ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección Cuatro

Los justos vivirán

Versículo Clave: “He aquí que todas las almas son mías; tanto el alma del padre como el alma del hijo son mías; el alma que pecare, esa morirá.”
—Ezequiel 18:4

Escrituras Seleccionadas:
Ezequiel 18:1-9, 30-32

A diferencia de Jeremías, que profetizó en Judá y predijo su destrucción antes de ser llevado al cautiverio, el profeta Ezequiel recibió su encargo de Dios mientras estaba en Babilonia. (Ez. 1:1-3) Ezequiel advirtió a la casa de Israel sobre las consecuencias de su infidelidad a Dios. En los versículos que preceden a nuestro Versículo Clave, el profetizó: “La palabra del SEÑOR volvió a mí, y dijo “¿Qué quieres decir, que utilizas este proverbio sobre la tierra de Israel, que dice: los padres han comido frutas agrias, y los dientes de los hijos tienen dentera? Vivo yo, dice el Señor DIOS, que no tendrás más ocasión de usar este proverbio en Israel”.—Ez. 18:1-3

El pueblo de Israel había culpado a menudo de sus pecados al fracaso de sus antepasados. El Padre Celestial refutó esta lógica. A través de Ezequiel indicó que los individuos son responsables de sus propios pecados. Al continuar con el relato se dan varios ejemplos sobre la justicia de Dios, ilustrados por el hijo malvado de un hombre justo, el hijo justo de un padre malvado, un hombre malvado que se arrepiente y un hombre justo que abandona su justicia y comete iniquidad. (Vv. 5-24) En cualquiera de estas situaciones, Dios desea el arrepentimiento del que peca, y no tiene “placer” por la muerte de ningún individuo.—vv. 32

Como resultado de la desobediencia de Adán, “no hay justo”. Si Jesús no hubiese dado su perfecta humanidad como rescate para adquirir a toda la humanidad, nadie podría cumplir los requisitos del Padre Celestial para alcanzar la vida eterna.—Rom. 3:10; Sl. 49:7

Durante la presente Era Evangélica, aquellos que se han arrepentido del pecado, y que se consagran plenamente a hacer la voluntad del Padre Celestial, y que además se esfuerzan diligentemente por caminar en las huellas de Jesús, son considerados por Dios como justificados. (Rom. 8:1,28-30) Si son fieles al cumplimiento de sus votos de consagración, recibirán una recompensa celestial y asistirán al Maestro durante el reino venidero en la restauración de la humanidad al estado de perfección que Adán y Eva disfrutaron antes de ser desobedientes.

Una futura aplicación del principio de que “el alma que peque, morirá”, también ocurrirá cuando Satanás sea atado. Entonces la humanidad tendrá la oportunidad de alcanzar la perfección a través de la obediencia y vivir para siempre. En ese momento, todos serán responsables de sus propios actos porque estarán completamente iluminados en cuanto a las normas del Padre Celestial.—Jer. 31:30-34

Dios no desea deliberadamente la destrucción de las personas. “Tanto amó Dios al mundo, que le dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenarlo, sino para salvarlo”. (Juan 3:16,17) Nuestro Padre Celestial es un Dios de amor y compasión que ha dispuesto la salvación de todos los que desean entrar en armonía con su justa voluntad

Cuando toda la humanidad sea levantada de la tumba, cada uno tendrá la oportunidad de entrar en plena armonía con Dios. Aquellos que obedezcan de corazón sus justos preceptos “obtendrán gozo y alegría, y huirán del dolor y el suspiro”.—Isa. 35:1-10; Rev. 21:1-4



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