ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección Dos

Permanecer en el amor de Jesús

Versículo Clave: “Si obedecen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, así como yo he obedecido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.”
—Juan 15:10 Versión Autorizada del Rey Jacobo en inglés

Escrituras Seleccionadas:
Juan 15:4-17

En nuestro versículo clave, Jesús declara que su amor por nosotros depende de nuestra obediencia a sus mandamientos, tal como él había guardado todos los que recibió de su Padre. Como criaturas manchadas de pecado, a menudo, nos sentimos dispuestos a reaccionar de una manera rebelde contra los mandamientos de Dios, y el egoísmo puede hacernos resentir nuestra responsabilidad de obedecer sus leyes. Sin embargo, estas actitudes son una locura. Solo mediante la obediencia a la voluntad divina podemos encontrar la verdadera felicidad y la satisfacción.

El apóstol Juan habló fervientemente sobre esto: “Porque este es el amor de Dios, que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son una carga”. (I Juan 5:3, NKJV). Aquí, el apóstol hace dos observaciones profundamente resonantes. Primero, si decimos que amamos a Dios, debemos demostrarlo manteniendo sus mandamientos, es decir, viviendo una vida coherente con su voluntad. Segundo, los mandamientos de Dios no son una carga; más bien, son liberadores.

En este sentido, el salmista se sintió impulsado a hablar así: “La ley del SEÑOR es perfecta; restaura el alma. El testimonio del SEÑOR es seguro; hace sabio al sencillo. Los preceptos del SEÑOR son correctos; alegran el corazón. El mandamiento del Señor es puro; alumbra los ojos. El temor del Señor es limpio; permanece para siempre. Los juicios del SEÑOR son verdaderos y justos todos juntos. Son más cautivadores que el oro, más que mucho oro fino, más dulces que la miel, que la miel virgen del panal. Además, tu siervo está atento a ellos; y hay una gran recompensa si se respetan”. (Sl. 19:7-11, NKJV).

Hay una “gran recompensa” por guardar las leyes de Dios. Reconocemos una recompensa futura en su reino eterno. También hay bendiciones en la actualidad a través de la obediencia a Dios. Nuestra alma se convierte a su voluntad divina; nos hacemos sabios; nos regocijamos en las gloriosas promesas de las Escrituras; nuestros ojos están iluminados. Estos son tesoros invaluables ahora. Al obedecer los mandamientos de Dios, somos transformados día a día. No vivan como vive todo el mundo. Al contrario, transformen su forma de pensar. Así podrán saber qué es lo que Dios quiere, es decir, su voluntad buena, agradable y perfecta. (Rom. 12:2, Nueva Versión Internacional en inglés [“New International Version”]). Cuando se pone a prueba la voluntad de Dios en nosotros, como dice Pablo, encontramos que es buena, agradable y, en pocas palabras, perfecta.

Jesús comparó el proceso de nuestro crecimiento espiritual con el de dar fruto. “Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que tiene que permanecer en la vid, así tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto, porque, separados de mí, no pueden ustedes hacer nada. El que no permanece en mí es desechado y se seca, como las ramas que se recogen, se arrojan al fuego y se queman. Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran, y se les concederá. Mi Padre es glorificado cuando ustedes dan mucho fruto y muestran así que son mis discípulos”. (Juan 15:4-8, NKJV). No podemos dar fruto por nosotros mismos, sin importar cuánto nuestro orgullo humano pueda afirmar que sí podemos; solo podemos hacerlo a través de la fuerza que recibimos al permanecer en Jesús. Al llevar el fruto del espíritu en abundancia, glorificamos a nuestro Padre Celestial y somos bendecidos cada día en la medida en que vivimos nuestra fe. Que cada momento nos encuentre regocijándonos abundantemente mientras permanecemos en el amor de Jesús.



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba