EVENTOS SOBRESALIENTES DEL ALBA

¿Qué podemos creer?

“Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad… Le dijo Pilato: ¿Qué es la verdad?” —Juan 18:37,38

NOSOTROS vivimos en un momento en que disponemos de la información, prácticamente ilimitada, en la palma de la mano. Para ilustrarlo de manera simple, el autor de este artículo recientemente realizó una búsqueda de palabras clave en Google del término “información”. En menos de un segundo la búsqueda arrojó 20.700 millones de “aciertos”. Para poner este número en perspectiva, si una persona no pasara más de un minuto revisando cada uno de ellos le llevaría más de 39.000 años revisarlos todos, o alrededor de 500 vidas.

Se evidencia claramente que ninguno de nosotros puede arañar la superficie en lo que respecta al procesamiento del vasto mundo de la información que poseemos y que, sin embargo, la utilizamos para tomar casi toda decisión en la vida. Ya sea de salud, de trabajo, de familia, del hogar, de finanzas, de creencias políticas, de problemas sociales o de convicciones religiosas, todos tomamos decisiones a diario en función de diversos elementos de información.

El hecho de que exista información tan inagotable puede plantear numerosas preguntas en nuestras mentes: ¿Cuáles son las fuentes de la información que utilizamos? ¿Son verdaderas y confiables? ¿Están nuestras fuentes de información debidamente motivadas para ayudarnos? ¿Se hacen responsables dichas fuentes de la información que difunden? Dado que muchas fuentes de la misma información habitualmente están en conflicto entre sí en cuanto a lo que publican podríamos concluir que gran parte de lo que vemos y oímos en realidad es “desinformación”. En el mundo de hoy parece evidente también que la motivación para publicar información a menudo es egoísta y cuando se descubre que la información es incorrecta se carece de responsabilidad.

Aunque los comentarios anteriores se dirigen particularmente a las circunstancias actuales, en siglos pasados condiciones similares confundieron a la humanidad. En tiempos de Poncio Pilato, hace casi dos mil años, aunque el gran volumen de información era mucho menor, las preguntas e incertidumbres estaban en la mente de muchos que deseaban buscar la verdad. Por ejemplo, cuando Jesús fue llevado ante el tribunal de Pilato, el propio gobernador romano luchó con información contradictoria. Por un lado los líderes religiosos judíos acusaron a Jesús de todo tipo de pecado, incluso lo tildaron de blasfemo. Por otro, Pilato veía en Jesús a un hombre humilde que ejemplificaba sólo cualidades justas y amorosas. ¿Qué y a quién debía creer?

LA PALABRA DE DIOS ES VERDAD

Como recuerda nuestro texto inicial, Pilato preguntó a Jesús: “¿Qué es la verdad?” Hasta donde el registro indica, Jesús no respondió directamente a la pregunta de Pilato. Sin embargo, la noche anterior, al estar Jesús orando en las horas previas a su detención, dijo a su Padre Celestial en referencia a sus discípulos: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es la verdad” (Juan 17:17). La “palabra” de verdad a la que aquí se hace referencia es, sin duda, las Escrituras del Antiguo Testamento, ya que era la única Palabra de Dios escrita que existía. Hoy debe incluirse el Nuevo Testamento como parte de esa Palabra en la que se encuentra la verdad.

Hacer una búsqueda cuidadosa de todas las promesas del Antiguo Testamento con el fin de descubrir en ellas algún tema central y coherente del que podamos hablar propiamente como “la verdad” sería una tarea difícil. Al estudiar sólo el Antiguo Testamento nadie podría estar seguro de haber hecho un análisis correcto del pensamiento principal que contienen sus páginas. Aquí, sin embargo, es donde el Nuevo Testamento sirve como una estrella guía en nuestra búsqueda de la verdad. En Hechos 3:21 el apóstol Pedro menciona: “Habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo.”

Esta es una pista definitiva en cuanto al tema principal que Dios había hecho que todos sus profetas establecieran. ¿Cual fue ese tema tan importante para el Padre Celestial que hizo que todos sus profetas escribieran al respecto? Pedro lo describe como “tiempos de la restauración de todas las cosas.” Claramente, entonces, es el propósito divino, expuesto a lo largo del Antiguo Testamento y ahora confirmado en el Nuevo, que todas las cosas han de ser restauradas.

¿Cuáles son “todas las cosas” de las que habló Pedro y cuándo y cómo se restaurarán? En el versículo diecinueve de esta misma narrativa, Pedro usa la palabra “así que” diciendo: “arrepentíos”. Esto indica que la gran lección que establece, culminando con su referencia a los tiempos de la restauración en el versículo 21, se basa en algo que había ocurrido o se había dicho anteriormente. Buscando anteriormente en el capítulo encontramos que el apóstol había invocado el poder divino para restaurar a un hombre que había sido cojo desde su nacimiento. Los judíos que lo presenciaron se maravillaron mucho, preguntándose con qué poder se había hecho un milagro tan grande. —Hechos 3:1-10

En los versículos 12-18 Pedro explicó el asunto diciendo que se había logrado mediante la fe en Jesús, el Autor de la vida, a quien habían crucificado. Sin embargo, dejó claro que la muerte de Jesús no fue un aborto involuntario del plan divino, sino que Dios antes había declarado por boca de todos sus profetas que Cristo habría de padecer. La gente había cometido un pecado nacional y necesitaría arrepentirse antes de que pudiesen ser suyas las bendiciones proporcionadas por Dios a través de Cristo. Entonces el apóstol continuó: “Arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan tiempos de refrigerio de la presencia del Señor.” —v. 19

El significado de la palabra griega traducida “refrigerio” en este versículo es “avivamiento”, como en el ejemplo de una persona que ha estado sin aliento. Pedro alude evidentemente al caso del hombre al que acababa de serle restaurada la salud y usó este milagro como ilustración de bendiciones futuras previstas por Dios para toda la humanidad. La promesa se hace aún más hermosa al darnos cuenta de que la expresión “presencia del Señor” en el texto griego significa “rostro de Jehová”. En la antigüedad mostrarse la cara era señal de favor mientras que alejarse era señal de desagrado.

Esta idea es similar a la contenida en la bendición que Dios ordenó a Moisés pronunciar sobre Israel: “Jehová te bendiga y te guarde. Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti y tenga de ti misericordia. Jehová alce sobre ti su rostro y ponga en ti paz” (Num. 6:24-26). En sentido figurado, Dios apartó su rostro de su creación humana al transgredir nuestros primeros padres la ley divina. Se les expulsó de su hogar perfecto en el Edén y comenzaron a sufrir los efectos del pecado, que eventualmente resultaron en muerte.

Pedro nos dice, sin embargo, que viene la hora en que el Creador de nuevo volverá su rostro a la gente debido a que el rescate, el precio correspondiente al primer hombre perfecto, Adán, que desobedeció, ha sido proporcionado por la muerte voluntaria del hombre perfecto Jesús. Dios, por así decirlo, levantará su semblante sobre la humanidad, con el resultado de que habrá momentos de refrigerio y tiempos de avivamiento, como ilustra la curación del hombre cojo desde su nacimiento.

“ENVIARÁ A JESUCRISTO”

¿Cómo, cuándo y bajo qué circunstancias llegarán a la gente los tiempos prometidos de refrigerio? Pedro responde a estas preguntas explicando que el propósito de Dios era “enviar a Jesucristo”. Es evidentemente una referencia a la segunda venida de Jesús, o presencia. Cuando Pedro dijo estas palabras ya había tenido lugar la primera venida de nuestro Señor, había resucitado de entre los muertos y había ascendido al cielo. Por lo tanto, al hablar de Jesús en su gloriosa condición celestial, Pedro continúa: “El cielo reciba hasta el tiempo de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de todos sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo.” —Hechos 3:20,21

En palabras de Pedro, tenemos algunos de los hechos más importantes de la revelación divina enfocados para nosotros, no por deducción humana o filosofía, sino por la enseñanza inspirada de uno de los apóstoles de Jesús. Por otra parte, nos dice qué era lo que Dios hizo que todos sus profetas escribieran, y que coloca el cumplimiento de todo lo que prometió con ella relacionado, como después de la segunda venida de Cristo. De hecho, declara que es para el cumplimiento de este propósito divino que el plan de Dios exige el regreso de Cristo.

Aunque no se menciona en el contexto de las palabras de Pedro aquí, justo antes de la “restauración de todas las cosas” es un trabajo preparatorio que incluye la “sacudida” de las instituciones malvadas actuales y que culmina en su eliminación en un gran “tiempo de angustia” (Hag. 2:6,7; Heb. 12:26-28; Dan. 12:1; Mat. 24:21,22). Después de esto, y al completar la clase de la Iglesia, se derramarán las bendiciones prometidas sobre toda la humanidad.

En los versículos que siguen a la declaración de la prometida “restauración de todas las cosas,” Pedro cita algunos ejemplos de lo que los profetas realmente dijeron sobre el tema. El primero al que menciona es una profecía de Moisés: “El Señor vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis en todas las cosas que os hable” (Hechos 3:22; Deut. 18:15). De hecho, Moisés fue un gran profeta y líder de Israel bajo su Pacto de Ley dado en el Monte Sinaí. Sin embargo, ninguno ganó vida bajo ese arreglo porque su estándar perfecto de justicia estaba más allá de la medida de la habilidad de un hombre imperfecto.

Sin embargo, la vida eterna estará disponible a la gente cuando se levante el profeta “semejante a” Moisés. Es decir, una restitución completa, o restauración, a una vida humana perfecta y eterna para todos los que obedezcan a ese profeta. Sin duda, nadie podría llegar a la conclusión de que se aplica a Cristo durante su segunda presencia simplemente leyendo la promesa hecha por Moisés. Es sólo porque el Apóstol Pedro nos dice que así es cómo se cumplirá que podemos apreciarlo como una de las características más importantes del plan de Dios para la restauración y bendición de la humanidad en el venidero Reino Mesiánico.

Después de citar esta profecía de Moisés, Pedro se remonta aún más al registro profético del Antiguo Testamento, incluso a la promesa que se hizo al fiel Abrahán: “En tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra” (Hechos 3:25; Gén. 12:1-3; 22:18). Nos alegramos de que Pedro nos brinde este ejemplo adicional de promesas de restauración ya que sirve para asegurarnos de que estas futuras bendiciones de vida han sido provistas tanto para gentiles como para judíos. Serán accesibles a “todas las tribus, las familias y las naciones de la tierra.”

Hay dos partes clave de esa promesa hecha a Abrahán. Una es que todas las familias de la tierra deben ser bendecidas y la otra es que la bendición vendría a través de la simiente de Abrahán. En Gálatas 3:16, se hace una importante declaración explicativa del Nuevo Testamento al respecto: Pablo identifica específicamente a Jesús como la “simiente” prometida a Abrahán a través de la cual la humanidad será bendecida. Además en los versículos 27-29 del mismo capítulo el apóstol explica que los fieles seguidores de Jesús, por la fe, también se convierten en una parte de esa simiente “y herederos según la promesa.”

La oportunidad de participar con Jesús en la futura obra de bendición se ofreció primero a los judíos (Hechos 3:26). Sin embargo, cuando un número significativo de ellos no aceptó la oportunidad, Dios “visitó… a los gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre” (Hechos 15:14). Se han requerido casi dos mil años, desde el primer advenimiento de Jesús hasta ahora, para seleccionar entre judíos y gentiles a aquellos que participarán con Jesús como la simiente prometida en la futura bendición y restauración de las personas a la vida en la tierra. Esta obra de restauración, señalan las Escrituras, se realizará durante los mil años del reino de Cristo. —Apoc. 20:6; 1 Cor. 15:25,26

“Los sacerdotes y el jefe de la guardia del templo” estaban tristes porque Pedro enseñó a la gente tan claramente y “anunció en Jesús la resurrección de entre los muertos” (Hechos 4:1,2) En su maravilloso discurso registrado en el capítulo 3, Pedro no había usado la palabra resurrección, pero la gente entendía claramente que el gran trabajo futuro de la restauración, que él declaró que Dios había pronunciando por boca de sus santos profetas, sin duda implicaba una resurrección de los muertos. Tenían razón. La palabra resurrección, que significa “levantarse de nuevo,” es simplemente otro término que usa la Biblia en presentarnos la perspectiva de las gloriosas bendiciones de salud, alegría y vida que pronto se ofrecerán a un mundo dolorido y moribundo.

POR TODOS LOS PROFETAS

¿Por qué, entonces, hay tanta información contradictoria y tantas opiniones diferentes en el mundo con respecto al destino presente y futuro del hombre? ¿De dónde obtienen su apoyo? Es posible encontrar un texto de la Escritura, o incluso varios, para probar cualquier teoría que deseemos. Es especialmente cierto si se sacan las Escrituras de su contexto y, por tanto, se distorsiona su significado. Sin embargo, este no es el método por el cual llegamos a la gran verdad sobre los tiempos de restauración, porque aquí hay algo, explica Pedro, declarado por todos los santos profetas de Dios.

Al repasar los escritos de los profetas encontramos que en realidad señalan un tiempo de restauración cada uno usando un lenguaje diferente y empleando diferentes ilustraciones que nos permite captar su significado más fácilmente. Isaías fue uno de los santos profetas, y en muchos lugares de su maravilloso libro toca el glorioso tema de la restauración, no usando esta palabra, sino describiendo las bendiciones que se derramarán sobre la gente durante los mil años del reino terrenal de Cristo. Observemos sus palabras:

“Y en aquel tiempo los sordos oirán las palabras del libro, y los ojos de los ciegos verán en medio de la oscuridad y de las tinieblas. Entonces los humildes crecerán en alegría en Jehová, y los pobres entre los hombres se regocijarán en el Santo de Israel. Porque el violento será acabado, y el escarnecedor será consumido; serán destruidos todos los que se desvelan para hacer iniquidad, los que hacen pecar al hombre en palabra, los que arman lazo al que reprendía en la puerta, y pervierten la causa del justo con vanidad. Por tanto, Jehová, que redimió a Abraham, dice así a la casa de Jacob: No será ahora avergonzado Jacob, ni su rostro se pondrá pálido, porque verá a sus hijos, obra de mis manos en medio de ellos, que santificarán mi nombre; y santificarán al Santo de Jacob, y temerán al Dios de Israel. Y los que extraviados de espíritu aprenderán inteligencia, y los murmuradores aprenderán doctrina.” —Isa. 29:18-24

Varios hechos importantes y alentadores llaman nuestra atención en la promesa anterior. Se curarán los ciegos y los sordos (Isa. 35:5). Sin duda se refiere tanto a la ceguera y la sordera físicas como mentales. El “violento” queda en nada, una referencia probable a la sujeción y destrucción final de Satanás (Apoc 20:1-3) Los mansos también aumentarán su alegría en el Señor y los pobres entre los hombres se regocijarán en el Santo de Israel. Ciertamente denota un mundo maravillosamente cambiado desde el presente, donde se oprimen a mansos y pobres a menudo.

Jacob estará allí, dice el profeta, y verá a sus hijos. Esta promesa se aplica al tiempo de la resurrección de los muertos. Entonces a los antes “extraviados de espíritu” se les dará entendimiento. Esta es otra garantía de que las influencias cegadoras y engañosas de Satanás serán eliminadas. Entonces no será necesario que nadie pregunte: ¿Qué es la verdad? “La tierra será llena del conocimiento de Jehová.” —Isa. 11:9

En Isaías 35:6, 8, 10 se nos presentan otras características de los tiempos de restauración. Aquí el profeta nos dice que el cojo saltará como un ciervo. Isaías también dice que habrá un “camino” que se llamará “Camino de Santidad”. Desde el momento de la caída de Adán en el pecado y la muerte, la humanidad ha deambulado por lo que Jesús describe simbólicamente como un camino ancho que conduce a la destrucción y a la muerte (Mat. 7:13). El camino prometido es el de regreso de la muerte. Isaías escribe que “los redimidos de Jehová volverán… gozo perpetuo será sobre sus cabezas.”

Pablo explica que Jesús “se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo” (1 Tim. 2:5,6). Todos, por lo tanto, están incluidos en la declaración “los redimidos de Jehová”, y será al regresar de la muerte que se les testificará, o se les dará a conocer, la gran verdad sobre la sangre expiatoria de Cristo. Todos aquellos que acepten esta provisión de la gracia divina y que vivan en armonía con las leyes y principios justos que se les enseñe a todas las personas en ese momento continuarán viviendo eternamente.

Nos encontramos con el siguiente testimonio adicional de Isaías con respecto a este glorioso tiempo: “Jehová desnudó su santo brazo [Jesucristo] ante los ojos de todas las naciones, y todos los confines de la tierra verán la salvación del Dios nuestro”, “edificarán casas y morarán en ellas; plantarán viñas, y comerán el fruto de ellas” “y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído.” —Isa. 52:10; 65:21,24

“DE LA TIERRA DEL ENEMIGO”

Jeremías fue otro de los santos profetas de Dios que predijo los tiempos de la restauración. Al dar consuelo a las madres que perdieron a sus hijos en la muerte, escribió: “Así ha dicho Jehová: Voz fue oída en Ramá, llanto y lloro amargo; Raquel que lamenta por sus hijos, y no quiso ser consolada acerca de sus hijos, porque perecieron. Así ha dicho Jehová: Reprime del llanto tu voz, y de las lágrimas tus ojos; porque salario hay para tu trabajo, dice Jehová, y volverán de la tierra del enemigo. Esperanza hay también para tu porvenir, dice Jehová, y los hijos volverán a su propia tierra.” —Jer. 31:15-17

Pablo identifica la muerte como un gran enemigo que será destruido durante el reinado de Cristo (1 Cor. 15:25,26). La “tierra del enemigo” es, por tanto, la condición de la muerte y la promesa de que los hijos volverán de esta tierra seguramente significa que serán resucitados de entre los muertos. Regresar a su propia tierra simplemente significa que serán restaurados a la vida en la tierra. ¡Qué gloriosa perspectiva provee el testimonio de Jeremías!

LOS GENTILES TAMBIÉN

Las promesas de Dios relativas a la restauración no se limitan al pueblo judío, como indica claramente el profeta Ezequiel. Escribió acerca de la restauración de los sodomitas y de otras personas malvadas del pasado: “Y tus hermanas, Sodoma con sus hijas… volverán a su primer estado; tú también [los israelitas] y tus hijas volveréis a vuestro primer estado.” —Eze. 16:55

El primer estado de los sodomitas estaba aquí en la tierra como seres humanos. Lo cual fue cierto también para los israelitas. La profecía de Ezequiel revela que todos deben regresar. Por lo tanto, una vez más, es la esperanza de restauración, o restitución, para todos que claramente llama nuestra atención.

Es evidente que Jesús estaba bien familiarizado con esta profecía y comprendió lo que significaba. Al hablar del futuro día del juicio del reino dijo que sería “más tolerable” para Sodoma y Gomorra que para aquellos judíos que en su día habían rechazado su mensaje (Mat. 10:15). Lo que ciertamente nos asegura que las personas ignorantemente malvadas del pasado serán despertadas del sueño de la muerte y se les dará la oportunidad de aceptar a Cristo y vivir. Las Escrituras señalan que el día del juicio es en realidad un día de prueba y que los que escuchen y obedezcan entonces, vivirán. —Juan 5:25

REDENCIÓN PROMETIDA

En una de las promesas del Antiguo Testamento de un Redentor venidero, Jehová dijo: “De la mano del Seol los redimiré, los libraré de la muerte. Oh muerte, yo seré tu muerte; y seré tu destrucción, oh Seol; la compasión será escondida de mi vista” (Oseas 13:14). ¡Qué dicha por la seguridad del Padre Celestial de que no se “arrepentirá” con respecto a su propósito de liberar a la gente de la muerte y destruir la tumba, la condición de muerte!

El profeta Habacuc escribió: “Porque la tierra será llena del conocimiento de la gloria del Jehová, como las aguas cubren el mar” (Hab 2:14). Por el profeta Sofonías Dios declaró: “En aquel tiempo devolveré yo a los pueblos pureza de labios, para que todos invoquen el nombre de Jehová, para que le sirvan de común consentimiento” (Sof,. 3:9). Hageo testificó también en nombre de Jehová, diciendo: “Vendrá el Deseado de todas las naciones” (Hag. 2:7) y Zacarías escribió: “Jehová será rey sobre toda la tierra. En aquel día Jehová será uno, y uno su nombre.” —Zac. 14:9

¡Qué agradecidos estamos de que el registro de las Escrituras proporcione información consistente, armoniosa y confiable desde Génesis hasta Apocalipsis sobre el gran plan de Dios para su creación humana! Sólo en el testimonio de la Biblia podemos encontrar respuesta real a la pregunta: ¿Qué es la verdad? De hecho, la Palabra de Dios es la fuente de toda verdad y proporciona en sus páginas la base para una gloriosa esperanza futura que todos pueden creer verdaderamente.



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba