ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección Tres

Fe humilde

Versículo Clave: “Por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti; pero dí la palabra, y mi siervo será sano.” —Lucas 7:7

Escrituras Seleccionadas:
Lucas 7:1-10

LA escena de nuestra lección se estableció poco después del Sermón del Monte. “Después que hubo terminado todas sus palabras al pueblo que le oía, entró en Capernaum” (Lucas 7:1). Después de haber sido despreciado y rechazado en Nazaret, donde creció, Jesús hizo de Capernaum su “base de operaciones” durante su ministerio galileo. Pedro y otros de los discípulos de Jesús, muchos de los cuales eran pescadores, también hicieron su hogar en esa área porque estaba ubicada convenientemente en la costa del mar de Galilea.

El relato del capítulo 7 de Lucas explica que un centurión, capitán de la guardia romana en esa región, tenía un sirviente que le era muy querido, el cual había enfermado gravemente y estaba cerca de la muerte. El centurión gentil pidió a los líderes de la ciudad, que eran judíos, que enviaran a buscar a Jesús para que sanara a su siervo (vv. 2,3). Evidentemente había oído hablar de Jesús y de sus poderosos actos de curación, y probablemente era muy consciente de los milagros que Jesús ya había realizado en la región. —Lucas 4:31-41; 5:12-26; 6:6-11

No debe presumirse que el centurión no fue a encontrarse con Jesús personalmente para significar falta de respeto; más bien lo contrario, ya que sin duda sabía que Jesús era judío y se dio cuenta de que los judíos no debían tratar con gentiles (Deut. 7:1-6; Mat. 10:5; Hechos 10:28). Sin embargo, el centurión deseaba mucho que Jesús sanara a su siervo. De la narración es evidente que, aunque el centurión era un oficial del ejército romano, era un hombre de mente humilde, lleno de amabilidad y de buena reputación, incluso entre los judíos.

Los líderes de la ciudad buscaron a Jesús, y al encontrarlo, le explicaron que aunque el centurión era gentil, poseía un carácter noble y digno de que Jesús sanara a su siervo. Además declararon, “ama a nuestra nación, y nos edificó una sinagoga”. (Lucas 7:4,5). Al escuchar estos informes Jesús fue con los líderes de la ciudad y se puso en camino a la casa del centurión. Cuando se acercaban un sirviente vino a encontrarse con Jesús con este mensaje del centurión: “Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo.” —v. 6

Nuestro versículo clave indica que la fe del centurión era tan fuerte que lo único necesario era que Jesús “dijera una palabra” y su siervo sería sanado. Jesús expresó su asombro ante la gran fe del centurión diciendo a toda la gente: “Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.” Cuando los que habían venido a encontrarse con el Señor regresaron al hogar del centurión descubrieron que su sirviente había sido sanado. —vv. 9,10

Los milagros de nuestro Señor sirvieron como ilustraciones a escala limitada que señalaban el gran alcance de los milagros que se realizarán para la humanidad durante su reinado mesiánico. Entonces todos los enfermos serán sanados, los muertos serán resucitados y todos tendrán la oportunidad de ser restaurados a la perfección. —Isa 35:5-10; Hechos 3:20-25; 24:15

Como seguidores del Maestro en la actualidad, en lugar de requerir signos y garantías visibles, descansemos en la fe, contentos de que aquel que tan amablemente nos ha anulado en el pasado es igualmente fiel hoy para cumplir todas sus buenas promesas. —1 Cor. 1:9; 10:13



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