ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección Tres

Una novia infiel

Versículo Clave: “El principio de la palabra de Jehová por medio de Oseas. Dijo Jehová a Oseas: Ve, tómate una mujer fornicaria, e hijos de fornicación; porque la tierra fornica apartándose de Jehová.”
—Oseas 1:2

Escrituras Seleccionadas:
Oseas 1

LA PROFECÍA DE Oseas fue especialmente dirigida a las diez tribus de Israel. Se pronunció durante una época de gran disminución en su reino, y pronto fue seguida por su cautiverio al imperio Asirio. Era también el momento de la depravación más profunda de Israel, aunque Dios aún mantenía su pacto con ellos. El nombre de Oseas significa “salvación”, que encaja perfectamente con su profecía. De los profetas menores, sólo Zacarías habla con más frecuencia que Oseas de la esperanza futura de Israel de ser “salvado” por la poderosa fuerza de Dios. La vida personal de Oseas era una de pruebas nacionales, y sus experiencias en cierta medida reflejaban las de Israel, que experimentó muchas dificultades debido a la forma en que llevaban sus vidas.

El capítulo inicial del libro de Oseas parece haber sido registrado en conjunción con la última parte del reinado de “Jeroboam, hijo de Joás.” (Os. 1:1) El reino de Israel duró sólo unos sesenta años más después de su muerte. Aunque Jeroboam “hizo lo malo ante los ojos de Jehová,” era mejor que aquellos que le siguieron. En su misericordia, Dios dijo que no iba a “raer el nombre de Israel de debajo del cielo” durante su reinado, pero “los salvó por mano de Jeroboam hijo de Joás.” —2 Reyes 14:24-27

Como se registra en nuestro versículo clave, Dios habló con Oseas, instruyéndole que tomara a una esposa que había sido una mujer adúltera, y tener hijos con ella. Los hijos nacidos de una mujer que había vivido en la inmoralidad se tenían en baja estima en aquel tiempo, y se consideraba que tenían la disposición y el espíritu de su madre. Las palabras de Dios, aunque pronunciadas a Oseas, estaban simbólicamente en referencia con su descontento con la nación de Israel. Israel, que había sido unida a Dios por el Pacto de la Ley, varias veces corría tras otros dioses, uniéndose con ellos de una manera adúltera. A medida que “nació” cada nueva generación de israelitas, esos “hijos” seguían en los mismos caminos desobedientes de sus antecedentes. Esto señaló además la infidelidad general de la nación a su verdadero “esposo”—el Padre celestial. Así, en sus palabras a Oseas, Dios estaba en realidad hablando con Israel, como si sostuviera un espejo en frente de ellos para despertar su conciencia.

Los pecados de Israel continuaban aun hasta el tiempo de la venida de su Mesías, a quien ellos rechazaron. Lamentando su condición, Jesús les habló estas palabras: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta.” (Mat. 23:37,38) El favor que anteriormente había sido exclusivamente suyo ahora estaba siendo quitado. Jesús prosiguió, diciendo, “Os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.” (vs. 39) Esto proporcionó un rayo de esperanza, que finalmente Israel reconocería a su Mesías, Cristo Jesús, y volvería a recibir la bendición de Dios. Siglos antes, David había profetizado de estas cosas, igualmente afirmando que Israel sería bendecido de nuevo. —Sal. 118:18-26

Las palabras de Dios a Oseas, ya que simbólicamente se aplican a Israel, parecen muy duras. Sin embargo, en realidad muestran su profundo amor, que había sido gravemente herido por su infidelidad. Estamos agradecidos, sin embargo, que Dios bendecirá a Israel, y a toda la humanidad, en el Reino del Mesías, como se lo prometió a Abrahán: “En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra.” —Gén. 22:18



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