ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección Cuatro

Discerniendo los frutos

Versículo Clave: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?”
—Mateo 7:15,16

Escrituras Seleccionadas:
Mateo 7:15-23

NUESTRAS lecciones de este mes se han centrado en el cumplimiento de la Ley por parte de Jesús, liberando así a los judíos de su condenación. Dado que los gentiles nunca estuvieron bajo su autoridad, todos los que de allí en adelante fueran atraídos al llamamiento del Evangelio, ya judíos o gentiles, estarían libres de las estipulaciones de la Ley. Los nuevos requisitos para todos aquellos que dedican su vida completamente a Dios no serían de acuerdo a las obras, sino a la fe en Jesucristo. Por lo tanto, la Iglesia a lo largo de la Edad Evangélica ha sido instruida para desarrollar el amor desinteresado de los hermanos y de toda la humanidad, como lo demuestra el Padre Celestial.

Habiendo establecido los estándares que se aplican a cada uno de nosotros, Jesús dirigió su atención en la lección de hoy al peligro de seguir a quienes nos desviarían de nuestra meta a través del engaño. Esta advertencia parece especialmente aplicable a la Iglesia en este fin de la edad y es muy similar a Mateo 24:24, que es parte de la gran profecía de Jesús de nuestros días.

Un ejemplo de los falsos profetas en los días de Jesús fueron los gnósticos, que predicaban la salvación a través de un conocimiento especial y no a través de la sangre de Jesucristo. Uno de nuestros días puede encontrarse en aquellos que predican un “evangelio de la prosperidad”, afirmando que Dios recompensa la fe con un aumento de la salud y la riqueza. Ambas son enseñanzas falsas, disfrazadas con ropa de oveja para proclamar la salvación y apelar al pensamiento terrenal. Sin embargo, son contrarias a las enseñanzas de Jesús, que declaran: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.” —Mat. 6:19-21

Tales falsos profetas de nuestros días apelan principalmente a la curiosidad carnal y la fantasía. El apóstol Pablo advirtió de esto: “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias.” (2 Tim. 4:3) La mayoría de los que se dedican a este trabajo buscan fama, prominencia y honor entre los hombres para su propio engrandecimiento. Los pasos de los seguidores de Cristo deben estar continuamente en la búsqueda de falsos maestros y prevenir a las ovejas de tales.

Como hijos de Dios, cada uno de nosotros tiene la responsabilidad individual de velar por el bienestar espiritual de los demás. Como se señala en nuestros versículos claves, parte de esto se encuentra en la búsqueda y promoción de los frutos del espíritu en el otro. Esto contrasta con el fruto de los falsos profetas, en línea del pecado y la degradación. Pablo identifica el fruto espiritual apropiado: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.” —Gal. 5:22-26

El apóstol Pedro también defiende que el desarrollo de los frutos y las gracias del Espíritu Santo son una garantía de hacer firme nuestro “vocación y elección”. Refiriéndose a esto, Pedro declara con seguridad: “Haciendo estas cosas, no caeréis jamás… os será concedida ampliamente la entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.” —2 Ped. 1:10,11



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba