ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección Dos

Una nueva Jerusalén

Versículo Clave: “Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero. La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera.”
—Apocalipsis 21:22 y 23

Escrituras Seleccionadas:
Apocalipsis 21:9-14
y 22-27

AL ESTUDIAR la Biblia encontramos muchos casos en los que una ciudad se usa para simbolizar o representar la autoridad de un gobierno. Por ejemplo Babilonia, que siglos antes había sido una poderosa ciudad y centro del imperio babilónico, se usa simbólicamente en la visión de Juan como representación de un gobierno eclesiástico civil apóstata. Se habla de “la gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra.” —Apoc. 17:5 y 18

Por el contrario, la “nueva Jerusalén”, el tema de la lección de hoy, se usa como símbolo que denota el nuevo gobierno espiritual de la Edad Mesiánica venidera (Apoc. 21:2). Este gobierno no tiene su origen en la tierra ni es desarrollado por el hombre. En una visión Juan lo vio como una “ciudad santa, … que descendía del cielo.” Su origen es espiritual en todos los sentidos de la palabra, viniendo directamente de Dios. Es por este gobierno venidero por el que Jesús nos enseñó a orar: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mat. 6:10). Por esto nuestro Señor reconoció su fe en la promesa de que un gobierno divinamente designado sería establecido en la tierra a su debido tiempo.

Juan también declara que en su visión vio la nueva Jerusalén “preparada como una novia adornada para su esposo.” Esto nos recuerda que el nuevo gobierno del futuro tendrá más de un gobernante. El Apóstol Pablo dice de ese tiempo que Cristo Jesús y sus santos fieles “juzgarán al mundo en justicia” (Hechos 17:31; 1 Cor. 6:2). A estos “santos” se les está seleccionando ahora basados en su fidelidad hasta la muerte, ya que “sufren con” Cristo, de modo que puedan también ser “glorificados juntamente” con él (Apoc. 2:10; Rom. 8:16-17). En su relato Juan ve a estos santos glorificados cuando un ángel le llama: “Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero. Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, teniendo la gloria de Dios, y su fulgor era semejante a una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal.” —Apoc. 21:9-11

No debemos pensar en esta ciudad como una ciudad que comprende edificios literales de piedra que descienden del cielo a la tierra. Para confirmar que este es un lenguaje simbólico recordemos las palabras de Pedro, que aquellos a los que se está preparando en el momento presente para ser parte de esta “ciudad santa” son considerados “piedras vivas”, con Jesucristo como la “piedra angular” de este arreglo espiritual (1 Pedro 2:4-7). Independientemente de los diferentes símbolos utilizados en las Escrituras, la nueva Jerusalén no será visible para el ojo natural, sin embargo, tendrá representantes terrenales, “príncipes en toda la tierra”, y cuando comience a funcionar todo el mundo será consciente de que se ha instituido un nuevo gobierno (Sal. 45:16). Será un gobierno de amor, equidad y paz que traerá bendiciones a todos los que deseen seguir sus justas leyes.

Es nuestra comprensión de que la luz del sol y de la luna de nuestro versículo clave significa la luz solar actual del mensaje del Evangelio y el reflejo de la luna de los tipos y de las sombras del Antiguo Testamento. En la nueva Jerusalén, sin embargo, “la gloria de Dios … y el Cordero” proporcionará la luz plena de la verdad para que la humanidad aprenda los caminos del Señor. Con ella estamos seguros de que nadie “no hará mal ni dañará en todo mi santo monte.” —Isa. 11:9



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba