ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección Cuatro

Un dios de justicia

Versículo Clave: “Porque Yo, el SEÑOR, amo el derecho, odio el robo y el mal. Fielmente, recompensaré a mi pueblo por sus sufrimientos y haré con ellos un pacto eterno.”
—Isaías 61:8

Escrituras Seleccionadas:
Isaías 61:8-11; 62:1-3

DURANTE los tiempos del Antiguo Testamento, los judíos tenían una relación única con Dios que los favoreció especialmente antes de que rechazaran a Jesús como su Salvador. Dios les dijo: “Solo a ustedes he conocido de todas las familias de la tierra”. (Amós 3:2)

El profeta Isaías predijo el ministerio terrenal de Cristo que involucraba a Israel. (Isa. 61:1,2) Durante el primer advenimiento de nuestro Señor, mientras leía en la sinagoga, se identificó como el cumplimiento de la profecía de Isaías. “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los que tienen el corazón roto; a pregonar libertad a los cautivos y recuperar la vista de los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor. Y cerró el libro, se lo dio nuevamente al ministro y se sentó. Y los ojos de todos los que estaban en la sinagoga estaban fijos en él. Y comenzó a decirles: ‘Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de ustedes’”. (Lucas 4:18-21)

El mensaje de Nuestro Señor estaba dirigido a aquellos humildes judíos que se dieron cuenta de su condición perdida, estaban listos para aceptarlo como el Mesías y deseaban convertirse en partícipes en la fase celestial del reino prometido de justicia. La reacción de muchos que escucharon las palabras de Jesús fue de incredulidad y hostilidad. Algunos deseaban matarlo, pero su hora de morir aún no había llegado, y él hábilmente pasó entre ellos y partió a otro lugar. (Vss. 28-30)

Como mediador entre Jehová e Israel, Moisés reveló la justicia de Dios y su palabra al darles la Ley. “Miren, les he enseñado las normas y los preceptos como el SEÑOR, mi Dios, me los ordenó, para que los pongan en práctica en la tierra donde van a entrar para tomar posesión de ella. Obedézcanlos puntualmente y, así, mostrarán a los demás pueblos lo sabios y prudentes que son. Cuando oigan hablar de sus leyes, dirán: ‘¡Qué sabiduría y sensatez tiene esa gran nación!’. ¿Existe, acaso, alguna nación tan grande que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está de nosotros el SEÑOR, nuestro Dios, cada vez que lo invocamos? ¿Y qué nación hay tan grande cuyos preceptos y normas sean tan justos como toda esta ley que yo les promulgo hoy?” (Deut. 4:5-8)

Nuestro versículo clave alude al disgusto de Dios con la iniquidad de Israel al presentarle ofrendas de animales manchados en lugar de dar lo mejor de sus rebaños. Así, el Señor ilustró el curso descarriado de su pueblo elegido como “robo y mal”.

La lección anterior debe estar profundamente arraigada en los corazones y las mentes de todos los seguidores consagrados de Cristo. En la actualidad, debemos ser fieles en el cumplimiento de nuestro encargo de predicar las buenas nuevas de salvación y manifestar la santidad en nuestro caminar. Al hacerlo, podemos tener la esperanza de promulgar el “pacto eterno” que resultará en bendiciones para toda la familia humana cuando el gobierno justo de Dios se establezca en la tierra.



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba