ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección Cuatro

Muchos creen en Pentecostés

Versículo Clave: “Se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración.”
—Hechos 2:42, La Biblia de las Américas

Escrituras Seleccionadas:
Hechos 2:32-47

Nuestro versículo clave transmite la emoción compartida entre los creyentes quienes constituyeron la recién fundada Iglesia Cristiana. Se dedicaron de lleno al aprendizaje de la nueva doctrina, fundada en Cristo, el cual iluminó las Escrituras del Antiguo Testamento. Ahora comprendieron que el Mesías tuvo que sufrir primero y luego entrar en su gloria. Estas nuevas revelaciones fueron el tema de su comunión diaria, incluso cuando se reunían y partían el pan juntos. Su relación con Dios adquirió toda una nueva dimensión en las oraciones que ofrecían, ya que se les concedió el privilegio de dirigirse a él con el reconocimiento inicial, “Nuestro Padre”. —Mat. 6:9

“Sobrevino temor a toda persona; y muchos prodigios y señales eran hechas por los apóstoles”. (Hechos 2:43, LBLA) El registro de la Escritura nos deja impregnar la atmósfera del asombro que los discípulos disfrutaron en ese momento. El derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés permitió las enseñanzas, señales, maravillas, comunión y las oraciones. Pedro confirmó que todos estos sucesos extraordinarios eran el resultado de un hecho muy importante, la resurrección de Jesucristo de entre los muertos. “A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Así que, exaltado a la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís”. —Versículos 32,33, LBLA

Si bien ya casi veinte siglos de distancia de los sucesos de Pentecostés, seguimos regocijándonos con sus bendiciones incluso ahora. Aún disfrutamos del gran consuelo de orar a Dios, nuestro Padre Celestial. El Espíritu Santo sigue dirigiendo la Iglesia. “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios. Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino que habéis recibido un espíritu de adopción como hijos, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!” (Rom. 8:14,15, LBLA) Pablo enfatiza este punto nuevamente, “Porque sois hijos, Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo a nuestros corazones, clamando: ¡Abba! ¡Padre! —Gá. 4:6, LBLA

Aún participamos en las bendiciones de la comunión con nuestros hermanos en Cristo. Somos privilegiados al consolarlos con el mismo consuelo que recibimos de nuestro Padre en el Cielo. (II Cor. 1:3-7) Somos uno en espíritu y en nuestra misión porque “porque por medio de Él los unos y los otros tenemos nuestra entrada al Padre en un mismo Espíritu. Así pues, ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino que sois conciudadanos de los santos y sois de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular en quien todo el edificio, bien ajustado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor, en quien también vosotros sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu”. —Ef. 2:18-22, LBLA

Seguimos disfrutando la iluminación de las Escrituras por el trabajo del Espíritu Santo en nuestros corazones. Las palabras de Jesús nos dijo aún son espíritu y vida. (Juan 6:63) Todas estas bendiciones son relevantes para nosotros hoy como lo fueron para nuestros hermanos hace dos milenios. Por lo tanto, tal como lo registra nuestro Versículo Clave, puede que encontremos alegría y emoción a través de la comunión, el estudio, la comunidad y la oración continuos cada día de nuestras vidas.



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba