ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección Uno

La fuente de todo amor

Versículo Clave: “Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también amarnos unos a otros.”
—1 Juan 4:11

Escrituras Seleccionadas:
1 Juan 4:7-19

EL NUEVO testamento fue escrito en griego y hay dos grupos diferentes de palabras que se han traducido como “amor” en inglés en la Biblia del Rey Jacobo. La palabra phileo describe un amor asociado con apego personal, tales como el de la familia o el de los amigos, dado por un sentimiento de afecto mutuo. La expresión “amor fraternal” es una traducción de la palabra griega filadelfia, la forma nominal del verbo phileo.

Las palabras agape y agapao son formas nominales y verbales de un tipo de amor diferente. Agape es un amor sacrificado y desinteresado, sin tener en cuenta si es merecido o no, e independientemente de la mutua simpatía. Es un amor parecido al de Dios. El apóstol Juan usa estas palabras frecuentemente. En sus tres epístolas la palabra amor aparece treinta y ocho veces, y todas traducidas de agape o agapao.

En los versículos de nuestra lección Juan usa estas palabras para describir el amor de Dios. “El amor es de Dios;… Dios es amor.” (1 Juan 4:7-8) Al describir cómo ha ejercido Dios su amor a través de Jesús, Juan continúa: “En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él… Envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.” (vv. 9-10, Nueva Versión Internacional) En el Evangelio de Juan, similarmente se refiere a esta gran manifestación del amor de Dios: “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna.” —Juan 3:16

El verdadero cristiano desea desarrollar un amor desinteresado y sacrificador. Tal amor va más allá de un mero sentimiento benévolo, o afecto mutuo, ejercido hacia otro. Por el contrario, es un amor que impele a sacrificar el interés personal, el placer, la comodidad, el tiempo, la fuerza y todo lo que uno tiene para bendición de los demás. Este tipo de amor “de unos a otros”, como se cita en el versículo clave, requiere mucho examen de conciencia, introspección y desarrollo a lo largo del tiempo.

“Si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros, y entre nosotros su amor se ha manifestado plenamente… El que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él.” (1 Juan 4:12 y 16, NVI) Dios acepta nuestro amor por los demás como manifestación de nuestro amor por Él. Así debemos preguntarnos: ¿Tenemos interés y preocupación genuinos por el más alto bienestar espiritual de nuestros hermanos? Cuando aprendemos de sus experiencias difíciles, ¿tenemos simpatía y compasión? ¿Oramos por ellos pidiendo la gracia, la fuerza y que se haga la voluntad de nuestro Padre Celestial en todos los aspectos? ¿Nos tomamos un tiempo para alentar a nuestros hermanos compartiendo las promesas de las Escrituras en una nota, por correo electrónico o simplemente por una llamada de teléfono?

Otra prueba de si estamos desarrollando el amor ágape es nuestro ejercicio hacia toda la humanidad y tener amor incluso por nuestros enemigos (Mat. 5:44-45) El amor desinteresado provocará que les tengamos simpatía y les mostremos misericordia. Si nuestros enemigos, en algún momento del futuro, son iluminados por la verdad de la Palabra de Dios y por su gracia manifiestan el deseo de reparar sus malas acciones, nos regocijaremos si realmente tenemos un amor desinteresado por ellos.

Busquemos desarrollar este tipo de amor recordando que Dios es su fuente. Si a veces no somos capaces de manifestar amor hacia nuestros hermanos, a la humanidad o, incluso, hacia nuestros enemigos, no debemos desanimarnos. En lugar de ello, deberíamos buscar el trono de gracia del perdón de Dios y pedir una mayor medida de su espíritu de amor agape. —2 Tim. 1:7



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba