EVENTOS SOBRESALIENTES DEL ALBA |
Un nuevo año: 2016
Retener nuestra confianza y esperanza
“En los últimos días el monte de la casa del Señor será confirmado como cabeza de los montes; será exaltado por encima de las alturas, y hacia él correrán todas las naciones. Muchos pueblos vendrán y dirán: ¡Vengan, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob! Él nos guiará por sus caminos, y nosotros iremos por sus sendas. Porque la enseñanza saldrá de Sión; de Jerusalén saldrá la palabra del Señor.”
— Isaías 2:2-3, RVC
A PESAR DE las súplicas y de los esfuerzos de muchos líderes mundiales y el deseo sincero de la mayoría de los habitantes del planeta, el objetivo de la paz mundial que tantos alegan que fue su intención no se alcanzó en el 2015. Hace dos mil años Jesús vino a la tierra para ser “El Príncipe de la paz”, pero es evidente que el debido tiempo en el plan de Dios para que estableciera la paz en la tierra aún no ha llegado. A través de diversos malentendidos del plan de Dios muchos seguidores profesos de Jesús han supuesto que eran ellos los encargados de establecer la paz en su nombre. Todos esos esfuerzos han fracasado, sin embargo, y, al comenzar el año 2016, los principales problemas existentes en el mundo—financieros, políticos, sociales, ambientales y religiosos—continúan sin ninguna resolución a la vista.
No obstante las condiciones mundiales, entramos rápido en el nuevo año manteniendo nuestra confianza y regocijándonos en la expectativa de que el plan de Dios para la paz en la tierra y la buena voluntad para con los hombres no fallará. Si queremos estar seguros de tal glorioso futuro para la humanidad es esencial tomar en consideración el testimonio de las Escrituras con respecto a ese plan. La verdad plena sobre cualquier característica del propósito de Dios nunca se declara en un único pasaje de las Escrituras, pero en el testimonio de Isaías sobre “el monte” del Señor tenemos un esquema bastante completo de la manera en que Dios establecerá la paz y logrará “el deseado de todas las naciones.” —Ag. 2:7
Isaías sitúa el tiempo para el cumplimiento de esta profecía “en los últimos días.” Esto no significa en los últimos días de la tierra ni en los últimos días de la existencia del hombre sobre la misma. La Biblia dice que “la tierra permanece para siempre” y que fue creada para ser habitada por el hombre. (Eccles. 1:4; Génesis 1:26-28 e Isaías 45:18) Proféticamente hablando, “los últimos días” son aquellos que cierran el período del reinado del pecado y de la muerte, inmediatamente después del cual, por intervención divina, se establecerá el largamente prometido reino de Dios. Creemos estar ahora viviendo los predichos “últimos días” y que se establecerá la paz en la tierra no por esfuerzos humanos, sino por la autoridad y el poder investidos en Cristo por el Padre celestial.
Note lo que dice Isaías que tendría lugar en “los últimos días”: “El monte de la casa del Señor será confirmado”, o preparado. La palabra “monte” es simbólica en este versículo y la utiliza el Señor para ilustrar su reino. En Daniel 2:35 y 44 se dice que el “monte” simbólico de Dios se establecerá en “los días de estos reyes”, representados en la imagen con aspecto humano que Nabucodonosor vio en su sueño. A partir de esta profecía sabemos que cuando Dios habla de su “monte” la referencia es a su reino.
MONTE SIÓN
El uso simbólico de un monte para denotar un reino, o gobierno, era familiar a la gente de la antigua nación de Israel. Dios los gobernaba a través de representantes elegidos, y cuya sede de gobierno era el Monte Sión de Jerusalén. Asimismo en la profecía de Isaías se identifica “el monte del Señor” como “Sión”. En referencia a Jesús como el nuevo rey exaltado de la tierra Dios declara: “Pero yo he puesto mi rey [ungido] sobre Sion, mi santo monte.” —Sal. 2:6
Isaías se refiere al monte de Dios como “el monte de la casa del Señor”. La “casa” es la casa gobernante de Dios, o la familia. Este lenguaje es familiar ya que durante los siglos pasados el mundo romano fue gobernado por familias dominantes denominadas “casas”. En éstas el derecho a gobernar se transmitía de generación en generación. Esto también fue cierto en la típica casa gobernante de David hasta que ser derrocada por el rey babilonio Nabucodonosor.
El jefe en la casa dirigente antitípica de Dios es su amado Hijo, Jesucristo. Él es el destinado a gobernar “de mar a mar, y desde el río hasta los confines de la tierra.” (Sal. 72:8) Este es el llamado “REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” que murió para redimir a sus súbditos—a la humanidad—de la muerte. (Apo. 19:16) Así pues, cuando el reino esté operativo gobernará sobre individuos vivos, no muertos. De manera similar, un rey muerto no podría gobernar, así Dios resucitó a Jesús de entre los muertos dándole “toda potestad en el cielo y en la tierra.” —Mat. 28:18
CON EL CORDERO
La Biblia también revela que Jesús tendrá regentes asociados en su reino. Éstos son sus seguidores fieles de la presente Edad Evangélica. El apóstol Pablo escribió concerniente a ellos: “Palabra fiel es esta: Si somos muertos con él, también viviremos con él; si sufrimos, también reinaremos con él; si le negáremos, él también nos negará.” (2 Tim. 2:11-12) De nuevo en Romanos 8:16-17 leemos: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.” Jesús dijo de este mismo grupo de fieles seguidores: “No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino.” —Lucas 12:32
En el Apocalipsis, el Apóstol Juan nos dice que vio un “Cordero” de pie en el “monte Sión” y que había “con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de él y el de su Padre escrito en la frente.” Se explica que estos seguidores del Cordero eran las “primicias para Dios y para el Cordero.” (Apoc. 14:1-4) El “Cordero” aquí mencionado es Jesús glorificado, y aquellos que tienen el nombre de su Padre escrito en su frente se identifican también como pertenecientes a la familia de Dios. También forman parte de la casa de Dios que en los últimos días se ha establecido, o preparado, en “cabeza de los montes” para constituir un nuevo gobierno mundial.
Al mismo grupo nuevamente se le menciona en Apocalipsis 20:4 y 6, donde se dice que son “decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios” y que “vivieron y reinaron con Cristo mil años.” Aparecen en “la primera resurrección” y como “sacerdotes de Dios y de Cristo… reinarán con él mil años”. Por lo tanto, claramente se indica que la “casa” gobernante del Señor establecida en “los últimos días” son Cristo y sus fieles seguidores. Jesús los describe como “hijos del reino” que “resplandecerán como el sol en el reino de su Padre.” —Mat. 13:38 y 43
TODAS LAS NACIONES SERÁN BENDECIDAS
Isaías nos informa que cuando el “monte de la casa del Señor” se establezca como cabeza de los montes, indicando su control sobre todos los reinos del mundo, “todas las naciones correrán a él.” Mientras el testimonio profético de las Escrituras indica que los acontecimientos de estos “últimos días” preparan el establecimiento del “monte de la casa del Señor”, la obra de su creación aún no se ha cumplido. Ciertamente “todas las naciones” no están corriendo a ese reino.
Hoy el reino de Cristo está lejos de los pensamientos de las naciones de la tierra—profesos cristianos o no por igual. Todavía imaginan que pueden resolver sus propios problemas y, al menos en algunos casos, podemos decir que probablemente están haciendo lo mejor que pueden. Ningún esfuerzo presente, sin embargo, detendrá la marea de pensamiento distorsionado y egoísmo humano general que ocupa ahora este mundo lleno de miedo en su agarre.
La humanidad no reconocerá ni admitirá su incapacidad para establecer la paz hasta que los espasmos finales de la presente “gran tribulación” estén a punto de suceder. Sólo entonces se darán cuenta de que por el poder divino “aquellos días” han sido “acortados.” (Mat. 24:21 y 22) En ese momento dirán: “¡Vengan, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob! Él nos guiará por sus caminos, y nosotros iremos por sus sendas. Porque la enseñanza saldrá de Sión; de Jerusalén saldrá la palabra del Señor.”
Mientras que las Escrituras indican que Israel será el centro geográfico del reino terrenal del Señor, la referencia en esta profecía a “Sión” y a “Jerusalén” es simbólica. Sión, como hemos visto, es símbolo de Cristo y de los miembros fieles de su verdadera iglesia—quienes van a vivir y reinar con él. Éstos reciben la primera resurrección, son exaltados a la naturaleza divina y, creemos, serán invisibles a los hombres. (Apoc. 20:4-6) Sin embargo, funcionarán a través de representantes humanos perfectos.
Jesús nos dice que estos agentes humanos perfectos serán “Abraham, Isaac, Jacob y todos los profetas.” Dijo que en el reino en la tierra la gente vendría “del oriente y del occidente, del norte y del sur” y “se sentaría” con ellos, indicando la relación de maestros y estudiantes. (Lucas 13:28-29) En el capítulo once de Hebreos se mencionan los nombres de muchos de estos “dignos” y se nos informa que han demostrado su fidelidad y que “obtendrán mejor resurrección.” Pablo también nos informa de que serán “perfeccionados”, es decir, habiendo pasado ya por la fe de su juicio serán levantados perfectos de la muerte. —Heb. 11:35 y 39-40
En el Salmo 45:16 a éstos se les conoce como los antiguos “padres” de Israel, y la explicación es que en lugar de mantener esta posición particular se convertirán en “hijos” de Cristo haciéndose “príncipes en toda la tierra”. Estos intermediarios, aunque no gobernantes del reino en el estricto sentido de la palabra, representarán tan plenamente a Cristo entre los hombres que se les reconocerá como líderes terrenales del reino por la humanidad. Por tanto, podríamos hablar de ellos y su papel como la fase de gobernación terrenal del reino, simbólicamente denominada “Jerusalén” por Isaías.
Es evidente que estos líderes perfectos del reino terrenal estarán en términos de íntima comunión, fraternidad y cooperación con sus dirigentes espirituales, el Cristo, como Adán, en la perfección antes de su transgresión, podría comunicarse con las potencias celestiales. Los líderes espirituales y terrenales del reino estarán relacionados entre sí como el padre y los hijos y como ramas de colaboración del mismo gobierno celestial. La fase celestial será el departamento legislativo y la tierra será la rama de la enseñanza y la administración de la ley. Así tenemos la promesa de que “saldrá de Sión; de Jerusalén saldrá la palabra del Señor.”
Entonces será el momento en que los juicios del Señor estarán en toda la tierra, tal como se ilustra en el Salmo 98:7-9, que dice: “Brame el mar y su plenitud, el mundo y los que en él habitan; los ríos batan las manos, los montes todos hagan regocijo delante de Jehová, porque vino a juzgar la tierra. Juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con rectitud.” ¡Qué refrescante experiencia será para el mundo de la humanidad enfermo de pecado, angustiado y lleno de temor!
Acerca de las cualidades del gran juez—Cristo—durante el día del juicio del reino de mil años, Isaías escribió: “Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová. Y le hará entender diligente en el temor de Jehová. No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oigan sus oídos; sino que juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra; y herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío. Y será la justicia cinto de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de su cintura.” —Isa. 11:2-5
UNOS POCOS NO OBEDECERÁN
Se desprende de las anteriores Escrituras que no todas las personas obedecerán las leyes que salgan del Reino del Mesías. El gran juez y sus asociados serán capaces de discernirlo y de rendir justa retribución y castigo. No cabe duda de que habrá pecadores intencionales, a los que se denomina “impíos”, que serán eliminados por “la vara de su boca”, en el sentido de las declaraciones que saldrán sucesivamente de “Sión” y de “Jerusalén”.
El apóstol Pedro hace referencia a éstos en el capítulo tres de Hechos. En el contexto habla Pedro sobre “los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo.” Este período, explica, se produce durante el segundo advenimiento o “presencia” de Cristo Jesús, a quien habla en este sermón como “ese profeta”. Afirma que “toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo.” —vs. 20-23
¡Qué ricas bendiciones, no obstante, acumularán aquellos que obedezcan las leyes del nuevo reino! Éstos son los mismos que entonces dirán: “Él nos guiará por sus caminos, y nosotros iremos por sus sendas.” Cuando aprenden los caminos de Dios y caminan en las sendas de paz que se esbozan para ellos, “volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra.” —Isa. 2:3-4
En una profecía similar, Miqueas agrega que luego “se sentará cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá quien los amedrente; porque la boca de Jehová de los ejércitos lo ha hablado.” (Miqueas 4:4) Por fin el mundo será entonces libre del temor, de la angustia y de la indigencia. Todos tendrán seguridad económica y juntos morarán en seguridad y en paz para siempre.
DE LA ENFERMEDAD Y LA MUERTE
En Isaías 25:6-9 tenemos otra profecía del reino de Cristo en la que se refiere a él como “monte”. En estos maravillosos versículos se nos asegura que el Señor hará a todos los pueblos banquete de manjares suculentos y que destruirá el velo que envuelve a todas las naciones. Ésta es una referencia a la falta general de conocimiento acerca de Dios de la gente debido al hecho de que Satanás ha cubierto su discernimiento mental y la ha mantenido en la oscuridad. Sin embargo, entonces será diferente. “La tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar.” —Isa. 11:9
El profeta nos asegura también que Dios “destruirá a la muerte para siempre” y “enjugará toda lágrima de todos los rostros.” (Isa. 25:8) ¡Estas palabras presentan verdaderamente una gloriosa perspectiva! Nos aseguran que Cristo reinará hasta que “todos los enemigos” sean reprimidos “y el postrer enemigo que será destruido es la muerte.” (1 Cor. 15:25-26) Y a continuación “ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.” —Apoc. 21:4
A medida que nos adentramos en el 2016 la sensación de peligro, angustia, perplejidad y miedo mantiene al mundo en sus garras. El propósito de los acontecimientos de estos “últimos días”, que pronto alcanzará su culminación, es transformar los corazones de la humanidad entera y prepararlos para las maravillosas bendiciones del reino. Por tanto, consideremos estas cosas desde la perspectiva eterna de Dios y veamos el forro de plata en las nubes presentes de problemas. El apóstol Pedro nos dijo dónde enfocar nuestra visión mental al decir: “Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia. Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz.” (2 Ped. 3:13-14) Así podemos retener “firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza.” —Heb. 3:6