ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección Cinco

La muerte de un amigo

Versículo Clave: “Habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera!”
—Juan 11:43

Escrituras Seleccionadas:
Juan 11:38-44

TODOS HEMOS sido bendecidos en la vida por tener amigos especiales. Jesús también tenía varios compañeros íntimos, a quienes él amaba mucho. En algunas ocasiones, especialmente en aquellos tiempos cuando viajaba a Jerusalén, él se hospedaba en casa de sus amigos amados. Nuestra lección para hoy relata un incidente relacionado con una familia de amigos especiales de Jesús y la poderosa fuerza de Dios que se desplegó a su favor. Es uno de los sucesos más conmovedores registrado durante el período del ministerio terrenal de nuestro Señor.

Dirigiéndonos al Evangelio de Juan, capitulo 11, reconocemos inmediatamente que esta experiencia tiene que ver con la muerte de Lázaro, quien, junto con sus hermanas María y Marta, eran amigos íntimos de Jesús. María y Marta le habían prestado servicio en su casa en Betania, y fue María quien posteriormente ungió a Jesús con perfume. (Lucas 10:38-42; Juan 12:3) Ahora, sin embargo, su hermano Lázaro estaba enfermo. Enviaron para decir a Jesús, con la esperanza de que vendría pronto y le sanaría, como había hecho en tantos otros casos durante su ministerio. Al enterarse de la noticia acerca de la enfermedad de su amigo, Jesús, probando la fe de María y Marta, se demoró dos días antes de venir a Betania. Por último, sabiendo que Lázaro estaba muerto, él dijo que iba para “despertarle” del sueño de la muerte.” —Juan 11:11-14

Cuando Jesús llegó y vio a María llorando, le preguntó, “¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve.” Entonces, en una emotiva expresión de su simpatía y amor, el relato dice “Jesús lloró.” (Juan 11:33-35) Lloró, no sólo a causa de la tristeza que rodeaba la muerte de un amigo íntimo, sino que también a causa de atestiguar personalmente los efectos de la maldición del pecado y de la muerte que estaban sobre la humanidad. (Gén. 2:17; 3:16-19; 1 Cor. 15:21,22) Jesús les aseguró a María y a Marta, diciendo: “¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?” Se quitó la piedra de donde había sido puesto Lázaro. Levantando los ojos, Jesús dijo, “Padre, gracias te doy por haberme oído,” en reconocimiento del poder de Dios, dándole toda la gloria y alabanza. —Juan 11:40,41

Las palabras de nuestro versículo clave, pronunciadas por Jesús aún resuenan hoy—“Lázaro, ven fuera.” “El que había muerto salió,” vivificado por el poder de Dios. (vs. 44) Esto no fue una “resurrección” en el sentido pleno de su significado. Lázaro, se durmió más tarde en la muerte de nuevo, esta vez para esperar la resurrección que vendrá cuando todos “los muertos oirán la voz del Hijo de Dios.” De hecho, Jesús dijo: “Vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz.” —Juan 5:25,28,29

El apóstol Pablo se refiere a la poderosa fuerza de Dios que se ejerció para levantar a Jesús de entre los muertos, y exaltarle a su diestra. Dijo a los hermanos en Éfeso que estaba orando por ellos, para que los ojos de su entendimiento fueran iluminados a conocer la esperanza de su llamamiento y la “supereminente grandeza” del poder divino, que había sido ejercido en la resurrección de Jesús. Este mismo poder, dice, está disponible “para con nosotros los que creemos.” (Ef. 1:17-22) Es porque los ojos de nuestro entendimiento son iluminados que somos capaces de mirar las cosas “que no se ven”, las que son “eternas”, en los cielos. —2 Cor. 4:17,18



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