ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección Dos

Josué lidera Israel

Versículo Clave: “Y el SEÑOR dijo a Josué: Mira, te he entregado a Jericó y a su rey, y a sus valientes hombres.”
—Josué 6:2

Escrituras Seleccionadas:
Josué 5:13-15; 6:1-20

Si bien algunos pueden cuestionar la justicia de que se le haya dado a Israel una tierra que ya estaba ocupada por otros pueblos y naciones, debemos considerar el asunto desde el punto de vista de Dios. El Salmo 24:1 nos dice: “De Jehová es la tierra y todo lo que hay en ella, el mundo y todos los que viven en él”. (Nueva Versión Internacional en inglés [“New International Version”]). De esta y otras Escrituras, entendemos que Dios tiene el derecho de hacer con la tierra lo que le plazca. (Sl. 135:6). Mucho antes, Dios le había prometido esta tierra a Abraham y su posteridad. (Gén. 12:1-7). Después del Éxodo de Egipto, y su posterior viaje de cuarenta años por el desierto, los israelitas entraron en la tierra de Canaán, confirmando el poder de Dios para cumplir sus promesas.

Dar la tierra de Canaán a los descendientes de Abraham fue en parte un juicio sobre los cananeos pecadores. En Génesis 15:16, Dios dio un plazo para la transferencia de la tierra: “Tus descendientes volverán aquí pasadas cuatro generaciones, porque hasta entonces no se habrá colmado la maldad de los amorreos”. Esta declaración identifica el pecado como una de las razones por las que Dios arrebató la tierra a sus antiguos habitantes. Más tarde, cuando los israelitas se acercaron a la frontera de la Tierra Prometida, Moisés les dio la misma explicación. (Deut.9:4). Abraham no había heredado la tierra inmediatamente porque aún no era el tiempo del juicio, ni había un número suficiente de su descendencia para poseerla. Sin embargo, en el momento adecuado, Dios entregó la tierra a su pueblo elegido.

Después de la muerte de Moisés, llegó el momento de que los israelitas cruzaran el río Jordán y entraran en la tierra prometida. Dios seleccionó a Josué para liderar esta conquista. (Josué 1:1-4). El Señor tranquilizó a Josué con estas poderosas palabras, que también podemos afirmar: “Como estuve con Moisés, estaré contigo: No te dejaré ni te desampararé. Esfuérzate y sé valiente, porque a este pueblo le darás por herencia la tierra que juré a sus padres que les daría”. (Vv. 5,6; Heb. 13:5).

Después de entrar en Canaán, el pacto de la circuncisión se renovó de acuerdo con las instrucciones de Dios, eliminando así cualquier vestigio de reproche que quedaba de la antigua esclavitud de los israelitas en Egipto. (Josué 5:2-9). Mientras Josué estaba de pie ante los muros de Jericó, un ángel del Señor se le acercó, sosteniendo una espada en su mano y enunciando las palabras que se encuentran en nuestro versículo clave.

La captura de Jericó se llevaría a cabo de una manera peculiar. Durante seis días, los hombres armados de Israel debían recorrer la ciudad una vez al día. Serían seguidos por sacerdotes que llevarían el arca del pacto y por otros sacerdotes que tocarían trompetas. El séptimo día darían la vuelta a la ciudad siete veces y, después de un toque prolongado de las trompetas, Josué haría una señal a todo el pueblo de Israel para que gritaran. (Josué 6:3-21). Se requirió mucha fe de parte de Josué para dar esas instrucciones, así como fe entre el pueblo de Israel para seguir un plan aparentemente sin sentido. Sin embargo, “por la fe cayeron los muros de Jericó, después de rodearlos unos siete días”. (Heb. 11:30).

Como Israel fue fiel a Josué, seamos fieles a nuestro líder, Cristo Jesús, para que podamos decir con el apóstol Pablo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. (Fil. 4:13).



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