ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección uno

Libertad del pecado

Versículo Clave: “Porque si fuimos plantados juntamente en él a la semejanza de su muerte, así también lo seremos a la de su resurrección”.
—Romanos 6:5

Escrituras Seleccionadas:
Romanos 6:1-14

DESDE EL MOMENTO DEL engaño de Eva y la desobediencia de Adán al comer el fruto prohibido hasta la actualidad, el pecado es parte de la experiencia de la humanidad. En la lección de hoy, Pablo se dirige a los seguidores de los pasos del Señor quien, a través de la gracia de Dios, fueron bautizados en la muerte de Cristo y recibieron al Espíritu Santo. Estos ya no pueden practicar voluntariamente el pecado porque, como creyentes consagrados, caminan en la novedad de la vida que, entre otras cosas, exige disciplina para luchar contra la voluntad propia. Por lo tanto, no pueden participar en aquellas actividades que satisfacen los apetitos humanos caídos. (Rom. 6:1-4).

Nuestro Versículo Clave y la Escritura seleccionada afirman que Jesús obtuvo una gran recompensa celestial por sacrificar obedientemente su vida de acuerdo con la voluntad de Dios. De forma similar, como seguidores dedicados de nuestro Maestro, si somos fieles hasta la muerte, podremos albergar la gran esperanza de estar unidos a él en la primera resurrección gloriosa. Entonces tendremos la capacidad de asistir a Jesucristo en la bendición de la familia humana cuando Satanás sea atado y un gobierno justo sobrevenga durante el reinado glorioso del reino. (Ap. 3:21; 20:6; 21:1-7).

En la actualidad, como especímenes imperfectos de la humanidad, incluso el espíritu engendrado se da cuenta de que es posible ser alcanzado por el pecado, ya sea de forma involuntaria o voluntaria, lo que podría tener el potencial de las peores consecuencias. Cuando esto ocurre, dicha desviación de los principios de piedad debe ser reconocida y debemos arrepentirnos si queremos ser restaurados al favor de Dios. Orar y llenar nuestras mentes con pensamientos santos pueden ser herramientas eficaces para prevenir o combatir los efectos del pecado en nuestras vidas. El cuerpo del pecado proviene de la imperfección que sobrevino a nuestros primeros padres en el Jardín del Edén debido a su falta de atención a los requisitos de Dios para la vida. No obstante, la posterior obra expiatoria de Jesús abrió el camino para restaurar la humanidad durante los “tiempos de la restauración”. (Hechos 3:20,21).

Nuestro privilegio de ser sacrificados con Cristo a través del bautismo en su muerte es un aspecto más del arreglo divino por el cual se eliminarán las consecuencias malignas del pecado. Con nuestros cuerpos imperfectos no podríamos ofrecerle nada al Señor en forma de sacrificio aceptable pero, como colaboradores de Jesús en el “ministerio de la reconciliación”, Dios considera que pasamos de la muerte a la vida. (2 Cor. 5:17,18) Si estamos “muertos” en Cristo, Pablo indica que somos liberados de la condenación del pecado, y, con la autoridad de la Palabra de Dios, tenemos el privilegio de considerarnos participantes en los mejores sacrificios de la gran obra de expiación del pecado de Cristo. (Rom. 6:6-14; Heb. 9:23).

“Por último, hermanos, consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio”. (Fil. 4:8, Nueva Versión Internacional) Que podamos ejercitar la diligencia en nuestro caminar diario y una actitud reverencial hacia Cristo como lo sugiere el pasaje anterior de la Escritura. Así, puede que tengamos el privilegio de participar en la obra futura de restauración de todo lo que se perdió en Adán cuando se complete la obra de la resurrección. (Ap. 21:4).



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba