EVENTOS SOBRESALIENTES DEL ALBA

Echando nuestras preocupaciones sobre el Señor

“Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.” — 1 Pedro 5:7 —

Las preocupaciones de las millones de personas que viven en la tierra en este momento son muchas. Es un hecho que vivimos en un mundo hoy que se ha vuelto más complicado y molesto de la mente y del alma que el de cualquier generación anterior. Algunas veces estas condiciones pueden parecer abrumadoras para el espíritu humano, incluso para aquellos que dicen ser seguidores de Cristo.

Sin embargo, debemos considerar el hecho de que Dios, con toda seguridad, conoce estas condiciones, y para aquellos que ponen su fe y confianza en él siempre está cerca de asistir y ayudar. Con respecto a quienes implícitamente confían en el Padre Celestial para obtener gracia y fortaleza el salmista dice: “Dios está en medio de ella; no será conmovida. Dios la ayudará al clarear la mañana.” —Sal. 46:5

Los sentimientos de nuestro texto de apertura se encuentran a menudo como lema en los hogares cristianos, sirviendo de recordatorio de la atención constante de Dios. El apóstol Pedro pudo darnos estas palabras de aliento debido a sus experiencias, de las cuales aprendió valiosas lecciones con respecto a dejar las cargas al Señor. Por tanto, nos instruye a deshacernos de preocupaciones innecesarias y a ponerlas en manos de nuestro sabio y amoroso Padre Celestial.

LAS EXPERIENCIAS DE PEDRO

A menudo se ha visto al apóstol Pedro como impetuoso e impulsivo. En ocasiones quería que las cosas se vieran a su manera y se obstinaba en defender sus ideas. Al hacerlo, se cargaba innecesariamente con muchos tipos de preocupaciones. Y cuando Pedro tenía una convicción, la seguía implacablemente y se preocupaba con consideración por hacerla realidad. Así sucedía con su creencia de que Jesús era el Mesías.

Al preguntar Jesús a sus discípulos: “¿Quién decís que soy yo?” Fue Pedro quien rápidamente respondió: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.” Debido a su respuesta, Jesús le llamó bienaventurado, declarando que “carne y sangre” no se lo habían revelado sino el Padre en el cielo. —Mat. 16:15-17

Sin embargo, Pedro era ansioso. No podía comprender por qué hablaba Jesús del sufrimiento si era el Mesías de Israel. Sobre todo, no podía entender que tuviera que ir a Jerusalén a morir. El Espíritu Santo aún no había descendido sobre los discípulos para darles una apreciación de estas cosas. Así, tales declaraciones de Jesús preocuparon a Pedro. Al volcar estos pensamientos en su mente finalmente dio rienda suelta a su preocupación: “Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca.” (Mat. 16:22) Pedro se quedó aún más perplejo al reprenderle Jesús: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.” —v. 23

También podría parecer que carecía de coraje por negar a Jesús tres veces. Sin embargo, mientras los demás discípulos huyeron después del arresto de su Maestro, Pedro siguió a la turba y a los soldados que lo habían detenido. En respuesta a por qué no huyó también, se ha sugerido que no había renunciado a la esperanza de ver a Jesús aclamado como el Mesías y buscó una oportunidad de transformar la situación en esa dirección.

No hay duda de que Pedro estaba ansioso de luchar por nuestro Señor, pues se supone que fue él quien dijo a Jesús: “Señor, aquí hay dos espadas,” tal y como se registra en Lucas 22:36-38 después de decir Jesús a sus discípulos que debía comprarse una espada. Al llegar con dos espadas Jesús respondió: “Basta.” El propósito de tomar las espadas era mostrarles que no ofrecería resistencia al detenérsele, aun teniendo los medios para hacerlo. Pedro, evidentemente, tenía una y trató de utilizarla en defensa de su Maestro. La giró y le cortó la oreja a un sirviente del sumo sacerdote. “Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó, e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha.” (Juan 18:10) Pedro quería luchar por el Mesías y se quedó perplejo por la sumisión voluntaria de nuestro Señor a las autoridades.

Varias horas antes, en la última cena, después de establecer Jesús la conmemoración de su muerte, le dijo a Pedro: “Simón, Simón, Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo.” (Lucas 22:31) Los ataques de Satanás son sutiles y están dirigidos a la mente. En este caso confundió la mente de Pedro con pensamientos ansiosos y le convenció de lo correcto de sus acciones. Satanás lo confundió con otras opiniones, que resultaron en más ansiedad y, al hacerlo, fue casi capaz de zarandearlo como a trigo. Sin embargo, Pedro tenía un corazón totalmente leal y, por la gracia de Dios, finalmente tuvo éxito en colocar toda su ansiedad sobre el Señor. Llegó a la conclusión de que las providencias de Dios prevalecerían en su vida en última instancia.

LA FE NO FALLÓ

Jesús había orado para que la fe de Pedro no fallara, y no lo hizo. (Lucas 22:32) Pedro había resistido al diablo al permanecer firme en la fe a pesar de su limitada comprensión. Así, más tarde, pudo fortalecer a sus hermanos al escribir: “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo.” (1 Ped. 5:6-9) La traducción del versículo 7, nuestro texto de apertura según el Diaglotón Enfático de Wilson, indica acción previa de nuestra parte. Dice, “Habiendo echado toda vuestra ansiedad sobre él…,” sugiriendo que debemos comenzar a hacerlo tan pronto como entremos en el camino de Cristo.

Pedro fue minucioso. No sólo aprendió a echar sobre el Padre Celestial todas sus angustias relacionadas con el establecimiento del Reino Mesiánico, sino que también le entregó todos sus miedos y pensamientos de ansiedad en cuanto a lo que le acontecería a él personalmente. Al hacerlo, se sintió honrado y preparado por completo para sufrir por Cristo. Algunos versículos antes comparte lo aprendido en este sentido: “Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria. Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos. Y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes.” —vv. 4-5

Esta “ansiedad” que Pedro nos dice que arrojemos sobre el Señor es una traducción de la palabra griega merimna, que denota ansiedad, hasta el punto de distracción. En el Sermón del Monte esta palabra se traduce como “afanar” en la versión Reina Valera de 1960: “Por tanto os digo: no os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?” (Mat. 6:25) Una mejor traducción comienza así: “Por esta causa, te digo que no te angusties por tu vida.” Biblia Enfatizada de Rotherham

DESECHANDO LA ANSIEDAD

En este maravilloso sermón, Jesús dirigió a sus oyentes y a nosotros, como lectores, a la creación y a la naturaleza de Dios, como los pájaros y las flores, tratando de enseñarnos la confianza en Dios. ¡Qué lecciones tan simples y directas se encuentran en el reino natural! “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: ni trabajan ni hilan; pero os digo que ni aún Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues, diciendo: ‘¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?’ Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.” —Mat. 6:26-34

La preocupación ansiosa de cualquier forma provoca deterioro, tanto físico como espiritual, así como distracción, haciéndonos un blanco más fácil de los ataques de Satanás. En la Parábola del Sembrador, la semilla que cayó entre las espinas fue sofocada por los afanes [“merimna”, ansiedades] de este mundo así como por las riquezas de esta vida. (Mat. 13:22) En otra ocasión, Jesús, al advertir a sus discípulos acerca del día del Señor, nuevamente se refirió a las ansiedades de la vida: “Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día.” —Lucas 21:34

El Evangelio de Lucas también narra la visita de Jesús a la casa de Lázaro, Marta y María. Marta estaba demasiado ocupada en sus quehaceres mientras María estaba sentada escuchando a los pies del Maestro. Finalmente, Marta, sin poder contenerse más, dijo: “Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.” —Lucas 10:38-42

La lección habitual asociada a este incidente es que deberíamos preferir obtener comida espiritual y buscarla más allá de otras tareas. Sin embargo, si llevamos este pensamiento al extremo nadie haría el servicio. Tal vez la verdadera lección no está en la elección que Marta había hecho, en el servicio, sino en la agitación de su estado de ánimo que desarrolló. La suave reprensión de Jesús llamó la atención sobre la “buena parte” y que no debería estar demasiado preocupada por los quehaceres necesarios de la vida.

EL ENGAÑO DE LAS RIQUEZAS

En su Sermón del Monte Jesús asoció la ansiedad con la de servir a Mamón, o a las riquezas de este mundo. “Ninguno puede servir a dos señores:… No podéis servir a Dios y a las riquezas.” (Mat. 6:24) Los hombres sirven a Mamón por su propia preocupación, egoísmo o incluso por miedo. En su sermón, Jesús estaba presentando a la gente a un nuevo “señor” en el que podrían confiar: su Padre del cielo, que se encargaría de ellos. No debían dedicar sus vidas al “Mamón” de la ganancia terrenal y al egoísmo como su maestro. Más bien les dijo: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.” —Mat. 6:33

No fue una lección fácil de aprender para los discípulos del tiempo de Jesús ni para nosotros. Mamón siempre ha sido un maestro indigno. En general, siempre que haya ganancia para una empresa a la que se le esté prestando servicio, mantendrá el puesto. Tan pronto como cesan las ganancias, ya no es necesario y pierde su trabajo. Cuando analizamos la filosofía en la que vive gran parte del mundo, incluida la “supervivencia del más apto,” no es de extrañar que tanta gente se preocupe hasta tal extremo. Por el contrario, Jesús trató de transmitir a sus discípulos y a nosotros mismos la idea de que debemos tener confianza en Dios. No debemos ser como la semilla que cayó entre espinos al no buscar primero su justicia y permitiendo que las preocupaciones ansiosas de esta vida atrofien el crecimiento e imposibiliten el fruto espiritual.

Otro “señor” estrechamente asociado con la ansiedad es el miedo. Satanás ha logrado hacer que la gente del mundo tenga mucho miedo. Hay muchos tipos de miedo: miedo a la necesidad, a la angustia, a no tener éxito, a la enfermedad, a la muerte. Nosotros, como pueblo de Dios, debemos aprender cómo vencer este temor, así como Pablo le escribió a Timoteo: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.” (2 Tim. 1:7) Al depositar nuestra confianza en Dios es posible que superemos los temores que plagan el mundo que nos rodea.

FE Y CONFIANZA, NO DESCUIDO

¿Hay alguna forma en que la ansiedad pueda considerarse permisible? Ciertamente, la ansiedad por cosas materiales para nosotros mismos es incorrecta. Debemos esforzarnos por ser desinteresados, no más egoístas. La ansiedad verdaderamente desinteresada puede dirigirse hacia las cosas del Señor, nuestro servicio a él o nuestra relación con él y con nuestros hermanos. Mas, incluso así, Dios no quiere que estemos demasiado ansiosos.

Asimismo no debemos pensar que Dios quiere que seamos descuidados. Este pensamiento podría derivarse de Filipenses 4:6, que establece: “Por nada estéis afanosos.” Esta interpretación implica ser descuidado o no pensar. Una mejor traducción dice: “No os preocupéis demasiado por nada.” (Weymouth) Otras Escrituras también dejan claro que no debemos ser descuidados. Por ejemplo, el apóstol Pablo dice: “En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu; sirviendo al Señor.” (Rom. 12:11) y Salomón: “También el que es negligente en su trabajo es hermano del hombre disipador.” —Prov. 18:9

También nos dice el apóstol Pablo: “Si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo.” (1 Tim. 5:8). ¿Es posible que un cristiano trabaje para proveer a los suyos, y para lo necesario de los demás, y aun así no servir a mamón? La respuesta es sí. El mal asociado con el servicio de las riquezas (mamón) no es el dinero en sí, sino el amor, el deseo y la ambición de dinero, riquezas y abundancia. El cristiano, al ganar su pan de cada día, lo hace para alabanza, honor y gloria de Dios, no por el amor al dinero; es un mayordomo de los bienes del Señor y no debe ser descuidado. De hecho, tiene que ser la más cuidadosa de las personas, porque hay muchas trampas preparadas por sus tres adversarios: la carne, el mundo y el diablo.

Si no podemos, sin embargo, evitar por completo la ansiedad, intentemos canalizarla hacia las cosas correctas. El apóstol Pablo nos dice cómo se puede hacer. En 2 Corintios 11:23-27 enumera todos sus sufrimientos por Cristo y agrega: “Y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias.” (v. 28) Aquí tenemos merimna usada de manera favorable. Tener ansiedad por el pueblo de Dios es correcto. El apóstol Pablo dice que tal ansiedad de uno por otro evitaría divisiones en el cuerpo de Cristo: “Para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros.” (1 Cor. 12:25) Además, la debida preocupación mutua en el cuerpo de Cristo conduciría al fortalecimiento de los lazos del amor: “Si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él; y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan.” (v. 26) Por tanto, si debemos tener ansiedad, que sea por el pueblo de Dios.

DIOS DESEA AYUDAR

A pesar de los tiempos y circunstancias en que la ansiedad pueda considerarse adecuada, el mejor consejo es el que dan Pedro y Pablo: Echad “toda vuestra ansiedad” sobre Dios y “por nada” estéis afanosos. (1 Ped. 5:7; Fil. 4:6) Así, debe evitarse tanto como sea posible cualquier tipo de ansiedad, incluso por los cristianos consagrados. La carga es demasiado pesada de soportar y todos somos débiles en nuestros imperfectos marcos humanos. De ahí, desde temprano en nuestras vidas cristianas debemos arrojar nuestras preocupaciones sobre el Señor, pues sólo él puede soportarlas por nosotros.

En el contexto de Filipenses, capítulo cuatro, también leemos: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” (v. 4) Estas palabras son un marco apropiado para los pensamientos expresados por el apóstol en este capítulo. Si el pueblo del Señor, teniendo el conocimiento adelantado de los tiempos felices que esperan a todos en el reino mesiánico de Cristo, está triste en estos días turbulentos, ¿quién podría estar gozoso? De hecho, hay momentos en los que también debemos llorar, pero otros debemos alegrar y animar a todos los que nos encontremos.

Note también que el Señor, a través del apóstol Pablo, no nos exhorta a no preocuparnos por nada sino darnos consejos sobre cómo hacerlo realidad. En las palabras siguientes del versículo seis nos proporciona el enfoque práctico para su realización. “Sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.” Cualquiera que sea el problema que cause nuestra ansiedad, ya sea con nuestros hermanos, un miembro de la familia, fracasos personales o un asunto en casa o en nuestro lugar de trabajo, grande o pequeño, somos tontos de llevar estas cargas solos.

Si no lo hemos hecho ya, debemos aprender a desahogar nuestros corazones en oración al Señor. Es una necesidad absoluta, o de lo contrario puede romperse bajo la tensión de carga pesada por tratar de llevarlas innecesariamente a solas. Cuando intentamos llevar una carga solo, existe una de estas dos posibilidades: que nos olvidemos de que Dios nos cuida y está dispuesto a aliviar la carga o que nos falte confianza en la capacidad del Señor para llevar la carga. Ambas situaciones son evidencia de una falta de fe.

VELAD Y ORAD

Muchas veces estas promesas bíblicas de ayuda y asistencia de Dios no logran consolar a los cristianos porque el cumplimiento no ocurre de la manera precisa o en el tiempo esperado. Es necesario velar y orar y, mientras descargamos nuestros corazones ante el Señor, descubriremos a tiempo que se han cumplido estas palabras: “Y sabemos que a los que aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.” —Rom. 8:28

Ciertamente hay asuntos en nuestras vidas, y acontecimientos en el mundo, que pueden causarnos mucha ansiedad. Vivimos en un mundo turbulento y complejo, lleno de temor y aprensión respecto a los tiempos que nos esperan. ¿Tenemos miedo? ¿Preocupa la ansiedad a nuestra mente y nuestro espíritu? No seamos presa del pánico, más bien démonos cuenta de que nuestro Creador Todopoderoso y su Hijo están a cargo de todas las cosas, tanto en el mundo que nos rodea como en nuestros asuntos personales. En estos días es posible que no siempre podamos evitar inquietudes y preocupaciones desconcertantes, pero debemos saber cómo aliviar la carga. Llevémoslas a Dios en oración. Que las palabras de Pedro permanezcan en nuestros corazones al enfrentarnos a las experiencias de la vida, para depositar, así, todas nuestras ansiosas preocupaciones en el Señor, sabiendo con certeza que él se preocupa por nosotros.



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba