ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección Cuatro

Pedro enviado a Cornelio

Versículo Clave: “Y les dijo: Vosotros sabéis cuán abominable es para un varón judío juntarse o acercarse a un extranjero; pero a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo.”
—Hechos 10:28

Escrituras Seleccionadas:
Hechos 10:19-33

AUN CUANDO el favor de Dios a Israel como nación terminó al morir Jesús, los israelitas individuales tuvieron la oportunidad después de arrepentirse, alejarse del pecado, ser bautizados en Cristo y recibir el Espíritu Santo (Hechos 2:38; 3:19). Al llegar el tiempo debido de Dios, sin embargo, la oportunidad de seguir a Cristo se abrió a los gentiles. Nuestra lección es el relato de Cornelio, un hombre devoto que oraba con frecuencia, pero que no era judío. Un ángel del Señor vino a Cornelio y le dijo: “Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante Dios. Envía, pues, ahora hombres a Jope, y haz venir a Simón… él te dirá lo que es necesario que hagas.” —Hechos 10:2-6

Cornelio era oficial del Imperio Romano, capitán de más de cien hombres, “centurión de la compañía llamada la italiana” (Hechos 10:1). Se regocijó al oír el mensaje del ángel y mostró su fe contando inmediatamente a sus siervos y soldados lo que había sucedido y enviándolos a Jope para encontrar a Pedro. —vv. 7-8

Mientras los siervos de Cornelio se acercaban a Jope, Pedro estaba en la azotea orando. De repente, recibió una visión del Señor. Vio el cielo abierto, y un lienzo que descendía, como una gran sábana tejida en las cuatro esquinas: donde había todo tipo de bestias de cuatro patas de la tierra y bestias salvajes, reptiles y aves del aire. Y le vino una voz: Levántate, Pedro; mata y come.” —vv. 9-13

Pedro, sin embargo, respondió: “Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás. Volvió la voz a él la segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común”. Esta visión se repitió dos veces más, y luego, mientras pensaba en ello, “el Espíritu le dijo: He aquí, tres hombres te buscan. Levántate, pues, y desciende y no dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado.” (vv 14-20) Nuestro versículo clave señala que Pedro se dio cuenta de que no le correspondía llamar a ninguna persona “común o inmunda”.

Pedro descendió y dijo a los hombres que Cornelio había enviado: “¿Cuál es la causa por la que habéis venido?” Ellos respondieron: “Cornelio el centurión, varón justo y temeroso de Dios, y que tiene buen testimonio en toda la nación de los judíos, ha recibido instrucciones de un santo ángel, de hacerte venir a su casa para oír tus palabras”. Pedro entonces viajó a la casa de Cornelio. Cuando llegó, no sólo estaba Cornelio esperando, sino que había “reunido a sus parientes y amigos cercanos.” Cuando Pedro entró en la casa, “Cornelio se encontró con él, se postró a sus pies y lo adoró. Pero Pedro lo levantó diciendo: Levántate; yo también soy un hombre.” —vv. 21-26

El apóstol Pedro no quería que nadie lo adorara. Aquí, y en otros lugares de la Biblia se nos dice que no adoremos a los apóstoles, ni siquiera a los ángeles. Jesús ordenó a sus seguidores que no llamaran a nadie en la tierra “Rabí” o “Padre”, porque, dijo, “uno es vuestro Maestro, el Cristo” (Mat. 23:8-10). Tengamos una apreciación humilde similar de aquellos a quienes usa el Señor para anunciar el mensaje del Evangelio.



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba