ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección Siete

Ofrendas Aceptables

Versículo Clave: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.”
—Romanos 12:1

Escritura Seleccionadas:
Levítico 22:17-25, 31-33

HOY EN EL versículo clave descubrimos la base de nuestra relación con Dios. En los capítulos anteriores de la carta a los Romanos, el apóstol Pablo había establecido la relación que existía entre Dios e Israel bajo el Pacto de la Ley. Dijo que tenían “celo de Dios, pero no conforme a ciencia.” (Rom. 10:2) Pablo también explicó que “el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree.” (vs. 4) Más tarde afirmó que Dios no había desechado eternamente a Israel, sino que debido a su resistencia a sus mandamientos, ahora los gentiles también están autorizados a participar de la “raíz y la savia” del favor de Dios. Estos, dice Pablo, han sido injertados en el “olivo” que es Israel, porque esas “ramas fueron desgajadas.” —Rom. 11:17-21

Esos “injertados” en el olivo son miembros consagrados del cuerpo de Cristo, los creyentes verdaderos. Han aceptado la invitación de nuestro versículo clave, sobre la base de plena fe en la sangre de Jesús como su único medio de salvación. Más tarde, Pablo aclara que la Edad Evangélica, la edad en la que estamos viviendo ahora, es “un día de salvación” para los que aceptan esta invitación a sacrificarse. (2 Cor. 6:2, Diaglotón Enfático) Un día separado de salvación espera a Israel y el mundo después que la clase de la Iglesia haya sido completada. —Rom. 11:25,26

Hemos de entender que la invitación a sacrificarse debe considerarse como un privilegio, no un derecho o un mandato. Pablo enfatiza el hecho de que nuestro sacrificio debe ser santo para ser aceptable a Dios. En nuestras Escrituras seleccionadas de Levítico, encontramos que Israel fue instruido a dar ofrendas completas y sin defecto, ilustrando que la justicia de Dios exige perfección para el perdón de los pecados. Encontramos este principio también en las ofrendas de Caín y Abel registradas en la Biblia. Aunque ambos ofrecieron lo mejor de sus posesiones, sólo la de Abel fue aceptada porque incluía el derramamiento de sangre, la cual fue la única ofrenda adecuada para mostrar la figura que Dios tuvo en mente. El mismo principio fue ilustrado en la institución de la fiesta de Pascua registrada en Éxodo 12:3-14.

La palabra “sacrificio” en nuestro versículo clave se traduce de la palabra griega “dsusía”, la raíz de la cual significa “inmolación”, o un animal sacrificado. Pablo explica que nacimos como seres humanos naturales o animales. (1 Cor. 15:44-47) Si nosotros, en plena consagración, hemos aceptado a Jesús como nuestro rescate, nuestro ser terrenal ya no es nuestro, sino que ha sido comprado por precio. (1 Cor. 6:19,20) Si deseamos vivir y reinar con Cristo en el cielo, debemos seguir su ejemplo en renunciar a nuestra vida terrenal con todos los derechos y privilegios prometidos al mundo de la humanidad en el reino venidero de Dios en la tierra. Sólo el sacrificio de Jesús fue necesario para equilibrar la balanza de la justicia con respecto al rescate. (1 Cor. 15:21,22) Sin embargo, hemos sido invitados a poner nuestras vidas para ser “sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo”, con la promesa de que, si somos fieles, seremos plantados “en la semejanza de su resurrección.” —Rom. 6:3-5

Tomamos nota de que esta invitación a presentar nuestros cuerpos como sacrificios vivos se realiza de acuerdo con lo alto y lo noble. No lleva consigo ningún engaño, sino proviene de un llamamiento a la razón. Jesús dijo, “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lucas 9:23) Si nuestro sacrificio se lleva a cabo fielmente, seremos participantes de la naturaleza divina. —2 Ped. 1:4



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