ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección Cuatro

Una boda en Caná

Versículo Clave: “Cuando el maestresala probó el agua hecha vino, sin saber él de dónde era, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo, y le dijo: Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora.”
—Juan 2:9, 10

Escrituras Seleccionadas:
Juan 2:1-12

EL MARCO DE circunstancias de nuestra lección está en la región de Galilea. Jesús había estado viajando en esta área, seleccionando a sus discípulos, cuando fue invitado a asistir a una celebración de matrimonio en Caná, un pequeño pueblo menos de diez millas de su ciudad de Nazaret. Viajando desde la parte septentrional de la provincia, Jesús llegó a “Caná de Galilea” en “el tercer día” de su viaje. Los que les habían invitado a él, a su madre, y a sus discípulos a la boda estaban evidentemente unos parientes o amigos íntimos, dada la proximidad de Caná a Nazaret. (Juan 2:1,2) Además, Caná era la ciudad natal de Natanael, uno de los discípulos más recientes de Jesús. También él pudiera haber tenido una parte en convidar a estos invitados especiales al matrimonio.

Al principio, Natanael tenía dudas cuando Felipe le avisó que Jesús fue aquel “de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret. Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de bueno?” Felipe respondió, “Ven y ve.” (Juan 1:45,46) Tras el encuentro con Jesús, el Señor dijo de Natanael, “He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño.” Natanael preguntó cómo Jesús sabía de él. Jesús dijo que lo había visto bajo una higuera antes que Felipe se le había acercado. Sabiendo que esto era cierto, Natanael proclamó, “Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel.” Debido a la fe de Natanael, Jesús le prometió, “Cosas mayores que estas verás… De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre.” —vss. 47-51

Continuando con el relato de la boda de Caná, a su llegada, Jesús fue informado por María, su madre: “No tienen vino.” (Juan 2:3) Las costumbres de boda judías incluían el suministro de vino a los invitados, y con ninguno disponible, Jesús vio esto como una oportunidad de realizar lo que sería el “principio de señales” durante su ministerio terrenal. Aunque el resultado inmediato del milagro de Jesús fue proporcionar la fiesta de bodas con vino, la lección más importante fue que aumentó la fe de sus discípulos. “Manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él.” —vs.11

En preparación para el milagro, Jesús instruyó a los sirvientes que tomaran seis tinajas de piedra y que las llenaran con agua, lo cual hicieron. El cambio del agua en vino fue evidentemente instantáneo, porque Jesús dijo a los sirvientes que tomaran las tinajas de agua y “Sacad ahora, y llevadlo al maestresala. Y se lo llevaron.” (vss. 6-8) Cuando el maestresala probó el agua, que ahora se hizo vino, él preguntó cómo esto había acontecido. (vs. 9) Aunque no se dio ninguna respuesta, el maestresala pronunció las palabras de nuestro versículo clave al esposo, declarando con gozo que el vino era de la más alta calidad. Alabó a quien lo había facilitado, señalando que el mejor vino se había servido, en vez de aquel de menor calidad, que a menudo era el caso.

Hay una lección simbólica en esta experiencia. El agua se usa en las Escrituras como símbolo de la Palabra de verdad, y también se llama “agua de la vida.” (Ef. 5:26; Apocalipsis 22:17) Así como Jesús instruyó a los sirvientes que llenaran las tinajas con agua, debemos estar imbuidos de la verdad, y “llenos del Espíritu.” (Ef. 5:18) Así pues, el agua de la verdad se convierte en el “vino” de la sana doctrina, por la cual somos cambiados—“transformados por la renovación de nuestro entendimiento.” —Rom. 12:2



Asociación De los Estudiantes De la Biblia El Alba