ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA BIBLIA

Lección Siete

Justicia, Amor y Humildad

Versículo Clave: “Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios.”
—Miqueas 6:8

Escritura Seleccionada:
Miqueas 6:3-8

A MEDIDA QUE leemos las palabras de nuestro versículo clave, se debe traer a nuestra mente una comprensión inmediata del hecho de que se refieren a los requisitos que han sido dados directamente de nuestro Padre Celestial. Por lo tanto, su importancia debe ser fundamental en el desarrollo del carácter cristiano. Estas son las normas divinas, y tenemos que recordar constantemente que las leyes de Dios son santas, justas y buenas.

Dios, a través del profeta Miqueas, nos instruye a “hacer justicia.” Esto significa hacer “el bien”, aplicando los principios de la justicia y de la rectitud a nuestras palabras y a nuestra conducta. Para que estos funcionen en la forma en que Dios quiere de nosotros, en primer lugar, deben incorporarse en nuestros corazones. Sólo entonces pueden aplicarse correctamente en nuestras acciones. —Sal. 19:14

“Amar misericordia” es otro de los requisitos de alguien que quiere ser agradable a Dios. Es de tan gran importancia que Jesús dijo: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.” (Mat. 5:7) En otras palabras, si esperamos recibir misericordia cuando tropezamos, debemos exhibir la misma calidad de carácter hacia los demás. Si estamos enriquecidos por el carácter de Cristo y continuamente tratamos de seguir su ejemplo, nos daremos cuenta de la gran importancia de ser misericordiosos, amorosos, bondadosos y considerados con todos, haciendo “bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.” —Gal. 6:10

“Amar misericordia” significa que nos alegramos de expresar esta calidad a otros. Un nivel tan alto de carácter como este no es fácil de alcanzar. Es necesario que entablemos combate con nuestra carne caída y su tendencia de ser muy dura y cruel en lugar de ser amorosa y misericordiosa. El éxito de esta batalla supone “derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.” —2 Cor. 10:5

En el versículo anterior, Pablo menciona que nuestra “batalla de la fe” incluye el derribo de “toda altivez.” Esto señala el tercer requisito de nuestro versículo clave de “humillarte ante tu Dios.” No podemos esperar “hacer justicia” y “amar misericordiosa” de un modo plenamente agradable al Señor a menos que esos esfuerzos se basen en el principio de la humildad. El apóstol Pedro nos dice: “Revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.” —1 Ped. 5:5

A medida que nos esforcemos por desarrollar adecuadamente un corazón justo y recto, un carácter amoroso y misericordioso, y los tenemos “revestidos” en todo momento, con humildad, debemos ejercer confianza en que el Señor dirija nuestras experiencias de forma que se logre estas cualidades primordiales. También debemos utilizar el poder del Espíritu Santo de Dios para ayudarnos y guiarnos en estos esfuerzos. Como seguidores asidos de Cristo, hemos sido llamados a ser hijos de Dios y se nos ha dado la oportunidad de cambiar el estado de nuestro corazón, mente, palabras y acciones a los rasgos de carácter identificados en nuestra lección. Podemos resumir lo que Dios requiere de nosotros con estas palabras del Maestro: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” —Mat. 22:37-39



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