ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección Uno

Cumpliendo la Ley

Versículo Clave: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir.”
—Mateo 5:17

Escrituras Seleccionadas:
Mateo 5:17-20

AL COMENZAR Jesús su ministerio tras su bautismo en el río Jordán lo hizo como judío. Por tanto, estaba obligado a guardar los mandamientos de la ley mosaica como cualquiera del resto de sus parientes. Nuestro versículo clave, sin embargo, dice además que él iba a “cumplir” la ley.

El Pacto de la Ley se había agregado al Pacto de Abrahán debido al pecado. (Gal. 3:19) Dios entregó los términos del pacto por medio de Moisés en el Monte Sinaí diciendo: “Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra.” (Éx. 19:5) Sin embargo, se necesita un hombre perfecto para guardar el pacto. Hablando de esta debilidad de la ley el apóstol Pablo afirma: “Si la ley dada pudiera vivificar, la justicia fuera verdaderamente por la ley. Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado.” —Gal. 3:21,22

La Ley era un arreglo temporal que duraría hasta la llegada de la simiente prometida. (Gen 22:18; Gal 3:1,19) Durante este período todo judío bajo la Ley quedaba atrapado en el pecado por sus propios mandamientos. Este retraso le ofreció a Israel la oportunidad de aprender la naturaleza del pecado. El apóstol lo describe así: “Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.” —Rom. 3:19,20

También se dio la ley para proporcionar importantes tipos y sombras que apuntaban a Cristo. Citando uno de los muchos ejemplos notables, el apóstol Pablo señala que los sacrificios continuos ofrecidos por el sacerdocio aarónico en nombre de los pecados de la gente eran sombras de mejores cosas por venir. Él dice que Jesús era sumo sacerdote según el orden de Melquisedec y de los sacrificios típicos: “La sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados”, pero el sacrificio de Jesús quitó el pecado “una vez para siempre” y después se le exaltó a sentarse “a la diestra de Dios.” —Heb. 5:1-6; 8:1-6; 10:1-18

Estas eran cosas que Israel debería haber estado buscando bajo el Pacto de la Ley. Sin embargo, como nación, no pudo ver que el espíritu de los mandamientos se basa en el amor en vez de en la mera repetición. El hecho de no apreciar este principio oscureció su visión cuando Jesús llegó como el esperado Mesías. El apóstol Pablo dijo a los antiguos conversos judíos: “La ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo, pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.” —Gal. 3:24-26

Este cambio de obras a fe es lo que Jesús logró al cumplir la Ley. Dado que la Ley no podía eliminar los pecados permanentemente se necesitaba un nuevo y mejor sacrificio. El apóstol Pablo describió este proceso en Colosenses 2:13,14: “…os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz.”



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