ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección Dos

Someterse a Dios

Versículo Clave: “Someteos, pues, a Dios. Resistid al diablo, y huirá de vosotros.”
—Santiago 4:7

Escrituras Seleccionadas:
Santiago 4:1-10

LA LECCIÓN DE HOY comienza describiendo las razones por las cuales existe conflicto entre los creyentes. Santiago afirma que el espíritu de carnalidad conectado a un anhelo de gratificación carnal no trae satisfacción, sino turbación interior. Además, es importante darse cuenta de que Dios concede a sus hijos las cosas que necesitan en respuesta a las oraciones que concuerdan con su voluntad, a diferencia de las peticiones hechas para cumplir con los deseos pecaminosos. En lugar de buscar prosperidad o lujos terrenales, las Escrituras proporcionan pautas con respecto a las oraciones que son apropiadas. —Santiago 4:1-3; Mat. 6:5-13

Dirigiéndose al espíritu de mundanalidad y de orgullo, Santiago continúa: “¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. ¿O pensáis que la escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente? Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.” —Santiago 4:4-6

Nuestro versículo clave subraya la necesidad de someterse a la voluntad de Dios como manifestación de nuestra humildad. Por nuestra obediencia a él recibiremos la gracia necesaria para resistir las artimañas de Satanás, que continuamente se inclinan a nuestra destrucción como Nuevas Criaturas.

El último ejemplo de sumisión lo manifestó nuestro Señor, que obedeció a su Padre Celestial al humillarse hasta el punto de morir en la cruz. (Fil. 2:5-8, Diaglotón Enfático de Wilson) La actitud de Cristo estaba en marcado contraste con la de Lucifer, que deseaba ser igual a Jehová al establecer un dominio rival. Como resultado de esta rebelión se le expulsó del reino celestial. —Isa. 14:12-15; Lucas 10:18

Las Escrituras contienen muchas advertencias que revelan el disgusto de Dios con la manifestación de orgullo en nuestros corazones. El autoexamen personal nos ayudará a determinar si nos afligimos con esta tendencia. Sin embargo, a ninguno de nosotros se nos autoriza a emitir juicios sobre la actitud del corazón de otro. La adquisición de riqueza, la ambición de poseer muchos talentos o una actitud hipercrítica hacia los demás puede ser testimonio de orgullo si no tenemos cuidado. Podemos combatir o prevenir esa tendencia esforzándonos siempre por glorificar a Dios reconociendo nuestra relativa insignificancia. El reconocimiento de cuanto poseemos debe darse al Padre Celestial como fuente de todas nuestras bendiciones. Porque, ¿quién te distingue? ¿O qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías, como si no lo hubieses recibido?” —1 Cor.4:7

El deseo de ser reconocido por los demás, de que se piense bien de nosotros, de tener riqueza o influencia, o de ser estimado es una característica que forma parte de nuestra naturaleza caída y contra la cual debemos luchar para poder tener éxito en someternos a Dios. Que tengamos siempre presente y nos esforcemos en emular el ejemplo del Maestro de humildad y sumisión obediente a la voluntad del Padre. Que caminemos como él caminó y al final podamos recibir la recomendación de “Bien, buen siervo fiel: … entra en el gozo de tu Señor.” —Mat. 25:21



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