ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección Ocho

Dios Muestra Misericordia

Versículo Clave: “¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia.”
—Miqueas 7:18

Escritura Seleccionada:
Miqueas 7:14-20

AL CONSIDERAR las palabras que figuran en nuestro versículo clave, rápidamente debemos darnos cuenta de que no existe otro ser en el universo mayor y más amoroso y misericordioso que el Dios vivo y verdadero. Al Padre celestial se le da muchos nombres y títulos en las Escrituras, como “el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob,” y la fuente de “toda buena dádiva y todo don perfecto.” (Mat. 22:32; Santiago 1:17) Él es el autor de lo que se ha denominado el “Plan Divino de las Edades”—el “propósito eterno” de Dios. —Efe. 3:11

Uno de los escribas con quien Jesús hablaba, como registrado en Marcos 12, respondió después de escuchar la explicación sobre el mandamiento de amar al Padre Celestial supremamente: “Bien, Maestro, verdad has dicho, que uno es Dios, y no hay otro fuera de él; y el amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios.” (vss. 32,33) En efecto, ningún dios de la imaginación del hombre pueda comparar con el único Dios supremo de amor, compasión, misericordia, sabiduría, poder y justicia.

Cuando nuestros primeros padres cayeron de su perfección en el Jardín del Edén, la pena por desobedecer a Dios fue solo una. Les había informado claramente de su mandamiento de antemano, así como la pena por la desobediencia. (Gén. 2:17; 3:17-19) Sin embargo, a través de su gran amor y misericordia Dios proporcionó una vía de escape de la pena del pecado y de la muerte que había venido sobre Adán y Eva y todos sus descendientes. Proporcionando una promesa inmediatamente después que nuestros primeros padres cayeron, Dios dijo que a su debido tiempo la simiente, o la descendencia de la mujer, magullaría la cabeza de la serpiente. —Gen. 3:15

Muchos siglos más tarde, Jesús, en su primer advenimiento, dio a conocer con claridad lo que Dios quiso decir por esta promesa vaga de mucho antes, diciendo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito [la simiente de la mujer], para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.” (Juan 3:16,17) Mediante el don de su hijo unigénito, Jesús, “se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres.” —Tit. 3:4

Note estas palabras del salmista referentes a la misericordia de Dios: “Mas la misericordia de Jehová es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen [reverencian], y su justicia sobre los hijos de los hijos.” “Te alabaré, oh Jehová, entre los pueblos; a ti cantaré salmos entre las naciones. Porque más grande que los cielos es tu misericordia, y hasta los cielos tu verdad.” (Sal. 103:17; 108:3,4) Estos versículos sugieren que también tenemos una responsabilidad con el fin de recibir el beneficio total de la misericordia de Dios. Tenemos que temerle, o reverenciarle, y debemos demostrar las alabanzas de Dios a aquellos con quienes entramos en contacto.

“Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad; átalas a tu cuello, escríbelas en la tabla de tu corazón.” (Prov. 3:3) A fin de que la misericordia nunca “se aparte” de nosotros, es necesario que la demostremos a otros. Desplegando amor y misericordia hacia los demás significa que no tendremos en cuentas sus flaquezas, sino que seremos conscientes de que son parte del “mundo” que “tanto amó Dios.” Jesús nos instruyó: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.” —Mat. 5:7



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