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. Ellos no están en el trono, sino están delante del trono. Ellos no serán gobernantes, sino siervos de los gobernantes. Las Escrituras no proveen los detalles de su servicio, pero evidentemente, de alguna manera, corresponderá al servicio ahora suministrado “a los herederos de la salvación” por los ángeles, los “espíritus ministradores” que “ven siempre el rostro” de nuestro “Padre que está en los cielos.” (Heb. 1:14; Mat. 18:10) La “gran multitud” entonces, será los siervos de enlace en el reino, manteniendo comunicaciones entre las fases espirituales y humanas de aquel gobierno teocrático.
Qué gobierno tan maravilloso será éste, con todos quienes sirven en ello bajo Cristo completamente probados y entrenados de antemano. A éstos la autoridad real se puede confiar sin peligro, ya que ellos disfrutarán de usarla a la gloria de Dios y derramar sus bendiciones prometidas sobre todas las familias de la tierra.
El Llamamiento De La Edad Evangélica
Hemos hablado de la obra de Dios a través de los años. Déjenos pensar en esta obra por un momento del punto de vista de su llamamiento o invitación a aquellos que él ha estado seleccionando y preparando durante la edad actual para ser los gobernantes y los siervos en el reino mesiánico. Cristo comenzó el llamamiento de aquellos que han de vivir y reinar con él. Los primeros de éstos fueron el resto de Israel que respondió a su mensaje y lo aceptó como el Mesías prometido. Éstos fueron llamados para ser hijos de Dios, miembros de su futura familia divina gobernante. — Juan 1:11, 12
Más tarde este mismo llamamiento fue ofrecido a los Gentiles, aquellos que respondieron constituyéndose un “pueblo para su nombre.” (Hechos 15:14-17) Santiago explica que después de que este pueblo para su nombre haya sido tomado de los Gentiles, el Señor vuelve para reedificar “el tabernáculo de David, que está caído,” para que “el resto de los hombres,” el resto del mundo de la humanidad, pueda buscar al Señor. Él no hace ninguna mención del llamamiento de otra clase en la conclusión de la edad. Si millones de personas debieran ser llamados y traídos bajo un gobierno teocrático en la conclusión de la edad y así salvos de la muerte en el Armagedón, esto habría sido el lugar más lógico para que el Señor lo declare por el apóstol. Santiago concluye su resumen del plan divino al decir que el Señor “hace conocer todo esto desde tiempos antiguos.” Esto implica que él había mencionado todos los rasgos generales del plan de Dios para la salvación del mundo, sin embargo no dijo nada sobre una clase especial siendo llamada en la conclusión de la edad.
Se dice que aquellos alcanzados por la verdad durante esta edad son llamados en “una misma esperanza” de su vocación. (Ef. 4:4) Los llaman según el propósito de Dios. Los llaman por Dios para ser “sacerdotes,” como tipificado por Aarón. (Heb. 3:1, 6; 5:4) El mundo entero no es llamado — sólo “para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.” (Hechos 2:39) No ha existido ningún otro llamamiento durante la Edad Evangélica actual, tampoco hay ningún otro llamamiento ahora. La “gran multitud” no empieza a existir bajo un llamamiento especial.
Jesús dijo a sus discípulos, “Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.” (Juan 15:3) Todos los discípulos de Jesús desde entonces hasta ahora que obedecen su palabra y confían en el mérito de su sangre derramada, se hacen limpios de este modo, y se dice de ellos que llevan mantos de justicia. (Isa. 61:10) Los amonestan a “guardarse sin mancha del mundo.” (Santiago 1:27) Cuando el número del “rebaño pequeño” electo es completo, ellos serán presentados al Señor sin “mancha ni arruga.” (Ef. 5:27) Pero la Biblia indica que hay muchos que no se mantienen sin mancha, y por la falta de celo sus ropas se manchan y necesitan limpiarse.
Éstos aman al Señor, y en una prueba final no le niegan. Ellos son representados como una clase que sale de la “gran tribulación,” lavando sus ropas manchadas. No hay ninguna promesa directa hecha a éstos. Tales promesas tenderían a animar la flojedad; pero el Dios de toda misericordia y gracia, que es paciente y no quiere “que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento,” en su economía sabia les dará un lugar como siervos en sus arreglos del reino. Habiendo sido dados esperanzas espirituales, ellos se harán seres espirituales. Ellos no serán parte de la clase del templo, sino servirán a Dios en su templo. En Salmo 45:14, 15 ellos son representados como vírgenes y compañeras de la “novia”, y entrarán en el palacio del “Rey.”
Que éstos son una clase escogida espiritual, como la es la novia, es decir, el “rebaño pequeño,” se indica en Apocalipsis 7:9 por el hecho de que la palabra griega, ek significando “de entre” (out of) se utiliza en conexión con el hecho de que han sido escogidos “de entre” (out of) todas las naciones, no simplemente “de” (of) todas las naciones como dado en la versión Rey Jaime en inglés. Esta es la misma palabra griega usada en el versículo 14, donde el significado correcto de la palabra “de” es evidente por el contexto. El texto dice, “Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.” En las traducciones al español no existe tal problema porque se lo entiende del contexto.
La Limpieza Del Templo
El “templo” del Señor ha estado en preparación a través de toda la Edad Evangélica. Cuando está terminado, será compuesto de Jesús y de sus seguidores fieles, el “rebaño pequeño.” Es a esta clase del templo en la carne que aplica la profecía de Malaquías 3:1. Este texto declara que el Señor vendría súbitamente a su templo. En Mateo 11:10 Jesús aplica la primera parte de este versículo; es decir, la referencia al “mensajero” que prepararía “el camino delante de mí,” a Juan el Bautista. Obviamente, entonces, el resto de la profecía comenzó a tener su realización en el primer advenimiento de Jesús.
El juicio comenzó con la casa de Dios en aquel tiempo y ha seguido a través de la edad. (1 Ped. 4:17) Hablar de Jesús “llegando a su templo para el juicio” en 1918 expresa simplemente una suposición que no tiene ningún sentido bíblico y pasa por alto los hechos acerca del tiempo y de los métodos del tratamiento de Dios para con aquellos que él ha estado llamando y preparando para vivir y reinar con Cristo.
Trazando más detalles de la obra de juicio de la iglesia que dura toda la edad, el profeta sigue, “¿Y quién podrá soportar el tiempo de su venida? ¿O quién podrá estar en pie cuando él se manifieste?” (Mal. 3:2) El Apóstol Pedro habla del “fuego de prueba” por el cual toda la clase del templo es probada; y Pablo escribió, “El que piensa estar firme, mire que no caiga.” (1 Ped. 4:12; 1 Cor. 10:12) Malaquías añade que el Señor “se sentará para afinar y limpiar la plata; porque limpiará a los hijos de Leví, los afinará como a oro y como a plata, y traerán a Jehová ofrenda en justicia.” — Mal. 3:3
La “plata” y el “oro” mencionados aquí pueden ser simbólicos de las dos clases engendradas por el espíritu que se han desarrollado juntos a través de la edad — el “rebaño pequeño” y la “gran multitud.” Todos han sido invitados a presentar sus cuerpos como un “sacrificio vivo,” y traer “a Jehová ofrenda en justicia.” (Rom. 12:1) Todos ellos hicieron un pacto para hacer esto. La clase de “oro” fielmente realiza su pacto, mientras que la “gran multitud,” representada por la plata, no tiene el mismo celo amoroso para la “casa del Señor” que consume al “rebaño pequeño.” Para éstos, la destrucción de su carne es “tribulación.” No obstante, son purificados y al final son concedidos un lugar como siervos en el templo glorificado.
Pasando Por El Armagedón
Con dos guerras globales en el pasado y otra amenazándonos, con bombas atómicas y nucleares en las manos de las naciones más grandes de la tierra y tales naciones listas y dispuestas a usarlas cuando parece que la ocasión lo exija, no hay la menor duda a los estudiantes de profecía iluminados por la verdad que el punto culminante terrible de la lucha final del mundo en el Armagedón está cerca. ¿Cuál será la posición del pueblo del Señor en la fase final de este “tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces”? ¿Serán destruidos todos los injustos en el Armagedón?
Respecto a las señales de su presencia, Jesús dijo, “Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca.” (Lucas 21:28) Esto parece referirse claramente a la liberación de los últimos miembros del “rebaño pequeño,” la iglesia, en la primera resurrección, para que puedan vivir y reinar con Cristo en su reino, el cual, después del Armagedón, comenzará a bendecir a “todas las familias de la tierra.” Esta liberación se menciona en Salmo 46:5, donde la promesa consiste en que el Señor “ayudará” a su pueblo, “al clarear la mañana.” La traducción marginal dice, “cuando aparece la mañana.”
Pero, ¿qué hay del resto de la humanidad, los incrédulos, los injustos, aquellos cuyos ojos de entendimiento son cegados por el “dios de este siglo”? (2 Cor. 4:4) Cuando Jesús proféticamente describió las fases finales del Armagedón, la “gran tribulación,” él dijo que “si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo.” Pero él dio el aseguramiento de que aquellos días serían acortados, indicando claramente que algunos serían salvos, que todos no perecerían en el Armagedón. — Mat. 24:22
En Salmo 46 tenemos una de las descripciones más gráficas de la Biblia del Armagedón, revelando la mano del Señor en la lucha hasta el final, y al máximo ejercicio y manifestación de autoridad divina en todas partes de la tierra. El versículo 6 declara, “Bramaron las naciones, titubearon los reinos; Dio él su voz, se derritió la tierra.” Entonces siguen las palabras del aseguramiento a aquellos del pueblo del Señor que verán el comienzo de esta tribulación, “Jehová de los ejércitos está con nosotros; Nuestro refugio es el Dios de Jacob.” Tenemos el refugio de la verdad y de las promesas gloriosas que, al ser fiel hasta la muerte, viviremos y reinaremos en el reino del Señor.
El versículo 8 da una descripción adicional del “tiempo de angustia” del Armagedón. Dice, “Venid, ved las obras de Jehová, que ha puesto asolamientos en la tierra.” Es después de esta destrucción en el Armagedón, después de este “asolamiento” que el Señor hace en la tierra, que él habla a las naciones, diciendo, “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra.” — vs. 10
La palabra hebrea aquí traducida “naciones” literalmente significa “pueblos extranjeros.” En las Escrituras se utiliza generalmente para describir a todos los no israelitas. Los israelitas eran el pueblo escogido del Señor, y todos los otros eran “extranjeros” para él. Son estas naciones y pueblos de la tierra que son “extranjeros” para el Señor porque son alienados de él por causa de las malas obras — las naciones “bramadas” del versículo 6 — de quienes se dice que viven en la tierra después del Armagedón y a quienes él se dirige, diciendo, “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios.”
Si éstos fueran un pueblo justo, el Señor no tendría que hablarles de esta manera. El hecho es que la gran mayoría de los que pasan por el Armagedón, “los millones que ahora viven que no morirán jamás,” no serán justos. Por eso, después de que “la tierra” simbólica es consumida con el fuego del “celo” de Dios, se hará necesario devolverles “pureza de labios,” así que pueden acercarse al Señor y se les dará el deseo de servirle “de común consentimiento.” — Sof. 3:9
Sin embargo, el hecho de que millones de los injustos pasarán por el Armagedón no significa que hay alguna garantía de que ciertos individuos serán favorecidos así más que otros. Un texto bíblico dice, “Buscad justicia, buscad mansedumbre; quizá seréis guardados en el día del enojo de Jehová.” (Sof. 2:3) Esto dice, “quizás seréis guardados”. No es una garantía contra la muerte. En efecto, para millones será una bendición de dormirse en la muerte y de despertarse después de que esté terminada la lucha del Armagedón. Esto sería un maravilloso modo de ser “guardados en el día del enojo de Jehová.”
Pero, ¿significará esto que los inicuos que puedan morir permanecerán muertos para siempre, que ellos “dormirán sueño eterno”? Esta expresión se usa en Jeremías 51:57, donde se aplica a los “príncipes” y a otros poderosos en “Babilonia”. El Señor afirma que embriagaría a ellos, de modo que dormirían “sueño eterno.” El pensamiento está claro. Ellos son dejados indefensos e inactivos, como en un sueño de borrachera. Parece que no hace referencia a la muerte aquí de ningún modo. Y aun si lo hiciera, la palabra “eterno” es traducida de la palabra hebrea olam que significa simplemente por una edad, o hasta una finalización. Esto no significa la eternidad. Los señores de la Babilonia simbólica son dejados indefensos para perpetuar este sistema impío, y se destruye en el Armagedón, junto con todas las otras instituciones injustas; pero los individuos asociados con ello estarán entre aquellos a quienes el Señor devolverá más tarde “pureza de labios,” para que ellos también puedan invocar el nombre de Jehová para servirlo de la manera correcta, si quieren hacerlo. — Sof. 3:8, 9
El Amor De Dios
La gracia y el amor de Jehová hacia su pueblo, y hacia toda la humanidad, deben inspirar a su pueblo a rendirle obediencia completa. La obediencia basada sobre el miedo del castigo no le complace. Si captamos la inspiración de su amor, nos regocijaremos que tiene bendiciones para otros además de nosotros, y que querremos proclamar este mensaje reconfortante a toda la humanidad. Querremos proclamar al mundo entero estas “nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo.” — Lucas 2:10
¿Cuánto amamos este mensaje? ¿Está sonando todavía la canción temática del amor de Dios en nuestros corazones? Las tentativas de progresar en la verdad han hecho que la gloriosa canción temática del amor de Dios muera en los corazones y en las vidas de algunos, pero no puede ser borrada de la Palabra de Dios. Qué agradecidos debemos estar que muchas tentativas a lo largo de los siglos para limitar la gracia de Jehová por la filosofía humana extraviada no han hecho ni un cambio muy pequeño en su designio amoroso de bendecir a todas las familias de la tierra. Como los testigos del Señor en la tierra, déjenos resolver a proclamar este plan glorioso de Jehová, el plan que provee la iluminación de Adán y de toda su prole a fin de que todos y cada uno de ellos puedan tener una oportunidad completa y justa de conocerlo, a quien conocer bien es la vida eterna.
Vivimos en el período más trascendental de la historia del mundo. Este es el “día del Señor,” el tiempo cuando su venganza es sobre las naciones. Estos son “los días postreros,” cuando, debido a los horrores crecientes del “tiempo de angustia,” las naciones comprenderán pronto la desesperación de la situación grave y dirán, “Venid, y subamos al monte de Jehová, y a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará en sus caminos.” (Miq. 4:1-4) Nos acercamos a la mañana de una nueva edad. Pues el mundo todavía está “oscuro,” y podemos ver la salida del “lucero de la mañana” sólo por la luz de profecía, aquella “palabra profética más segura … que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca.” — 2 Ped. 1:19
Sí, la mañana milenaria está a punto de amanecer, precedida por nubes oscuras de angustia por las cuales las instituciones egoístas de la tierra están siendo destruidas para dar paso al reino glorioso del Mesías, aquella teocracia genuina que será representada entre las naciones por los “príncipes resucitados en toda la tierra” — Abrahán, Isaac, y Jacob, y todos los profetas. Durante casi un siglo el acercamiento del Milenio ha sido proclamado, y ahora hay más pruebas que nunca de que las alas curativas del “Sol de la justicia” comenzarán pronto a iluminar, calentar, y bendecir a todas las familias de la tierra.
Hoy hay una pequeña compañía fiel de personas en todo el país y por todo el mundo que unidamente proclaman este Evangelio del reino, el Evangelio del amor de Jehová. Ellos lo hacen por radio y televisión en prácticamente todas las partes del mundo, por millones de copias de literatura gratuita, por reuniones públicas y en hogares privados, por grabaciones de cassette, y por sus testimonios personales. Ellos no lo hacen para salvar a sus oyentes de la “segunda muerte” en el Armagedón, sino para dar testimonio al amor y a la gloria de Dios y así demostrar que sus propios corazones han sido calentados y ampliados por la gracia de Jehová.
Éstos hacen progreso genuino en la verdad. A ellos “la senda de los justos” de veras “va en aumento hasta que el día es perfecto.” (Prov. 4:18) Esto no significa que las doctrinas básicas de la verdad deben cambiarse constantemente. Esto no significa que una “luz” debe extinguirse para que otra pueda brillar. Esto significa, mejor dicho, que de día en día cada siervo consagrado del Señor ve más claramente la maravillosa manera en la cual las promesas gloriosas y las profecías de la Biblia iluminan varias doctrinas de la verdad que él ha aprendido, capacitándolo a regocijarse cada vez más en la fundación firme de la fe que Jehová ha provisto en su bendita Palabra.
Los apóstoles enseñaron que después de su muerte habría una gran apostasía de la fe. Indudablemente aquellos que retrocedieron en la oscuridad pensaban que avanzaban en la luz. Aquel “progreso”, sin embargo, era sólo un rendirse al deseo de establecer el reino de Cristo por adelantado, y por el brazo carnal. Ya hemos notado los males a los cuales condujo esto y la manera en la cual esto restringió la concepción de la gente con respecto a la gracia y al amor de Dios. Está de acuerdo con esto que nos suministran con una guía infalible en cuanto a si hacemos progreso verdadero en la luz o si los ojos de nuestro entendimiento están siendo cegados por el “dios de este siglo.” — 2 Cor. 4:4
¿Ha aumentado la nueva luz que hemos recibido nuestro aprecio por el amor de Dios? ¿Nos ha ayudado a comprender más completamente que antes el hecho glorioso de que el Dios que adoramos es en efecto un Dios amoroso, el “Dios de toda gracia”, un Dios que ha planeado para la bendición de todas las familias de la tierra? De ser así, entonces hemos hecho progreso verdadero en la verdad y estaremos más celosos que nunca para proclamar al mundo entero estas buenas nuevas de gran gozo.
Por otra parte, si nuestro “progreso” ha conducido a una opinión restringida de la gracia y del amor de Jehová, si en nuestro nuevo entendimiento hemos llegado a la conclusión que serán bendecidos sólo aquellos que están de acuerdo con nosotros y que aceptan el mensaje que, en el mejor de los casos, podemos presentar imperfectamente, entonces hemos retrocedido, y la luz gloriosa del conocimiento verdadero de Dios como brilla en el rostro de Jesucristo está muy adelantado, mientras que hemos sido dejados atrás en la oscuridad. La verdad de la gracia de Jehová todavía está siendo atestiguada al mundo por aquellos que la aman y la atesoran porque es verdadera y porque satisface sus deseos que nada más puede hacer. Prácticamente todo el mundo cristiano profeso sigue informando a la gente que la muerte termina toda oportunidad de aceptar a Cristo y de obtener la salvación. La Biblia se destaca contra este punto de vista restringido de la gracia de Jehová. La filosofía humana de que “mientras hay vida hay esperanza” no se puede aplicar al tratamiento de Dios para con sus criaturas humanas. Los estudiantes de la Biblia saben esto, y se regocijan en la futura oportunidad de salvación que será ofrecida a la gente en los tiempos cercanos de la “restauración de todas las cosas.”
Este es el mensaje glorioso que aman proclamar a las naciones. Saben que sólo tal mensaje es adecuado para consolar a aquellos que están afligidos a consecuencia de las condiciones dolorosas de este “día de venganza.” Ellos son felices de declarar “el día de venganza,” en que explican el sentido de los acontecimientos estremecedores que están sobre las naciones ahora. Pero ellos no encuentran ninguna autoridad en la Palabra de Dios para pronunciar la venganza. Esto pertenece al Señor, y sólo él puede leer los corazones de las personas y saber el grado al cual cada individuo es responsable por su maldad.
Así que mientras dejamos la obra de juicio con el Señor, ¡déjenos alzar la bandera de la verdad, la verdad del amor de Jehová, y proclamarlo por todas partes! Seguramente hay oportunidad por todos quienes desean participar en esta proclamación del amor divino y hacer “oír la voz de su alabanza.” — Sal. 66:8; Isa. 52:8
¿Están Prohibidas Por Dios Las Transfusiones De Sangre?
“Pero carne con su vida, que es su sangre, no comeréis.”
— Génesis 9:4 —
Este y otros textos semejantes de las Escrituras están siendo usados por algunos en un esfuerzo para demostrar que la donación de la sangre para salvar la vida de otra persona, o recibir una transfusión de sangre, está prohibida por Dios y un pecado tan grave para causar la muerte eterna. ¿Somos justificados en la colocación de tal interpretación sobre la proscripción divina contra comer o beber la sangre de animales inferiores?
La ciencia de transferir sangre de un ser humano al otro a fin de salvar la vida no se conocía en la antigüedad. Obviamente, entonces, no hay ninguna referencia directa a ella en la Palabra de Dios; así que nuestras conclusiones en cuanto a si se puede colocar correctamente en la misma categoría la asimilación de la sangre de bestias por los órganos digestivos, del punto de vista de Dios, se debe basar totalmente sobre los principios implicados más bien que las declaraciones directas de la Biblia.
¿Cuáles factores comunes están implicados en el beber de la sangre de los animales inferiores y la ciencia médica de las transfusiones de sangre? Según lo podemos ver, hay solamente uno, que es la palabra sangre. Aparte de esto, las dos prácticas no tienen absolutamente nada en común.
Dios prohibió a su pueblo antiguo de beber la sangre de los animales inferiores. Es la sangre humana que se utiliza en la ciencia de las transfusiones de sangre.
El beber de la sangre de los animales inferiores requiere su muerte. Las transfusiones de sangre no requieren la muerte de aquellos que donan su sangre.
Las vitaminas sostenedoras de vida sacadas tras beber la sangre alcanzan el sistema por los órganos digestivos, los elementos restantes son eliminados del cuerpo como deshecho; así que la sangre, como tal, es destruida. En las transfusiones la sangre del donante es canalizada directamente en la corriente sanguínea del paciente.
Así que vemos que no hay ninguna semejanza en absoluto entre la costumbre antigua de beber la sangre, que estuvo prohibida por el Señor, y la ciencia moderna de las transfusiones de sangre. Por lo tanto, sólo por una mala aplicación definitiva se puede interpretar las Escrituras para prohibir la ventaja que se deriva de este uso muy bondadoso de la ciencia médica. Nadie debe permitir que una mala aplicación tan flagrante de los mandatos de Dios lo disuada de recibir las ventajas de las transfusiones de sangre por causa del miedo de desobedecer a Dios y de ser condenado a la “segunda muerte.”
La Sangre De La Expiación
En Levítico 17:10, 11 leemos: “Si cualquier varón de la casa de Israel, o de los extranjeros que moran entre ellos, comiere alguna sangre, yo pondré mi rostro contra la persona que comiere sangre, y la cortaré de entre su pueblo. Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona.” La expresión, “alguna sangre,” no se puede interpretar para incluir a la sangre humana, pues la sangre humana no fue ofrecida sobre altares por Israel.
La “expiación” hecha por la sangre de animales era de una naturaleza típica solamente y señalaba a la expiación que sería hecha a favor de Adán y de su raza por la sangre de Jesús. “Así todo es purificado, según la ley, con sangre,” leemos, “y sin derramamiento de sangre no se hace remisión. Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así; pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos.” — Heb. 9:22, 23
La “sangre de los machos cabríos” no quitó realmente los pecados de los israelitas, pero Dios usó aquellos sacrificios para señalar el derramamiento de la sangre de Jesús; entonces él atribuyó una gran santidad a la sangre de los animales, y por esta razón no quiso que los israelitas lo consideraran como algo común, o como alimento ordinario. Este punto de vista en cuanto a la sangre típica es usado por Pablo para enseñar una lección. Hablando de aquellos que, después de haber adquirido un conocimiento de la verdad y aceptado las provisiones de la gracia de Dios por Cristo, voluntariosamente vuelven en contra del Señor, dijo el apóstol, “¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?” — Heb. 10:29
Ya que Jehová quiere que su pueblo considere la sangre de Jesús como algo sagrado y santo, es comprensible por qué él limitó el uso de la sangre de los animales para prefigurar la verdadera sangre de la expiación. Para los israelitas esto era parte de una escuela de experiencia diseñada para conducirlos a Cristo. Pero esto no se puede interpretar de ningún modo que está relacionado con la ciencia médica moderna de las transfusiones de sangre.
Simbólicamente hablando, es esencial “beber” la sangre que fue prefigurada por aquellos sacrificios típicos, la sangre, es decir, de Jesús. Jesús dijo, “Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.” (Juan 6:53) En lenguaje no simbólico esto simplemente significa que a fin de tener vida eterna, por la fe ahora, o realmente en la edad venidera, es esencial aceptar a Cristo y su obra de sacrificio a favor de nosotros — reconocer que él murió por nuestros pecados y por toda la humanidad, incluso por Adán. Pero esta aceptación de Cristo no está relacionada de ninguna manera con las transfusiones de sangre como se practican hoy en día en el mundo médico.
Las Costumbres Paganas Prohibidas
Un problema fue presentado a los cristianos judíos en la Iglesia Primitiva cuando los conversos gentiles comenzaron a asociarse con ellos. Estos gentiles eran sinceros en su aceptación de Cristo, pero aparentemente en muchos casos su fe cristiana era simplemente sobrepuesta sobre sus formas de adoración paganas, muchas de las cuales eran repugnantes a los creyentes judíos, y algunas aun eran licenciosas. Ciertos maestros judíos en la iglesia pensaron disciplinar a sus hermanos gentiles al insistir que ellos obedezcan las ordenanzas de la Ley, como, por ejemplo, la circuncisión.
Los apóstoles, y los otros más maduros en la fe, se reunieron en la conferencia en Jerusalén para decidir lo que se debe hacer en cuanto a este problema. En vista de las circunstancias, ellos se avinieron en una exigencia mínima de los conversos gentiles — ellos debían abstenerse “de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación.” (Hechos 15:29) La fornicación está condenada inequívocamente en las Escrituras.
La adoración idólatra del pagano de aquel día incluía banqueteándose con las carnes que habían sido ofrecidas a ídolos, y la fornicación. Tomar sangre podía haber sido asociado fácilmente con estas juergas. El cristiano gentil inmaduro no vería ningún mal en estas cosas, pero introducirlas en la iglesia habría sido desastroso; por eso, los apóstoles sabiamente insistieron que se abstengan de ellas. Sin embargo, estas instrucciones a los creyentes gentiles en la Iglesia Primitiva no tienen nada que ver en absoluto con la ciencia médica actual de las transfusiones de sangre.
La Atalaya del 1 de julio de 1951, procura de demostrar que la proscripción divina contra el beber de la sangre incluye la sangre humana. Ellos citan el caso de David, que rehusó beber del agua conseguida para él por tres hombres a riesgo de sus vidas. David dijo, “Guárdeme mi Dios de hacer esto. ¿Había yo de beber la sangre y la vida de estos varones, que con peligro de sus vidas la han traído?” — 1 Cron. 11:17-19
Aquí David habla simbólicamente. En vez de beber el agua conseguida a riesgo de la vida, él “la derramó para Jehová.” Como David lo razonó, el agua representó la sangre de sus benefactores, y esto, pensó él, debería ser ofrecida al Señor más bien que aceptar el sacrificio a su propio favor. No hay ninguna relación aquí en absoluto al orden de Dios de no beber la sangre de los animales inferiores, y seguramente no está relacionado de ningún modo con las transfusiones de sangre.
Si usted tiene una oportunidad de donar su sangre para salvar la vida de un pariente o de un amigo, o de un hermano en Cristo, no vacile así en servirlo. O si su médico dice que una transfusión de sangre salvará su vida, o la vida de su niño, por supuesto aprovéchese de esta bendición moderna.