ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección Uno

Fe obediente

Versículo Clave: “No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos de Jehová vuestro Dios que yo os ordeno.”
—Deuteronomio 4:2

Escrituras Seleccionadas:
Deuteronomio 4:1-14

EN su perfecta sabiduría Dios determinó proporcionar a su pueblo elegido, la nación de Israel, varias leyes y reglamentos por los que viviría. Los detalles de muchas de estas leyes se registran en los capítulos 20-24 de Éxodo y en los capítulos 25-30 se dan las instrucciones de Dios sobre el sacerdocio de Israel y la construcción del Tabernáculo.

La disposición de este acuerdo del Pacto de la Ley se produjo después de cumplir Dios su promesa de liberar a los israelitas de la esclavitud egipcia (Ex. 3:7,8; 14:30,31). Ahora que eran libres, era necesario que tuvieran un conjunto de leyes que los guiaran tanto en la vida diaria como en su servicio religioso a Dios. La observancia de la ley de Dios por parte de Israel comenzó mientras viajaban hacia la tierra prometida a su antepasado Abrahán. Cuando Dios llamó a Moisés para sacar a los hijos de Israel le dijo: “Yo os sacaré de la aflicción de Egipto a la tierra del cananeos,… a una tierra que fluye leche y miel.” —Ex. 3:17

Recordemos la declaración original del Señor a Abram sobre una tierra prometida aún no vista: “Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra, y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré” (Gén. 12:1). Abram siguió las instrucciones de Dios, y por su fidelidad se le recompensó con mucha tierra y rebaños (Gen. 13:14-17; 24:34,35). Su nombre, Abram, que significa “padre exaltado” más tarde fue cambiado por Dios a Abrahán, que significa “padre de una multitud” (Gen. 17:5). Por el tiempo de Moisés los israelitas constituían esta ‘multitud’ salida de los lomos de Abrahán, y ahora acudían a la tierra prometida a él y a sus descendientes muchos siglos antes.

Volviendo de nuevo al momento de la liberación de Israel de la esclavitud egipcia, Dios le dijo a Moisés que le utilizaría para liberar al pueblo: “Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón” (Ex. 3:10). Después de pasar cuarenta años en la tierra de Madián cuidando los rebaños de su suegro, Moisés se había vuelto muy humilde. Había aprendido mansedumbre y desconfianza en su propia habilidad. Tal actitud, sin embargo, era exactamente lo que necesitaba con el fin de convertirse en un instrumento en la realización de los propósitos de Dios.

Al igual que Moisés, debemos aprender que los propósitos de Dios en nosotros no están de acuerdo con nuestras obras, poder o habilidad, sino con Dios. Todos aquellos a los que utilizaría en su servicio deberían aprender la lección contenida en estas palabras del Maestro: “Separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5). Cada uno de nosotros debe observar cuidadosamente la dirección de la Providencia divina, como Moisés, dándonos cuenta de que sólo cuando somos colaboradores junto a Dios podemos lograr cualquier cosa. —1 Cor. 3:9

Nuestro versículo clave indica que al trabajar juntos con Dios hemos de seguir sólo sus mandamientos y no tratar de hacer nuestra propia voluntad. Está escrito que al presentar Dios su ley a Israel, Moisés “tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos” (Ex. 24:7). Nosotros también debemos vivir por fe y confianza en Dios y darnos cuenta de que la obediencia a sus mandatos es de vital importancia ya que nos esforzamos para santificarnos en pensamiento, palabra y obra. —1 Sam. 15:22



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba