ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección Uno

Parábola del siervo implacable

Versículo Clave: “¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti?”
—Mateo 18:33

Escrituras Seleccionadas:
Mateo 18:21-35

EN ESTA PARTE DEL discurso de Jesús concerniente a los pecados y las ofensas dirige su atención a nuestra responsabilidad de perdonar a los demás los errores cometidos contra nosotros, en particular los cometidos por nuestros hermanos. Pedro pregunta: “Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?” —Mat. 18:21

Pedro parece haber entendido que debe perdonar. Jesús había enseñado anteriormente a sus discípulos acerca de ello junto con la oración modelo, y evidentemente no lo habían olvidado. (Mat. 6:14-15) Pedro sabía también, tanto por el significado de la palabra como por el ejemplo diario del Maestro, que el verdadero perdón significaba no guardar rencor contra otro ni buscar venganza. Más bien, implicaba hacer el bien y olvidar la ofensa.

Pedro, sin embargo, sólo tenía una apreciación limitada del alcance completo del perdón. De su pregunta pareciera creer que alguien que pecase contra él debía ser perdonado solamente un cierto número de veces, sugiriendo siete como número apropiado. Él suponía que si un hermano lo había agraviado más de siete veces no sería digno de perdón. Y entonces podría abandonar con razón su confraternidad y no tener más que ver con él. Tal vez pensara Pedro en Prov. 24:16, que dice: “Porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse”; o también en la profecía de Amós, que en varias ocasiones menciona “tres transgresiones” y “cuatro”, que Dios no dejaría pasar, suponiendo que esto significara una estricta limitación en cuanto al perdón de Dios. —Amós 2:1,4,6

Jesús respondió a la pregunta de Pedro diciendo: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.” Aquí el Maestro manifestó un número extravagante para significar indefinidamente, ya que nadie llevaría literalmente un seguimiento de 490 [setenta veces siete] pecados cometidos contra él por un hermano. De hecho, no es adecuado que llevemos la cuenta de los delitos cometidos contra nosotros. Dios es el juez, y cualquier retribución o castigo está en Él darlo, no en nosotros. (Deut. 32:35-36) Más importante aún, sin embargo, es el hecho de que Dios es misericordioso, que multiplica su perdón y está lleno de compasión. (Sal. 78:38-39) Por lo tanto, se nos enseña a que perdonar sea nuestra práctica constante, que se convierta en nuestra respuesta habitual, como es la de Dios.

Después de responder a Pedro, Jesús habló una parábola para mostrarle la necesidad de perdonar el mal que se hace contra nosotros. En la parábola, a un sirviente se le perdona una gran deuda con su señor. Sin embargo, el mismo sirviente no está dispuesto a perdonar una cantidad muy pequeña que le debe un compañero de servicio. Al enterarse el señor, se enojó mucho con su criado y le exigió el pago total de su enorme deuda por no mostrar compasión de su consiervo. —Mat. 18:23-34

Para los seguidores de Jesús la lección de la parábola es clara: Dios ha perdonado nuestros pecados adánicos a través de la obra redentora de Cristo. (Efe. 1:3,7) Se nos ha perdonado mucho. Por lo tanto, los pecados cometidos contra nosotros por nuestros hermanos, que también han sido perdonados por Dios, deben provocar dentro de nosotros una respuesta similar de compasión y misericordia. Sólo así podemos cumplir el requerimiento que se nos pide: “hacer justicia, y amar la misericordia, y humillarte” con nuestro Dios. —Miq. 6:8



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