EVENTOS SOBRESALIENTES DEL ALBA

Reflexiones sobre la Resurrección de los muertos

“Pero esto te confieso, que según el Camino que ellos llaman herejía, así sirvo al Dios de mis padres, creyendo en todas las cosas que en la ley y en los profetas están escritas; teniendo esperanza en Dios,… que ha de haber una resurrección de los muertos, así de justos como de injustos.” — Hechos 24:14-15  —

LA RESURRECCIÓN de los muertos, como se enseña en las Escrituras, es una visión poderosa de inmensa importancia para los cristianos y para toda la humanidad. ¿Qué implica? ¿Para quién? ¿Qué garantía tenemos de que sucederá? Las respuestas a todas estas preguntas se encuentran en la Biblia. Aunque la doctrina de la resurrección es central para la fe cristiana, muchos sólo tienen una vaga concepción de lo que es. El malentendido abunda en cuanto a la resurrección, pero la Biblia habla con claridad sobre el tema.

LA COMPRENSIÓN DE PABLO DE LA RESURRECCIÓN

“Pablo, notando que una parte era de saduceos y otra de fariseos, alzó la voz en el concilio: Varones hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo; acerca de la esperanza y de la resurrección de los muertos se me juzga.” (Hechos 23:6) Así, Pablo gritó en voz alta para defenderse ante el consejo del Sanedrín pues buscaban arruinarlo, detener su ministerio y poner fin a su influencia. Algunos pueden ver cierto cinismo en su declaración, como una estratagema para causar división entre fariseos y saduceos, que juntos componían el Sanedrín. Sin embargo, fue con gran sinceridad y pasión que Pablo mencionara el tema de la resurrección, aunque como resultado hubiera “disensión entre los fariseos y los saduceos, y la asamblea se dividió. Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu, pero los fariseos afirman estas cosas.” (vv. 7-8) Independientemente de la división entre estas dos sectas judías, la declaración estaba destinada claramente en centrarse en la resurrección como una doctrina central de nuestra fe.

Pablo estableció las profundas implicaciones de la doctrina de la resurrección con gran lógica y fuerza. “Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos de vosotros que no hay resurrección de muertos? Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados.” —1 Cor. 15:12-17

Por lo tanto, Pablo razonó que sin la resurrección de Jesús nuestra fe cristiana estaría vacía. Es su resurrección la que abrió el camino a la vida eterna para toda la humanidad. Jesús fue “entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.” (Rom 4:25) Sin los medios para obtener la justificación no tendríamos ninguna base para ser uno con nuestro Creador y no tendríamos esperanza para la vida eterna. El hecho de que Jesús resucitase de entre los muertos es fundamental para el cristianismo. Ninguna ideología ni las buenas obras pueden ser cimientos para regresar al favor de Dios: “Nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.” —1 Cor 3:11

LA DOCTRINA DE LA RESURRECCIÓN

La doctrina de la resurrección abarca el levantamiento de los muertos de cada ser humano que haya vivido alguna vez, con la intención de restaurarlos a imagen y semejanza de Dios. Aquellos que alcancen tal semejanza con el carácter de Dios, heredarán la vida eterna. Es un deseo universal de la humanidad vivir para siempre y no morir. Salomón sabiamente notó que Dios “todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto la eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin.” (Ecl. 3:11) Dios puso el deseo de vida eterna en el corazón del hombre y con este fin se gastan miles de millones de dólares cada año en servicios de salud, suplementos vitamínicos y nutricionales, balnearios y programas de extensión de vida. Todos son beneficiosos en mayor o menor grado, pero ninguno ha producido más que una breve, aunque más saludable, extensión de la vida. Algunas personas incluso han optado por criogenizarse al morir con la esperanza de que los avances médicos y científicos algún día les proporcionen un medio de reanimación. La idea de dejar de existir está llena de ansiedad.

El Sermón del Monte de Jesús propone un enfoque saludable para nuestras ansiedades: “Por tanto os digo: no os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?” (Mat. 6:25-27) Preocuparse por asuntos temporales es fútil, dice Jesús; y no añade nada positivo a nuestra vida.

“No os afanéis,” continúa Jesús, “pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?” Y, aunque no forma parte de las palabras de Jesús, podríamos inclinarnos a añadir: ¿Hasta cuándo viviremos? El Señor añade además: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.” (vv. 31-34) Reconociendo que cada día tiene bastantes dificultades propias, la advertencia del Maestro de no “tomar prestados los problemas” del mañana es extremadamente sabia.

Dios ha provisto el acceso a la vida eterna mediante la obra expiatoria de su Hijo. Además él “ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón [Cristo Jesús] a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.” (Hechos 17:31) Jesús lo afirmó en su oración al Padre la noche antes de su crucifixión: “Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti; como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste.” (Juan 17:1, 2) A Jesús se le dio “potestad sobre toda carne” con la intención de dar a todos la oportunidad de la vida eterna.

La resurrección incluye la restauración de la identidad consciente del individuo, o sentido de sí mismo, y la provisión de un cuerpo como Dios elige. (1 Cor. 15:38) Para la inmensa mayoría de la familia humana esto los devolverá al hábitat de la tierra en cuerpos carnales, aunque los estragos del pecado, la enfermedad y la vejez ya no estarán presentes; lo cual en armonía con lo que Pedro declaró poco después de Pentecostés al hablar de los “tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo.” (Hechos 3:21) El Diccionario hebreo y griego de Strong define la palabra raíz de la cual se traduce “restauración” como “reconstituir (en salud, hogar u organización).” Thayer’s Greek Definitions delinea aún más la palabra raíz: “restaurar a su estado anterior. La humanidad será reconstituida—restaurada—a través del arreglo de Dios por el cual él retirará la maldición de la muerte, devolverá la Tierra a las condiciones edénicas y traerá amorosamente a la humanidad su reino eterno a través del justo gobierno de su Hijo, Cristo Jesús.

Si bien el propósito de Dios es que la gran mayoría de la humanidad se eleve a una vida de perfección carnal en un planeta restaurado, un “pequeño rebaño” electo alcanzará una gloriosa resurrección espiritual y un hogar celestial. (Luc. 12:32) Jesús habló de tal hogar: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho. Voy, pues, a preparar un lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar para ti, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.” —Juan 14:2-3

Pablo habló de ello con gran anhelo: “A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos… Una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.” (Fil. 3:10-14) El “supremo llamamiento” es un hogar celestial para los que son “fieles hasta la muerte” en la búsqueda de “gloria, honra e inmortalidad.” —Apoc. 2:10; Rom 2:7

Para los pocos que llevan vidas cristianas devotas al servicio del Señor, la resurrección les proporcionará cuerpos espirituales gloriosos: “He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados; en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.” —1 Cor. 15:51-53

EL TIEMPO DE LA RESURRECCIÓN

Uno de los errores más comunes referente a la resurrección es que se produce inmediatamente después de la muerte de cada uno. A menudo oímos en un funeral que el difunto está en el cielo mirándonos. Este es el concepto generalizado, pero no es lo que enseñan las Escrituras. Aprendemos mucho del momento de la resurrección cuando levantó Jesús a Lázaro de la muerte. (Juan 11:1-44) Lázaro se había puesto bastante enfermo y la familia envió a Jesús un mensajero para alertarle sobre la gravedad de la situación. Para enseñar una poderosa lección Jesús no actuó de inmediato. La enfermedad continuó progresando y murió. Pasaron cuatro días más hasta que llegó el Señor a consolar a la familia de Lázaro. Su hermana Marta conoció a Jesús cuando llegó y se registró su conversación para nosotros.

“Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto. Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará. Jesús le dijo: Tu hermano resucitará. Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero. Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí no morirá eternamente. ¿Crees esto? Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.” —vv. 21-27

Las palabras de Marta son muy pertinentes en cuanto a cuándo ocurre la resurrección. Al decírsele que Lázaro se levantaría otra vez dijo: “Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero.” Ella no dijo que su hermano estuviera en el cielo ni que hubiese resucitado ya, sino que afirmó la creencia de que la resurrección ocurre “en el día postrero.” Jesús, al principio de su ministerio, identificó claramente el “día postrero” como el momento en el que volvería a resucitar a los muertos. (Juan 6:39, 40, 44, 54) Considere algunas otras escrituras con respecto a este punto.

El apóstol Pablo aborda el momento de la resurrección señalando que se produce en la segunda venida de Jesús: “Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero.” (1 Tes. 4:13-16) Aquí Pablo claramente se refiere al estado de los muertos como similar a la del sueño y que su despertar y resurrección se producen en el momento en que Cristo vendría de nuevo.

Más allá de este punto está la reacción de Pablo a los que se oponían a sus enseñanzas. Algunos, contradiciéndolo activamente, promovieron nuevas ideas extrañas. La respuesta a su desafío es clara enviando a Timoteo este sabio consejo: “Evita profanas y vanas palabrerías, porque conducirán más y más a la impiedad. Y su palabra carcomerá como gangrena; de los cuales son Himeneo y Fileto, que se desviaron de la verdad, diciendo que la resurrección ya se efectuó y trastornan la fe de algunos.” (2 Tim. 2:16-18) El gran desvío de la verdad fue decir que la resurrección ya había tenido lugar. Claramente la resurrección ocurre en conjunción con el regreso de Cristo, no antes.

LEVANTAR A LOS MUERTOS VERSUS RESURRECCIÓN

Hay una distinción que hacer entre “levantar” a los muertos y “resurrección”. Por ejemplo, los casos de Elías resucitando al hijo de la viuda de Sarepta o por parte de Jesús a la hija de Jairo o al hijo de la viuda de Naín, así como a Lázaro, se dan a menudo como ejemplos de resurrección. Si bien pueden verse como resurrección es más exacto bíblicamente referirse a ellos como levantados, o despertados, de entre los muertos. En el original griego del Nuevo Testamento se usan dos palabras distintas que traducen “resurrección” y “levantamiento”.

“Resurrección” es la palabra que traduce el griego “Anastasis” y significa “de pie de nuevo”. Por el contrario, “levantamiento” traduce el griego “egeiro” y significa “despertar o despertarse”. Es muy importante tener en cuenta que el hijo de la viuda de Sarepta, la hija de Jairo, el hijo de la viuda de Naín y Lázaro murieron de nuevo. “Levantar” a los muertos significa despertar del sueño de la muerte; puede ser permanente o no, dependiendo del momento del despertar. Simplemente, levantar de la muerte es sólo el primer paso en su resurrección.

En este punto observamos las implicaciones de la lección de Jesús a los saduceos con respecto a la resurrección: “Los que fueren tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertos, ni se casan, ni se dan en casamiento. Porque no pueden ya más morir, pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.” (Luc. 20:35, 36) Son particularmente llamativos dos puntos en las palabras del Señor. Primero, uno debe ser “digno” de alcanzar la resurrección. Eso es bastante distinto del despertar general de todos en sus tumbas, sean dignos o no. (Juan 5:25-29) En segundo lugar, aquellos que alcanzan la resurrección—es decir, un pleno estar de pie de nuevo de la caída de Adán mediante la obediencia voluntaria a las leyes justas de Dios—ganarán la vida eterna. Éstos, dice Jesús, “ya no pueden morir.” Por tanto, se ve que la resurrección en su sentido más completo es eterna mientras que un simple levantamiento de los muertos puede ser sólo temporal.

Siendo así, la primera resurrección verdadera y completa de entre los muertos fue cuando Jesús resucitó al tercer día después de su crucifixión. Las Escrituras lo confirman: “Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado… porque primeramente os he entregado lo que asimismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras.” Y “él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia.” (1 Cor.15:1-4; Col 1:18) Por último, tomemos el saludo de Juan, Revelador de “Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre.” —Apoc. 1:5

¿QUIÉN SERÁ RESUCITADO?

Jesús declaró que el Padre le había encomendado todo juicio. Nos anima mucho saber que quien va a juzgar a la humanidad es el mismo que dio su vida por ella. Jesús declaró: “Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo; y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre. No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.” (Juan 5:26-29) Pablo, en su defensa ante Félix, dijo en armonía con Jesús: “Te confieso, que según el Camino que ellos llaman herejía, así sirvo al Dios de mis padres, creyendo todas las cosas que en la ley y en los profetas están escritas; teniendo esperanza en Dios, la cual ellos también abrigan, de que ha de haber una resurrección de muertos, así de justos como de injustos.” —Hechos 24:14-15

Pablo dijo claramente: “Por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.” (1 Cor. 15:21-22) Todos mueren “en Adán”—debido al pecado heredado, ninguno escapa de la pena de muerte. Todos también serán vivificados “en Cristo” o “en unión con Cristo,” según el Nuevo Testamento de Williams. Esta gloriosa oportunidad para “toda” la humanidad está garantizada por el hecho de que Jesús “se dio a sí mismo como rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo.” —1 Tim. 2:6

El “debido tiempo” para beneficiarse del sacrificio de rescate de Jesús que se recibirá se muestra en los versículos siguientes de 1 Corintios 15 en dos partes. “Cada uno en su debido orden,” dice Pablo, “Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida [griego: parusía, que significa ’presencia’]. Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte.” (vv. 23-26) Las “primicias” son la iglesia de Cristo, su cuerpo simbólico de “muchos miembros.” (1 Cor. 12:12; Santiago 1:18) En segundo lugar cronológicamente para compartir en la resurrección son el resto de la humanidad, a quien se llamará de sus tumbas una vez completa la clase “primicias”.

Algunos disputan la calidad abarcadora de la expiación de Jesús, para lo cual citan dos Escrituras en prueba de su alcance limitado: “El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y dar su vida en rescate por muchos.” “Así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos.” (Mateo 20:28; Rom. 5:19) El argumento es que Jesús murió por “muchos” pero no “todos”, la distinción siendo que murió por los justos y no por los pecadores, a quienes a veces se llama desdeñosamente “las masas sucias”. Nosotros rechazamos tanto el argumento como la vergonzosa actitud de corazón asociada a él.

El término “muchos” es la clave sobre la que gira el argumento. Se identifica con la expresión griega hoi polloi, que significa “las masas de la sociedad,” es decir, la gente, los muchos. No denota ningún número específico o limitado, sino que es de composición abierta. Lo más importante, sin embargo, es que el contexto del capítulo quinto de Romanos muestra claramente que Jesús murió por todos porque todos eran pecadores y, así, el beneficio del rescate será para todos: “Siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” “Como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida.” (Rom. 5:8, 18) Y Pedro añade: “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios.” —1 Ped. 3:18

PRUEBA PODEROSA DE LA RESURRECCIÓN

Para que no dudemos de que será un hecho la resurrección, nos dirigimos a las palabras del Maestro, que enseñó con gran poder y autoridad. Recordando de nuevo su confrontación con los saduceos, nos impresiona la simplicidad y asombrosa verdad de su doctrina. Como se señaló anteriormente, los saduceos no creían en la resurrección y la respuesta de Jesús los dejó sin palabras: “Respecto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Oyendo esto la gente, se admiraba de su doctrina.” (Mat. 22:31-33) Las palabras que Jesús preguntó a los judíos si habían leído, afirmaban que su Dios era el Dios de Abrahán, Isaac y Jacob. Estas palabras, de hecho, las había pronunciado Dios muchos siglos antes a Moisés en la zarza ardiente. Moisés estaba tan impresionado por el hecho de que el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob le estuviera hablando a él que “ocultó su rostro.” —Ex. 3:3-6

Abrahán, Isaac y Jacob habían muerto mucho tiempo antes del encuentro de Moisés, y más aún por los días de Jesús. Sin embargo los judíos, incluidos los saduceos, afirmaban con razón que su Dios era el mismo que el de sus antepasados; así Jesús centró el asunto: “No es Dios de muertos, sino de vivos.” Sobre esta base innegable estos patriarcas serán levantados de la tumba y resucitados a la vida eterna, ya no “muertos”, sino “vivos” una vez más bajo el favor de Dios.

UN PENSAMIENTO FINAL

Nos encanta la definición de la vida eterna que dio Jesús: “Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.” (Juan 17:3) La mente infinita de nuestro Dios, Padre y Creador nos abrirá los tesoros del conocimiento y la sabiduría, del amor y de la luz en las eternas e infinitas edades de gloria que pronto vendrán. (Efe. 2:7) Pablo testificó: “Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.” —1 Cor. 13:12



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba