ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA |
Lección Uno
Diez leprosos sanados
Versículo Clave: “Y le dijo: Levántate y vete. Tu fe te ha salvado.” Escrituras Seleccionadas: |
Durante los tiempos bíblicos, la lepra se consideraba una enfermedad infecciosa e incurable. Conforme a la ley mosaica, se requería que los leprosos permanecieran aislados y, en consecuencia, por lo general, dependían de su familia o de los actos de caridad de otras personas para poder mantenerse. “El enfermo de lepra andará con sus vestidos rasgados y con el pelo de su cabeza suelto; se cubrirá la parte inferior de su rostro y pregonará ‘¡soy impuro!, ¡soy impuro!’. Todo el tiempo que le dure la lepra será impuro y, en cuanto impuro, tendrá que vivir aislado; su morada estará fuera del campamento”. (Lev. 13:45,46).
En la lección de hoy, Jesús estaba viajando a Jerusalén por Samaria y Galilea cuando se encontró con diez leprosos que clamaron por su misericordia, después de lo cual les indicó que aparecieran frente al sacerdote. Deben haber tenido cierta fe en la capacidad del Maestro para curarlos de esta enfermedad, porque obedecieron sus instrucciones. Una vez que llegaron a los sacerdotes, se los consideró curados y se les permitió regresar con su familia y sus amigos. (Lucas 17:11-14).
“Uno de ellos, al verse curado, regresó alabando a Dios a grandes voces. Y, postrado rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba las gracias. Se trataba de un samaritano. Jesús preguntó entonces: ¿No fueron diez los que fueron sanados? Pues, ¿dónde están los otros nueve? ¿Sólo este extranjero ha vuelto para alabar a Dios?”. (Vv. 15-18).
En nuestro Versículo Clave, que sigue directamente al pasaje citado con anterioridad, Jesús declaró que la fe de este leproso lo había salvado. En realidad, fue el poder divino que ejerció Jesús el que efectuó esta sanación milagrosa.
Consideremos ahora dos lecciones de todo este episodio. Primero, la lepra parece ser una representación simbólica del pecado en el sentido de que nos deja debilitados, alejados y en una condición de desesperación. Un ejemplo vívido de esto es el hecho de que Adán, que fue creado perfecto, desobedeció la instrucción de Dios al comer del fruto prohibido y fue expulsado del paraíso edénico en el que vivía. Finalmente, murió después de vivir novecientos treinta años. (Gén. 5:5).
Sin embargo, el conocimiento previo divino sentó las bases para la recuperación final del hombre y una oportunidad para alcanzar la vida eterna. El propósito amoroso de Dios vendría a través del sacrificio fiel y perfecto de Jesucristo, quien pagó el precio de rescate para lograrlo. (Marcos 10:45; I Tim. 2:3-6).
Una segunda lección que podríamos obtener al considerar esta narrativa que involucra a los diez leprosos es la de expresar gratitud. De todos los leprosos que Jesús sanó, solo el samaritano regresó a Jesús y le agradeció por esta sanación milagrosa. Así también, sus miembros potenciales de la iglesia de la Era del Evangelio, como cristianos devotos, siempre alabarán y agradecerán a Dios por su inefable don de salvación por medio de Cristo. (Ef. 2:8).
Esperamos con ansias el cumplimiento de esa oración tan repetida: “Venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra, como en el cielo”. (Mat. 6:10). Qué glorioso resultado del magnífico plan de Dios para las edades, porque todos llegarán a conocer y adorar al Creador.