ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección Dos

El Costo del Discipulado

Versículo Clave: “El que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.”
—Lucas 14:27

Escrituras Seleccionadas:
Lucas 14:25-33

NUESTRO versículo clave nos indica el costo del discipulado. En resumen, cuesta todo lo que tenemos. Este pensamiento inicialmente puede abrumar a la mente natural; sin embargo, la mente espiritual entenderá (1 Cor. 2:12-16). Para seguir a Jesús con éxito y ser su verdadero discípulo en el sentido más completo se requiere tomar nuestra propia cruz y llevarla “a diario.” —Lucas 9:23

En el contexto de nuestra Escritura seleccionada, el ministerio de Jesús estaba logrando un éxito evidente y lo seguían grandes multitudes. Sería atractivo para las personas con mentalidad natural que el Maestro predicase un mensaje suave y halagador. ¿Por qué ofender a la multitud y arriesgarse a perder potenciales discípulos? Las palabras de Jesús debieron de haber sido impactantes: “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:26). Aquí les contaba sobre el costo del discipulado.

¿Cómo es posible que Jesús predicara el odio a los padres, hermanos o hijos? El odio del que hablaba Jesús no es de malicia, avaricia o ira; más bien es una realización del valor relativo de las cosas más preciosas para nosotros. En comparación con el don de convertirse en hijos de Dios, engendrado de su Espíritu Santo, todo lo demás carece de importancia. Reconocemos el valor precioso de la familia terrenal, pero la muerte finalmente separará los lazos terrenales. Sin embargo, nuestra adopción en la familia de Dios a través de Cristo es eterna, y por lo tanto no tiene precio. Todo lo que tenemos en este mundo no es nada en comparación: afectos, amistades, honores y riqueza. “Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y pierde su alma? Todo el que quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará.” —Marcos 8:36,35

El apóstol Pablo comprendió este principio. Después de relatar su impresionante resumen de logros, concluyó: “Cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.” —Fil. 3:7-11

La “participación” de los sufrimientos de Cristo se logra a través de la cruz. Esta orientación, como se indica en nuestro versículo clave, no significa que debemos llevar literalmente una gran cruz con nosotros durante el curso de la vida diaria. La carga de la cruz es el dolor, la fatiga, el reproche y la humillación asociados a dejar brillar nuestra luz diariamente. Nuestro Señor Jesús experimentó estas cosas de manera aguda mientras caminaba por las calles de Jerusalén en su camino hacia el Gólgota. Cada uno de nosotros debe llevar la cruz que nuestro Padre Celestial nos ha dado. Esto nos costará mucho de nuestro tiempo, energía y reputación terrenal. Jesús declaró: “Cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:33). Por lo tanto, dar nuestro pequeño todo a Dios por Cristo es un coste muy modesto por el valor inestimable del discipulado.



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba