EVENTOS SOBRESALIENTES DEL ALBA

Intervención o Aislamiento

“Oh Dios, no guardes silencio; no calles, oh Dios, ni te estés quieto. Y conozcan que tu nombre es Jehová; tú sólo Altísimo sobre toda la tierra.” — Salmo 83:1 y 18

HA EXISTIDO un estado general de caos y revolución en varios países del mundo durante las siete décadas desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Y esto a pesar de la presencia del mecanismo de paz de las Naciones Unidas, que surgió como resultado directo de ese horrendo conflicto mundial. Hoy en día la apariencia de paz existente en muchas partes de la tierra todavía se mantiene, en gran medida, por pura fuerza de armas por parte de las naciones más poderosas más que por armonía genuina y buena voluntad entre los pueblos o líderes.

En un ejemplo reciente, militares de los Estados Unidos intervinieron a principios de abril en Siria, llevando a cabo ataques con misiles contra la base aérea de ese país en Shayrat, que fue el supuesto origen de un presunto ataque con armas químicas por parte del gobierno sirio contra su propio pueblo unos días antes, en el que casi noventa personas murieron, un tercio de ellas niños. La acción de Estados Unidos, temida por algunos, puede llevarle a otro conflicto como el de Irak o Afganistán, que ha envuelto este país en mayor o menor medida por más de quince años. Al mismo tiempo, sin embargo, casi todos condenan el reciente ataque de gas químico y admiten que hay que hacer algo para terminar con la carnicería de la guerra civil de Siria, que se ha prolongado por más de cinco años y sesgado, según algunas estimaciones, la vida de casi medio millón de personas.

INTERVENCIÓN CONTRA EL AISLAMIENTO

En general, sólo en circunstancias excepcionales la gente de un país aprueba la intervención de otra nación, especialmente por medio de la fuerza armada. Sin embargo, independientemente de las condiciones, hemos visto mucho en el camino de la intervención, en particular durante los últimos siete decenios, algunas parcialmente exitosas y otras con resultados desastrosos. Para quienes toman acciones militares como ataques aéreos o despliegue de soldados en suelo extranjero la palabra intervención se utiliza a menudo para justificar sus propias acciones, que esperan, a largo plazo, que sea bueno para las personas involucradas y lo consideran necesario para prevenir la completa ruptura de la ley y el orden, o el control de líderes opresivos y dictatoriales.

La historia de los Estados Unidos a este respecto, particularmente durante los últimos ciento veinte años, ha variado desde la preferencia por el aislamiento y la no participación general en los asuntos internos de otras naciones hasta la intervención esperada en el mundo, aparentemente en aras de la paz, de la libertad y el orden. En el medio siglo anterior al final de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos intentó, sin éxito, evitar la participación directa en los conflictos de otras naciones. Incluso no se contempló inicialmente la entrada de nuestro país en las dos guerras mundiales, aunque al final jugara un papel importante en sus resultados. El presidente Woodrow Wilson prometió en repetidas ocasiones que Estados Unidos no entraría en la Gran Guerra, que comenzó en el verano de 1914. A finales de 1916, dos años y medio después, Estados Unidos aún permanecía al margen, pero estaba recibiendo presión de Gran Bretaña para entrar en la guerra, ya que se había convertido en un estancamiento virtual, con ambas partes en conflicto al borde de la destrucción mutua. En abril de 1917 el presidente Wilson comprometió a regañadientes a Estados Unidos a la guerra, y que terminó apenas año y medio más tarde, en noviembre de 1918.

Del mismo modo Estados Unidos, sumido en las profundidades de la Gran Depresión de los años treinta, no quería entrar en la Segunda Guerra Mundial. Todo cambió, sin embargo, el 7 de diciembre de 1941, cuando Pearl Harbor fue atacado. Aunque la guerra duró casi cinco años más, fue principalmente por el avanzado conocimiento tecnológico, científico y militar de este país que las potencias del Eje fueron finalmente derrotadas. En las décadas transcurridas desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se ha convertido en una nación que ha intervenido—y a menudo se espera que lo haga—en los conflictos de muchas naciones y pueblos. La historia registra que en las últimas siete décadas ha realizado más de ochenta intervenciones, y este número sólo incluye las que implicaban operaciones militares. Algunas duraron un día mientras que otras se prolongaron durante años.

¿INTERVENDRÁ DIOS?

Como seguidores del Maestro y estudiantes de la Palabra de Dios no está dentro de nuestra providencia decidir quién tiene razón en asuntos de este tipo. Para nosotros, la situación del mundo demuestra que el hombre, con todo su conocimiento y progreso técnico y científico, no se gobierna a sí mismo de una forma que asegure la paz, la seguridad y la felicidad para todos. El egoísmo ha llevado al hombre a una situación de la cual es incapaz de liberarse. Algunos intentan un método y otros, otro, pero todos los esfuerzos fracasarán, y alcanzaremos el clímax que el Profeta Daniel describe como “tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente …” —Dan. 12:1

Hay millones de personas que profesan creer en Dios y en su capacidad para ayudarlos. Sin embargo, no se les ha ocurrido evidentemente a muchos que alguna vez Dios hará algo para corregir los enredados asuntos de las naciones y del mundo en general. No entienden que Dios ha prometido interceder en los asuntos humanos para hacer por el pueblo lo que éste no puede hacer por sí mismo. Para aquellos que tienen cierta conciencia de esto, rara vez es suficientemente fuerte su fe en la sabiduría y en el poder de Dios para lograr cualquier resultado estable como para permitirles creerlo pues miran la historia secular y observan que en el pasado Dios no ha interferido para establecer la paz y se preguntan por qué debemos esperar que lo haga ahora.

INTERVENCIONES PASADAS

Sin embargo, aprendemos de la historia bíblica que Dios intervino en el pasado en los asuntos humanos. Un ejemplo destacado fue el caso del diluvio en el día de Noé. Antes del Diluvio, como explica la Biblia, el mundo se había vuelto desesperadamente perverso. La tendencia de los corazones de los hombres “era de continuo solamente el mal” (Gén. 6:1-5). La intervención divina en ese momento resultó en la destrucción de toda la raza humana, a excepción de Noé y su familia, quienes, siguiendo las instrucciones de Dios, fueron llevados con seguridad a través del Diluvio y formaron el núcleo de un nuevo mundo.

Hubo intervención divina en los asuntos de una nación al liberar Dios al pueblo hebreo de su esclavitud en Egipto. Faraón aprendió que no podía resistir al Dios de Israel, aunque lo intentó desesperadamente, y al final perdió su vida en el intento. La razón de esta intervención es evidente: Los hebreos eran el pueblo elegido de Dios, los hijos de Abrahán, a quien Dios prometió que todas las familias de la tierra serían bendecidas por su “simiente”. Puesto que Jesús era esa verdadera simiente de la promesa era necesario que los descendientes de Abrahán sobrevivieran en la tierra hasta que viniera (Gén. 22:16-18; Gál. 3:16). La esclavitud en Egipto bien podría haber destruido al pueblo en última instancia, de ahí la intervención de Dios para liberarlos.

Muchos ejemplos de intervención divina a favor de individuos concretos nos llegan desde el pasado. Los tres hebreos fueron liberados del horno de fuego y Daniel, de la boca de los leones. Sin embargo, Dios no intervino para salvar a Jesús de la muerte, porque era su plan que su Hijo unigénito diera su vida como Redentor y Salvador del mundo (Dan. 3:1-30; 6:1-28; Juan 1:14; 3:16). Durante su ministerio terrenal Jesús, por el poder de Dios, obró muchos milagros, y más tarde los apóstoles también, interviniendo temporalmente en la vida de los que sanaron. Y aunque Dios no salvó a Jesús de la muerte, una muerte cruel de cruz, intervino poderosamente tres días después al resucitarlo de entre los muertos y exaltarlo a su diestra, dándole la naturaleza divina, la inmortalidad. La intervención de Dios al levantar a su hijo de entre los muertos era parte vital de su plan para la salvación del hombre, pues aunque era necesario que Jesús muriera como “rescate por todos”, su muerte habría sido en vano si no hubiera sido posteriormente resucitado. —Fil 2:8-9; Heb. 12:2; 1 Tim. 2:5-6; 1 Cor. 15:13-20

Los ejemplos anteriores indican que la intervención de Dios, o en algunos casos la no intervención, en los asuntos de la humanidad se determina de acuerdo con la realización de sus diversos planes y propósitos que, a su vez, se rigen por los diferentes “tiempos y sazones” durante los cuales deben cumplirse ciertos aspectos de su plan. En todos los casos, sin embargo, las acciones del gran Creador, o un aplazamiento de las mismas, son para el propósito último de la bendición eventual y eterna del hombre. —Apoc. 2:20-21; 21:3-7; 22:1-2

EL PUNTO DE VISTA DEL MUNDO

Desde el tiempo de la Iglesia Primitiva, ni el mundo ni el pueblo profeso de Dios han presenciado manifestaciones externas que indique que el Señor está interfiriendo en los asuntos de la humanidad. El pueblo consagrado de Dios reconoce, por el ojo de la fe, sus tratos con ellos a lo largo de líneas espirituales, pero se les ha permitido sufrir y morir como el resto del mundo. En su mayor parte el punto de vista mundano, incluidos los de sincera persuasión religiosa, es que no debemos esperar que Dios haga algo positivo para ayudar a la humanidad a salir del caos y desorden en que el egoísmo humano la ha sumergido.

Como resultado, la mayoría parece pensar que el mundo seguirá luchando hacia adelante indefinidamente con la humanidad trabajando lo mejor que pueda para gobernarse a sí misma. Por lo tanto, sus esfuerzos son para influir en que los gobiernos promulguen mejores leyes y mejoren el tono social y moral de la sociedad. Desde hace mucho tiempo descartan la idea del regreso de Cristo y el establecimiento de su reino prometido; en otras palabras: las personas mundanas, incluyendo las de diversas creencias religiosas, generalmente no creen que habrá intervención divina en los asuntos de los hombres alguna vez. El hombre, dicen, debe intentar mejorar su propia suerte y la de su prójimo.

LARGO SILENCIO, PERO NO PARA SIEMPRE

A quienes no conocen el plan de Dios revelado en la Biblia no se les debe culpar por su incredulidad en la intervención divina como solución a los problemas del mundo. Después de todo, ha pasado mucho tiempo desde que se ha hecho visible la evidencia de la poderosa fuerza del trabajo de nuestro Dios en los asuntos de los hombres. El Señor lo tiene en cuenta al decir a través del Profeta Isaías: “Hace tiempo que tengo mi paz” (Isa. 42:14). Del mismo modo, el salmista en nuestro texto de apertura habla de que Dios ha guardado silencio, manteniendo su paz, durante un largo período de tiempo.

De hecho, Dios ha mantenido su paz y su estado “inmóvil y refrenado” durante mucho tiempo de interferir en los asuntos humanos en cualquier medida visible. Sin embargo, en ambos pasajes, se nos informa que Dios no se propone abstenerse por siempre de interferir con el curso descendente del egoísmo humano. En Isaías 42:13, sólo un versículo antes de la referencia anterior, el profeta dice: “Jehová saldrá como gigante, y como hombre de guerra despertará celo; gritará, voceará, se esforzará sobre sus enemigos.”

Al hablar del silencio de Dios el salmista aclara en versículos posteriores que tal no es el caso para siempre y que, a su debido tiempo, la humanidad sabrá que el Señor es el “Altísimo sobre toda la tierra”. El único medio para alcanzar semejante entendimiento es por una intervención milagrosa de Dios en los asuntos y actividades del mundo. Muchos pueden sentir que Dios ha renunciado a su creación, hasta el punto de “aislarla” y permitir que simplemente el hombre se destruya a sí mismo. Mas, este no es el Dios de la Biblia y el abandono de la humanidad no tiene parte en su plan.

MÉTODOS DE DIOS

Dios es ilimitado en sus métodos de lograr sus propósitos para la bendición final del hombre. Su intervención en los asuntos humanos en los días de Noé fue por medio de una inundación de aguas. A través del cumplimiento de la profecía bíblica, creemos que está a punto de seguir el cierre de otro orden mundial al establecerse el prometido reino mesiánico sobre la tierra. La intervención de Dios para poner fin al presente orden mundial utiliza métodos diferentes que los empleados en el momento del Diluvio. Uno de ellos, como se indica en las profecías acabadas de citar, es que Dios permita a las naciones, los ejércitos y las ideologías enfrentarse entre sí en una medida suficiente que el orden social imperfecto del cual son parte integrante, pero que no tendrá parte en el reino de Cristo, podría llevar a la destrucción. Otra profecía es la que describe el orden social actual simbólicamente como “la tierra”: “Esperadme, dice JEHOVÁ, hasta el día que me levante para juzgaros; porque mi determinación es reunir las naciones, juntar los reinos, para derramar sobre ellos mi enojo, todo el ardor de mi ira; por el fuego de mi celo será consumida toda la tierra.” —Sof. 3:8

Ésta y otras profecías indican que en la fase final del “tiempo de angustia” predicha por Daniel, Dios, a su manera, revelará su mano en lo que está ocurriendo, y en ese momento las naciones reconocerán su intervención. En esta fase final de la destrucción profética de la tierra simbólica, o del presente orden mundial, las Escrituras indican que el pueblo de Israel ocupará un lugar prominente.

EL PAPEL DE ISRAEL EN LA INTERVENCIÓN DE DIOS

La profecía de Ezequiel, capítulos 38 y 39, indica que en el momento de su cumplimiento los israelitas devueltos estarán bien establecidos en la tierra que se les prometió. Bajo tales condiciones, las hordas de agresores del norte, bajo el liderazgo de un personaje simbólico llamado “Gog”, los atacarán. Será entonces, al parecer desesperada la situación de su antiguo pueblo, que Dios intervendrá en su nombre. Con respecto a esto citamos a continuación una porción de la profecía de Ezequiel: “En aquel tiempo, cuando venga Gog contra la tierra de Israel, dice Jehová el Señor, subirá mi ira y mi enojo. Porque he hablado en mi celo, y en el fuego de mi ira: Que en aquel tiempo habrá gran temblor en la tierra de Israel; que los peces del mar, las aves del cielo, las bestias del campo y toda serpiente que se arrastra sobre la tierra, y todos los hombres que están sobre la faz de la tierra, temblarán ante mi presencia; y se desmoronarán los montes y serán derribados, y los vallados caerán y todo muro caerá a tierra. Y en todos mis montes llamaré contra él [Gog] la espada, dice Jehová el Señor; la espada de cada cual será contra su hermano. Y yo litigaré contra él con pestilencia y con sangre; y haré llover sobre él, sobre sus tropas y sobre los muchos pueblos que están con él, impetuosa lluvia, y piedras de granizo, fuego y azufre. Y seré engrandecido y magnificado; y seré conocido ante los ojos de muchas naciones, y sabrán que yo soy Jehová.” —Eze. 38:18-23

Como revela esta profecía, cuando ocurra el horrendo acontecimiento que describe, todas las naciones tendrán sus ojos abiertos para discernir que esta derrota de los enemigos de Israel fue realizada por Dios. Entonces sabrán que el Señor del cielo ha intervenido en favor de su pueblo. La profecía habla de una “impetuosa lluvia, piedras de granizo, fuego y azufre” que Dios usará para derrotar a los enemigos de Israel. Estas expresiones bien pueden ser simbólicas de las fuerzas que el Señor pueda usar en ese momento. Los detalles de las profecías son raramente comprendidos hasta que se cumplen; sin embargo, la consideración importante ahora es que Dios, a su debido tiempo, intervendrá en los asuntos humanos y cuando lo haga todas las naciones conocerán el significado de lo que ha ocurrido.

EL REINO ESTABLECIDO

La derrota de los enemigos de Israel dará como resultado el establecimiento de la autoridad del reino mesiánico en toda la tierra. Este será el clímax final para el tiempo de angustia; Jesús se refirió a él como un período de “gran tribulación”, tan grande que, a menos que fuera “acortado, nadie sería salvo”. Sin embargo, Jesús nos aseguró que este tiempo de caos y angustia llegaría a su fin “por causa de los elegidos “ (Mat. 24:21-22) En el pensamiento del griego original esta tribulación será detenida “por medio de los elegidos”, esto es, a través de Jesús y de los que se asociarán con él en la fase espiritual del reino y que “reinarán con él mil años”. —Apoc. 20:6

El Profeta Isaías proporciona una descripción maravillosa del establecimiento del reino mesiánico. En esta profecía, el gobierno del reino se simboliza como un monte por encima de todo lo demás y los diversos montes y collados, subordinados a ella. La profecía dice: “Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados; y correrán a él todas las naciones. Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová. Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos, y volverán sus espadas en rejas de arado; y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra.” —Isa. 2:2-4; Miq. 4:1-3

El “monte”, o reino, del Señor, será una casa gobernante compuesta por los hijos de Dios. Éstos incluyen a Jesús y a los que han sufrido y muerto con él que puedan vivir y reinar con él (2 Tim. 2:11-12). Esta casa gobernante supervisará y gobernará en todos los asuntos de los hombres, como se indica por su establecimiento en la “cabeza de los montes”, y “exaltado sobre los collados”. Por intervención divina este nuevo gobierno se establecerá firmemente para gobernar sobre los pueblos del mundo y voluntariamente fluirán a él.

La gente de todas las naciones, en ese momento, habrá aprendido la futilidad de sus propios esfuerzos para establecer la paz y la seguridad y sabrán que el mundo no puede continuar indefinidamente bajo las constantes amenazas de la guerra, la revolución y las armas de destrucción masiva y que una paz incómoda, provocada por la intervención del hombre y su armamento, no vale realmente la pena. Estarán “contentos y regocijados” por este nuevo gobierno, el reino de Cristo, ejerciendo autoridad sobre ellos y será lo que sin saberlo han esperado por miles de años. —Isa. 25:9

La profecía anterior citada en Isaías 2:2-4 declara que la gente deseará ser enseñada por el “Dios de Jacob” y aprender de sus caminos y porque sabrán que sus propios planes y maneras han fallado. Al ver los grandes resultados de la intervención de Dios quieren aprender sus preceptos y andar en sus caminos. Entonces los caminos del Señor serán claros y libremente disponibles para todos. Su ley saldrá “de Sión” y su palabra, “de Jerusalén”. —v. 3

“ESPADAS EN REJAS DE ARADO”

Cuando el pueblo reconozca la autoridad del reino del Mesías sobre ellos y busque andar en sus caminos “volverán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en hoces”. No van a “aprender más la guerra”. Esto significa que la intervención divina en la tierra resultará en el fin de la guerra y de la preparación de la misma, simbolizada por la remodelación de espadas y lanzas en implementos agrícolas.

¡Qué irónico que este simbolismo de la profecía de Isaías haya sido visto por personas y líderes de todas las naciones durante casi sesenta años! En 1959 una estatua de bronce esculpida por un famoso artista y escultor de Ucrania fue donada por la U. R. S. S. a las Naciones Unidas, donde se colocó en un jardín. La escultura se llama Volvamos las espadas en rejas de arado y representa la figura de un hombre martillando una espada en la forma de la cuchilla de un arado, como deseo de terminar todas las guerras y convertir las armas de muerte y destrucción en herramientas pacíficas y productivas para beneficio de la humanidad.

Esperamos que llegue el momento cuando Dios, a través de su Hijo Jesucristo y sus fieles seguidores, intervenga en los asuntos del hombre “una vez por todas” y crear un “reino que no sea sacudido”. Por lo tanto, “tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia” (Heb. 12:28, Biblia Enfatizada de Rotherham). La intervención de Dios traerá una solución al problema eterno del egoísmo, pues el pueblo también será reformado en sus corazones y se deleitará en los caminos del Señor, los caminos del amor.



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba