EVENTOS SOBRESALIENTES DEL ALBA

Las ventanas del cielo se abren

“Y acontecerá que el que huirá de la voz del terror, caerá en la sima; y el que saliere de en medio de la sima, será preso del lazo: porque de lo alto se abrieron ventanas, y temblarán los fundamentos de la tierra”.
—Isaías 24:18

EN NUESTRO texto de apertura, el profeta Isaías utiliza las palabras “terror”, “sima” y el “lazo” como símbolos de varios problemas que vendrían sobre el mundo en estos últimos días. Él indica que, a medida que el pueblo intenta escalar de una circunstancia angustiosa, se enfrenta a otra. ¡Qué descripción tan real y gráfica de la situación del mundo actual! De hecho, existe mucho más que tres dificultades y peligros de los cuales un mundo lleno de miedo y angustia se esfuerza por escapar, y aunque se encuentra una solución parcial a un problema, otros más angustiosos aparecen en su lugar.

En la situación mundial actual, y a medida que nos acercamos a la mitad del año 2022, quizá sea digno de mención que tres hechos distintos, aunque relacionados, han estado en la cima de los titulares de las noticias. Esto no quiere decir que estos son equivalentes al terror, la sima y el lazo mencionados por Isaías, pero sí ilustran el hecho de que hay múltiples problemas interrelacionados que están sobre la tierra afectando a la gran mayoría de la humanidad de una forma u otra.

Primero se encuentra la persistente pandemia de Coronavirus, que ahora comienza su tercer año. Si bien sus resultados mortales disminuyeron considerablemente en muchas partes del mundo desde la primavera de 2020, todavía tiene un impacto considerable en varios segmentos de la población mundial en lo que respecta tanto a la salud física como a la mental.

Segundo, y mucho más reciente, es el horror de la invasión rusa en Ucrania, aparentemente instigada únicamente por el líder ruso. Cuando se escribió este artículo, un mes y medio desde que comenzó el conflicto, las fuentes informan que se asesinaron entre 20,000 y 25,000 soldados ucranianos y rusos, además de los casi 1,500 civiles ucranianos, aunque es probable que todas estas cifras estén subestimadas. Asimismo, se estima que más de 4 millones de ucranianos han huido de su patria a otros países del entorno. Esta cifra no dice nada de la destrucción generalizada de las ciudades, hogares, negocios y otros bienes ucranianos, todo lo cual ha ocurrido en un breve lapso de tiempo. No sabemos cómo y cuándo terminará este conflicto, pero es un sombrío recordatorio de los estragos de la guerra y, sobre todo, la tragedia de que dos naciones que comparten tanto su historia y su patrimonio cultural se enfrenten entre sí.

Tercero, y en gran medida el resultado de los eventos señalados anteriormente, se encuentra el aumento drástico de la inflación y el consiguiente aumento del costo de los productos y servicios básicos en todo el mundo, ya sea en el almacén, en el surtidor de combustible, el mercado inmobiliario o en muchos otros ámbitos de las necesidades cotidianas de las personas. La situación actual en este sentido no solo pesa sobre el consumidor individual, sino que también, con el tiempo, podría conducir a un descenso significativo en las economías mundiales, la mayoría de las cuales ya están luchando en mayor o menor grado.

LAS VENTANAS SE ABRIERON Y HUBO UN GRAN TEMBLOR

Con estas y muchas otras condiciones mundiales preocupantes en mente, volvemos a las palabras de Isaías. Él habla en nuestro texto de apertura que “de lo alto se abrieron ventanas” y, como resultado, ocurrió un gran temblor de “los fundamentos de la tierra”. No obstante, para apreciarlo apropiadamente, es esencial darnos cuenta que el “temblor” y la consiguiente destrucción del “presente mundo malo” es una prueba de que Dios está preparando el camino para su reino largamente prometido de justicia, paz, alegría y vida. (Gál. 1:4; 2 Pe. 3:10-13).

El versículo 20 del capítulo 24 de Isaías declara que la tierra “temblará vacilando como un borracho” y que sería “removida como una choza” o tal y como lo dicta la Versión Americana Estándar “se balancea de un lado a otro como una hamaca”. La razón dada para estas fuerzas destructivas sobre la tierra es que “se agravaráse sobre ella su pecado, y caerá, y nunca más se levantará”.

Independientemente de lo sinceros y rectos que puedan ser algunos líderes mundiales, la cruda realidad es que el desmoronamiento de la sociedad actual, simbólicamente descrita en esta profecía como “la tierra”, es el resultado de los pecados acumulados del gobierno y otras instituciones que conforman el “mundo” como lo conocemos. Seguramente estas trasgresiones, cuya fuente es nada menos que el propio Satanás, el “dios de este siglo”, se ciernen hoy en día sobre la humanidad. (2 Cor. 4:4; Ap. 12:9).

CONFUSIÓN Y PERPLEJIDAD

La confusión entre el pueblo es evidente en todos los elementos de la sociedad. Los líderes mundiales están luchando una batalla cada vez mayor para mantener a flote los barcos del Estado, mientras que los líderes religiosos, cristianos y no cristianos, no pueden explicar el significado de los eventos que, para ellos, están completamente en desacuerdo con sus expectativas de una progresión de la civilización siempre ascendente. Es ciertamente el tiempo predicho por Jesús cuando habría sobre la tierra “angustia de gentes por la confusión” y cuando el miedo haga desfallecer los corazones de la humanidad al ver las cosas que vendrán sobre la tierra. (Lucas 21:25,26).

Es esta misma condición la que marca el comienzo del “día del SEÑOR” predicho proféticamente. Se describe así en contraste con los siglos del pasado durante los cuales Dios generalmente permitió que el mal no se cuestionara ni se opusiera en lo que respecta a la interferencia de su parte. No obstante, en la actualidad, y en contraste con la manifestación benéfica de la autoridad de su reino que vendrá después, su mano está en los asuntos de los hombres para sacudir y desarraigar todo vestigio del mundo maligno de Satanás.

Este “mundo” u orden social actual, se ve simbolizado en las profecías del Antiguo Testamento mediante la palabra “tierra”. Isaías escribió: “Quebrantaráse del todo la tierra, enteramente desmenuzada será la tierra, en gran manera será la tierra conmovida”. (Isa. 24:19). Estas referencias simbólicas a la tierra suceden durante “día del SEÑOR”.

Además, el profeta escribió: “Cerca está el día de Jehová; vendrá como asolamiento del Todopoderoso. Por tanto, se enervarán todas la manos, y desleiráse todo corazón de hombre: Y se llenarán de terror; angustias y dolores los comprenderán; tendrán dolores como mujer de parto; pasmaráse cada cual al mirar a su compañero; sus rostros, rostros de llamas. He aquí el día de Jehová viene, crudo, y de saña y ardor de ira, para tornar la tierra en soledad: …Por lo cual las estrellas de los cielos y sus luceros no derramarán su lumbre; y el sol se oscurecerá en naciendo, y la luna no echará su resplandor. … Porque haré estremecer los cielos, y la tierra se moverá de su lugar, en la indignación de Jehová de los ejércitos, y en el día de la ira de su furor”. (Isa. 13:6-13).

Las profecías del Nuevo Testamento sobre el final de la era actual usan un lenguaje similar. Pablo predijo que en el “día del Señor” vendría una destrucción “de repente” o de forma inesperada sobre el actual orden mundial “como los dolores a la mujer preñada”. (1 Tes. 5:1-4). Jesús dijo que las “virtudes de los cielos serán conmovidas” (Lucas 21:26). Pablo indicó que al final de la era Dios conmovería “no solamente la tierra, más aun el cielo”. (Heb. 12:26). El “cielo” y la “tierra” simbolizan los aspectos espirituales y materiales del orden social actual y, como ya notamos, tanto los líderes civiles como los religiosos son cada vez más incapaces de encontrar o implementar soluciones a los innumerables problemas que conmueven a la civilización actual.

En tiempos pasados, las palabras de grandes luminarias eclesiásticas, simbolizadas apropiadamente en las profecías por las “estrellas” fueron confiados por muchos para tener cierto peso de influencia para ayudar a resolver las diferencias entre y dentro de las naciones. Esto ya no es así. La poca luz que pudieron tener alguna vez ya no es ni reconocida por un mundo en el que las normas religiosas y morales pasadas se han dejado de lado y, por tanto, están muy deterioradas. Por lo tanto, las virtudes del cielo simbólico designado para mantener al mundo unido están conmovidas y debilitadas de forma crítica.

NUESTRA POSTURA

El mundo actual está sufriendo, sangrando y lleno de miedo. No obstante, no llamamos la atención sobre esta condición como pesimistas, sino como optimistas, porque nuestra confianza en las promesas de Dios de establecer un nuevo orden mundial que estará bajo el gobierno justo y recto de Cristo. El fracaso actual del hombre es muy evidente. Ha sido un camino largo y cuesta abajo desde el Edén hasta ahora y pronto alcanzará un clímax de caos y destrucción, ¡pero no es el final!

En su lugar, estos eventos señalan un nuevo comienzo más allá de los problemas actuales. Será el comienzo de un “día” de mil años que, antes de que su obra esté completa, verá a la humanidad restaurada a la perfección de la vida, con la gloriosa perspectiva de vivir en paz y alegría para siempre en la tierra. (Jer. 23:5; 2 Pe. 3:8-10; Ap. 5:9,10; 20:6) Únicamente aquellos en la actualidad a los que Pablo menciona como “hermanos” están conscientes de este significado glorioso de los tiempos en los que vivimos. Esto se debe a que ellos “no estáis en tinieblas para que aquel día” los sobrecoja como “como ladrón de noche” (1 Tes. 5:1-4).

“Porque todos vosotros sois hijos de luz, e hijos del día”, continuó Pablo, y “no de la noche, ni de las tinieblas”. (Versículo 5) De hecho, el Señor es muy gentil con los “hermanos”, su familia espiritual, porque les revela el significado de los problemas y la angustia que los rodean y el cual llena los corazones de las personas con miedo.

Con respecto a la atención especial del Señor durante los problemas relacionados con un orden mundial moribundo, David escribió: “DIOS es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”. Por tanto no temeremos aunque la tierra sea removida, y aunque se traspasen los montes al corazón de la mar. Bramarán, turbaránse sus aguas; Temblarán los montes a causa de su braveza”. (Sal. 46:1-3).

Al ser iluminados y fortalecidos por las profecías y promesas de las Escrituras, no solo podemos levantar nuestras cabezas y regocijarnos durante estos tiempos difíciles, sino también que estamos en una posición de consolar a los demás. (Lucas 21:28). Esto es lo que se nos pide que hagamos. Por ejemplo, mucho del capítulo 34 de la profecía de Isaías describe el día actual de problemas en el mundo; luego sigue el capítulo 35, que presenta una hermosa imagen del brillante resultado de este tiempo de miedo, angustia y perplejidad. En el versículo 4 de este capítulo, leemos: “Digan a los miedosos: ‘Sigan firmes, no teman, que viene su Dios a vengarlos. Él les trae la recompensa y viene en persona a salvarlos”.

Este es el mensaje bendito que ha ayudado a quitar el miedo de nuestros propios corazones mientras miramos a un mundo confuso y sufriente y aquí se nos invita a darlo a conocer a los demás. Podemos hacerlo usando cada oportunidad que tenemos para explicarles a aquellos que tienen hambre y sed de justicia la verdadera razón de la angustia actual del mundo: que es el día de la venganza del Señor en el actual orden mundial bajo la dirección de Satanás.

No obstante, nuestro mensaje se quedará muy lejos de lo que el Señor quiere que sea, a menos que también expliquemos el propósito por el cual Dios ahora manifiesta su ira es que, una vez que el orden actual sea totalmente conmovido y desechado, ofrecerá a las personas la salvación eterna a través del reino de Cristo. Si bien el Señor ha venido “con venganza”, también ha venido para “salvarte”. ¡Qué bendita y completa salvación será, como se nos señala en los versículos restantes del capítulo!

“Entonces, los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos serán destapados. Entonces el cojo saltará como un ciervo y la lengua del mudo cantará. … Y habrá allí calzada y camino, y será llamado Camino de Santidad; no pasará por él inmundo; y habrá para ellos en él quien los acompañe, de tal manera que los insensatos no yerren. No habrá allí león, ni bestia fiera subirá por él, ni allí se hallará, para que caminen los redimidos. Y los redimidos de Jehová volverán, y vendrán a Sión con alegría; y gozo perpetuo será sobre sus cabezas: y retendrán el gozo y alegría, y huirá la tristeza y el gemido” (Isa. 35:5-10).

PROBLEMAS, LUEGO LAS ALEGRÍAS DEL REINO

Muchas de las profecías que describen los problemas del día de la venganza de Dios van seguidas de una hermosa descripción de las bendiciones del reino de Cristo. Así, en la imagen de las nubes oscuras de “tiempos de problemas”, los profetas también revelan su “lado bueno”. Esta secuencia de pensamiento de encuentra en los capítulos 24 y 25 de Isaías.

Ya hemos citado considerablemente del capítulo 24 los esfuerzos inútiles de las personas de escapar de los problemas que les sobrevienen y sobre la conmoción de la tierra simbólica. Luego, es en el capítulo 25 en donde encontramos el reino justo del Señor, simbólicamente descrito como un “monte” sobre el que citamos a continuación.

“Y Jehová de los ejércitos hará en este monte a todos los pueblos convite de engordados, convite de purificados, de gruesos tuétanos, de purificados líquidos. Y deshará en este monte la máscara de la cobertura con que están cubiertos todos los pueblos, y la cubierta que está extendida sobre todas las gentes. Destruirá a la muerte para siempre; y enjugará el Señor toda lágrima de todos los rostros: y quitará la afrenta de su pueblo de toda la tierra: porque Jehová lo ha dicho. Y se dirá en aquel día: He aquí este es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salud. (Isa. 25:6-9).

Qué contentos estamos de que, además de las bendiciones de prosperidad, salud y vida que serán proporcionadas a través de las agencias del reino, deshará “la máscara de la cobertura con que están cubiertos todos los pueblos, y la cubierta que está extendida sobre todas las gentes”. Esta “cobertura” y “cubierta” parecen referirse claramente a las influencias cegadoras de Satanás, el gran engañador de la humanidad. Él es el “dios de este siglo” que “cegó los entendimientos” de las personas. (2 Cor. 4:4).

No obstante, cuando las bendiciones de Dios comiencen a fluir del “monte” del Señor, Satanás será atado, dejándolo sin poder. En lugar de que las influencias oscuras de su malvado gobierno impidan al pueblo conocer a Dios, el conocimiento de la gloria divina llenará toda la tierra “como las aguas cubren la mar”. (Ap. 20:1,2; Hab. 2:14).

La atadura de Satanás también tendrá como resultado que se quite la “afrenta” del pueblo de Dios. A través de sus agentes caídos, y a menudo involuntarios, Satanás se ha opuesto y ha perseguido al pueblo de Dios durante todos los siglos. Por esta razón, los justos han sufrido, pero esto también cambiará. Con la atadura de Satanás, y finalmente destruido, los justos “florecerán” y para ellos habrá una “muchedumbre de paz” para siempre. (Sal. 72:7).

No es de extrañar que la respuesta feliz del pueblo a las bendiciones del reino sea: “He aquí este es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salud”. El mismo pueblo es representado en Isaías 26:12,13 cuando dice: “Jehová, tú nos depararás paz; porque también obraste en nosotros todas nuestras obras. Jehová Dios nuestro, señores se han enseñoreado de nosotros fuera de ti; mas en ti solamente nos acordaremos de tu nombre”.

Uno de los “señores” que ha tenido dominio sobre gran parte del mundo de la humanidad es el dios del orgullo y la realización personal. El punto de vista de la mayoría, incluso de aquellos que profesan creer en la Biblia, es que todo lo que sea paz y justicia que pueda establecerse en la tierra, se logrará con el esfuerzo humano. Únicamente aquellos a los que se les ha dado a conocer los misterios del reino de Dios fueron liberados de este dios de la realización personal. Estos saben que la única esperanza para el mundo se encuentra en la promesa de que “El celo de Jehová de los ejércitos hará esto”. (Isa. 9:7).

Cuando las bendiciones del reino comiencen a fluir hacia el pueblo, reconocerán rápidamente la impotencia de sus antiguos “señores” y se regocijarán en el verdadero Dios de su salvación. Qué maravilloso es saber esto con anticipación y poder decirle a un mundo lleno de miedo “no temáis”, porque mientras los esfuerzos de sus líderes humanos sigan fracasando, el Dios del Cielo, a través del nombramiento de Cristo “vendrá, y os salvará”, no solo del tiempo actual de angustia y problemas, sino también de la muerte y la tumba, porque se “Destruirá a la muerte para siempre” y “enjugará toda lágrima de todos los rostros”.

Así, mientras las nubes de la tormenta se acumulan y se vuelven cada vez más ominosas y amenazantes, no temeremos, pero nos recuerdan las palabras de Jesús, “Y cuando estas cosas comenzaren ahacerse, mirad, y levantad vuestras cabezas, porque vuestra redención [liberación] está cerca”. (Lucas 21:28). Esto no significa que nos regocijemos al ver que el sufrimiento humano aumenta. En su lugar, nuestra alegría está en el hecho de que pronto este período de grandes problemas finalizará. Entonces, no habrá más muerte, pena, llanto o dolor, “porque las primeras cosas son pasadas” (Ap. 21:4).

El actual problema destructivo es como el bisturí del cirujano que extirpa un tumor maligno que está matando a un paciente. Bajo el mando de Satanás, el pecado y el egoísmo produjeron un orden social que, si se le permite continuar, tarde o temprano conducirá a la destrucción de la propia raza humana. No obstante, Dios tiene el control total y, como se promete en las Escrituras, interviene exactamente en el momento indicado para salvar a las personas, y esto es algo que por lo que podemos regocijarnos.

Podemos alegrarnos porque pronto Dios responderá la plegaria ofrecida por millones durante los últimos dos mil años “Venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra, como en el cielo”. (Mat. 6:10). Una expresión más detallada de este mismo sentimiento está contenida en una oración de David, que dice:

“Dios tenga misericordia de nosotros, y nos bendiga; Haga resplandecer su rostro sobre nosotros. Para que sea conocido en la tierra tu camino, En todas las gentes tu salud. Alábente los pueblos, oh Dios; Alábente los pueblos todos. Alégrense y gócense las gentes; Porque juzgarás los pueblos con equidad, Y pastorearás las naciones en la tierra. Alábente los pueblos, oh Dios; Alábente los pueblos todos. La tierra dará su fruto: Nos bendecirá Dios, el Dios nuestro. Bendíganos Dios, Y témanlo [venérenlo] todos los fines de la tierra”. (Sal. 67:1-7).

Cuando esta plegaria sea respondida, las personas sabrán que la apertura de las “ventanas de los cielos” ya no producirá la conmoción que tiene como resultado el “terror”, “sima” y el “lazo”, ni el azote de una pandemia mundial, los estragos de la guerra o la angustia de la incertidumbre económica. En su lugar, habrá una apertura de otra “ventana” gloriosa que tendrá como resultado la alegría eterna de la humanidad. Para aquellos que obedezcan voluntariamente las justas leyes del reino, la Biblia promete que Dios afirma: “abriré las ventanas de los cielos, y vaciaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde”, (Mal. 3:10). ¡Sigamos rezando por ese glorioso día!



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba