EVENTOS SOBRESALIENTES DEL ALBA

Temporadas de refrigerio

“Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan del rostro del Señor tiempos de refrigerio.” —Hechos 3:19, Biblia Enfatizada de Rotherham

EL APÓSTOL PEDRO predicó un sermón muy instructivo en Pentecostés y poco tiempo después, otro, registrado en Hechos capítulo 3. Los antecedentes de éste último fue la curación milagrosa por Pedro y Juan de un hombre incapaz de caminar desde su nacimiento (Hechos 3:1-8). La gente reunida allí estaba emocionada y se sentía curiosa por el milagro, así Pedro tuvo la oportunidad de explicarles algunas cuestiones.

Pedro recordó a los oyentes, evidentemente en su mayoría judíos, que habían sido directamente responsables de la muerte de Jesús, pero que Dios lo resucitó de entre los muertos. Entonces les dijo que era por la fe en Jesús que el cojo había sido sanado (vv. 12-18). Pedro dijo entonces las palabras de nuestro texto de apertura con la esperanza de que tal vez algunos pudieran cambiar su corazón, arrepentirse y transformar su conducta.

En la traducción del Rey Jaime de nuestro texto, la última frase dice: “de la presencia del Señor”. La palabra griega traducida “presencia” significa “rostro” o “semblante”. Por esta razón hemos utilizado la traducción de Rotherham, ya que transmite con más precisión el significado del griego. La idea es que girar el rostro hacia otro denota favor, o amistad, mientras que apartar el rostro es símbolo de desaprobación. Moisés, por ejemplo, gozó del favor de Dios y las Escrituras dicen que “habló Jehová con Moisés cara a cara, como habla cualquiera con su compañero.” —Ex. 33:11

Las personas a las que se dirigía Pedro al hablar de “tiempos de refrigerio” estaban, por el momento, muy lejos del rostro sonriente de Dios. Les aseguró, sin embargo, que si se arrepentían y volvían sus corazones a Dios, podrían borrarse sus pecados y renovarse por el regreso de su favor. Pedro no se detuvo con la buena noticia del “refrigerio” de Dios a quienes luego se arrepintieron y se dirigieron a él.

Él continuó diciendo: “Y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas” (Hechos 3:20-21). Pedro explicó que los anunciados “tiempos de la restauración” habían sido predichos por todos los santos profetas de Dios. Luego agregó: “Todos los profetas desde Samuel en adelante, cuantos han hablado, también han anunciado estos días. Vosotros sois los hijos de los profetas, y del pacto que Dios hizo con nuestros padres, diciendo a Abraham: en tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra. A vosotros primeramente, Dios, habiendo levantado a su Hijo, lo envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad.” —vv. 24-26

¡Qué significativa fue la explicación de Pedro acerca de las promesas de Dios! Quería que sus oyentes supieran que a través del arrepentimiento podían disfrutar de la sonrisa del rostro de Dios, a pesar de haber crucificado al “Autor de la vida” (v. 15). Sin embargo, como establece el versículo 26, ellos eran simplemente los primeros en recibir esa bendición. Cuando Dios “enviara a Jesucristo” de nuevo habría “tiempos de la restauración de todas las cosas”. Entonces dice Pedro que Dios “levantaría” un profeta como Moisés. Sería obligatorio escucharle y obedecerle para todos los que desean vivir, pero quienes dejen de hacerlo serán “desarraigados del pueblo.” —vv. 22-23

REFRIGERIO DE DIOS

La palabra “refrigerio” en nuestro texto traduce una palabra griega que significa “recuperación de la respiración” o reactivación de la vida. De hecho, los creyentes arrepentidos y consagrados de la actual Edad Evangélica están justificados a la vida sobre la base de la fe en la sangre derramada de Cristo. Obtienen esta vida justificada con el fin de ponerla al servicio de Dios, y son engendrados como nuevas criaturas (Gal. 2:20; Rom. 12:1; Heb 9:14-15; 2 Cor. 5:17). Durante la próxima edad, al levantarse la humanidad de la tumba, aquellos que “oigan a aquel profeta” y sean fieles a las leyes del reino serán restaurados a la perfección de la vida humana.

Al aplicar el sentido de los símbolos usados por Pedro vemos que Dios apartó su rostro del hombre a causa de su transgresión de la ley divina. El salmista escribió: “Su favor dura toda la vida” (Sal. 30:5). Si el refrigerio de la vida es el resultado de la gracia de Dios, lo contrario también es verdad. La muerte es el resultado de su desaprobación. Así que cuando Dios apartó el resplandor de su rostro sobre los hombres el resultado fue la muerte.

Con la falta de la gracia de Dios vinieron la enfermedad, el sufrimiento y el dolor. Las bendiciones experimentadas por aquellos sobre quienes Dios hace brillar su rostro han sido desconocidas excepto por unos pocos a lo largo de los siglos. Sólo un número relativamente pequeño, por la fe, han buscado al Señor, han sido tomados en su confianza y se les ha mostrado sus planes y propósitos. Para la mayoría, sin embargo, la presente noche de pecado y de muerte se ha caracterizado por pesadillas de miedo, por temor a que el grupo inquieto de hoy se sumerja en peores calamidades mañana. ¡Qué bien lo expresó Job al decir: “El hombre nacido de mujer, corto de días, y hastiado de sinsabores!” —Job 14:1

La amargura que siguió a la estela de la trasgresión, al dar Dios la espalda a sus criaturas, no durará siempre. En el mismo versículo citado anteriormente de los Salmos también podemos leer: “Por la noche durará el lloro, y en la mañana vendrá la alegría”. Fue la retirada del favor divino lo que hizo que la oscuridad se colocara sobre los hombres quitándose la felicidad y la paz humanas. La venida de Jesús, sin embargo, como don del amor de Dios y “luz de vida”, implica el regreso del favor a aquellos que lo aceptan y obedecen sus leyes. —Juan 3:16; 8:12

Esto es lo que Pedro quiso decir cuando habló de que “los tiempos de refrigerio” provendrían del “rostro del Señor”. Ese refrigerio ha llegado a través de la fe a quienes se han arrepentido durante la presente edad y se han dado en plena consagración a Dios. Asimismo, en la siguiente edad, Dios hará que su rostro resplandezca sobre toda la humanidad, y la refrescará, que luego oirá “a aquel profeta” y obedecerá desde el corazón las leyes del reino de Cristo, que funcionará en todo el mundo. De hecho, “los tiempos de refrigerio” implican vida y luz. El desierto del pecado y de la muerte ha sido tan árido como la noche ha sido oscura. David lo llamó “valle de sombra de muerte”. —Sal. 23:4

EL MUNDO ACTUAL NO CONOCE A DIOS

La Biblia habla de una hambruna en la tierra de “oír la palabra de Jehová” (Amós 8:11). ¡Qué cierto ha sido! El hombre ha sufrido mucho porque no ha escuchado ni entendido a Dios ni su verdadero carácter. Como resultado ha andado a tientas en la oscuridad esforzándose por encontrar un poco de consuelo, esperanza, o alguna garantía que de todas las incertidumbres y aflicciones actuales habrá un feliz mañana. Al hacerlo, sin embargo, el hombre se ha aprovechado de las aguas envenenadas del error y de la superstición, una bebida que, en lugar de refrescar su alma, ha llenado su mente cada vez con más engaños e imaginaciones. Satanás, el gran impostor, siempre ha estado preparado para ofrecer sus falsos brebajes mezclados con el propósito expreso de engañar a la mente del hombre sobre el carácter y los propósitos de Dios.

En la confusión causada por las diversas enseñanzas falsas de Satanás, los afectados no son capaces de razonar correctamente y se han convertido en ciegos y sordos a la luz y a los sonidos de la Biblia que resuenan la certeza de que “Dios es amor” (1 Juan 4:8, 16). La Biblia afirma claramente que “la paga del pecado es la muerte” (Rom. 6:23). Sin embargo, muchos de cuyas mentes han sido engañadas por las mentiras de Satanás insisten en que es la tortura eterna, no la muerte, la pena por el pecado. Como vemos, en creencias similares tanto de cristianos como de no cristianos encontramos que, con pocas excepciones, los intentos por acercarse a Dios y comprender sus propósitos se ven frustrados por diversos conceptos y teorías engañosas. Éstos, a su vez, infunden miedo en los corazones de la gente y ocultan su visión del único y verdadero Dios, Creador del cielo y de la tierra.

EL ROSTRO DE DIOS LEVANTADO

Una vez que aprenda el hombre las necesarias lecciones a partir de su experiencia en este “hambre” de la separación del favor divino, Dios levantará su rostro hacia la humanidad, y a todos los que se arrepientan y obedezcan, se refrigerarán el corazón y el alma. Después de más de seis mil años en el desierto con el Creador de espaldas a él, qué abundancia de refrigerio y favor será el resultado de la vuelta del rostro de Dios hacia el hombre.

Pedro dijo a su audiencia, algunos de los cuales habían tomado parte en la crucifixión de Jesús, que podían, a través del arrepentimiento y por la fe, refrescarse como resultado de la redención provista por Cristo Jesús. Es sobre esta misma obra redentora, y la oportunidad de vida que ofrece, que la humanidad será igualmente refrescada. Sin este “rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo”, la raza humana permanecería en tinieblas, y la hambruna a causa de la pérdida de la gracia de Dios seguirá extendiendo su plaga de muerte (1 Tim. 2:5-6). Damos gracias a Dios por la seguridad de que pronto alzará su rostro a la gente y se refrescará.

El refrigerio del hombre tendrá lugar a lo largo de muchas líneas. Se refrescará con un verdadero conocimiento de Dios y de su plan para vida eterna y felicidad; con la garantía de paz, seguridad y prosperidad de corazón, mente y cuerpo; con salud, mental y física, tan vibrante que las enfermedades de todo tipo, incluso la enfermedad de la vejez, serán vagos recuerdos del pasado, pues “no habrá muerte, ni más llanto, ni clamor ni dolor.” —Apoc. 21:4

No hay palabra adecuada para describir por completo el contraste entre las experiencias del hombre durante el tiempo del favor de Dios que le ha sido retenido y el tiempo, ahora al alcance de la mano, cuando el Creador alce su rostro hacia la raza caída para refrescar al pueblo. No es eufemismo decir que van a ser tan diferentes como el brillo del mediodía y la oscuridad de la medianoche. Incluso con una comparación como esta, nuestra mente finita no alcanza a entender el pleno significado de lo que “tiempos de refrigerio del rostro del Señor” significará para esta pobre creación que gime.

Aunque no podamos apreciar por entero la riqueza de la provisión amorosa de Dios para la recuperación y bendición del hombre, es una verdad enseñada con armonía en toda la Palabra de Dios. Como tal no es misteriosa, vaga o más allá de la capacidad de ser comprendido. Tiene, como sus raíces, la reiterada promesa de la Biblia de que es el plan de Dios bendecir a “todas las familias de la tierra” con vida, paz, seguridad, salud y felicidad. —Gen. 12:3; 22:18; Hechos 3:25; Gal. 3:8

RESTAURACIÓN TAMBIÉN PROMETIDA

Llegó un tiempo de refrigerio a través de la justificación a la vida por fe a quienes se arrepintieron como resultado de la predicación de Pedro. Parte de este refrigerio, que ha llegado a todos los llamados y escogidos de la edad actual, ha sido la posibilidad de tener una parte con Cristo en su reino, en la tarea de recuperar a la raza humana del pecado y de la muerte. Pedro llamó a esta tarea restitución—“tiempos de la restitución de todas las cosas” (Hechos 3:21, Versión Rey Jaime). Según el Léxico Griego de Thayer, la palabra griega aquí traducida “restitución” significa “restauración”. Mientras estaba en la tierra Jesús dijo que vino a “buscar y a salvar [restaurar] lo que se había perdido” (Lucas 19:10). Su primer advenimiento preparó el camino para el retorno del hombre a Dios a través de la redención. Durante su segundo advenimiento, Cristo, junto con los fieles seguidores de la edad actual, supervisará la labor de restitución del hombre y la restauración de todo lo que se perdió como resultado del pecado, del sufrimiento y de la muerte.

Job fue uno de los “santos profetas de Dios” de los que habló Pedro. La experiencia de toda su vida fue un cuadro del trato de Dios con los hombres. Job fue un fiel siervo de Dios, pero la sabiduría divina permitió que la aflicción llegara a él, así como Dios ha permitido que el mal afecte a toda la raza humana. Sin embargo, Dios finalmente intervino a favor de Job restaurando su salud al igual que unas bendiciones de vida similares a las que había perdido. Después de aprender las lecciones de sus experiencias Job exclamó. “De oídas te había oído, mas ahora mis ojos te ven.” —Job 42:5

“Ver” figuradamente a Dios será, quizás, la más refrescante experiencia disfrutada por el hombre como resultado de su restauración al favor divino. Ha habido muchos entre los miles de millones de personas que han vivido y han muerto que han oído hablar de Dios “de oídas”. Su nombre ha sido profesado por los labios de las multitudes, pero verdaderamente ha estado en el corazón de pocos. Sólo cuando se dé un correcto conocimiento de Dios en el Reino Mesiánico el hombre será capaz de “verle”—percibirle, considerarle—con los ojos del entendimiento. Entonces aun Job “verá” a Dios con mucha más claridad que durante el tiempo en que la muerte reinaba en la tierra.

Mientras la aflicción pesaba sobre él, Job le pidió a Dios que le permitiera dormirse en la muerte hasta el momento en que pasara la desaprobación divina (Job 14:13). Job estaba dispuesto a morir porque tenía fe en que llegaría el momento en que Dios iba a volver su rostro hacia la humanidad, que los muertos serían restaurados a la vida y refrescados por las bendiciones de su gracia. “Esperaré”, dijo Job—esperar en el sueño de la muerte—y “llamarás, y yo te responderé: tendrás afecto a la hechura de tus manos” (vv. 14,15). En efecto, el hombre es creación de Dios, obra de sus manos. El hombre ha caído desde su perfección original, pero la obra de Dios en su creación no ha sido en vano. ¡Él oirá la llamada de Dios de la muerte y vivirá de nuevo!

TIEMPO REQUERIDO

Las limitaciones de nuestra mente finita hacen difícil que visualicemos el trabajo de restauración en todos sus aspectos. El tiempo entra en ella como elemento importante para la consideración. Estamos tan acostumbrados a pensar en términos de nuestro propio corto lapso de vida que podemos inclinarnos a pensar que lo que Dios ha prometido debe realizarse rápidamente, quizás en un periodo similar al actual promedio de vida de setenta a ochenta años. Las Escrituras nos dicen, sin embargo, que se reservan mil años en el plan de Dios para el cumplimiento de este propósito. —2 Ped. 3:8-9; Apoc. 20:4, 6

El profeta Malaquías habla del momento en el que “el Sol de justicia” “surgirá con sanación en sus alas” (Mal. 4:2). Cuando los rayos curativos del “Sol de justicia” comiencen a manifestarse quienes respondan y sean bendecidos quizá se den cuenta de que no tienen que morir. Entonces los dormidos en la muerte comenzarán a ser despertados. Los miles de millones que han vivido alguna vez serán educados en el conocimiento de Dios y en sus caminos y obras justas, y se les dará tiempo suficiente para ajustar sus pensamientos, palabras y acciones—sí, sus corazones—a la voluntad divina. No será hasta el fin de esa edad de luz sanadora en que se disperse toda bruma de oscuridad y las condiciones desérticas del pasado sean fecundadas y abundantes.

Requerirá todo el reinado mesiánico de Cristo y de su iglesia para llevar a término la bendición, el refrigerio y la restitución de la humanidad. Incluso entonces, los únicos bendecidos eternamente por los rayos vivificantes de ese “Sol de justicia” serán aquellos que respondan en obediencia de corazón. Aquellos que cierren sus mentes y sus corazones a la luz negándose a conformarse a la voluntad divina entonces conocida, “serán desarraigados del pueblo” (Hechos 3:23). Para el resto serán eternos “tiempos de refrigerio del rostro del Señor”.



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba