ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección Uno

Un profeta como Moisés

Versículo Clave: “El SEÑOR, tu Dios, levantará un profeta de entre medio de ti, de tus hermanos, como yo; a él oirán.”
—Deuteronomio 18:15

Escritura Seleccionadas:
Deuteronomio 18:15-22

Encontrar un apóstol hablando del cumplimiento de la profecía es una gran ventaja para protegerse contra el error y la incertidumbre. Tal es el caso cuando Pedro recita las palabras de nuestro versículo clave e identifica a este “Profeta” como Jesucristo. (Hechos 3:20-22). Pedro describe la semejanza de este profeta venidero no en forma de personalidad o naturaleza, sino en términos amplios de posición y trabajo. El apóstol Pablo se refiere a esta semejanza general cuando afirma que las experiencias de la nación de Israel, bajo el liderazgo de Moisés, fueron ejemplos, o tipos, para la instrucción y la advertencia a aquellos que vivirían bajo el liderazgo de Cristo. (1 Cor. 10:1-11).

Primero, notamos que Cristo es el profeta como Moisés, tal como se muestra en la Pascua. La institución de la Pascua, registrada en Éxodo 12:1-28, describe cómo los primogénitos de Israel fueron “pasados por alto” del pronunciamiento de la plaga de muerte, y que, como resultado, a ellos y al resto de los israelitas se les dio una nueva vida, libre de la esclavitud egipcia. El apóstol Pablo identifica al cordero pascual mayor como Cristo. (1 Cor. 5:7). Recordamos que la sangre del cordero de la Pascua sacrificado de los israelitas debía colocarse sobre los postes de las puertas y los dinteles de sus casas, para que se preservara la vida de los primogénitos. Por lo tanto, fueron “redimidos”. (Éxodo 13:15). Esta fue una figura de la realidad que vendría más tarde mediante la sangre preciosa de Cristo, la fuente de la verdadera redención. (2 Pe. 1:18-20). La sangre aplicada del cordero preservó la vida del primogénito y permitió a los israelitas escapar de la esclavitud, pero también necesitaban fuerza para el viaje por el desierto que les esperaba. Para cumplir con esto, Jesús les dijo a sus discípulos que él era el verdadero “pan del cielo”, una fuente de alimento espiritual para fortalecer a sus seguidores en su viaje consagrado. (Juan 6:27-58).

También vemos que Cristo es el profeta como Moisés en lo que respecta a la resurrección. Después de su liberación, los israelitas fueron perseguidos por el faraón y su ejército. No podían escapar por las aguas del Mar Rojo, y Dios los salvó al dividir las aguas para que las personas caminaran en forma segura hacia el lado opuesto en tierra seca. El faraón y sus ejércitos, al intentar seguirlos, fueron destruidos por las aguas. (Éxodo 14:1-31). El apóstol Pablo dice que todos los israelitas fueron “bautizados con Moisés en la nube y en el mar”, y, además, enseña que el bautismo es emblemático tanto de la muerte como de la resurrección. (1 Cor. 10:2; Rom. 6:3-5).

Cristo es el profeta como Moisés también en lo que respecta al logro de la vida mediante la ley de Dios. En esto, el orden de las experiencias de Israel es significativo. Después de la Pascua y su liberación a través del Mar Rojo, vino la entrega de la ley de Dios a Israel. Así también ocurre con el profeta más grande que Moisés. Después de la muerte de Jesús, el cordero pascual mayor, para la redención de la raza humana, tendrá lugar la posterior resurrección de toda la humanidad de entre los muertos durante su reino mesiánico. Luego, vendrá la entrega de la ley de Dios a todo el pueblo. Para Israel, el monte Sinaí era el lugar de la “gloria” de entrega de la ley. En el cumplimiento mayor, el monte Sion será el escenario de “la gloria más excelsa”. (2 Cor. 3:7-11). Bajo Moisés, una nación, Israel, fue liberada de Egipto y, luego, conducida al monte Sinaí para recibir la ley de Dios. Bajo Cristo, todas las naciones deberán ser liberadas de la esclavitud del pecado y la muerte, y deberán ser conducidas al simbólico monte Sion para recibir la ley de nuestro amoroso Padre Celestial. (Heb. 12:18-24; Isa. 2:2,3).



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