EVENTOS SOBRESALIENTES DEL ALBA

La Resurrección
Primicias y Postrimerías

“Más ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho.”
—1 Corintios 15:20

MIENTRAS SEGUIMOS viendo la forma en la que la humanidad lucha contra la maldición adámica de pecado y muerte, debemos encontrar consuelo de la Palabra de la Verdad sagrada de Dios. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna.”. (Juan 3:16) Tanto el regalo del Hijo de Dios unigénito como el Redentor del hombre y su resurrección de la muerte, tal como se confirma en nuestro texto de apertura, son de vital importancia en el gran plan de las edades que el Creador está elaborando para la bendición final para la raza humana.

La Biblia nos garantiza que los todos los propósitos de Dios se llevarán a cabo con éxito. (Isa. 55:11) Fue el plan del Padre que Jesús renunciara a su vida humana perfecta para redimir a Adán y a su posteridad. (Marcos 10:45; Rom. 5:12,19; 1 Cor. 15:21,22) No obstante, esto no fue suficiente para proporcionarle a la humanidad una esperanza renovada de por vida. Jesús también tendría que ser resucitado, porque un Mesías muerto no podría completar la tarea de reconciliar al mundo con Dios.

PRUEBAS INDUBITABLES

La Biblia nos informa que Jesús, luego de su resurrección, se mostró ante sus apóstoles “con muchas pruebas indubitables” durante cuarenta días. (Hechos 1:3) Más tarde, Pablo hizo una lista de muchas de ellas y añadió “Y el postrero de todos, como a un abortivo, me apareció a mí”. (1 Cor. 15:3-8) Cuando Jesús se mostró ante los demás testigos, se materializó en un cuerpo de carne para permitirles que lo vean y se comuniquen con él, pero en el caso de Pablo, se realizó un milagro de carácter distintivo.

El apóstol Juan escribió: “aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él apareciere [Cristo], seremos semejantes a él, porque le veremos como él es”. (I Juan 3:2) Se le promete una resurrección a toda la iglesia, incluso a Pablo, y la exaltación a la “gloria, honra e inmortalidad”, así como asociarse a Jesús, compartiendo su gloria celestial. (Rom. 2:7; 8:16,17) Esto es lo que implica ser “nacido del Espíritu”. (Juan 3:5,6) Al nacer del espíritu, será posible ver a Jesús “como es”. Respecto a nuestra comprensión humana, aquellos que serán de su clase serán cambiados en la resurrección a una nueva naturaleza, la naturaleza divina.—Fil. 3:20,21; 2 Pe. 1:2-4

No obstante, Pablo explica que vio a Jesús resucitado como “como a un abortivo”. En otras palabras, Paul vio un poco del Jesús divino, aunque él mismo no había alcanzado el nacimiento Espiritual. Solo fue una visión momentánea del Maestro en su gloria y solo fue posible por un milagro. Incluso así, el brillo de aquello que vio encegueció a Pablo. Fue un testimonio convincente de que Jesús se había resucitado de entre los muertos, un testimonio que, complementando aquel de los demás testigos “indubitables”, sirvió para corroborar esta verdad fundamental para todos quienes tenían “oídos para oír”.

De esta forma, sin incertidumbre, la seguridad de Pablo ha llegado a través de los siglos, incluso hasta nuestro día, respecto a que “Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos”. Esta es una verdad bendecida y creer en ella es esencial para ser un cristiano. No obstante, por más extraño que parezca, han existido algunos seguidores de Cristo declarados relacionados con la iglesia que no han creído en la resurrección de los muertos.

Hubo algunos de ellos en la iglesia en Corinto, el grupo en función del cual se escribió este maravilloso capítulo sobre la resurrección. (1 Cor. 15:12) Pablo indica que estos no creyeron para nada en la resurrección y que, si bien posiblemente no habían aplicado su incredulidad a Jesús, él muestra que significaría justamente esto, ya que si en el plan de Dios no se hace ninguna provisión para la resurrección de los muertos entonces “Cristo tampoco resucitó”. Asimismo, el apóstol añade: “Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe—Vv. 13,14

Jesús murió para redimir al hombre de la muerte, pero el Redentor muerto no pudo restaurar a aquellos por los que murió. Si Cristo no fue resucitado de entre los muertos, no existe un “simiente” de promesa para bendecir a todas las familias sobre la tierra y nadie para cumplir todas las promesas Mesiánicas que recibieron los profetas. (Gál. 3:8,16) Si Cristo no fue resucitado, nunca puede haber un reino mundial de paz bajo su gobierno justo. (Isa. 9:6,7; Ap. 11:15) Qué importante que es, de hecho, la resurrección de Jesús en la ejecución de los propósitos de Dios. Este es un bien ejemplo de la forma en la que todo el plan de Dios se mantiene en pie. No podemos rechazar una parte de él sin dañar su totalidad.

El hecho de que Jesús haya sido resucitado de entre los muertos es en sí misma una maravillosa verdad, pero su plenitud de significado es enfatizado por Pablo en la afirmación de que él se ha vuelto las “primicias de los que durmieron fue hecho”. Simplemente, esto significa que, dado que Jesús fue resucitado de entre los muertos, todos los demás que se encuentran dormidos en la muerte serán despertados, tanto los de la clase de la iglesia como el mundo, “cada uno en su orden”.—1 Cor. 15:23

FRUTOS DE LA COSECHA

Al hablar sobre la esperanza de un futuro período de juicio “con justicia”, el cual requiere el despertar de los muertos, Pablo declaró que Dios “dando fe a todos con haberle levantado [Cristo] de los muertos”. (Hechos 17:31) Como hemos notado, el apóstol dice que Jesús fue hecho “primicias de los que durmieron” en estado de muerte. Este término primicias es muy significativo y es uno de los que Pablo tomó prestado del Antiguo Testamento.

En el uso de este simbolismo, nos ha hecho saber otra verdad importante. En los acuerdos divinos con la nación de Israel, Dios recibió los primeros frutos de cada cosecha como un ofrecimiento para él. (Lev. 23:9-11) Este Jesús prefigurado, quien como las “primicias” también fue ofrecido al Padre Celestial. Esto fue, en su caso, un ofrecimiento de él mismo y en relación con este ofrecimiento, fue la voluntad divina que él debiera morir como el Redentor de la iglesia y del mundo. Jesús fue, simbólicamente hablando, “plantado” en la muerte y, como un grano de trigo, cayó en la tierra. Durante su ministerio en la tierra, él explicó que, si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, él solo queda; más si muriere, mucho fruto lleva. (Juan 12:24), Jesús, al ser plantado en la muerte, no se quedó solo. Fue resucitado de entre los muertos y fue hecho las “primicias” de aquellos que durmieron. De esta forma, habrá una gloriosa cosecha de todos quienes están en sus sepulcros, las “postrimerías”, porque a su debido tiempo oirán su voz y “saldrán a resurrección de vida”—Juan 5:28,29

En algunos cuadros del Antiguo Testamento se hace referencia a “las primicias de los primeros frutos de tu tierra”. (Éxodo 23:19) Los israelitas vieron las primicias como una indicación y promesa de que una mayor cosecha aún por venir a medida que avanzaba el año. De forma similar, aquellos que creen en la labor redentora de Jesús lo ven como la esperanza para que todo el mundo de la humanidad sea devuelto a la vida, como Dios ha prometido a través de su Palabra. La Escritura anterior también posee un cumplimiento simbólico. Jesús es lo “las primicias de los primeros frutos”, pues también se habla sobre su verdadera iglesia como un ser de la clase de las primicias. (Sant. 1:18; Ap. 14:4) Como Jesús, estas se ofrecen ellas mismas a Dios y son “plantados juntamente en él a la semejanza” de la muerte de Cristo. (Rom. 6:5) Toda la clase de primicias es exaltada a la inmortalidad en “la primera resurrección,” habiendo obtenido la “gloria de los celestiales”—Ap. 20:6; 1 Cor. 15:40

TRAER PRIMICIAS

Existe otra clase sobre las primicias que deseamos considerar. Se encuentra en Levítico 23:10 “Habla a los hijos de Israel y diles: «Cuando entréis en la tierra que yo os daré, y seguéis su mies, entonces traeréis al sacerdote una gavilla de las primicias de vuestra cosecha.”—La Biblia de las Américas

Este versículo destaca la obligación de Israel de darle a Dios las primicias de la tierra de la promesa al entrar en ella. Tomando la instrucción de la afirmación de Pablo respecto a que estas cosas fueron un ejemplo para nosotros, buscamos la lección espiritual en él. (1 Cor. 10:11) Como seguidores de los pasos del Maestro, nosotros moramos en el espíritu de nuestras mentes, en la tierra del reposo prometido, estando seguros de que “Los que hemos creído entramos en ese reposo” (Heb. 4:3, LBLA) Habiendo entrado en este cielo espiritual, ¿qué “primicias” tenemos para ofrecerle a nuestro Padre Celestial?

Primero, hemos sido invitados a ofrecernos a nosotros mismos y guiados en esa labor por voluntad de Dios. “En el ejercicio de Su voluntad, Él nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que fuéramos las primicias de Sus criaturas”. (Sant. 1:18, LBLA) Pablo aclara más las primicias. “Nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, aun nosotros mismos gemimos en nuestro interior, aguardando ansiosamente la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo”. —Rom. 8:23, LBLA

Como se alude en el versículo anterior, los seguidores de los pasos de Cristo disfrutan una única bendición. Ellos son los primeros en dar los frutos del Espíritu de Dios. Esta fructificación es diversa en sus manifestaciones. Nos dicen “El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio”. (Gál. 5:22,23, LBLA) Que tales cualidades de carácter puedan florecer de forma abundante en el tiempo presente de prueba y dificultad es una gloria para Dios. Como Jesús indicó: “En esto es glorificado mi Padre, en que deis mucho fruto, y así probéis que sois Mis discípulos.” Juan 15:8, LBLA

Dar los frutos del Espíritu también tiene otros efectos benditos. A medida que manifestamos más tales frutos en nuestras vidas, se transmiten bendiciones a otros en el estrecho camino del sacrificio mientras disfrutamos de la comunión cristiana con ellos. Ellos son alentados y reconfortados por nuestro fruto espiritual y nosotros por ellos. Además, es una bendición para todos aquellos con los que tenemos contacto cada día. Por esta razón, nos esforzamos por dejar que nuestra “Así brille vuestra luz delante de los hombres”—Mat. 5:16

“Porque Dios no es injusto como para olvidarse de vuestra obra y del amor que habéis mostrado hacia Su nombre, habiendo servido, y sirviendo aún, a los santos”. (Heb. 6:10, LBLA) Nuestros frutos no quedarán sin apreciar ni recompensar, pero acumulará el tesoro Jesús habló: “No os acumuléis tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre destruyen, y donde ladrones penetran y roban. Sino acumulaos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre destruyen, y donde ladrones no penetran ni roban; porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón”—Mat. 6:19-21, LBLA

Si ahora sembramos las primicias del Espíritu en experiencias difíciles, cosecharemos alegremente. El salmo habla poéticamente sobre esto. “Los que siembran con lágrimas, segarán con gritos de júbilo. Él que con lágrimas anda, llevando la semilla de la siembra, en verdad volverá con gritos de alegría, trayendo sus gavillas”. (Sl. 126:5,6, LBLA) En la resurrección, volveremos nuevamente con gritos de alegría y traeremos nuestras primicias para ponerlas delante de nuestro Rey en los Cielos.

ORDEN DIVINO

Tal como hemos notado, el término “primicias” implica postrimerías, por lo que el apóstol Pablo deja claro que Jesús y su iglesia no son los únicos resucitados de entre los muertos. “Porque, de la misma manera que todos murieron en Adán” escribe, “también en Cristo todos volverán a la vida”. (1 Cor. 15:22, Nuevo Testamento de Williams) No obstante, hay un orden divino para esto. Como podría esperarse naturalmente, las “primicias”, habiendo demostrado su fidelidad al entregar su vida al servicio del Señor durante la presente Era del Evangelio, recibirán “la primera resurrección”. “La segunda muerte no tiene potestad en éstos” porque ellos recibirán la “naturaleza divina”. (Ap. 20:4-6) Luego de que la primera resurrección se haya completado, entonces el redentor de la humanidad, las postrimerías, resucitará de entre los muertos. (1 Cor. 15:23) De esta forma, su resurrección se realizará durante el reinado de mil años de la clase de Cristo, miembros de la cabeza y el cuerpo. “Porque es menester que él reine, hasta poner a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será deshecho, será la muerte”.—Vv. 25,26

Durante la resurrección, Pablo explica que algunos recibirán cuerpos “celestiales”, mientras que otros recibirán cuerpos “terrestres” o humanos. (Vv. 40) Esta es la clase de las primicias que es exaltado con la gloria celestial en la resurrección. De aquellos en esta clase Pablo escribe: “Se siembra cuerpo animal, resucitará espiritual cuerpo”.—Vv. 44

El “primer hombre, es de la tierra”. Adán tuvo un cuerpo natural, que fue perfecto hasta que pecó. “El segundo hombre que es el Señor, es del cielo” de quien Pablo también dice “en espíritu vivificante [que da vida]”. (Vv. 45-47) La esperanza de aquellos que desean seguir fielmente los pasos del Señor Jesús será exaltada con gloria celestial y relacionado con “el postrer Adam” como aquellos que dan vida al resto de la humanidad. “La carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios” escribe Pablo. (Vv. 50) Esto hace referencia a las primicias, que heredan el gobierno del reino, con una recompensa celestial. Todas las personas del reino serán resucitadas “carne y sangre” como seres humanos. Esta consumación del plan de Dios debe esperar hasta que aquellos de la clase de las primicias hayan sido exaltados con gloria. Pablo escribe respecto a la gloriosa conclusión de estas cosas: “Entonces se efectuará la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte con victoria”. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿dónde, oh sepulcro, tu victoria?—1 Cor. 15:54,55; Isa. 25:8 Os. 13:14

Aquellos que son resucitados en el reino de mil años de Cristo como seres humanos recibirán tiempo para ser “enseñados de Dios” y aprender sus formas. (Isa. 54:13; Juan 6:45) Toda la reflexión de las palabras de Pablo en 1 Corintios es que durante ese período, todos los que no componen las “primicias” celestiales de la resurrección tendrán, sin embargo, la oportunidad de aceptar a Cristo y obedecer las leyes de su reino y, de esta forma, vivir para siempre en una tierra restaurada y perfecta.

Para que esto sea de esta forma, será necesario que la humanidad sea despertada del sueño de la muerte. Pablo escribe que Dios “todos los hombres sean salvos, y que vengan al conocimiento de la verdad” (1 Tim. 2:4) El cumplimiento de esto comenzará con el despertar de la humanidad del sueño de la muerte que dio como resultado la transgresión de Adán. Una vez resucitados de la muerte, serán iluminados y aprenderán todo sobre los principios de rectitud de Dios. Aquellos que se conviertan en suyos durante ese tiempo, a través de la creencia y obediencia al corazón, serán restaurados a la perfección de la vida y vivirán para siempre.

VICTORIA SOBRE LA MUERTE

La “victoria” sobre la muerte de la iglesia y el mundo es posible solo a través de Cristo y porque se entregó a sí mismo en la muerte como un “rescate por todos”. (1 Tim. 2:5,6) Esta victoria se manifiesta en la resurrección y es mediante el sacrificio del perfecto “Jesucristo hombre” que la esperanza de la vida futura para todos los que han muerto se hace posible, así como por la desobediencia del perfecto hombre Adán, la muerte fue traída al mundo.

Qué importante es que continuemos firmes en estas simples verdades del plan de Dios, centrados en Cristo. “Porque participantes de Cristo somos hechos, con tal que conservemos firme hasta el fin el principio de nuestra confianza”. “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es vano”.—Heb. 3:14; 1 Cor. 15:58

En la actualidad no hay muchos que le prestarán atención a este mensaje hermoso y simple. Sin embargo, esto también era cierto en la época de Pablo. Siempre ha sido verdad y continuará de esa forma hasta que Satán esté atado y ya “no engañe más a las naciones”. (Ap. 20:3) No obstante, los designios de Dios se están cumpliendo. La parte más importante de esto para los hijos de Dios es nuestra propia preparación para asociarnos a Jesús en la labor del reino demostrando ser dignos de ser parte de la clase de “primicias”.

EN SÍNTESIS

La esencia de esta lección se expresa en nuestro texto temático: “Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho”. Otros han sido despertados del sueño de la muerte de forma temporal, pero subsecuentemente murieron nuevamente, como el caso de Lázaro. (Juan 11:1-44) No obstante, respecto a Jesús, Pablo dice: “Sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de entre los muertos, ya no muere: la muerte no se enseñoreará más de él”. El mismo Señor resucitado también testificó: “Y el que vivo, y he sido muerto; y he aquí que vivo por siglos de siglos, Amén.—Rom. 6:9; Ap. 1:18

Las Escrituras nos aseguran que pronto el glorioso reino de promesa se manifestará a sí mismo con “grande poder y gloria” para la bendición de todas las familias de la tierra. (Isa. 40:5; Mat. 24:30) Con esto se garantiza que la paz y la buena voluntad pronto se establecerán en toda la tierra y que, el pecado, el egoísmo, la enfermedad y la muerte serán destruidos. Además, la Biblia promete que todos aquellos que han muerto serán despertados del sueño de la muerte, que ellos también podrían compartir las bendiciones del reino Mesiánico. Todas estas esperanzas, y más, son aseguradas porque Jesucristo murió como el Redentor del hombre y fue resucitado de entre los muertos por el gran poder de Dios.

Con toda seguridad, la Biblia promete que se acerca un nuevo día de oportunidades para todos, que Dios ha hecho cierto mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos. Citando una vez más las palabras de Pablo, afirma respecto a Dios: “Porque Él ha establecido un día en el cual juzgará al mundo en justicia, por medio de un Hombre a quien ha designado, habiendo presentado pruebas a todos los hombres al resucitarle de entre los muertos”. (Hechos 17:31, LBLA) ¡Regocijémonos en estas maravillosas verdades contenidas en la Palabra de Dios!



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba