ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA |
Lección Dos
Jesús critica a los líderes injustos
Versículo Clave: “Entonces habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo: En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen.” Escrituras Seleccionadas: |
JESÚS reconoció que los escribas y fariseos de su época tenían el puesto de instructores religiosos de los judíos, aunque a menudo los reprendía como hipócritas que engañaban a la gente. Los fariseos eran los principales maestros e intérpretes de la Ley mosaica mientras que los escribas eran los escritores o registradores de sus muchos detalles. Como tales, estos dos grupos eran vistos como los principales expositores de los mandamientos e instrucciones de Dios. Jesús mismo declaró que “los maestros de la ley (los escribas) y los fariseos han sido los encargados de interpretar la ley de Moisés (se sientan en la cátedra de Moisés).” —Mat. 23:2
Como escritores, maestros públicos y expositores de la Ley mosaica, escribas y fariseos debían tener conocimiento de sus muchos principios y requisitos a fin de que pudieran cumplir adecuadamente sus responsabilidades especiales hacia la gente. En cierto sentido servían como cuidadores de la Ley y de la viña del Señor, Israel. En su día, Moisés había cumplido el papel de mediador del pacto entre Dios e Israel. A los escribas y a los fariseos de la época de Jesús se les consideraba, en muchos sentidos, en una posición similar de privilegio y responsabilidad.
Es importante notar que en la historia las posiciones honorables pueden ser ocupadas por personas deshonrosas. En este caso, no era algo nuevo que aquellos de carácter vil fuesen exaltados a altos cargos en Israel. (Sal. 12:8) Entre sus reyes, sacerdotes y otros líderes en los tiempos del Antiguo Testamento, muchos fueron injustos e hicieron lo malo a los ojos del Señor en lugar de seguir el ejemplo de mansedumbre y fidelidad demostrado por Moisés. Ahora los líderes de Israel se habían vuelto tan corruptos y degenerados que era hora de que surgiera otro gran profeta, como Moisés, que comenzase a poner en marcha los pasos necesarios para erigir otra “cátedra” donde administrar la ley de Dios en justicia. Este “gran profeta” fue Cristo Jesús, quien, en su primer advenimiento, comenzó esta importantísima obra como representante elegido de Dios. —Deut. 18:15-19; Hechos 3:22-23
Jesús les había dicho a los fariseos que la Ley se resumía en dos mandamientos: amar al Señor su Dios con todo su corazón, su alma y su mente, y amar al prójimo como a sí mismos. (Mat. 22:37-40; Deut. 6:5; Lev. 19:18) En los versículos de nuestra lección, Jesús les dice a los fariseos que habían omitido estos “asuntos de peso de la ley.” En cambio, eran muy estrictos para detalles minuciosos que, comparativamente hablando, eran de mucha menor importancia. Como ejemplo, Jesús señaló que fielmente pagaban los diezmos de la más pequeña de las semillas, “de menta, eneldo y comino”, para aparentar ante el pueblo. —Mat. 23:23
Para mostrar aún más la hipocresía y la injusticia de los escribas y los fariseos, el Señor dijo que eran “guías ciegos” del pueblo, “que colaban un mosquito y se tragaban un camello.” Además, externamente tenían cuidado de “limpiar” su apariencia ante los demás, aunque interiormente estaban” llenos de robo e injusticia.” —vv. 24-25
Como seguidores de Cristo debemos de poner diariamente en práctica estas lecciones vitales del Maestro. Recordemos que el amor supremo por Dios y por nuestro “prójimo” es mucho más importante que diezmar. Entendamos también que la limpieza de nuestros corazones y de nuestras mentes es una obra mucho más esencial que la limpieza de nuestra carne. —Rom. 2:28-29; Fil. 2:5; 4:8-9