ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección Dos

Trayendo primicias

Versículo Clave: “Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando hayáis entrado en la tierra que yo os doy, y seguéis su mies, traeréis al sacerdote una gavilla por primicia los primeros frutos de vuestra siega.”
—Levítico 23:10

Escrituras Seleccionadas:
Levítico 23:9-14

NUESTRO VERSÍCULO clave resalta la obligación de Israel de dar a Dios los primeros frutos de la tierra prometida al entrar en ella. Tomando la instrucción de la declaración de Pablo de que estas cosas fueron un ejemplo para nosotros, buscamos la lección espiritual en ella (1 Cor. 10:11) Como nuevas criaturas, vivimos en una tierra de descanso prometido, asegurándonos que “los que hemos creído entramos en el reposo.” (Heb. 4:3) Habiendo entrado en el refugio espiritual, ¿qué primicias ofreceremos a nuestro Padre Celestial?

Primero, debemos ofrecernos a nosotros mismos. “Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.” (Santiago 1:18) Pablo arroja aún más luz: “Nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo.” —Rom. 8:23

Durante el presente reinado del pecado, los seguidores de Cristo disfrutan de una bendición única. Ellos son los primeros en llevar los frutos del Espíritu de Dios, un fruto diverso en sus manifestaciones, pues se nos dice: “El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza.” (Gál. 5:22,23) Que tales cualidades de carácter sean capaces de florecer abundantemente en la actualidad es una gloria a Dios. Como Jesús dijo: “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.” —Juan 15:8

Llevar los frutos del espíritu también tiene otros benditos efectos. A medida que manifestamos más y más de tales frutos en nuestras vidas, comunica una bendición a nuestros hermanos a medida que disfrutamos de comunión cristiana con ellos; que son animados y consolados por nuestro fruto espiritual, y nosotros por los suyos. Además, es una bendición para todos aquellos con quienes entramos en contacto a diario. Por esta razón, nos esforzamos fervientemente por dejar que nuestra “luz brille ante los hombres.” —Mat 5:16

“Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún.” (Heb. 6:10) Nuestro fruto no pasará inadvertido y sin recompensa. Nosotros acumulamos el tesoro del cual habló Jesús: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.” —Mat 6:19-21

Nosotros, los que ahora sembramos la primicia del espíritu en experiencias difíciles, cosecharemos gozosamente. El salmista poéticamente habla de esto: “Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo trayendo sus gavillas.” (Sal. 126:5,6) En la resurrección, llegaremos de nuevo con gritos de júbilo a poner nuestras primicias ante nuestro Rey Celestial.



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba