ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección Uno

Siete diáconos seleccionados

Versículo Clave: “Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quien encarguemos de este trabajo.”
—Hechos 6:3

Escrituras Seleccionadas:
Hechos 6:1-8

EN LOS DÍAS de la Iglesia primitiva las viudas, en términos generales, no tenían ingresos y dependían a menudo de la caridad para sus necesidades materiales. A este respecto, “hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas de aquellos eran desatendidas en la distribución diaria” (Hechos 6:1). Los griegos eran cristianos de lengua griega y no judíos por nacimiento. No creemos que la situación descrita en el versículo anterior fuera causada por cualquier parcialidad intencional o negligencia de las viudas griegas; más bien, pudo haber creado confusión y malentendido entre los hermanos las diferencias entre el lenguaje y la cultura de griegos y hebreos.

Cuando se les señaló este asunto, los apóstoles lo encararon prontamente convocando “a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quien encarguemos de este trabajo.” —vv 2-3

Esta recomendación de los apóstoles “agradó… a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas, y a Nicolás prosélito de Antioquía.” (v. 5) Es interesante observar que los siete elegidos por la multitud tenían nombres griegos. Aquí vemos la sabiduría de la congregación de hermanos en la Iglesia primitiva al seleccionar deliberadamente a siete hombres que eran griegos, que podrían identificar y atender mejor las necesidades específicas de las viudas de los griegos.

Otra lección que podemos aprender de este relato es que cada iglesia separada, o “ecclesia”, considera al Señor como su Cabeza (Efe. 5:24; Col. 1:18) Por tanto cada congregación del pueblo del Señor debe tratar de reconocer la voluntad de la Cabeza con respecto a todos sus asuntos. Es muy apropiado, pues, que los asuntos generales de una ecclesia sean decididos por la congregación, y no por una sola persona ni por los ancianos de la iglesia solamente. —Mat. 18:17; 1 Tim. 3:15

La palabra “diácono” viene del griego diákonos, que significa “servidor”. El apóstol Pablo describe los requisitos que deben guiar a la congregación a seleccionar hermanos como diáconos, que incluye: buen carácter cristiano, fidelidad a la Verdad y celo por el servicio al Señor y a su rebaño. Pablo concluye diciendo: “Porque los que ejerzan bien el diaconado, ganan para sí un grado honroso y mucha confianza en la fe que es en Cristo Jesús.” —1 Tim. 3:8-13

El apóstol Pablo también usa la misma palabra griega en un sentido más amplio, cuando se refirió a sí mismo y a Timoteo como (2 Cor. 6:4) “ministros [diákonos] de Dios”. Por lo tanto, vemos que todos los ancianos verdaderos en la Iglesia son también diáconos o sirvientes. Jesús usó este término en un sentido aún mayor al decir a sus discípulos: “El que es el mayor de vosotros, sea vuestro servidor [diákonos]” (Mat. 23:11) Aquí vemos que el privilegio de servir a los hermanos no se limita sólo a los que sirven como diáconos ni a los elegidos como ancianos, sino que, más bien, todos los seguidores consagrados del Señor deben ser siervos, “servíos por amor los unos a los otros.” —Gál. 5:13



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