EVENTOS SOBRESALIENTES DEL ALBA

La visión de la verdad no se demorará

“Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará.” —Habacuc 2:3

HABACUC sirvió al reino de Judá como profeta poco antes de ser llevado cautivo a Babilonia. La nación estaba en un estado caótico en ese momento, y el libro que lleva su nombre presenta su mensaje en gran medida en forma dialogada y en él encontramos al profeta haciendo preguntas y recibiendo respuestas del Señor.

La primera investigación de Habacuc sobre el Señor se refiere a la situación en Judá por la cual estaba rodeado. Citamos: ¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré, y no oirás; y daré voces a ti a causa de la violencia, y no salvarás? ¿Por qué me haces ver iniquidad, y haces que vea molestia? Destrucción y violencia están delante de mí, y pleito y contienda se levantan. Por lo cual la ley es debilitada, y el juicio no sale según la verdad; por cuanto el impío asedia al justo, por eso sale torcida la justicia.” —Hab. 1:2-4

Aquí sentimos la amarga angustia de Habacuc, provocada en gran medida por parecer que el Señor no estaba haciendo nada sobre el mal desenfrenado en la nación. Al reflexionar sobre esto podemos sentir en él el sentimiento del pueblo justo de Dios a lo largo de todas las edades, incluso hasta el momento presente, ya que también se ha esforzado por comprender por qué Dios ha permitido que tanto mal e injusticia continúen sobre la tierra. El tema de por qué Dios permite el mal ha tenido un lugar destacado en la mente y en el corazón de todos los que quisieran ver las condiciones en la tierra mejor de lo que han sido.

Dios respondió a Habacuc sobre este punto. “Mirad entre las naciones, y ved, y asombraos; porque haré una obra en vuestros días, que aun cuando se os contare, no la creeréis. Porque he aquí, yo levanto a los caldeos, nación cruel y presurosa, que camina por la anchura de la tierra para poseer las moradas ajenas. Formidable es y terrible; de ella misma procede su justicia y su dignidad. Sus caballos serán más ligeros que leopardos, y más feroces que lobos nocturnos, y sus jinetes se multiplicarán; vendrán de lejos sus jinetes, y volarán como águilas que se apresuran a devorar. Toda ella vendrá a la presa; el terror va delante de ella, y recogerá cautivos como arena. Escarnecerá a los reyes, y de los príncipes hará burla; se reirá de toda fortaleza, y levantará terraplén y la tomará.” —vv. 5-10; Isa. 13:19; 47:1

Aquí el Señor explica a Habacuc que no está pasando por alto la situación intolerablemente malvada en Judá y que se propone hacer algo al respecto. Explica que tomará medidas contra esta iniquidad en la vida de Habacuc. Esto en sí mismo podría haber proporcionado un cierto grado de tranquilidad al profeta, pues había pedido al Señor: ¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré, y no oirás?” Aunque Habacuc recibió la seguridad de que se tomarían medidas contra la maldad en Judá, todavía no entendía exactamente lo que el Señor estaba haciendo ni por qué.

PREGUNTA DE HABACUC

Sin comprender la importancia completa de lo que el Señor había dicho respecto a los caldeos, una “nación cruel y presurosa” vertiendo problemas sobre Judá, Habacuc dijo: “¿No eres tú desde el principio, oh Jehová, Dios mío, Santo mío? No moriremos. Oh Jehová, para juicio lo pusiste; y tú, oh Roca, lo fundaste para castigar. Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio; ¿por qué ves a los menospreciadores, y callas cuando destruye el impío al más justo que él, y haces que sean los hombres como los peces del mar, como reptiles que no tienen quien los gobierne?” —Hab. 1:12-14

El problema de Habacuc ahora era entender por qué Dios usaría a un pueblo aun más malvado que el pueblo de Judá para castigarlos. En su pregunta acerca de esto, enfatiza la santidad del Señor. Dios, dijo, era su “Santo”. Sin embargo, el profeta preguntó en cuanto al método que el Señor dijo que utilizaría para acabar con la malvada situación existente en Judá. Después de ofrecer los detalles de su pregunta a lo largo del resto del capítulo, Habacuc continúa: “Sobre mi guarda estaré, y sobre la fortaleza afirmaré el pie, y velaré para ver lo que se me dirá, y qué he de responder tocante a mi queja.” —Hab. 2:1

Una vez que Habacuc concluyó adecuadamente que debía “vigilar” la dirección de Dios sobre estos asuntos en lugar de preguntar y quejarse de ellos, la respuesta fue más sencilla: “Y Jehová me respondió, y dijo: Escribe la visión, y declárala en tablas, para que corra el que leyere en ella. Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará. He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá.” —vv. 2-4

Esta fue la respuesta de Dios a Habacuc en cuanto a por qué usaría a los malvados babilonios para castigar a Judá. En realidad, en lo que respecta al presente inmediato, no fue una respuesta en absoluto. Sin embargo, lo que el Señor realmente hace en su respuesta es sacar la controversia de su entorno local y darle una aplicación mundial. En la respuesta también se indica que sólo los justos, sobre la base de la fe, podrán comprender, apreciar y vivir según esta respuesta.

La “visión” a la que se hace referencia en la respuesta es esa gran visión de la verdad que comenzó a desarrollarse cuando Dios dijo que la simiente de la mujer lastimaría la cabeza de la serpiente, y se amplió por su promesa a Abrahán: “En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra.” (Gén. 3:15; 22:18; 28:14) Esta fue la gran visión de la verdad que impregnó las profecías del Antiguo Testamento. Se incluyen dentro de este gran plan de las edades de destruir todo mal todas las instituciones individuales y colectivas—incluyendo a Satanás mismo—a través de las cuales la humanidad ha sufrido por causa del pecado. Sólo cuando se comprende esta visión se ve claramente la respuesta a por qué Dios permitió el mal.

El Señor explicó a Habacuc que esta visión era por tiempo determinado. El profeta no podía esperar comprenderlo entonces: “Se apresura hacia el fin, y no mentirá.” Aunque parezca demorarse, Dios explica que la visión seguramente llegará a su debido tiempo y no tardará. Si la fe de Habacuc fue capaz de comprender esta seguridad, que sin duda lo fue, recibió un gran consuelo porque le aseguraría que, si bien no podía entender el significado de todo lo que Dios estaba haciendo en ese momento, había una explicación que llegaría cuando “al final” hablara la visión.

La traducción del Rey Jacobo dice, hablando de la visión, que “sin duda vendrá, no tardará.” La versión griega llamada la Septuaginta lo vierte así: “Aunque él pueda tardar, espera por él; porque seguramente vendrá y no fallará.” El uso del pronombre “él” en la Septuaginta enfatiza que lo fundamental de esta gran visión de la verdad es el hecho de que hay una personalidad asociada con él: el gran Cristo, el Mesías de la promesa.

CONFIRMACIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO

El apóstol Pablo, quien tan fielmente predicó el evangelio de Cristo, entendió el significado de la visión prometida a Habacuc desde este punto de vista: “Porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará. Mas el justo vivirá por fe; y si retrocediere, no agradará a mi alma.” (Heb. 10:36-38) Esta visión de la verdad fue el único enfoque de la misión de Pablo como ministro de Cristo.

Cuán reconfortante nos resulta hoy darnos cuenta, a través del cumplimiento de muchas profecías bíblicas, que estamos viviendo en el momento en que la gran visión de la verdad de Dios está hablando aún más claramente que en los días de Pablo. Debido a ello los que están vigilando fielmente ahora entienden por qué Dios permite el mal y saben también que el fin del reino del pecado y la muerte se está acercando, y en eso también se regocijan. Con el final del reino del pecado y de la muerte llegará un momento de alegría y felicidad en el que no habrá más muerte, tristeza, llanto ni dolor (Apoc. 21:1-4) ¡Cuán glorioso es vivir en el tiempo del que la visión habla! Si bien no ha llegado el momento hasta ahora, sabemos que se acerca cuando, como el profeta Habacuc registró: “La tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar.” —Hab. 2:14

ORACIÓN DE HABACUC

Gran parte del segundo y tercer capítulos de Habacuc es una denuncia contra la maldad y las personas malvadas. Sin embargo, en el versículo 20 del capítulo 2, Dios nos asegura que no ha perdido el control sobre el permiso del mal: “Mas Jehová está en su santo templo; calle delante de él toda la tierra.” ¡Qué tranquilizador es darse cuenta de que no importa cuánto mal florezca en la tierra si Dios no ha perdido el control de la situación!

Habacuc sintió que, a pesar de todo lo que el Señor había amenazado y del examen de la maldad que presentó, a su debido tiempo hablaría la visión de Dios: Cuando el gran Mesías de la promesa, junto a sus asociados, establezca la paz y la justicia en toda la tierra, que luego se llenará de un conocimiento exacto y de la comprensión del Señor y su plan.

Sin embargo Habacuc, como muchas de las personas justas de Dios a través de los siglos, estaba impaciente. Sabía que el Señor era capaz de tomar el control total de la situación en cualquier momento que lo deseara y no podía ver la necesidad de esperar algún día futuro para que esto sucediera Así tenemos su oración: “Oh Jehová, he oído tu palabra, y temí. Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos, en medio de los tiempos hazla conocer; en la ira acuérdate de la misericordia.” —Hab. 3:2

Lo primero en la oración de Habacuc fue el reconocimiento del temor cuando Dios le reveló las calamidades que pronto sobrevendrían a la nación. Tal vez sintió no poder soportar ni siquiera la vista de lo que esto implicaría, por lo que oró al Señor: “Aviva tu obra en medio de los tiempos, en medio de los tiempos hazla conocer; en la ira acuérdate de la misericordia.” En otras palabras, parece estarle pidiendo a Dios que no espere a un tiempo futuro lejano en el que revelarse a sí mismo a través de la visión de la que luego habla. La expresión del profeta puede haber sido una solicitud para que el Señor se apodere de la situación malvada en el mundo en ese momento, la ponga fin y establezca la justicia. ¿Por qué retrasar un resultado tan glorioso? podía haber pensado Habacuc.

Sin embargo, ésta no era la voluntad del Señor. Sabía que todavía había millones de personas que vendrían al mundo que se beneficiarían de la experiencia del mal. Sabía que tenía la capacidad cuando llegara el momento, a través del reino del Mesías, de restaurar a los que habían sufrido y muerto mientras tanto y que todos recibirían su bendición cuando su gloria llenase la tierra.

HABACUC HABLA DE NUEVO

Después de enterarse de todas las calamidades con las que el Señor visitaría a los malvados, Habacuc dijo: “Oí, y se conmovieron mis entrañas; a la voz temblaron mis labios; pudrición entró en mis huesos, y dentro de mí me estremecí; si bien estaré quieto en el día de la angustia, cuando suba al pueblo el que lo invadirá con sus tropas.” —Hab. 3:16

A pesar de la angustia y aprensión de Habacuc mantuvo su confianza en Dios y expresó su seguridad de que, sin importar lo que sucediera, se regocijaría en el Señor. “Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación.” —vv. 17,18

¡Qué sublime es esta expresión de confianza en el Señor! Es más maravilloso al darnos cuenta de que poco antes Habacuc había declarado tener miedo por lo que había escuchado a Dios decir. Sus “entrañas se conmovieron”, sus “labios temblaron” ante la voz del Señor. La “pudrición” entró en sus huesos y él “se estremeció”. Había expresado su deseo de “estar quieto en el día de la angustia”, evidentemente refiriéndose al descanso en el sueño de la muerte.

Si bien no se sabe mucho sobre la vida personal de Habacuc, se cree que fue granjero. En su expresión de confianza en el Señor, se refiere esencialmente a todas las cosas que le preocupan a un agricultor. Sus higueras pueden fallar; puede que no haya fruto en la vid; el trabajo del olivo podría fallar, y los campos no producirían alimento; los rebaños se quitarían del redil; no habría vacas en los corrales. Con todo esto ocurriendo en la vida de un granjero, parece que no queda mucho por vivir, pero a pesar de esto, Habacuc dijo: “Con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación.”

Es una alegría adorar y servir a Dios en condiciones favorables, pero la verdadera prueba de nuestra fe está en la adversidad. En Habacuc tenemos un maravilloso ejemplo de cuál debería ser nuestra actitud cuando el Señor permite que nos sobrevengan pruebas. Si nos regocijamos en la abundancia de cosas buenas que nos suministra hoy, ¿también nos regocijaremos en el Dios de nuestra salvación mañana, cuando quizás se elimine alguna de estas cosas buenas? Debemos ser capaces de hacerlo, sobre todo porque estamos viviendo en el momento en que la visión de la verdad está hablando y la presencia del Hijo del hombre nos está permitiendo ver la gloria del glorioso plan de Dios—“el propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor.” —Ef. 3:11



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba