ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA |
Lección Cuatro
Recordando el Pacto Eterno
Versículo Clave: “Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno.” Escrituras Seleccionadas: |
LAS ESCRITURAS hablan de varias maneras sobre la importancia vital de la sangre de Jesús para los creyentes consagrados. Pablo declara que somos “justificados en su sangre” (Rom. 5:9). En otro lugar habla de “la sangre del pacto” por la cual somos santificados (Heb. 10:29). En nuestro versículo clave y en el siguiente, Pablo se refiere a “la sangre del pacto eterno”, por la que somos hechos completos por las buenas obras.
La primera de estas Escrituras tiene que ver con nuestra condición como miembro de la raza caída en el momento en que deseamos consagrar nuestros corazones a Dios. Para que Dios nos trate con este arreglo especial, debemos estar justificados ante sus ojos. Como dice Pablo, esto se logra por la fe en el rescate del mérito de la sangre de Cristo. Esta justificación nos levanta de la condición del pecado y la muerte, heredada a través de Adán, a una posición armoniosa con Dios (Col. 3:1-3). En esta posición se nos puede contar como hijos de Dios. “Y si hijos”, dice Pablo, “también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo; si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.” —Rom. 8:17
La segunda Escritura se refiere particularmente a la sangre de Cristo como medio por el cual somos santificados. Ser santificado significa ser hecho santo, para poder ser apartados para el servicio a Dios. La “sangre del pacto” se refiere al Nuevo Pacto. No somos desarrollados bajo ese pacto, sino santificados, o apartados, para su servicio futuro siguiendo los pasos del Maestro. Como tal, nos estamos entrenando para nuestro futuro papel, si somos fieles, de ayudar a administrar los términos del Nuevo Pacto y sus bendiciones resultantes, a toda la humanidad. Al hablar de su sangre, Jesús dijo que era la “sangre del nuevo testamento [pacto]” (Mat. 26:28). Así fue esta misma perspectiva prospectiva hacia el futuro en la que se centró en las últimas horas antes de morir.
Nuestro versículo clave menciona la “sangre del pacto eterno". Podemos verlo correctamente en un sentido como una posible referencia al Nuevo Pacto. Sin embargo, la palabra “eterno”, que significa perpetuo, parece dirigir nuestra atención hacia el pacto “paraguas” de Abrahán, que abarca la totalidad del plan de Dios para la salvación del hombre. Es con esa perspectiva general que nuestro objetivo debe completarse “en toda buena obra.” —Heb. 13:21
Por lo tanto, vemos que la sangre de Cristo es, en primer lugar, nuestro medio de justificación. Segundo, nos santifica y nos separa para el servicio del Señor. Tercero, el trabajo de ser completo sólo puede lograrse mediante nuestro continuo vivir hasta la muerte, bajo el “manto de justicia” provisto a través de la sangre de Jesús (Isa. 61:10). Sólo siguiendo fielmente los pasos en nuestro caminar consagrado vamos a compartir “gloria, honor e inmortalidad” con nuestra cabeza, Cristo Jesús. —Rom. 2:7
Si somos fieles hasta la muerte, recibiremos la corona de la vida y viviremos y reinaremos con Cristo (Apoc. 2:10; 20:4). Tendremos el privilegio de ayudar a administrar los términos del Nuevo Pacto. Finalmente, todos los dispuestos y obedientes de la humanidad se regocijarán para siempre en las gozosas bendiciones del Pacto eterno, prometido a Abrahán hace tantos siglos.