ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección Cuatro

La comisión de los apóstoles

Versículo Clave: “Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”
—Mateo 28:19,20

Escrituras Seleccionadas:
Mateo 28:16-20;
Hechos 1:6-8

EN LA LECCIÓN de la semana pasada, el Señor Jesús resucitado le dio este mensaje a un grupo de mujeres: “Id, dad las buenas nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán.” (Mat. 28:10) En la Escritura seleccionada de esta semana leemos, en respuesta a las instrucciones del Señor, que “los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado.” —v. 16

Allí Jesús les dijo: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.” (v. 18) Aquí hay una prueba de que el Jesús resucitado ya no era un hombre, sino que había sido levantado por Dios como ser espiritual. Pedro escribió: “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en el espíritu.” —1 Ped. 3:18

Jesús, sin embargo, no resucitó como ser espiritual angélico, sino al más alto de todos los planos de existencia dado por Dios: la naturaleza divina. Pablo escribió: “Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre sobre todo nombre; para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra y debajo de la tierra [en la tumba]; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para la gloria de Dios Padre.” —Fil. 2:9-11

Un aspecto especial de la recompensa dada a Jesús en su resurrección es la inmortalidad, que denota la condición de ser a prueba de muerte. (Juan 5:26; 1 Tim. 6:15,16) Durante la presente Edad Evangélica nuestro Padre Celestial ha estado invitando a aquellos que desean seguir los pasos de su Hijo, Cristo Jesús. Es un “llamamiento santo, no conforme a nuestras obras”, sino por el “propósito y la gracia de Dios”, basado en el sacrificio de rescate de Cristo Jesús. —2 Tim. 1:9,10

A todos los que aceptan este llamamiento celestial al consagrarse a Dios, transformando su carácter y permaneciendo fieles hasta la muerte se les promete resucitar como seres espirituales y recibir la inmortalidad. Pablo escribió: “Vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad.” —Rom. 2:7

En nuestro versículo clave el Señor resucitado encarga a los apóstoles y a todos sus seguidores predicar el Evangelio “a todas las naciones” y enseñar todo lo que él había mandado. Un mensaje alentador aplicable a todos los seguidores de Jesús a lo largo de la Edad Evangélica, también contenido en nuestro versículo clave, es que él cuidaría este trabajo y guiaría a todos aquellos que son verdaderamente sus sirvientes pues antes Jesús prometió a sus seguidores: “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” —Mat. 18:20

Durante su última aparición posterior a la resurrección, Jesús instruyó a sus discípulos, diciendo: “Me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, y en Samaria, y hasta lo último de la tierra.” (Hechos 1:8) Esto es no para convertir al mundo entero ahora, sino más bien para ser testigo “a todas las naciones” y reunir e instruir a todos aquellos que desean aceptar el llamado celestial. —Mat. 24:14



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba