ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección Tres

Una oración por la fe obediente

Versículo Clave: “Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, y hazlo; no tardes, por amor de ti mismo, Dios mío; porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo.”
—Daniel 9:19

Escrituras Seleccionadas:
Daniel 9:4-8 y 15-19

DANIEL SABÍA por la profecía de Jeremías que la desolación de Jerusalén duraría setenta años (Dan. 9:1-2; Jer. 25:4-14; 29:10). Sin embargo, le preocupaba que los pecados de los israelitas, incluso durante el cautiverio, pudieran haberlos hecho indignos de ser liberados al final de los setenta años, así que oró fervientemente a Dios. (Dan. 9:3-15) Continuando con su oración, Daniel le suplica a Dios: “Apártese ahora tu ira y tu furor de sobre tu ciudad Jerusalén, tu santo monte… No elevamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericoridias… No tardes por amor de ti mismo, Dios mío, porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo.” —vv. 16-19

Una importante lección que podemos extraer del ejemplo de Daniel es nuestra necesidad de examinarnos de cerca. Debemos reconocer a Dios en oración cuándo hemos desobedecido sus principios en nuestros pensamientos, palabras o acciones, y luego buscar el perdón. El apóstol Juan escribió: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” (1 Juan 1:8-9) Podemos orar a nuestro Padre celestial y pedirle perdón por nuestro pecados debido al “sacrificio expiatorio” de su hijo, Cristo Jesús. —1 Juan 2:1,2

Una fe obediente también requiere que nos alejemos del pecado, es decir, que nos arrepintamos. Arrepentirse significa pensar de manera diferente y hacer las paces, especialmente desde el corazón. El arrepentimiento se menciona numerosas veces en los mensajes dados a las siete iglesias del libro del Apocalipsis. —Apoc. 2:5, 16, 21, 22; 3:3,19

En la carta de Pablo a los hermanos de Roma, explica en detalle la necesidad de que cambiemos y desarrollemos una fe obediente: “No presentéis vuestros miembros como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios… como instrumentos de justicia… ¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis…? Libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.” —Rom 6:13-18

Si tenemos una fe obediente, examinaremos a diario nuestros pensamientos y nuestras acciones para ver si están y han estado o no de acuerdo con los principios de Dios. Si descubrimos que hemos pecado al no seguir completamente sus preceptos, debemos buscar el perdón del Padre celestial en oración. Entonces debemos esforzarnos por aplicar más cuidadosamente la palabra de Dios en nuestra vida diaria.

Citando adicionalmente a Pablo vemos que “los que de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu… Deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el hacéis morir las obras de la carne, viviréis.” (Rom. 8:5-13) Que nuestras oraciones no sean para fines egoístas, sino para poder desarrollar una fe más obediente.



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba