ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección Tres

Justificación por la fe

Versículo Clave: “¿Qué dice la Escritura? Abraham le creyó a Dios, y le fue contado por justicia.”
—Romanos 4:3

Escrituras Seleccionadas:
Romanos 4:1-12

En la lección de hoy, Pablo menciona a Abraham para ilustrar que, debido a su naturaleza pecaminosa heredada, incluso él era incapaz de estar a la altura del estándar de justicia absoluta de Dios. (Rom. 3:10). Sin embargo, debido a su obediencia por medio de la fe a las instrucciones del Padre Celestial, a Abraham se le concedió acceso y comunión con su exaltado Creador. (Rom. 4:1,2)

Nuestro versículo clave dice que, debido a la fe de Abraham en Dios, fue reconocido como justo. Abraham siguió las instrucciones divinas y fue llamado “el amigo de Dios”. (Santiago 2:23). El registro inicial de esta relación comenzó cuando el Padre Celestial le pidió que dejara a su propia gente y viajara a una tierra lejana. (Gen. 12:1-3). Pablo relata que, cuando Abraham recibió este llamado, obedeció y salió “sin saber a dónde iba”. (Heb. 11:8). Se asoció una maravillosa promesa a este llamamiento, en el sentido de que, a través de su descendencia, todas las familias de la tierra serían bendecidas.

“Esperando incluso cuando parecía cerrado el camino a la esperanza, creyó Abraham que llegaría a convertirse en padre de muchos pueblos, según lo que Dios le había prometido: ‘Así será tu descendencia’. Y no vaciló en su fe, aun siendo consciente de que su cuerpo carecía ya de vigor —tenía casi cien años— y de que el seno de Sara era ya incapaz de concebir. Lejos de hacerle caer en la incredulidad, la promesa de Dios robusteció su fe. Reconoció así la grandeza de Dios y manifestó su plena convicción de que Dios tiene poder para cumplir lo que promete. Esto, por lo tanto, le valió para ser reconocido como justo. Y, cuando se escribió que ‘le valió’, esto no se refiere únicamente a él”. (Rom. 4:18-23)

Abraham tuvo otros hijos de Agar y, posteriormente, a través de Keturah, pero su obediencia fue severamente probada cuando Dios le ordenó que pusiera a su hijo prometido sobre un altar y lo ofreciera como sacrificio. Cuando Abraham estaba a punto de cumplir este mandato, su mano se detuvo. Se proporcionó un carnero en un matorral, que ofreció en lugar de su amado Isaac, quien había nacido del vientre de su esposa Sara, como la simiente prometida por Dios. (Gén. 22:1-13)

La narración anterior ilustra el hecho de que nuestro amoroso Padre Celestial ofrecería a su Hijo unigénito, Jesús. El sacrificio de Dios de su amado Hijo es el pago del precio de rescate por Adán y toda su descendencia, que han estado bajo la maldición del pecado y la muerte. (Marcos 10:45)

Abraham vivió y murió siglos antes de que nuestro Señor dejara los atrios del cielo y viniera a la tierra, proporcionando así los medios para la salvación humana. Al prepararse para ofrecer a su hijo Isaac como sacrificio, dedujo que Dios podía resucitarlo de entre los muertos, a fin de cumplir la promesa de que, a través de su simiente, todas las familias de la tierra serían bendecidas. “Por la fe, Abraham, puesto a prueba, se dispuso a ofrecer a Isaac en sacrificio; el depositario de las promesas debía sacrificar a su hijo único, aquel de quien Dios le había dicho: ‘Isaac asegurará tu descendencia’”. (Heb. 11:17,18)



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